lunes, 22 de febrero de 2021

Microrreflexión sobre la violencia

La violencia ya es una palabra tabú. Un concepto usado para que decaiga la reflexión y asome la consigna generalizada de un rechazo acrítico y estricto, sin siquiera pararnos un momentito y echar un vistazo a la historia y a la lucha de personas o grupos humanos que no siempre, aunque quizás les habría gustado, pudieron ser pacíficos.

En el fondo, mil ropajes aparte, todo sigue siendo cuestión de intereses de clase. Recordemos la "heroicidad" de los guarimberos venezolanos para estos medios de desinformación o tergiversación masiva que, en cambio, aquí degradan a los jóvenes que se enfrentan a la violencia policial a la condición de terroristas callejeros.

Por cierto, al hilo de quienes lloran por la quema de contenedores y el consiguiente quebranto de las arcas públicas, me cuestiono: ¿cuántos contenedores podrían comprarse con los 60.000 millones que el estado regaló a la banca?

A todos los seguidores del tabú no-violentista, les pregunto: ¿Ha habido en algún momento de la humanidad, un acto, un segundo más violento y atroz, generado por el ser humano, que el que causó la destrucción de Hiroshima y se repitió tres días más tarde en Nagasaki? 

Nos tienen, y es lo más triste, encerrados en sus marcos mentales.

martes, 2 de febrero de 2021

De exilios e hipocresías

Siempre intento, cuando escribo, la reflexión.  Ser, al contrario que en mi cotidianidad, un tipo alejado de la vehemencia.  La ventaja de escribir es que puedes contar, no hasta 10, sino hasta 50, 100 o 1000.  La escritura siempre tiene la posibilidad del reposo y, lo más importante, del repaso. Aunque sé que esto que planteo, con la inmediatez de las redes sociales, donde se conversa en tiempo real, también es cuestionable.  Los adolescentes y jóvenes, lo viví en el instituto en diferentes ocasiones, muchas veces no se dan cuenta de que si bien las palabras de un cara a cara airado se las lleva el viento, las escritas, no.

Reconozco que cada vez tengo más la tentación del exabrupto, no por la discrepancia, esa siempre, desde el razonamiento serio, es absolutamente respetable.  El problema es que ese razonamiento, aunque sea en su mínima expresión, muchas veces no lo hallas, encuentras la afirmación pura y dura de una posición sin aportar explicación alguna o, lo que es peor, esgrimiendo un símil que produce vergüenza ajena. Respecto a esto, hace unos días, moviéndome por twitter, una persona le espetaba a otra que el nacionalismo siempre era  reaccionario y una lacra per se. El espetado, con toda educación, le pedía al espetante lo mínimo, que, afirmaciones contundentes aparte, se lo argumentara, circunstancia que implica un razonamiento previo. La respuesta de este último fue, casi textualmente, la siguiente: "el nacionalismo es como el cáncer". No sólo no argumentó, sino que llevó su afirmación a un extremo colindante con la miseria moral al equiparar, sin ninguna fundamentación, una forma de pensar con una enfermedad grave.

Hay otro elemento que me pone el cuchillo en los dientes y es moneda tan común como la escasez de razonamiento (que nadie se ofenda que no he hablado de raciocinio) y quizás más irritante, porque conforme el primero surge muchas veces de la carencia y la complejidad, el que voy a citar ahora siempre nace de la malicia: la hipocresía.

Lo que antecede viene a cuento de que, tras la entrevista a Pablo Iglesias en el programa Salvados, el domingo 18, se puso de moda  una palabra bastante ignorada durante decenios, tanto por la población española como por la gran mayoría de su dirigencia política: exilio.

La RAE da dos definiciones que interesan para el objeto de este texto:

1. Separación de una persona de la tierra en que vive.

2. Expatriación, generalmente por motivos políticos.

Reconozco que me ha sorprendido la primera definición de la RAE (la segunda es coincidente con otros diccionarios: salir de un estado por causas políticas) por su excesiva amplitud. ¿El jubilado nórdico o alemán que recala en Canarias o Baleares, para vivir con sus huesos calientes el trayecto final de su vida, es un exiliado? ¿Los migrantes pobres que llegan a Canarias, esa tierra paradisiaca donde nunca ha existido delincuencia alguna, son todos (y quizás los haya) exiliados? El exilio es una migración, pero ¿toda migración es exilio?

Pero ese no es el objeto de este texto.

El primer impulso, su matriz, es, como dije en el arranque, la rabia ante tanto aprovechado y farsante, tanto rasgador de vestiduras de saldo. 

Lo he dicho en algunas ocasión y lo reitero, no soy ni militante, ni simpatizante de Podemos. Nunca estuve encantado y quizás por eso no me siento desencantado. Pienso que los réditos que está logrando, para las clases populares en primer lugar, e incluso par su futuro propósito electoral, son realmente escasos, pero no deja de alucinarme el instinto de cacería perpetua, el mayor, a mi parecer (por su casi unanimidad, salvo algunos medios digitales), contra un político en la historia reciente del estado español. Por supuesto, me refiero a Pablo Iglesias, y ojo, no planteo martirologio alguno, está ahí por su voluntad, pero observo una animadversión visceral, no fundada y animalizante, que no ha existido en este país por ningún otro político aunque haya tenido muchísimo más poder y capacidad de tomar decisiones bastante más trascendentes (y negativas) para la vida de las personas. Políticos que se han sumado e impulsado agresiones exteriores que han costado la vida de centenares de miles de personas (Aznar) o que se sospecha que han impulsado grupos ilegales armados (Felipe González y los GAL) tienen una aureola de respetabilidad. 

