En el barrio de La Isleta, nacido a finales del siglo XIX al albur de la construcción a partir de 1883 del Puerto de la Luz en la ciudad de Las Palmas, barrio que se fue conformando con los inmigrantes de los campos de Gran Canaria y gentes venidas de otras islas del Archipiélago Canario, barrio en el que nació en 1902, en una choza situada en medio de la calle Pérez Muñoz, mi abuela Carmen, cuyos padres llegaron allí desde el Valle de los Nueve en Telde, barrio al que arribó, procedente de Fuerteventura, siendo un muchacho, mi abuelo José, barrió que acogió en los albores del siglo XX, emigrado desde San Miguel de Abona en el sur de Tenerife, a mi abuelo Juan (a ellos, que no tuve la dicha de conocer, debo mi nombre), para traerse al poco tiempo desde allí a mi abuela Pilar. En ese barrio donde en 1936, a los pocos días del golpe militar fascista del 18 de julio, los falangistas volaron con cargas de dinamita la Casa del Pueblo de la Federación Obrera Canaria, barrio donde la Unión del Pueblo Canario, hermoso y unitario intento de crear una alternativa transformadora de izquierdas a fines de los 70, cosechó miles de esos votos que ahora tanto necesitamos, allí, en ese barrio que era emblema de lucha por la justicia social y que tan orgulloso me siento de que sea mi raíz vital, allí este fin de semana ha salido, vacío, el trono de la Virgen del Carmen, procesionando a hombros de costaleros durante cinco horas, para recoger entre los vecinos alimentos para los necesitados. El periódico Canarias 7 titula en su edición digital del domingo 24 de noviembre: "El milagro del trono de La Isleta" http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=318054&p=3. Triste y acongojado pienso que sí, que al final vamos a necesitar un milagro que obre sobre nuestras aletargadas conciencias para que, más allá de la bienintencionada caridad, se derrame sobre nuestras cabezas, venturoso, el espíritu de la rebeldía.
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domingo, 24 de noviembre de 2013
domingo, 20 de octubre de 2013
Abulia social
Del 22 al 24 hay movilizaciones contra la LOMCE en todo el estado español. En concreto, está convocada huelga de estudiantes para esos tres días, ampliándose para el 24 también a los profesores. La culminación serán las manifestaciones, a las que se convoca también a los padres, que se celebrarán esa fecha en muchas ciudades. El pasado mes de mayo hubo otras tres jornadas de lucha. En el último mes se han recogido un millón de firmas contra la ley que, aprobada en el Congreso, ahora va al Senado, de donde retornará al propio Congreso.
Mi intención, firme, es ir a la huelga y acudir a la manifestación de mi ciudad.
Pero lo voy a decir como lo siento y lo percibo. Ante la abulia social predominante, no creo que sirva, a efectos prácticos de retirar la ley, para nada. Ya en alguna otra ocasión he citado el título del poemario de Ángel González, "Sin esperanza, con convencimiento", como referente moral ante diversas situaciones de la vida. No sé cuál era la intención del poeta al escribirlo. Creo que lo más atrayente del lenguaje poético, hablando desde mi condición de lego en la materia, es que se basa sobretodo en la sugerencia. Al estar publicado en 1961, con más de veinte años de régimen fascista criminal, muchos vemos en esa frase un asidero extremo: aunque no podamos derrotar a la dictadura, no podemos dejar de luchar, si somos conscientes, contra la dictadura. Esa frase yo la percibo (insisto, es mi percepción) en clave imperativa. Es una frase que me embelesa y me asusta. Piénsenlo. Yo me imagino a parte de la gente que luchaba clandestinamente contra Franco, jugándose literalmente la vida, en momentos de desánimo, que quizás serían los más, agarrándose a ese palo mayor mientras arreciaba el vendaval. Pero, sigan imaginando, perfectamente la pudo pronunciar Hitler en los días finales del asedio a Berlín dirigiéndose a sus atribulados camaradas. Es una frase llena de luz y de tinieblas. Siendo yo de naturaleza cobarde, tuve la suerte de nacer en el 59 y no en el 39, por ejemplo. La frase, aplicada al día de hoy, pierde la épica de jugarse la vida ante un régimen de dominación burguesa fascista, pero mantiene sin embargo el desaliento que encierra.
Es así. Nuestro aliento, mientras aumentan las tropelías de la clase dominante, se entrecorta cada vez más. Se abren continuos frentes de lucha, se convocan diferentes manifestaciones para intentar taponar las múltiples vías de agua que van a anegar nuestros derechos durante generaciones, y tengo la triste impresión de que casi siempre acudimos las mismas caras, desfilando, rutinariamente, por los mismos sitios.
Todas las luchas son cortitas. Somos un cuerpo raquítico, incapaz de lanzar, ante tanto órdago ofensivo, el nuestro defensivo. Por eso me pareció admirable la valentía de los profesores de Baleares al plantear una huelga indefinida, que sostuvieron durante tres semanas, no estando en juego la pérdida de puestos de trabajo, que es el único motivo que hoy en día origina huelgas que vayan más allá de uno o dos días.
En la conciencia global de amplios sectores de la sociedad, lo que son acciones y opciones de grupos humanos privilegiados, han calado con la misma fuerza de principios científicos inmutables o de catástrofes naturales. La crisis (englobando en esta palabra todas las medidas antipopulares) es un sol oscuro que viaja por el cielo de nuestras vidas con la misma autonomía y capacidad cegadora que el astro rey, venerado por tantas civilizaciones finiquitadas, que le ofrendaban tributos de sangre. Ese tributo de sangre, de sufrimiento social, que con vana esperanza y escaso convencimiento estamos pagando con más estoicismo del esperado... por ellos.
Acabo.
Un sacerdote, menor, del culto a las tinieblas, es el señor León de la Riva, alcalde pícaro de Valladolid, que esta semana nos ha dejado esta greguería digna del Lazarillo: "no hay que multar al pobre de pedir de toda la vida". Mi padre, que trabajó muchos años en una agencia de aduanas, me contaba que los sábados ponían en el mostrador monedas de céntimo de peseta. Los pobres de pedir de toda la vida (me fascina la arquitectura de la frase, además tiene resonancias a estirpes de pobres, seres predestinados a recibir caridad que tienden la mano con decencia, ajenos a ágrafos cartones), debidamente acreditados, llegaban y se les daba la limosna. Pura inmutabilidad solar.
jueves, 5 de septiembre de 2013
El SAT tira del carro
La acción del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), llevándose diez carritos con material escolar de una gran superficie de Sevilla, tiene una virtud: genera polémica, debate en la sociedad, y se aparta, sin negarlas, de las acciones reivindicativas clásicas del sindicalismo, como son la manifestación (convertida casi en una liturgia de la que suelo ser feligrés) y la huelga (usada, por la precariedad laboral, salarial y de conciencia, cada vez con más renuencia).
El SAT utiliza el término expropiar para denominar su acción. Otra gente habla de robo o hurto (a partir de 400 euros , el hurto se transforma en robo). El acto es el mismo lo llamemos de una manera u otra, pero su significación, e incluso su prestigio, es diferente. Si nos ponemos legalistas queda claro que una expropiación no es. Quién tiene la potestad de expropiar es el estado. Y no me refiero al estado español en concreto. Todo estado, sea cuál sea su carácter, se reserva esa potestad. Por eso no es baladí en manos de quién esta la maquinaria estatal. La II República, acometiendo la Ley de Reforma Agraria, que cuestionaba la secular propiedad de la tierra de los grandes latifundistas, llevó a cabo un intento expropiador y, todo sea dicho, se busco un enemigo brutal y dispuesto a desangrar el país, como demostró el golpe fascista del 36. La expropiación suele conllevar una compensación económica (creo que en términos jurídicos se llama justiprecio). No niego que eso deba ser así en muchos casos. Pero si se expropia alguien que ha acumulado enormes masas de capital y propiedades durante décadas a costa de la sobreexplotación de los trabajadores, ¿También habría que indemnizarlo?
Permítanme un inciso acerca de la sobreexplotación. Titular de El País hace unas semanas: Servir mesas 12 horas al día por 500 euros al mes. Subtítulo: El turismo ofrece un leve respiro al desempleo, pero camufla prácticas que rozan la explotación laboral. Para el periódico progresista El País trabajar 60 horas por 500 euros sólo roza la explotación laboral.
Prosigo. Cuando iniciaba este blog, hace un par de años, dediqué uno de los primeros textos, muy breve, a Berlusconi y las 20 casas (o mansiones) de las que, irónico, alardeaba ser propietario en una sesión del parlamento italiano. http://josejuanhdezlemes.blogspot.com.es/2011/07/20-casas-o-aunque-no-lo-parezca.html Me preguntaba si es lícito tener 20 casas. ¿Quién necesita veinte casas? ¿Cuánta gente habrá, especialmente jóvenes, penando por acceder a una vivienda en Italia? Se cuestiona poquísimo el derecho infinito a la propiedad. Consideramos este derecho sacrosanto. Una de las principales formas de demonizar el concepto comunismo ha sido, y es, inculcándole a la gente que no va a poder tener nada de su propiedad. Que absolutamente todo será colectivo. Es ilustrativa de este pensamiento una escena de la película de Woody Allen "A Roma con amor". Éste, mientras viaja en avión a Roma para conocer a su futuro yerno, chico de ideas esquemáticamente izquierdistas, le dice a su mujer lo siguiente: "Nunca he podido ser comunista, la idea de compartir baño con otros me horroriza". A mí también me horroriza Woody, soy tiquismiquis. Pero el socialismo o el comunismo no implica, necesariamente, compartir baño, como el capitalismo tampoco implica tener baño individual seguro. Poco antes del Mundial de Sudáfrica un programa de televisión mostró los poblados chabolistas (de negros, por supuesto). Los baños, a la intemperie y de plástico, eran igualitos a los que se ponen cuando hay multitudinarios actos festivos. En un país que gastaba una millonada en organizar un evento deportivo, miles de personas tenían que salir a la calle para realizar sus necesidades fisiológicas más primarias.
Cuando algunos defendemos la acción propagandística y robinhoodiana del SAT (robo, hurto, sustracción, díganlo como quieran), la respuesta suele ser la siguiente: "Pues ahora yo entro en tu casa y me llevo lo que quiera". ¿Nadie se para a pensar que el sindicato que dirige Cañamero no ha entrado acoger el material escolar en la papelería de la esquina del pequeño empresario? El SAT actúa en las instalaciones de una gran multinacional que gana muchísimo dinero. Mi casa, el dueño del negocio de la esquina que le "echa" un montón de horas y el gigante que vende de todo, son magnitudes incomparables. La simpatía hacia el intrépido Robín de los Bosques, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, esta hoy más justificada que nunca. Nos llevan de cabeza al Medievo, a la servidumbre.
Ahora viene un segundo acto: la criminalización por parte del gobierno. La gran superficie no ha denunciado. ¿Si en mi casa entra alguien, se lleva este ordenador y yo no denuncio, lo buscarán? El Ministerio del Interior ha actuado de oficio. Gran celeridad. La tortuga estatal torna en liebre cuando se trata de perseguir a "los de abajo" (término que últimamente ha generado cierta polémica entre intelectuales de la izquierda transformadora). En el país del PP de Bárcenas, del yerno del rey prestamista, de los ERES andaluces; en el país donde el gobierno ha reconocido que decenas de miles de millones que salvaron a la banca privada nunca se recuperarán, en ese idílico país donde en agosto bajó el paro en 31 personas, donde los derechos laborales pronto se exhibirán en el museo de las especies extinguidas; en ese país podemos respira aliviados, ya están identificados los 34 peligrosos émulos de bandolero. Y en mi referencia al peligro hay la ironía justa. El poder sabe que debe actuar de manera contundente. Teme, quizás sin motivo, al desencauce de las protestas.
domingo, 25 de agosto de 2013
"Mi jefe me da de comer"
"Mi jefe me da de comer". Cuando oigo la frase que antecede, recuerdo la genial escena de la película "Tiempos Modernos" de Charles Chaplin, en la que el dueño de la fábrica utiliza al protagonista de conejillo de indias para probar una maquina que automatiza la alimentación del obrero, sin que este tenga que moverse de su puesto de trabajo. Probablemente -quizás esté equivocado- el humor con el que el cómico enfrenta la posibilidad de que te alimenten como a ganado, sin ausentarte de tu lugar en la cadena de producción, diluye en cierta medida la carga de dramatismo que la situación encierra. En varias ocasiones, cuando he trabajado en clase, con los alumnos de 4º de la ESO, el tema de la revolución industrial y el nacimiento del movimiento obrero, he puesto esta cinta (o al menos su, en mi opinión, magnífica primera media hora). Los alumnos se ríen, yo también lo hago, al igual que en una escena posterior donde se refleja el estrés alienante, que lo lleva a enloquecer, de apretar tornillos sin pausa. No obstante, temo que la risa vele el poso de amargura y malestar, la enorme carga crítica que esas dos escenas contienen.
Sí, nuestros jefes probablemente querrían darnos de comer, automatizarnos, si eso supusiera que aumentara nuestra productividad. La película de Chaplin es de 1936, tiene casi 80 años. Me imagino que en esa época, cuando un trabajador avizoraba el siglo XXI (pongamos por ejemplo el año 2013), pensaba en una sociedad en la que el avance tecnológico libraría a los trabajadores de buena parte de su "esclavitud", ayudando a reducir las jornadas laborales y las desigualdades sociales (las ocho horas es una reivindicación del siglo XIX, de hace 150 años, en la que nos quedamos estancados, ¿se ha multiplicado la capacidad productiva por el boom tecnológico en este tiempo?). Sin embargo, tanto jornadas como desigualdades, aumentan, aunque paradójicamente el trabajo disminuye por el desarrollo tecnológico ya citado. Con la disminución del trabajo mengua también la conciencia y la unión de la clase trabajadora, pues cada vez más el miedo es el ominoso señor que preside la mesa de las relaciones laborales. El otro trabajador deja de ser mi compañero de desdichas y luchas y se convierte en mi "enemigo" frente al señor que "me da de comer".
Lo he dicho en alguna ocasión, y lo reitero, nada es más libre y humano (bien lo sé yo que voy sobrado de ellos) que el temor. Y el miedo a ver que un día no tienes trabajo, y que pasa un mes y otro y otro, en una pérfida cuenta atrás, y que un día se acabará el seguro de desempleo y que tu horizonte, con suerte, pueden ser 450 euros, debe ser atroz. Sin embargo deberíamos intentar que no nos atenacen el pensamiento. Salirnos y ayudar a otros a salir -hablando, debatiendo el cualquier lugar que se tercie- del redil ideológico donde, apretujados, nos miramos con desconfianza, y cuya máxima más perversa es el título que encabeza este texto.
Una pregunta muy simple, incluso idiota: si mi patrón me da de comer, ¿por qué el día que hago huelga no me paga la comida? Ustedes me contestarán: ¡coño, es que ese día no trabajo! Pues eso.
viernes, 7 de junio de 2013
Manifestarse, luchar, ¿sirve?
El siguiente artículo
surge de la lectura de la reflexión de Jerónimo a la anterior entrada del blog.
Pongo el enlace para que si les apetece lean su texto
Rosa Parks un día de 1955
se negó a levantarse de su asiento en la guagua (autobús en canario) para dejarlo, como marcaban las normas, a
un blanco. La mayoría de la población blanca del sur de EEUU defendía la
justeza de la discriminación racial, de que Rosa se levantara y se fuera al
fondo del vehículo.
Cuando Espartaco, en el 73 a . c., se rebeló junto a
otros esclavos constituyendo un ejército que, por la fuerza de las armas, puso
en jaque al Imperio Romano, la mayoría de la sociedad romana defendía la
justeza de la esclavitud.
Cuando en 1789 se produce
la Revolución Francesa, que marca el inicio de la contemporaneidad, revolución
parida (al igual que la norteamericana de 1776) por la Ilustración y la burguesía
y a cuyo carro se subieron las clases populares urbanas (sans-culottes), la
mayoría de la población francesa –como en toda Europa- era campesina,
aproximadamente el 80%. Esos campesinos, en buena medida, apoyaban la
estructura social vigente, aunque fuera contra sus propios intereses. Además
tiene enorme lógica, eran seres explotados, analfabetos (lo era el 90% de la
población), con una visión del mundo recibida a través del oscurantismo
eclesial y que ellos percibían, desde la cuna a la tumba, como el “orden
natural” de las cosas. O sea, la revolución francesa fue obra de minorías
intelectuales y urbanas. La mayoría habría seguido con su cotidianidad tal y
como estaban, acaso quizás con alguna revuelta campesina puntual fruto de las
hambrunas.
En 1917 se produce la
principal revolución del siglo XX: la rusa. Rusia, al igual que Francia en el
siglo XVIII, era un país semifeudal y con una clase obrera escasa y concentrada
en San Petersburgo y en Moscú. Esa revolución que marca sin ningún genero de
dudas el devenir del siglo XX –son los comunistas rusos quiénes aplastan al
nazismo, hazañas bélicas hollywoodenses aparte-, fue en sus inicios una acción
de una minoría muy concienciada, una minoría en lucha por los intereses de la
mayoría, que quería transformar la historia
creando el primer estado obrero. Podían ganar o perder. Muchos sabían que
probablemente, aunque se consiguieran los objetivos, ellos perderían. Me
refiero a los que iban a morir en el conflicto. Espartaco y sus
correligionarios o los negros cimarrones americanos podían haber seguido con
sus vidas, millones de esclavos y desposeídos lo han hecho a lo largo de la
historia, y lo seguirán haciendo, sin mover un músculo. Nuestro primer instinto
es el de conservación y eso conlleva adaptarnos al medio natural y también al
social. Nuestra especie ha sufrido desde siempre. Pero siempre, siempre,
queremos vivir. Seguro que el esclavo, dentro de su cosificación, de su
malestar perenne, buscaba los breves momentos de dicha: la risa y el amor. Cada
individuo de un grupo que se ha rebelado contra un orden social injusto y
violento, más allá de emotivas y necesarias frases del tipo: “más vale morir de pie que
vivir de rodillas”, tenía mucho que
perder, aunque viviera en la pobreza y la humillación: su vida, única e
intransferible, la vida del ser que sabe que nace y muere. Espartaco fue
derrotado. Él y sus compañeros fueron crucificados a lo largo de un trecho de
la Vía Apia. Apostaron al todo o nada y salió nada para ellos y todo para la
dignidad, tan vaporosa como necesaria, de los oprimidos de cualquier época.
Las élites dominantes no
sólo han tenido el dominio económico, han poseído, lo que a mí me parece aún más
básico, el dominio de las ideas, han hecho que los oprimidos vean el mundo con
el color de sus lentes en cada momento histórico. Y son pequeños grupos, que
aspiran a ser mayoría, los que combaten esa visión que anega el cuerpo social,
los que inician la lucha por la transformación, contra la inmutabilidad, contra
el injusto “sentido común” de cada época, que es sólo un reflejo de la ideología
dominante.
El proletariado europeo
del siglo XIX, nacido de la primera revolución industrial sin más derecho que
el de caerse muerto y ser suplido por otro, a base de enfrentamientos con la
policía o el ejército en barricadas, huelgas o manifestaciones, muchas veces
tan cargadas de razones como de ira y violencia, consiguió trabajar menos
horas, acceder a seguros sociales (el conservador Bismarck fue el primero que
implantó la seguridad social en Alemania por la potencia del movimiento obrero
de ese país), eliminar el trabajo fabril de los niños, el sufragio universal,
etc. O sea consiguió que los parlamentos aprobaran leyes que aliviaban la
situación de los trabajadores. No se derribaba del poder a la burguesía, pero
se arrancaban concesiones (en este sentido a los trabajadores de Europa
Occidental la existencia del bloque socialista tras la 2º Guerra Mundial les
vino muy bien).