Yo les propongo un ejercicio mental: piensen por un momento que el Ministerio de Sanidad, con las decenas de miles de personas fallecidas en la pandemia, estuviera ocupado por Pablo Iglesias. Dejo al vuelo imaginativo de cada uno pensar lo que ocurriría y que consecuencias podría tener para su persona. Su ocupante real, Salvador Illa, acaba de dimitir, entre ciertas alabanzas a su gestión (que más de uno a confundido con su talante personal tranquilo, ajeno a la estridencia) y unas voces críticas en general bastante contenidas, para presentarse como candidato del PSC-PSOE a la Generalitat de Cataluña. El otro día el CIS presentó los datos de una de sus encuestas regulares. En el apartado de valoración de las personas que ejercen cargos ministeriales Illa aparecía en tercer lugar y Pablo Iglesias en la última posición. Y que no me vengan a decir, desde ciertas posiciones de izquierda que critican a Podemos, que el descrédito de éste es por el "derechismo" de la coalición. La persona más valorada del gobierno de coalición es Nadia Calviño, representante de la ortodoxia más derechista de la UE, quien se opuso, contra Pablo Iglesias, a la subida del salario mínimo. Ojalá la censura, la inquina que ha calado en amplísimos sectores sociales, incluso bastante desfavorecidos, fueran explicables por las políticas timoratas y "derechistas" de Podemos. Tiene que ver muchísimo más con la firme decisión de una oligarquía que detenta la hegemonía del pensamiento, y quiere restablecer y consolidar la absoluta hegemonía del PSOE en el llamado ámbito de la izquierda. Para amplios sectores de la población su responsabilidad en los males patrios es mayor que la de Pedro Sánchez, considerado una especie de títere de aquel al  que la fascistización creciente considera un malvado Rasputín de Galapagar.

Volviendo a la entrevista de Salvados, la última "indecencia" de Pablo Iglesias fue plantear que, como aquellos que salieron de España en el 39, Puigdemont es un exiliado. 

En menos de una hora las redes bullían de fotos que mostraban las hileras de los republicanos camino de la frontera francesa huyendo del avance de las tropas fascistas, o ya encerrados en el campo de internamiento de Angelés-Sur-Mer. No la vi, pero tal vez también pusieran la del atestado Stanbrook zarpando del puerto de Alicante con gente hasta en el mástil. En el reverso de la moneda se ofreció la sonriente imagen de Puigdemont en algún restaurante belga o en la puerta de la llamada Casa de la República en Waterloo.

Y se montó el aquelarre. Hasta Ciudadanos, que como los cerdos se alimenta de todo, siempre tan rácano a la hora de condenar el fascismo, como servicial a la hora de destruir el memorial instalado en el Cementerio Civil de Madrid en reconocimiento a los 3000 ejecutados en Madrid tras el triunfo de Franco, arremetía contra Iglesias. El País conminaba en un editorial al vicepresidente a pedir perdón, no sé si con mesamiento de coleta o moño incluidos, al exilio republicano. Y en las redes, miles que jamás han tenido en mente asistir a acto alguno de desagravio a los exiliados republicanos o a los asesinados por el fascismo, reposen en tumbas o cunetas, también clamaban con falsario ofendimiento. 

Alguna entidad mantuvo tanto la claridad de criterio como la dignidad y no quisieron ser utilizados para el linchamiento inmoral. La organización Foro por la Memoria explicaba que en esos días habían contactado con ellos medios de comunicación que siempre los habían ignorado. Y usaban la palabra clave de lo que buscaban de ellos: carnaza, mucha carnaza para seguir alimentando a la bestia del descrédito. No pienso que no haya personas cuya crítica sea honesta por sincero desacuerdo, pero tampoco puedo ignorar que el objetivo esencial de la enésima escandalera mediática en torno a Podemos es que el considerado voto de izquierdas vuelva a ese redil llamado PSOE.

Aquí quiero hacer un pequeño inciso. Uno de los ámbitos de crítica más feroz a Podemos es el de algunos sectores de izquierda que piensan que esa organización surgió en 2014 para frenar las luchas populares y desmovilizar a la población. Pueden estar felices estimados compañeros, seguramente en las próximas elecciones Unidas Podemos ocupará el ámbito que por decenios ocupó IU, no más de 20 escaños. Neutralizados los traidores y agrupado el voto de izquierda en ese partido que siempre sale indemne de sus traiciones a la clase obrera, llamado PSOE, quedarán abiertas las grandes avenidas allendianas para empezar a hacer la revolución. 