La Plataforma Antidesahucios
(PAH) ha sido un ejemplo de combinar lucha en las instituciones (recogida de más
de un millón y medio de firmas) con la lucha en la calle. Y sus luchas en la
calle nos han enseñado algo muy interesante, cuando la pelea adopta formas más “agresivas”
o contundentes, pues en vez de circular por los “desfiladeros” de rigor se acercan
a ponerle pegatinas en la puerta al diputado X, los dueños de la imprenta, los
oligarcas, ponen en marcha todo su fuego mediático para fusilar nuestras mentes
con balas de gran calibre: violentos, amigos de terroristas, nazis. Estos tres
términos publicados en la prensa española buscan criminalizar a la PAH y avisar
a navegantes con la tentación de descarrilar. Lo lamentable es que suelen tener
éxito en su objetivo: cortocircuitar el pensamiento con palabras tabú.
La violencia o la
algarada son indeseables. Pero tengamos claro que si en un panorama general de recortes aumenta el
dinero para material antidisturbios es porque ellos saben, mejor que nosotros
incluso, que hay razones para el disturbio, para la algarada. Por cierto el
material antidisturbios no es para perseguir delincuentes comunes o banqueros
ladrones. El estado tiene el monopolio de la violencia. Cierto. Y la burguesía
tiene el monopolio del estado y por lo tanto de la violencia. Si ese monopolio
estuviera en vías de cambiar de manos usarían cualquier medio para tratar de
impedirlo. Incluso utilizar el ejército, que no es neutral cuando el dominio de
clase está en juego (sucedió en el 36, en Chile en el 73). En España las urnas
se guardaron 40 años y se abrieron tras un pacto con rey, bandera y clase
dominante franquista como ejes intocables y acorazados de la reinstaurada
democracia.
Me hago la siguiente
pregunta: ¿si un país europeo a través de las urnas diera un giro radical hacia una
sociedad socialista, se le dejaría recorrer ese camino en paz?
Luchar, en mi opinión siempre sirve,
aprendamos del enemigo de clase, cuando sus privilegios están en peligro luchan
con denuedo, nos odian con pasión. Aprendamos nosotros a odiar lo que ellos
simbolizan, lo que no implica combatirlos ciegamente. El antropólogo Manuel Delgado
dijo en la radio en una ocasión que el verdadero motor de la historia es el
odio, no el amor. El odio que sintió Rosa Parks a levantarse del asiento e irse
al fondo de la guagua es el germen de los cambios sociales.
Para acabar haré una
breve consideración sobre el estado de derecho.
El estado de derecho,
plasmado en la constitución, dice que en España cualquier persona tiene derecho
a la vivienda (que se lo digan a cualquiera de los miles de desahuciados), a la
educación (que se lo digan a los estudiantes universitarios que han tenido que
dejar sus estudios por impago de tasas), a la sanidad (que se lo digan a la
familia del inmigrante muerto en Baleares de tuberculosis). ¿Qué grado de
aplicación tiene el estado de derecho en un estado que no garantiza a parte de
sus habitantes los derechos antes mencionados? Algún revolucionario (creo que
fue el Che) dijo, con pleno acierto (véase EEUU), que el poder está en la punta
del fusil. En el capitalismo el derecho está, en buena medida, en el volumen de
la billetera. Cierto es que este artículo no aparece en ninguna constitución.
martes, 4 de junio de 2013
Turquía o el uso de la violencia
Hace un par de días veía
una intervención de Sánchez Gordillo (alcalde de Marinaleda) en un mitin en
Xátiva. Decía algo que me llamó la atención: “es importante que en cada lucha
se logre, al menos, un pequeño triunfo o un avance” pues, según él, siembra
para que seamos más en luchas futuras. Esta idea se me ha venido a la mente, no
sé si bien traída, observando la situación que se ha planteado en Turquía,
donde la defensa de un espacio publico, un parque o plaza, que el gobierno
quería destinar a construir un centro comercial y una mezquita, ha sido el
germen de una revuelta popular en la que hasta el momento ha habido 1700
detenidos. Relacionaba esto con la intervención de Gordillo en el sentido de
que han logrado ya un objetivo los manifestantes. El gobierno, aunque creo que
persiste en la idea de la mezquita (aquí hay una lucha entre fuerzas laicas y
confesionales), ha renunciado a la
construcción del centro comercial. La
lucha, aunque pequeño, ha obtenido un logro. La pregunta que me surge es: ¿por
qué? Obviamente, yo no tengo la respuesta. Pero me planteo el tema y me
cuestiono lo que es luchar. En Turquía el gobierno procedió a reprimir
brutalmente a la gente que se congregó en la plaza para defender ese viejo
espacio público que le querían arrebatar. En la antigua Grecia, la cuna
imperfecta de la democracia (era una sociedad esclavista y profundamente
machista) allá por el siglo V a.c., el ágora, la plaza publica que nucleaba la
vida, era un lugar de encuentro de los ciudadanos, donde debatían sobre los
problemas de la polis (ciudades-estado independientes, de ahí la palabra
política) y donde se reunía la Eklessia o asamblea de ciudadanos varones
mayores de edad. Sé que planteo una visión idílica de las plazas, llena de
añoranza (uno de mis lastres vitales), pero pienso que muchas veces ahí damos
nuestros primeros pasos, titubeantes, y ahí , en ese mismo sitio o en otro
parecido, nos sentamos a tomar el sol en nuestros últimos pasos, aquejados
también por el titubeo que preludia nuestro fin.
Después de esta
disquisición -una de las características de este callejón en bastantes
ocasiones es ser disquisitivo- sobre el significado político e incluso
sentimental de las plazas, retorno a la reflexión que quería hacer tomando como
partida el caso turco. La represión del gobierno ha obtenido como respuesta la
contundencia de los manifestantes. Contra las balas de caucho las piedras.
Contra el chorro de agua a presión la barricada o el coctel molotov. Quizás el
gobierno midió mal su respuesta. Pensó: “leña y se retiran con el rabo entre
las piernas”. Leña hubo, pero no se retiraron y lograron que la lucha se
extendiera por otros lugares de Turquía, cuestionando no la destrucción de una
plaza emblemática, sino la figura del primer ministro Erdogan. Ante la
violencia policial, violencia de los manifestantes (no utilizaré ningún
eufemismo edulcorante).
No soy ningún apologeta
de la violencia (no tengo ni media bofetada), pero tampoco lo soy de la
no-violencia cuando esta se plantea como un elemento presto a embridar una
lucha. Creo que hay que analizar las circunstancias de cada momento, las
fuerzas acumuladas en el conflicto planteado (recordemos las luchas en 2012 de
los mineros en las cuencas asturianas y leonesas), que actitud puede ser más
beneficiosa para conseguir los objetivos. Lo que sí me parece un error es la
criminalización en abstracto, descontextualizada, de la violencia. Violencia
que siempre utiliza el estado que, en manos de la clase social dominante, la
oligarquía, la monopoliza. Un dato: en el estado español se ha incrementado
notablemente el presupuesto para material antidisturbios. ¿No nos hemos parado
a pensar que si el gobierno gasta más dinero en esto es porque sabe que las
tropelías que está haciendo son merecedoras de una revuelta popular? Tal vez
sean ellos los más sorprendidos por nuestro pacifismo de batucada o cartel
ingenioso. Me imagino a Mariano diciéndole a Jorge (ministro de la porra),
retrancoso: “Jorgito, mientras sólo desfilen o agiten las manitas al aire…”
Tras las declaraciones
del gobernador del Banco de España pidiendo que se baje el salario mínimo o que
existan contratos donde este no sea respetado, en mi interior no crece un
hombre no-violento, crece el ser humano que no siente ningún respeto por ese
otro ser humano (el señor gobernador) que quiere reducir, con frialdad asesina,
a muchos de sus conciudadanos a la semiesclavitud. Si mañana decenas de miles
de personas se dirigieran al Banco de España dispuestas a quemarlo (como he
dicho en alguna ocasión, yo con cuatro compinches quise atracarlo, pero me
acojoné), no saldría de mi boca, cobarde, ninguna palabra condenatoria. Creo
que la izquierda ha “condenado” demasiado, sometida a las reglas de juego del
enemigo de clase.
Durante la revolución
francesa, la guillotina, como la poesía según Gabriel Celaya, era un arma
cargada de futuro. Por cierto, ¿saben donde se instalaban las guillotinas que
cercenaban las nobles cabezas y las testas coronadas? Si, han acertado, en las
nuevas ágoras, en las plazas liberadas.
domingo, 26 de mayo de 2013
A problemas colectivos, respuestas individuales
La consigna ante el
elevado paro que asola el estado español es hija de mayo del 68: debajo de los
adoquines del paro está la playa de la imaginación. El último ejemplo es el de
un periodista en paro que expuso su currículum cantando en el Metro de
Barcelona. La grabación subida a You Tube fue un éxito de vistas y fruto de
ello, y de la consiguiente publicidad que iba atener el hecho, fue contratado
como guionista por un programa de La Sexta (Antena 3 en realidad). Por
supuesto, de las condiciones laborales nada se conoce, ya sabemos que lo
importante es trabajar sin que se le otorguen a los derechos, largamente
luchados, importancia alguna.
De esta manera se
refuerza en el imaginario colectivo que nos crean, que de la crisis, y en este
caso de su peor lacra, se sale con originalidad. Imagino a mucha gente en
situación angustiada devanándose los sesos, pensando en que golpe de efecto,
con trascendencia mediática, puede idear para conseguir el ansiado trabajo. El
problema es que quizás el listón vaya subiendo y las “exigencias” de los
consumidores del “más ingenioso todavía” en Internet vaya in crescendo. ¿Por
qué no un científico leyendo la retahíla de cursos y master mientras hace unos
malabares con antorchas de fuego? ¿ O un albañil que hace equilibrios con
ladrillos o tejas mientras pone en marcha la hormigonera?
El mensaje, machacón, es muy
interesado y peligroso. Interesado para los sectores empresariales poderosos. Nos
quieren disgregados, buscando salidas exclusivamente individuales -con esto no
niego la necesidad de cada cual-, a problemas colectivos, a problemas que
genera el sistema depredador de seres humanos en que vivimos. Tan interesado es
para ellos como peligroso es para nosotros. Mientras más nos disgreguemos mayor
será su suspiro de alivio. Quieren que nos creamos la quimera de que cada uno
puede ser su propio empresario. Nos sacarán a diario en sus medios los ejemplos
de emprendedores exitosos. Del señor o señora que montó con coraje y riesgo –espíritu
e ideología capitalista en dosis masivas- su negocio. No nos sacarán los
centenares de contraejemplos que están quedando arrumbados a la vera del
camino. Nos cebarán con carnaza podrida al anzuelo de la vía individual. Hay
que borrar todo pensamiento de que la lucha colectiva es el camino, que
Espartaco, aunque sólo su nombre haya quedado en la historia, es la denominación
de los 70.000 esclavos que lucharon por su libertad. Los avances históricos son
fruto del esfuerzo común, siempre a contracorriente, siempre encontrando la
feroz resistencia de los poderosos. Me considero un comunista defensor de la
individualidad, en el sentido de tener acceso a potenciar todas las capacidades
de la persona. El socialismo que yo sueño y no veré debe tener como objetivo el
desarrollo pleno del individuo en un marco de inexistencia de la miseria y del
lujo obsceno. El sistema que más aliena, que impide el desarrollo humano de millones
de personas, usando paradójicamente la coartada de la libertad de prensa, que
es muy fructífera para los que tienen los recursos económicos, es el
capitalismo. El presidente de Ecuador (país cuya constitución recoge el
interesante concepto de ir hacia “la sociedad del buen vivir”, la sociedad de
una felicidad posible y razonable) Rafael Correa dijo una frase magistral: “Desde
que se inventó la imprenta, la libertad de imprenta es la libertad del dueño de la imprenta”.
El dueño de la imprenta, en este caso Antena 3, ha premiado a un “innovador”
congraciado con las redes sociales. Curiosa manera de elegir a un trabajador:
el golpe de efecto. Los sosos lo tienen complicado.
Acabo. La lucha de clases,
ya que cada vez les cuesta más negarla, van a disfrazarla, a tararearla,
a difuminarla. El capitalismo depredador tiene un aparato digestivo inmenso, “la
sociedad del buen (o mal) competir”, en la que a una determinada porción de los seres humanos
que la pueblan les toca ser lo que no
sirve, lo que es expulsado: el desecho. Por decirlo finamente.
lunes, 13 de mayo de 2013
Una sociedad inerme
Pienso, con bastante resignación y algo de rabia -¿o
es al revés?- que sigue existiendo una gran masa de población que no se mueve
ni a palos. El pasado jueves, 9 de mayo,
fui a la manifestación en defensa de la educación pública celebrada en
la ciudad de Las Palmas a las 7 de la tarde y no pude evitar sentir la decepción
de que, siendo generosos, fuéramos 2000 personas. Hablamos de defender la
enseñanza pública y no estamos masivamente en la calle ni profesores -desde
primaria a universidad-, ni padres, ni alumnos (cientos de miles de afectados). Un sector nada desdeñable de la
manifestación lo componían personas no catalogables en ninguna de las
tres categorías anteriores. Me referiré
brevemente, por ser el sector en que laboro, al profesorado y lo que, no se si
adecuadamente, llamo su pasotismo social. No entro a valorar la asistencia a la
huelga y daré por válido que un día de trabajo es una montaña insalvable para
el 80% del colectivo. Aceptada esta circunstancia, debo referir que aún el
derecho de manifestación es gratis y en este caso se producía fuera del horario
laboral. Sin comentarios. Tengamos claro algo: no defendemos la enseñanza
pública desde la sala de profesores. Fue también doloroso ver que una pancarta
portada por media docena de personas era la visualización de la ULPG. Todo un símbolo
magnífico del raquitismo intelectual que fragiliza al mundo universitario, en
el sentido de cuestionar la realidad en que vivimos, de ser un foro de debate,
de evitar convertir a las universidades en rehenes de las empresas.
Esa manifestación fue el botón de muestra de una
sociedad inerme: la canaria. Una sociedad que vota cuando le toca y piensa que
vive en democracia, aunque para conformar su voto carezca de lo más importante:
un conocimiento, en igualdad de oportunidades económicas, de todas las
opciones, incluso las anticapitalistas. Aquí, como en el resto del estado español, se votan administradores,
más o menos bondadosos, de un modelo social único al que se venera con unción
religiosa. Casi nadie se plantea, por ejemplo, que una sociedad socialista (no
confundir con el PSOE) es una
alternativa a la pobreza que viene al galope, al paro desdramatizado en muchos
casos por las magras pensiones de los jubilados. Vivimos en una sociedad
educada para desconfiar de lo público, se critica al político y se oculta al oligarca, y anhelar la riqueza. La lotería, en sus
múltiples facetas, como vía de acceso al Olimpo de los ricos. Una sociedad que
se desbocaría en las calles (saldrían decenas de miles) si alguno de sus
equipos –Las Palmas o Tenerife- asciende de categoría. Y no me parece mal. Yo
si sube la Unión Deportiva me tomaré un cubatita (o dos). Pero duele no
destinar gran parte de esa fuerza, de esa alegría, a luchar por preciados
patrimonios que son de todos.
Otro síntoma, este agridulce -buena y mala noticia a
la vez- que percibí en esa manifestación fue el siguiente: observé las caras,
entreveradas de alguna gente joven, de casi siempre, la de la gente, ante ese
grupo de perseverantes me descubro, que suele estar en todas las luchas
sociales, que mantiene un débil latido en este cuerpo social inerme.
Planteo dos preguntas que creo marcarán nuestro rumbo:
¿Cuánta gente está dispuesta a trabajar sin derechos,
asumiéndose incluso como privilegiada? La desesperación ¿producirá más rebeldía o
traerá más sometimiento?
A mi mente viene, no sé si bien traído, el poema “Masa”
del comunista peruano, luchador por la España republicana, César Vallejo.
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar...
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar...
martes, 26 de marzo de 2013
Escrache
El escrache es una palabra que la plataforma antidesahucios ha puesto en la debate político. Procede
del lunfardo, un dialecto surgido en el siglo XIX en Buenos Aíres, propio de
las clases populares , sobre todo de los sectores relacionados con la delincuencia.
Permítaseme recoger lo que dice Wikipedia sobre el origen del término:
“El lunfardismo
"escracho" es de muy antigua data en el Río de la Plata y ya era
mencionado por Benigno B. Lugones en 1879
referido a la estafa que se comete presentando a la persona a quien se quiere
engañar un billete de lotería y un extracto en el que el mismo aparece premiado
y procurando así que la persona acepte recibirlo pagando un importe menor que
el que supuestamente va a recibir como premio.[10]
También, posiblemente del genovés "scraccé", como sinónimo de
fotografía, especialmente retrato del rostro. De esta segunda acepción pasó a
significar cara y, especialmente, cara fea.[11]
De allí derivó el verbo escrachar con el significado de retratar y, más
recientemente, el de romper la cara.[12]
Se han dado varias hipótesis sobre su origen, entre ellas la que lo hace
derivar del inglés to scratch que significa raspar (el billete usado en
la estafa se raspaba para modificar su número) o del italiano scaracio
escupitajo.[13]”
Yo lo sufrí en diciembre del año pasado en su acepción más antigua. Eso sí. Fue un escrache bendecido por la ley. Silencioso. Simplemente se rieron en mi cara y me atracaron o estafaron: me birlaron una paga entera. Insisto, fue un escrache silencioso, frío pero cortés. No tuvieron malas palabras conmigo, no me dijeron que fuera un profesor inepto, ni a mi vecina la enfermera le insinuaron que sacaba sangre de manera deficiente. Ni al poli del quinto le amonestaron por impericia en el uso de la porra. No, no tuvieron malas palabras. Al revés mi hombro aguantó alguna palmadita solidaria o condescendiente. Tuvieron algo peor que una mala palabra, que un insulto: una mala acción. No violaron las formas, pero llegaron hasta el fondo… de mi cartera. Y encima me hicieron el escrache silencioso en contra de las leyes de Robin Hood. Me roban a mí, profesor que no extrae plusvalía de nadie, que intenta desadoctrinar niños y adolescentes y dotarlos de un pensamiento crítico, para que los grandes ricos sigan aumentando su riqueza y evadiendo al fisco miles de millones de euros al año. ¿Quién le hace escrache a don Emilio Botín? No, no llegamos a su Olimpo. Tenemos que hacérselo a los que tienen un poder vicario, a los señores diputados del partido del gobierno. ¿Les va el escrache en el sueldo? ¿Sufren? Seguro que sí. ¿Me parece mal? No. Sé que no es la solución, pero cuando nos están poniendo la cara como un tomate no voy a lamentar que los administradores de ese sufrimiento, quiénes tienen al alcance de su mano al menos paliarlo, vean alterada su tranquilidad.
Permítanme una reflexión que me viene al
paso. Ya saben mi querencia, quién me haya leído en otras ocasiones, por las
ideas que me cruzan al vuelo. Recuerdo que Zapatero convocó a la Moncloa, creo
que en dos ocasiones, a los 40 principales empresarios del país, que
se sentaron a su alrededor en orden de fortuna decreciente. En aquellos
momentos yo echaba espumarajos por la boca. Pensé: “Yo ya sé que eres el
mayordomo de los oligarcas, pero piensa en la S y en la O de tu partido, ten
dignidad y no lo escenifiques”. Ahora, el tiempo vira los enfoques y acera los
análisis, veo la sapiencia brutal de Zapatero. Ese hombre ante su destino, ante
esa cabeza suya (bueno la de Rubalcaba) que iba a caer al cesto, decide mostrarnos al verdadero gobierno del
país. Zapatero, cual chulo de arrabal bonaerense, quería tocarnos la cara,
irritarnos, hacernos un escrache a lo bestia. Sabiendo la proximidad de su
muerte (política) decide redimir sus pecados de lacayo burgués, abriendo una
espita de gas que inflamara nuestro odio. Quería montar la revolución, afloró
de su alma el marxista primigenio que alumbró su partido en 1879. Incluso convocó cuarenta para que lo
asociáramos con el cuento. Y lo asociamos. Pero ni por esas… no estuvimos a la
altura de la sutil llamarada presidencial.