Sí, el redil se llama PSOE, ese partido que ha gobernado más de 20 años, alrededor de 10 con mayoría absoluta, y que ha consentido que aún haya decenas de miles de antifascistas (la mayoría correligionarios suyos) en fosas comunes. Observamos la miserabilidad de los hechos de anteriores gobiernos socialistas, contrastados con la crucifixión de una opinión convertida por muchos dirigentes de ese partido en un acto casi sacrílego. Yo, que nací 20 años después de su diáspora, siento mías la derrota y el sufrimiento o las desdichas del exilio republicano. Y tengo pocas dudas de que por su trayectoria de militancia en el PCE, por sus familiares represaliados o por la realización de programas como La Tuerka, Pablo Iglesias la siente mucho más que la cohorte de miserables y aprovechados vociferantes a los que ese exilio se las trajo siempre al pairo. 

Quisiera tornar a hacer algunas consideraciones sobre lo que me parecen malentendidos acerca de las implicaciones del término exilio. Hay que tener muy claro que no conlleva necesariamente estar dotado de bondad, portar estandartes de justicia, o ser adalid de las ideas más nobles. Preciso que en el estado español sí ha estado investido abrumadoramente de esos ropajes, pues históricamente ha existido un dominio pertinaz de las ideas más retrógradas.

El exiliado puede ser un sinvergüenza y un infame defensor y ejecutor de las políticas más deleznables. Cuando Somoza huyó de Nicaragua o Batista de Cuba, ambos eran, aparte de criminales execrables y perseguibles (con el primero acabaron por la vía rápida), exiliados. El propio bisabuelo de FelipeVI cuando embarca en Cartagena se convierte en exiliado. Sobre el exilio español quisiera hacer alguna precisión: siendo la condición social abrumadoramente mayoritaria la de los trabajadores, gente humilde que, como habitualmente decimos, "salió con lo puesto", no debemos obviar el exilio de profesionales, artistas e intelectuales y, por supuesto, de toda la dirigencia republicana. Recordemos que el gobierno de la República trasladó su sede a Valencia desde que el ejército de Franco llegó a las puertas de Madrid a inicios de noviembre de 1936. Desde Elda partirán al exilio el 5 de marzo de 1939, en avión, Pasionaria, Juan Negrín o Rafael Alberti. El grancanario Negrín, nacido en 1892 en una familia de clase burguesa que, cuando muchos trabajadores y campesinos no pisaban en su vida una escuela, pudo ir a estudiar a Medicina a Madrid y posteriormente a Alemania, es un hombre que vive su exilio en unas condiciones infinitamente mejores que quienes salieron sin nada y estaban condenados a pasar, al menos en el tramo inicial de su exilio, grandes penalidades. 

Tu nivel económico, tu status político o tu reconocimiento como intelectual o artista de prestigio marcan el devenir de tu vida cuando te ves forzado a abandonar un país. La manera de vivir de Puigdemont no lo hace más o menos exiliado. Lo es, porque su abandono del territorio español tiene su origen en su actividad política y, además, en su desconfianza en la acción de la justicia española. Quien habla de fuga es o un ignorante o un malintencionado pues cuando ha sido requerido, en Bélgica, se ha presentado en los tribunales. Tampoco ha traspasado esa frontera, la violencia, que algunos establecen como criterio para otorgar carta de exiliado. Por cierto, esto me trae a la mente una pregunta interesante: ¿cuestionarían algunos, siempre cercanos a la pureza, la condición de exiliados de aquellos republicanos que ejercieron la violencia fuera de los campos de batalla y los rebajarían a la mera condición de fugados?

Los medios y su arsenal de tertulianos repiten como loros lo del fugado Puigdemont (y el resto de sus compañeros, a menudo ignorados) porque saben que la mayoría de la población asume, acríticamente, su opinión machacona. El rapero Valtonyc está en el exilio porque no quiere entrar en la cárcel por un delito de opinión y de ofensas al hijo político de Franco, ese sí, fugado, protegido y financiado con dinero público. En unos días entrará en la cárcel, con el reprobable silencio de parte de la izquierda, otro rapero, Pablo Hasel, por decir la verdad: los borbones son unos ladrones. Él quiere afrontar su condena porque cree que así pone en evidencia con más claridad la injusticia del sistema que critica. Otros le aconsejan que se vaya, que engrose el exilio. O sea, se genera una especie de debate sobre qué es más eficaz en la lucha contra la represión, sea ésta por poner urnas, por cantar una canción o por manifestarse y que un atestado policial, que aquí siempre va a misa, te lleve a prisión.

Una última cuestión, establecer una comparación, como intentó Gonzo en Salvados, entre Puigdemont y el demérito, es bochornoso. El primero no se va porque se lo haya llevado crudo, incluso, estoy de acuerdo con Pablo Iglesias, siendo un hombre con una vida acomodada, su persistencia en cumplir su programa electoral (otro interesante elemento de debate) le ha conllevado un perjuicio personal indudable. Probablemente no pueda volver en bastantes años. Cierto es que a diferencia de Juan Negrín y otros republicanos, del exterior y del interior, no ha visto intervenido su patrimonio. El demérito puede volver mañana y su latrocinio permanecerá blindado con una triple coraza política, judicial y mediática.