Retorno. El escrache humorístico es de
Cristiana Cifuentes: que la delegada gubernativa en Madrid - ¿delegada en
Madrid de un gobierno que tiene su sede en Madrid?- hable de la inviolabilidad
del domicilio en un país donde hay desahucios cada día, demuestra que nos han
perdido el respeto casi por completo, que nos miran a la cara y tiene que hacer
tremendos esfuerzos para que no les entre la risa floja, esa risa incontrolable
que a veces nos surge en el lugar menos apropiado.
Humoradas aparte, cuando un movimiento empieza a
preocuparles, a resultarles ya un pelín coñazo, tienen una táctica infalible:
criminalizarlo. “¡Uhhhhhh, que los vi con el amigo del amigo del cuñado de uno
de ETA!”. “¡Ir detrás del diputado es violencia intolerable!”. La gente de la
plataforma antidesahucios está yendo -y esa es una gran virtud- más allá de esos paseos estériles que llamamos
manifestaciones y en las que España es campeona mundial. Ahora se habla del
escrache como en su momento se habló del asalto a los supermercados. Es cierto
Cifuentes, quizás cada vez haya más gente que se esté radicalizando, buscando
la raíz, y eso los hace peligrosos. O no. Quizás todo sea flor de primavera.
Usted y los suyos son expertos podadores.
martes, 12 de marzo de 2013
Empoderamiento
Esta reflexión surgió como un
comentario en prensa a las manifestaciones celebradas por el Foro Social el 10
de marzo. Después ha crecido, como suele ser habitual en mí, de manera un poco
dispersa, con ideas que entran y salen.
He ido
a todas las huelgas generales y a casi todas las manifestaciones. Pero veo que
no los movemos de su empeño ni un milímetro. Y tengo la sensación de que las manifestaciones
se han convertido en una palabra casi antitética a su significado luchador:
paseos. Inocuos paseos que miran, los poderosos, con displicencia. Somos tan
poco peligrosos que no necesitan ni reprimirnos. Nos dejan actuar "libremente".
Hacer las rutas habituales con los horarios habituales y los caretos habituales
con los que departimos amigablemente y, por supuesto, las consignas habituales
acompasadas con batucadas carnavaleras… cada vez más habituales. Con las
huelgas generales ocurre algo similar. No les hacemos ni cosquillas. En este
caso la responsabilidad en gran medida es nuestra por el esquirolaje que hay,
por una parte, y por la precariedad que asusta, que amilana, por la otra. Hay quién habla de una huelga
general más contundente. Imagino que esa persona sueña con varios días de paro
o incluso en indefinirlo. Pero la
realidad es que no somos capaces de paralizar por completo el país un único, un
mísero día para dar un puñetazo en la mesa y poner un rictus de preocupación en
sus indiferencias. ¿Les jodería que nos suicidáramos? Se me viene a la mente el
Frente Popular de Judea de Monty Python y su autoinmolación a los pies de
Brian.
Y cuando llegue el día de votar ¿se apoyará masivamente por parte de la clase trabajadora a opciones de izquierda transformadora? ¿Se volverá al redil psocialista asustada la ovejita por el lobo de la derecha pepera? Sé que me repito: nos están ganando por goleada. La derrota adquiere dimensiones históricas, contundente y para decenios.
Y cuando llegue el día de votar ¿se apoyará masivamente por parte de la clase trabajadora a opciones de izquierda transformadora? ¿Se volverá al redil psocialista asustada la ovejita por el lobo de la derecha pepera? Sé que me repito: nos están ganando por goleada. La derrota adquiere dimensiones históricas, contundente y para decenios.
No
ignoro que los sindicatos son algo más que sus cúpulas. Pero no les voy a
quitar un ápice de responsabilidad a los dirigentes en su labor de dirección,
de orientación de las tareas y objetivos sindicales. Tomemos el ejemplo de
Venezuela, aunque sé que estoy pasando del ámbito sindical al político. El
pueblo es fundamental, pero la función directora y aglutinadora de Chávez ha
sido imprescindible. Por eso desconfío del argumento que otorga a la gente la
responsabilidad –un efecto espejo- de la actitud sumisa de los sindicatos.
Chávez ha educado al pueblo, ha hecho de millones de personas combatientes
“concientes” de la revolución. Gente humilde que te hilvana un discurso de varios
minutos sobre el status que han adquirido, sobre sentirse pueblo y parte de un
proyecto de sociedad más solidaria. Estos días he oído un término, para mí
novedoso y hermoso, entre diferentes analistas de la realidad venezolana y del
conjunto de América Latina: empoderamiento. El pueblo, la clase trabajadora,
siente que tiene poder y quiere defenderlo. ¿Ustedes sienten que tienen poder
aquí? ¿Perciben que cuando van a votar se está discutiendo un modelo de
sociedad, una alternativa? No, no hablamos de alternancia. El poli bueno y el
poli malo trabajan en la misma comisaría. Y al final de la jornada se toman una
cervecita juntos y quizás incluso hasta cuchicheen de lo vividor que es el jefe
y lo gagá que se está poniendo el vejete. Que se jubile y pongan otro más
joven, que la comisaría necesita un repasito, ventilarla coño. Si es que parece que se fueron de caza y se
olvidaron los cadáveres en el armario.
Aquí
nos echan a patadas del supuesto vagón
de la clase media y nos sentimos desvalidos y desorbitamos los ojos y pensamos
que fuera del ppsoe no hay atmosfera, que nos espera un limbo donde quedaremos
secos al instante. Aquí, muchos dirigentes sindicales y políticos, de los que
no cuestiono su honestidad, han sido un freno a la conciencia de los
trabajadores. Han arrumbado en el trastero de sus sedes, entre las viejas
banderas que han sustituido por otras de plástico, los conceptos de explotación
o lucha de clases. Volviendo al ejemplo venezolano, allí las fuerzas de
izquierda hablan de la oligarquía, seres de carne y hueso, como el enemigo a
batir. Aquí se habla de “los mercados o los bancos” -entes casi abstractos- y renunciamos al
nombre que les corresponde, que los identifica como minoría dominante. A veces en un ejemplo de arrojo desmesurado y
excepcional dicen: “…y no descartamos convocar una huelga general”. En cambio, verbalizan
y actúan a todas horas como adalides de
un pacto social que - ¡oh magnífico logro!- hizo que los trabajadores en 2012
ganaran un 8% menos y los empresarios un 1%
más. Esta acción me parece bastante absurda incluso desde un punto de
vista pactista. Si quieres negociar en posición ventajosa no tengas una actitud
entreguista desde el primer minuto. Plántate, cálzate los guantes y ensaya un
gesto fiero. Que ya tenemos la cara hecha un poema.
domingo, 11 de noviembre de 2012
La huelga general. Entre la historia y el presente.
1789. Todo el mundo ha oído
hablar de la Revolución Francesa. En el imaginario colectivo está el asalto a
la Bastilla, las guillotinas, curas y nobles aterrados, etc. Sin embargo lo que
menos gente sabe es que en el origen de tan emblemática revolución está la
llamada "revuelta de los privilegiados". Lo cuento.
Ante la situación de quiebra de
las finanzas francesas Luis XVI plantea que los dos estamentos privilegiados,
la nobleza y el clero, que suponían no más del 5% de la población, paguen
impuestos. Estos señores, ante lo que consideraban una agresión intolerable a
un derecho secular que hundía sus raíces en la Edad Media, se oponen
frontalmente a la pretensión del ministro de Hacienda (Calonne) y convocan una
Asamblea de Notables donde se da cita lo más granado de ambos estamentos (los
más ricos). Esta asamblea solicitó (dando un paso en falso) al rey la
convocatoria de los Estados Generales. En este cónclave, que se reunía con
carácter excepcional (la última vez había sido en... ¡1614!), estaban
representados aparte de la nobleza y el clero el denominado "tercer
estado" o "pueblo llano" (cajón de sastre que englobaba desde
burgueses adinerados a campesinos pobres). El número de representantes del
pueblo llano (95% de la población) y el de los privilegiados (5%) estaba casi a
la par, unos poquitos más para el pueblo llano. Pero había truco en la
metodología de la reunión. Cada estamento se reunía por separado, debatía los
asuntos en cuestión, votaba, y llevaba una postura única del grupo. No hay que
ser un lince para darse cuenta de que la alianza nobleza-clero pondría un
marcador de 2 a
1 casi siempre. Por eso el tercer estado pidió el voto nominal en reunión
conjunta, hecho al que, por supuesto, se negaron en redondo los otros dos
estamentos. Ante esta negativa los no privilegiados decidieron irse al frontón
de Versalles y constituirse en Asamblea Nacional, comenzando así ese proceso
histórico que marca el inicio de la contemporaneidad y que conocemos como Revolución
Francesa.
Este breve apunte histórico viene
a cuento de una entrevista que leí hace unos días con Antonio Baños que ha
escrito un libro llamado "Posteconomía. Hacia un capitalismo feudal".
El libro no lo he leído, pero la entrevista me pareció interesante y sobre todo
la idea que exponía de que estamos asistiendo a una "revolución de los
ricos". La mentada revolución consistía en una voracidad cada vez más
desmedida que les llevaba según el autor a "no
conformarse con su mercedes sino a querer nuestro opel corsa". Este
concepto de revolución de los ricos no pude evitar que me trajera a la mente la
revuelta de los privilegiados franceses. No obstante sé que hay una gran
diferencia. La carcundia francesa del S. XVIII realizaba un movimiento de
defensa de sus privilegios. La carcundia mundial del S. XXI nos está lanzando
una ofensiva brutal aprovechando el desarme ideológico de grandes sectores de
la izquierda que, por ejemplo, pensaban que la lucha de clases era una
antigualla y hoy en día, atónitos, ven como ese paraíso de los trabajadores
llamado "clase media" está siendo desahuciado (nunca ha sido ese término
más actual y dramático). Eso sí, empezaron desahuciándonos lo más importante:
el pensamiento crítico, el pensamiento que cuestiona los mantras que repiten
las grandes corporaciones mediáticas, que dejan a Goebbels al nivel del betún.
Para que usar la brutalidad si la sutileza, el melodrama o el foco puesto en el
lugar que a "ellos" les interesa, puede dar mucho mejor resultado. Un
ejemplo: cuando se hace una encuesta en España sobre líderes mundiales siempre
sale como el peor valorado Chávez. El foco caricaturizante de la inmensa
mayoría de los medios españoles ha dado sus frutos. Hay que romper su dominio
del pensamiento, lo que los marxistas llaman ideología dominante que es siempre
la ideología de la clase dominante, los plutócratas que gobiernan el mundo. La
web de información "Insurgente" tiene la siguiente frase de Malcom X:
"Si no estás prevenido ante los medios de comunicación, te harán amar al
opresor y odiar al oprimido". O sea, amar al que te explota y vive de tu
trabajo y odiarte a ti mismo y a tus compañeros de clase.
Y en esta tesitura de ricos
desatados y pérdida de derechos que se van para no volver (al menos esa es la
intención de ellos) llega la HUELGA GENERAL.
El día 14 yo iré a la huelga
básicamente por un imperativo moral. Soy funcionario de educación y mi puesto
no corre peligro. Sin embargo, hay muchísimas personas laboralmente
precarizadas que no tienen la "libertad" real de ir a la huelga.
Tienen la formal, pero no la real pues saben o temen que ir esa huelga puede
suponerles por ejemplo un contrato que no se renueva. No nos dejemos engañar
por los medios que nos hablan de la coerción ejercida por los piquetes, la
verdadera presión opera de manera mucho más silenciosa en el seno de las
empresas (ya incluso las empresas públicas pueden aplicar Eres). Los piquetes
no son el opresor, son una mano tendida al oprimido. En un país con casi 6
millones de parados, con millones de personas abocadas a la pobreza o a subsistir
con 426 euros (ayuda a la que dan vueltas y vueltas)
se burlarán de nosotros diciéndonos
que "ese día y sólo ese día" hay que respetar el derecho al trabajo
que recoge la desvencijada constitución que sitúa en el cajón más alto del
podio el pago de la deuda, pero no alberga en ninguno de sus artículos un
salario mínimo de subsistencia que asegure la existencia digna de un ser
humano. Algunas personas alegan, aunque estén de acuerdo con las razones de la
huelga, que no pueden permitirse el descuento de un día de salario. No digo que
esto no ocurra en bastantes casos, pero me remito a los trabajadores públicos.
En diciembre no tendremos la paga extra. Creo que equivale al menos a 18 días
de huelga. ¿Se imaginan convocar una huelga de 18 días? La gente se llevaría
las manos a la cabeza pensando en "esos locos sindicatos". El poder
nos roba 18 días de salario y damos palmas, tocamos pitos y nos ponemos una
camiseta negra que "aterroriza" al gobierno. Quizás perdamos un día
de salario, seguro que al día siguiente de la huelga no habremos torcido la
voluntad depredadora de los grandes capitalistas y sus siervos (el gobierno y
buena parte de la oposición). No, al día siguiente el amanecer no tendrá una
luz especial y la niebla seguirá envolviendo a muchas personas, pero quizás
hallamos avanzado un poquito en sentirnos colectivo, pertenecientes a la clase
de los que desde su tajo, sea manual o intelectual , fertilizan la tierra. Sí
sé como me gustaría que fuera el despertar del 14 de noviembre: un estruendoso
silencio que por la tarde en las manifestaciones, donde podremos estar codo con
codo la gente que ha hecho huelga y quién no ha tenido libertad real para
hacerla, se convierta en un clamor que les erice el vello... (perdonen la sinuosa maldad) de la nuca.
Añado una canción de Chicho
Sánchez Ferlosio llamada "A la huelga". Recomiendo oír atentamente
una de sus estrofas, es bastante aleccionadora.
Posdata: se lo dedico a mi amigo Carlos, ya nunca los Barça-Madrid (sí, me gusta el opio) serán lo mismo.
Posdata: se lo dedico a mi amigo Carlos, ya nunca los Barça-Madrid (sí, me gusta el opio) serán lo mismo.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Rajoy y las fuerzas de seguridad (una visión pasoliniana)
El cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, preguntado por el mayo del 68, dijo que él no simpatizaba con los manifestantes que buscaban playas debajo de los adoquines, que eran unos (son mis palabras) burguesitos, hijos de papa. Expresó su apoyo a la policía que los reprimía, ya que eran "los hijos de la clase trabajadora".
Pasolini, prescindiendo de sus filias policiales o fobias estudiantiles, no se equivocaba. Los hijos de trabajadores, sobretodo no cualificados, que cursaban estudios universitarios, en los años 60 eran una gran minoría. Sin embargo la tropa policial, no hablo de los mandos, seguro que se componía en un 99% (al menos) de hijos de trabajadores y campesinos pobres. Actualmente a la Universidad, aún siendo minoritarios, accede una mayor cantidad de hijos de trabajadores. Sin embargo estoy convencido de que las llamadas "fuerzas del orden" siguen componiéndose en un 99% de hijos de trabajadores y campesinos de extracción humilde. Esas palabras de Pasolini se podrían haber aplicado a las revueltas en la Universidad española, tanto en la del 56, donde algunos sus dirigentes, militantes del PCE en su mayoría, eran hijos de los vencedores de la Guerra Civil, como en las ocurridas en los años 60 y 70. Los universitarios, la mayoría hijos de los diversos sectores de la burguesía, luchaban contra la dictadura fascista que oprimía a la clase obrera y "los grises", (nombre por el que se conocía a los antidisturbios en aquella época debido al color de su uniforme, lo digo por si lee este texto alguien muy joven) hijos, como bien decía Pasolini, de la clase trabajadora, los reprimían defendiendo al régimen que oprimía a los de su propia clase.
Pero claro, estos policías o guardias civiles "hijos de la clase obrera" también actuaban, y siguen actuando, contra las huelgas y luchas de los trabajadores. O sea, se enfrentan a los de su propia clase y se desclasan, se convierten, lo quieran o no, en el ariete de combate contra las movilizaciones populares, sea por lograr derechos, o bien, como ocurre en la fase actual, por no perderlos.
Comento todo esto porque muchos jóvenes de familia humilde, que sólo tienen el graduado en ESO, están, dentro de lo mal que se presenta la situación para la juventud en general, de "enhorabuena". Lo anunció don Mariano Rajoy en la sesión de investidura del día 19: el empleo estatal disminuirá por la vía de no reponer las jubilaciones o no renovar contratos cuando finiquiten. O sea, si un joven ha acabado estudios de un ciclo superior o universitarios, tiene muy complicado, casi imposible acceder a un empleo público. Bueno no, tiene la opción, al igual que la persona que sólo ha cursado la ESO, de presentarse a las únicas oposiciones que no se congelarán: las que permiten el acceso a las fuerzas de seguridad. Don Mariano no especificó si se convocarán oposiciones de reposición o de aumento. Imagino que dependerá, insisto, es un suponer, de la contestación social que pueda prever que tengan sus aún desconocidas, en el detalle, medidas de recorte.
En la entrada de este blog llamada " Los profesores o buscando privilegiados desesperadamente"
http://josejuanhdezlemes.blogspot.com/2011/09/los-profesores-o-buscando-privilegiados.html les decía, aparte de explicar la situación de los enseñantes, que soy profesor. Empecé en la enseñanza en 1989 y desde 1992 he trabajado en un instituto de una zona obrera. Muchos de mis alumnos, a lo largo de estos años, me han dicho que querían, después de sacarse el titulo de la ESO, ser o policías o soldados profesionales. Ese deseo, con la crisis y falta de perspectivas, sin duda se reforzará. Quizás dentro de unos meses o unos años, cuando me manifieste, si la cosa se pone, al contrario que el empleo público congelado, caliente, el policía que corra detrás de mí (soy un iluso, no tendría que correr, tengo 52 años) será un ex alumno mío, un chico díscolo, de familia humilde y problemática. Imagino que no me reconocerá, ni recordará a aquel profesor que quería introducir en su cerebro preguntas, que le hablaba sobre la justicia social, sobre la necesidad de "eliminar la riqueza obscena y la pobreza lacerante". Será, simplemente, un "hijo de la clase trabajadora", en términos pasolinianos, que estará velando porque nuestro regreso al siglo XIX o a la servidumbre sea lo más "ordenado" posible.
Quiero acabar haciéndome eco de una noticia que leí hoy: "Antonio López, alcalde del PP de la localidad de Manzanares en Castilla-La Mancha, pide a los empleados despedidos de los servicios sociales (se cierran centros de mujeres y casas de acogida) que trabajen gratis como voluntarios". Lo que pasa por mi mente, mis dedos, prudentes, no lo teclean.
Pasolini, prescindiendo de sus filias policiales o fobias estudiantiles, no se equivocaba. Los hijos de trabajadores, sobretodo no cualificados, que cursaban estudios universitarios, en los años 60 eran una gran minoría. Sin embargo la tropa policial, no hablo de los mandos, seguro que se componía en un 99% (al menos) de hijos de trabajadores y campesinos pobres. Actualmente a la Universidad, aún siendo minoritarios, accede una mayor cantidad de hijos de trabajadores. Sin embargo estoy convencido de que las llamadas "fuerzas del orden" siguen componiéndose en un 99% de hijos de trabajadores y campesinos de extracción humilde. Esas palabras de Pasolini se podrían haber aplicado a las revueltas en la Universidad española, tanto en la del 56, donde algunos sus dirigentes, militantes del PCE en su mayoría, eran hijos de los vencedores de la Guerra Civil, como en las ocurridas en los años 60 y 70. Los universitarios, la mayoría hijos de los diversos sectores de la burguesía, luchaban contra la dictadura fascista que oprimía a la clase obrera y "los grises", (nombre por el que se conocía a los antidisturbios en aquella época debido al color de su uniforme, lo digo por si lee este texto alguien muy joven) hijos, como bien decía Pasolini, de la clase trabajadora, los reprimían defendiendo al régimen que oprimía a los de su propia clase.
Pero claro, estos policías o guardias civiles "hijos de la clase obrera" también actuaban, y siguen actuando, contra las huelgas y luchas de los trabajadores. O sea, se enfrentan a los de su propia clase y se desclasan, se convierten, lo quieran o no, en el ariete de combate contra las movilizaciones populares, sea por lograr derechos, o bien, como ocurre en la fase actual, por no perderlos.
Comento todo esto porque muchos jóvenes de familia humilde, que sólo tienen el graduado en ESO, están, dentro de lo mal que se presenta la situación para la juventud en general, de "enhorabuena". Lo anunció don Mariano Rajoy en la sesión de investidura del día 19: el empleo estatal disminuirá por la vía de no reponer las jubilaciones o no renovar contratos cuando finiquiten. O sea, si un joven ha acabado estudios de un ciclo superior o universitarios, tiene muy complicado, casi imposible acceder a un empleo público. Bueno no, tiene la opción, al igual que la persona que sólo ha cursado la ESO, de presentarse a las únicas oposiciones que no se congelarán: las que permiten el acceso a las fuerzas de seguridad. Don Mariano no especificó si se convocarán oposiciones de reposición o de aumento. Imagino que dependerá, insisto, es un suponer, de la contestación social que pueda prever que tengan sus aún desconocidas, en el detalle, medidas de recorte.
En la entrada de este blog llamada " Los profesores o buscando privilegiados desesperadamente"
http://josejuanhdezlemes.blogspot.com/2011/09/los-profesores-o-buscando-privilegiados.html les decía, aparte de explicar la situación de los enseñantes, que soy profesor. Empecé en la enseñanza en 1989 y desde 1992 he trabajado en un instituto de una zona obrera. Muchos de mis alumnos, a lo largo de estos años, me han dicho que querían, después de sacarse el titulo de la ESO, ser o policías o soldados profesionales. Ese deseo, con la crisis y falta de perspectivas, sin duda se reforzará. Quizás dentro de unos meses o unos años, cuando me manifieste, si la cosa se pone, al contrario que el empleo público congelado, caliente, el policía que corra detrás de mí (soy un iluso, no tendría que correr, tengo 52 años) será un ex alumno mío, un chico díscolo, de familia humilde y problemática. Imagino que no me reconocerá, ni recordará a aquel profesor que quería introducir en su cerebro preguntas, que le hablaba sobre la justicia social, sobre la necesidad de "eliminar la riqueza obscena y la pobreza lacerante". Será, simplemente, un "hijo de la clase trabajadora", en términos pasolinianos, que estará velando porque nuestro regreso al siglo XIX o a la servidumbre sea lo más "ordenado" posible.
Quiero acabar haciéndome eco de una noticia que leí hoy: "Antonio López, alcalde del PP de la localidad de Manzanares en Castilla-La Mancha, pide a los empleados despedidos de los servicios sociales (se cierran centros de mujeres y casas de acogida) que trabajen gratis como voluntarios". Lo que pasa por mi mente, mis dedos, prudentes, no lo teclean.
lunes, 28 de noviembre de 2011
El PSOE sin complejo de clase, social por supuesto, o en busca del líder perdido (Bono dixit)
Hoy el diario Público, en su edición digital, muestra las siguientes declaraciones de Bono: "El presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, ha esbozado el perfil al que, bajo su punto de vista, debería ajustarse el secretario general que salga del próximo congreso socialista: alguien "sin complejos territoriales, ni de edad, ni de clase... Alguien moderado, no dogmático y que sea español sin complejos, que no le de vergüenza decir '¡viva España!'
A las negritas que pone el periódico a partir de "español sin complejos..." yo he añadido el "ni de clase".
Me interesa reflexionar sobre el "complejo de clase".
Vaya por delante. Soy un perfecto acomplejado. Un tipo que piensa que las clases existen y que tienen intereses contrapuestos, lo que las lleva a luchar entre sí, a entrar en conflicto. En este mismo blog ha habido alguna persona que me ha dicho que es un concepto antiguo, que hoy la verdadera clase existente es la clase media. Esta clase en esencia es difusa. Se supone que se caracteriza por tener acceso a una vida, entiéndaseme, con un cierto grado de bienestar. El gran logro de la socialdemocracia: "El estado del bienestar". Casa, coche, acceso a educación y sanidad y a regalarse un viajito en vacaciones. Elementos que en gran parte de Europa asumía la derecha, al menos cuando entre nosotros habitaba el llamado bloque comunista, ese "monstruo" que, curiosamente, no le gustaba un pelo a las oligarquías de Occidente. Y no, no me digan que era por la falta de libertades que existía en los países del llamado socialismo real. Ese hecho no lo discuto, muy pronto la S de soviético (asamblea de trabajadores, lugar de debate, de confrontación de ideas) perdió todo el vigor de creatividad que debía ser su esencia. EEUU apoyó militar y económicamente la dictadura fascista de Franco sin sentir el más mínimo atisbo de piedad por la falta de libertades y las pésimas condiciones sociales que existían en el estado español. También impulsó y cobijó a Pinochet, a Somoza en Nicaragua y sigue apoyando al régimen absolutista imperante en Arabia Saudí. Son sólo unos pocos ejemplos de que en realidad la libertad o el sufrimiento de la gente les importaba, y les importa, bien poco en su lucha contra, como denominó Reagan a la URSS, "el imperio del mal" o en la defensa de sus intereses de clase. Este malvado imperio se derrumbó en 1991. El comunismo fue enviado al basurero de la historia (que Fukuyama dio por finiquitada, se había llegado a la sociedad democrática perfecta y la historia como elemento evolutivo, de cambio, felizmente fenecía). Caído el comunismo, la libertad y la prosperidad brotarían por todo el planeta y... la lucha de clases iría al mismo basurero que sus ideólogos (los comunistas). Mientras, la clase media reinaría por los siglos de los siglos. Sin embargo, 20 años después, cuando la capital del antaño imperio del mal es una de las ciudades con más ricos obscenos del mundo, buena parte de esa clase media tiembla y vivimos una de las fases más feroces de la lucha de clases. Ustedes me dirán: pero si hoy lo que se "huele" en el ambiente es un miedo atroz por parte de los sectores populares, se intenta que no nos quiten el derecho a la sanidad o a la educación, que en el convenio no nos recorten mucho el sueldo a cambio de que no despidan a nadie. Tienen razón, es una lucha defensiva, con un enemigo envalentonado, que sabe que va ganando terreno constantemente, y por ese motivo es más encarnizada que nunca. Se trata de una lucha, para sectores cada vez más amplios de la sociedad, por la defensa del asediado (y ya bastante derruido) estado "socialdemócrata" del bienestar. Y en esta lucha los más descolocados son precisamente los socialdemócratas, que cada vez juegan un papel más secundario al asumir como propia (más allá de una cierta sensibilización social) la ideología de una derecha que niega la lucha de clases. El fascismo, señor Bono, no tenía complejos de clase, solucionaba el tema apelando a la colaboración de las mismas (¿le suena el sindicato vertical?). Mientras los grandes poderes financieros nos atacan con ferocidad, queriendo reducir el sector público a la mínima expresión, los grandes medios nos bombardean con mensajes muy dañinos del tipo de que todos tenemos que arrimar el hombre para salir de la crisis, o sea, apelan a la colaboración de clases, a quitarnos el complejo de clase. Lamentablemente ese complejo se lo quitó el PSOE hace mucho tiempo. Ahora buscan, como anhelante maná para su travesía del desierto, un líder, un hombre o mujer sin complejos que grite: ¡Viva España! Grito cargado de simbología que, querámoslo o no, es patrimonio, desde los tiempos de la dictadura, de la derecha. En el congreso que van a celebrar en febrero mientras muchos atisban el aura de un hombre (o mujer) providencial, quizás, sé que me muevo en la creencia-ficción, se levante algún delegado que, musitante, con complejo de clase, diga: "¿Y qué hay del socialismo compañeros?"
Aclaración: el artículo se centra en la Europa capitalista desarrollada, en los países capitalistas subdesarrollados jamás han percibido ni siquiera el aroma del guiso socialdemócrata.
A las negritas que pone el periódico a partir de "español sin complejos..." yo he añadido el "ni de clase".
Me interesa reflexionar sobre el "complejo de clase".
Vaya por delante. Soy un perfecto acomplejado. Un tipo que piensa que las clases existen y que tienen intereses contrapuestos, lo que las lleva a luchar entre sí, a entrar en conflicto. En este mismo blog ha habido alguna persona que me ha dicho que es un concepto antiguo, que hoy la verdadera clase existente es la clase media. Esta clase en esencia es difusa. Se supone que se caracteriza por tener acceso a una vida, entiéndaseme, con un cierto grado de bienestar. El gran logro de la socialdemocracia: "El estado del bienestar". Casa, coche, acceso a educación y sanidad y a regalarse un viajito en vacaciones. Elementos que en gran parte de Europa asumía la derecha, al menos cuando entre nosotros habitaba el llamado bloque comunista, ese "monstruo" que, curiosamente, no le gustaba un pelo a las oligarquías de Occidente. Y no, no me digan que era por la falta de libertades que existía en los países del llamado socialismo real. Ese hecho no lo discuto, muy pronto la S de soviético (asamblea de trabajadores, lugar de debate, de confrontación de ideas) perdió todo el vigor de creatividad que debía ser su esencia. EEUU apoyó militar y económicamente la dictadura fascista de Franco sin sentir el más mínimo atisbo de piedad por la falta de libertades y las pésimas condiciones sociales que existían en el estado español. También impulsó y cobijó a Pinochet, a Somoza en Nicaragua y sigue apoyando al régimen absolutista imperante en Arabia Saudí. Son sólo unos pocos ejemplos de que en realidad la libertad o el sufrimiento de la gente les importaba, y les importa, bien poco en su lucha contra, como denominó Reagan a la URSS, "el imperio del mal" o en la defensa de sus intereses de clase. Este malvado imperio se derrumbó en 1991. El comunismo fue enviado al basurero de la historia (que Fukuyama dio por finiquitada, se había llegado a la sociedad democrática perfecta y la historia como elemento evolutivo, de cambio, felizmente fenecía). Caído el comunismo, la libertad y la prosperidad brotarían por todo el planeta y... la lucha de clases iría al mismo basurero que sus ideólogos (los comunistas). Mientras, la clase media reinaría por los siglos de los siglos. Sin embargo, 20 años después, cuando la capital del antaño imperio del mal es una de las ciudades con más ricos obscenos del mundo, buena parte de esa clase media tiembla y vivimos una de las fases más feroces de la lucha de clases. Ustedes me dirán: pero si hoy lo que se "huele" en el ambiente es un miedo atroz por parte de los sectores populares, se intenta que no nos quiten el derecho a la sanidad o a la educación, que en el convenio no nos recorten mucho el sueldo a cambio de que no despidan a nadie. Tienen razón, es una lucha defensiva, con un enemigo envalentonado, que sabe que va ganando terreno constantemente, y por ese motivo es más encarnizada que nunca. Se trata de una lucha, para sectores cada vez más amplios de la sociedad, por la defensa del asediado (y ya bastante derruido) estado "socialdemócrata" del bienestar. Y en esta lucha los más descolocados son precisamente los socialdemócratas, que cada vez juegan un papel más secundario al asumir como propia (más allá de una cierta sensibilización social) la ideología de una derecha que niega la lucha de clases. El fascismo, señor Bono, no tenía complejos de clase, solucionaba el tema apelando a la colaboración de las mismas (¿le suena el sindicato vertical?). Mientras los grandes poderes financieros nos atacan con ferocidad, queriendo reducir el sector público a la mínima expresión, los grandes medios nos bombardean con mensajes muy dañinos del tipo de que todos tenemos que arrimar el hombre para salir de la crisis, o sea, apelan a la colaboración de clases, a quitarnos el complejo de clase. Lamentablemente ese complejo se lo quitó el PSOE hace mucho tiempo. Ahora buscan, como anhelante maná para su travesía del desierto, un líder, un hombre o mujer sin complejos que grite: ¡Viva España! Grito cargado de simbología que, querámoslo o no, es patrimonio, desde los tiempos de la dictadura, de la derecha. En el congreso que van a celebrar en febrero mientras muchos atisban el aura de un hombre (o mujer) providencial, quizás, sé que me muevo en la creencia-ficción, se levante algún delegado que, musitante, con complejo de clase, diga: "¿Y qué hay del socialismo compañeros?"
Aclaración: el artículo se centra en la Europa capitalista desarrollada, en los países capitalistas subdesarrollados jamás han percibido ni siquiera el aroma del guiso socialdemócrata.
lunes, 14 de noviembre de 2011
Un día para la infamia: 15 de noviembre de 1911.
Mañana, 15 de Noviembre, se cumplen 100 años de un evento que, estoy convencido, más del 90% de los habitantes de la ciudad de Las Palmas de G.C. desconoce. Me refiero al asesinato, por disparos de la Guardia Civil, de 6 obreros portuarios de La Isleta, que junto a otros compañeros se manifestaban ante la presunta detención del que consideraban su líder, D. José Franchy y Roca, fundador del Partido Republicano Federal Canario, en la calle Molino de Viento (cercana a la actual delegación del gobierno), en el barrio de Arenales. El Teniente Abella que los mandaba fue absuelto, considerando el general que lo juzgaba que su actuación había sido adecuada. Sin embargo, hubo justicia poética. En 1936, el ya teniente coronel Abella (el individuo, con sus galones de sangre, subió en el escafón) se sublevó contra la 2ª República. Infame hasta el final, el susodicho fue detenido y ejecutado por rebelión. Ese mismo año el fascismo triunfante en Canarias, quitaba los nombres de estos seis trabajadores a las calles que les habían dedicado en su barrio de La Isleta. Ahora la "Comisión Organizadora del Centenario del 15 de noviembre de 1911" quiere recuperarlos para esas calles. Es lo mínimo. Pongo un enlace al programa de actos de este centenario, donde además se explica más detalladamente lo que sucedió. Vale la pena entrar.
http://almacenindependenciaysocialismo.files.wordpress.com/2011/10/centenario15nactos.pdf
http://almacenindependenciaysocialismo.files.wordpress.com/2011/10/centenario15nactos.pdf
martes, 23 de agosto de 2011
El capitalismo se refuerza sobre el miedo de los trabajadores
Desde mi punto de vista se da una curiosa contradicción en estos momentos. El capitalismo vive (el pueblo la sufre) una de sus crisis más agudas desde 1929. Han tenido que intervenir los estados, o sea, el dinero de todos,de los trabajadores, básicamente, para evitar el derrumbe de la gran mayoría de los bancos y otras entidades financieras. Sin embargo esta crisis no va a poner en entredicho al sistema. Al revés, va a salir reforzado, muy reforzado, con un laminamiento de los derechos de los trabajadores brutal. La mayoría de los asalariados se contentarán, en los próximos años o lustros, con mantener dos derechos mínimos que les parecerán tesoros: el primero, que no lo echen a la calle; el segundo, que no le bajen el sueldo. Quién cumpla estas dos premisas se considerará un... ¡privilegiado! Este término, aplicado a los trabajadores, me pone enfermo. El razonamiento es tan sencillo como falaz: si tú tienes trabajo, y hay cuatro millones de parados, tú eres un... privilegiado, aunque ganes mil o dos mil euros. Y lo peor es que nos lo tragamos, compramos ese pensamiento averiado e intoxicador. Un trabajador con un salario que le permita vivir más o menos dignamente jamás es un privilegiado. El trabajo es un derecho y una fuente de riqueza para la comunidad. Sin trabajadores no hay nada, cero. En la pasada huelga general del 29 de septiembre (más allá de las razones personales, discutibles, de cada uno) mucha gente fue abducida por el Síndrome del Privilegiado (¡que bien machacan en los medios de comunicación!): "¡Oh, como voy a ir a la huelga si hay más de 4 millones de parados, eso es casi inmoral!" Pues por eso, esos 4 millones no tenían derecho a la huelga ese día, luchábamos por ellos yendo a la huelga. Por cierto, no puedo dejar de recordar asqueado (lo siento este artículo me está saliendo de las tripas, quizás hasta he perdido el rumbo que tenía previsto), que aquel 29 de septiembre todos los falsarios estaban muy preocupados por el "libre ejercicio del derecho al trabajo y que no actúen piquetes violentos". Piquete violento es la posibilidad, que bulliría en la cabeza de más de un trabajador, de que, tal vez, quién sabe, cuando te venza el contrato temporal, que tanto abunda en este país, el dueño de la empresa, ¿recordando que fuiste a la huelga?, no te renueve el contrato.
El panorama que les he descrito debería ser un caldo de cultivo para una izquierda transformadora, que pusiera ante los ojos de la gente la máxima que aplicán todos los capitalistas: socialismo para las perdidas (dinero de todos al rescate) y privatización de beneficios. Por cierto, un inciso curioso, Warren Buffett, megarrico estadounidense, hace unos días, y un grupo de multimillonarios franceses, hoy, han pedido... ¡pagar más impuestos! Le están diciendo a sus gobiernos que no se pasen de lacayos. Ellos quedan generosísimos y sus mayordomos con el culete al aire. Acabado el inciso retorno al panorama sombrío de una izquierda (lo siento de veras, pero aquí no sitúo al PSOE) preñada de divisiones y personalismos, incapaz de ponerse de acuerdo en un programa de mínimos, imperioso bajo mi punto de vista, para la lucha en la calle y en las instituciones. Algunos estarán pensando: "te olvidas del 15 M". No, no me olvido, y creo que si el 15 M es coherente con muchos de sus postulados tiene que confluir con la izquierda, pero no sé si ese movimiento seguirá adelante o que derroteros tomará. Tiene, al menos, la virtud de haber movido el avispero. De hacer pensar a mucha gente que la democracia, si tal cosa existe, es algo más que depositar una papeleta con dos caras (¿trucada?), PP y PSOE, cada 4 años en una urna.
El panorama que les he descrito debería ser un caldo de cultivo para una izquierda transformadora, que pusiera ante los ojos de la gente la máxima que aplicán todos los capitalistas: socialismo para las perdidas (dinero de todos al rescate) y privatización de beneficios. Por cierto, un inciso curioso, Warren Buffett, megarrico estadounidense, hace unos días, y un grupo de multimillonarios franceses, hoy, han pedido... ¡pagar más impuestos! Le están diciendo a sus gobiernos que no se pasen de lacayos. Ellos quedan generosísimos y sus mayordomos con el culete al aire. Acabado el inciso retorno al panorama sombrío de una izquierda (lo siento de veras, pero aquí no sitúo al PSOE) preñada de divisiones y personalismos, incapaz de ponerse de acuerdo en un programa de mínimos, imperioso bajo mi punto de vista, para la lucha en la calle y en las instituciones. Algunos estarán pensando: "te olvidas del 15 M". No, no me olvido, y creo que si el 15 M es coherente con muchos de sus postulados tiene que confluir con la izquierda, pero no sé si ese movimiento seguirá adelante o que derroteros tomará. Tiene, al menos, la virtud de haber movido el avispero. De hacer pensar a mucha gente que la democracia, si tal cosa existe, es algo más que depositar una papeleta con dos caras (¿trucada?), PP y PSOE, cada 4 años en una urna.
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