lunes, 30 de diciembre de 2019

Migas para extraviarse en el callejón


El final de un año siempre es tiempo de balance y de buenos propósitos.
Escaso de propósitos, buenos o malos, me presto a hacer aquí, si el empeño me acompaña, un balance quizás un tanto peculiar. El balance de una serie de ideas apuntadas en el apartado de notas de mi móvil en los últimos meses y que se quedaron, fruto de mi desidia e impericia, en textos nonatos.
La única pretensión es compartir esos picotazos, esas mínimas descargas eléctricas, activaciones por afinidad y, casi siempre rechazo, que el acontecer de los días produce en el ánimo de quién esto escribe. Ese afán que tengo, quizás cómodo y facilón, dicho sea desde la honestidad, por el cuestionamiento de toda la catarata informativa que me llega (o, para ser más precisos, que yo me busco, por lo tanto al infierno a quejarse que diría mi madre) se traduce en estás notas que a veces acompaño de breves comentarios y en otros casos reflejo de manera desnuda, sin agregar nada. En cualquier caso es difícil que aquí, en mi callejón, en mi pequeña y desvencijada república que ya poco transito, me muerda la lengua.


“La izquierda se sustenta en la ilusión” dice Rufíán. Esta frase me recuerda los dos últimos versos de la, hoy otra vez vigente, canción Santiago de Chile de Silvio Rodríguez. Dicen así: Y el deseo de cambiar cada cuerda/ por un saco de balas. Espero que jueces y fiscales de las intenciones estén ahítos de navidad.

“Primero España y luego las siglas” sentencia Íñigo Errejón (y sonríen Abascal y Casado y Arrimadas y Bono y Felipe VI o Felipe X y cualquier falangista-demócrata de bien).

Pablo Iglesias cree que “la monarquía no está en crisis” y le parece un detallazo que la aspirante a Jefa del Estado hable en un acto en perfecto catalán. Tiene razón Pablo, no está en crisis, ni siquiera lo estuvo, en el sentido de correr serio peligro, cuando el hijo político de Franco le pasó el testigo al nieto. Lo que me irrita es la causa principal: la absoluta desidia de la izquierda para intentar ponerla en crisis. Y no me refiero al PSOE, que sigo pensando que es el pilar fundamental del régimen del 78. Podemos e Izquierda Unida, más allá de gestos simbólicos estomagantes como el ciudadano Borbón que repite Alberto Garzón cada vez que va al encuentro del, guste o no, Rey. No, no es el ciudadano Borbón. Si tal fuera, Alberto, tú no irías a la antesala de palacio tras cada nueva elección. Más allá de la proclama de Rufián, la realidad siempre es el límite de la ilusión, sobre todo cuando ni siquiera en un programa electoral, en un compromiso que se ofrece a los ciudadanos, se explicita la lucha efectiva y fiera por la República. Me evado de las comillas y me voy a las dos palabras en cursiva. El detallazo, la amabilidad con los súbditos levantiscos del noreste del reino, de la aspirante. Esa extraña aspirante a cargo público, que ya lo era al minuto de nacer gracias al bisabuelo terrorista Franco. Creo que casa mucho mejor la palabra heredera que aspirante. Generalmente cuando se aspira a algún puesto público se depende o bien de su propia pericia (oposición o algún otro tipo de prueba) o bien de la aquiescencia de otros (votación popular o de una cámara capacitada).

Jiménez Losantos, el hombre que tendría incontinencia balística si se topara con algún dirigente de Podemos, sentenció: “Cataluña va a un escenario de terrorismo peor que el del País Vasco”. Y así los CDR crearon los ERT (Equipos de Respuesta Táctica), desarticulados por la organización más benemérita debido a la arriesgada actuación de 500 efectivos prestos a filmar un tenebroso garaje. Y la prensa, a cinco columnas, y las televisiones, abriendo durante días los informativos, pudieron, en éxtasis, unir terrorismo e independentismo, y hablar del día D (que éxito tienen los yankis para imbuirnos de su épica), y de cuarteles de la guardia civil que estarían bajo el acecho de la bestia. Y al final, la montaña de mentiras está pariendo un ratón. En estos días, tres meses después de la infamia del caldero nuclear más exhibido de la historia, la Audiencia Nacional decreta, con una fianza ridícula de 5.000 euros, en una depreciación enorme del kilo de terrorista, la libertad, por ahora, de cinco de los siete encarcelados. Y en la prensa, a duras penas se llena a una columnita inferior de pocas líneas, y en la tele, menos de un minuto perdido entre el marasmo liquida la puesta en libertad de unas personas sometidas a vilipendio. Pero se logró el objetivo político: que quién ya, en términos políticos, piensa poco, aún piense menos.

Almeida, el sujeto que es alcalde de Madrid, dice en un edicto que en Chile hay un “irracional furor destructivo”. No sé que es peor si la locura de un pueblo o la miserabilidad que quién le vota a tipos como él, heredero, por vía franquista, de unos de los peores furores destructivos del siglo XX (¿y del XXI?): el fascismo.

En la siguiente nota no cito a nadie. Es el apunte que me sugiere una noticia para, tal vez, su desarrollo posterior. Dice así: “La defensa de la libertad de expresión en los parlamentos. Referencia al Tribunal Constitucional  y su derogación de la reprobación del Rey por el Parlament de Cataluña”. Cualquiera entiende que una ley debe ser recurrible jurídicamente, bien en parte o en su totalidad. Sin embargo, es absolutamente inapropiado derogar, por parte de la judicatura, la resolución política de un órgano elegido por el voto popular. En parlamentos o ayuntamientos tradicionalmente se han votado resoluciones políticas del más variado pelaje en solidaridad o reprobación de mil causas y actitudes diferentes. Incluso, ver para creer, se ha votado en un parlamento el derecho de autodeterminación sin entrar en liza la judicatura. Se llevó a cabo en el parlamento de Galicia, en marzo de 1990, a propuesta del Partido Socialista Galego-Esquerda Galega. El eje del asunto es que solo tuvo dos votos a favor. Para el estado fue apenas una anécdota que, no suponiendo peligro alguno, incluso reforzaba una imagen abierta y generosa del Estado. Eran los tiempos en que se decía que, en ausencia de violencia, se podía hablar de todo. Pues casi 30 años después, avanzando hacia atrás, para el TC, un parlamento no puede debatir y adoptar las resoluciones políticas que considere pertinentes.

“Algo habrán hecho” le dice un reportero de televisión a una señora que cuestiona una actuación policial. “La policía vela por la seguridad de esta manifestación” añade el mismo reportero. La primera frase, aún siendo el entrevistador una persona joven, lo que entristece un poco, es un clásico de la dictadura fascista de Franco. Al que no hace nada, nada le pasa. Hay que ser machadiano y transitar de nuestra casa a nuestros asuntos sin desviarnos con actos impuros. Con respecto a la segunda frase, la historia en la mayoría de ocasiones revela justo lo contrario. La función policial es embridar que la manifestación derive en protesta o revuelta, salvo que interese que se desboque, claro. La policía sabe aparecer y también desaparecer. Bolivia es un ejemplo meridiano. La policía, en un gesto inesperado para el gobierno de Evo, se replegó a los cuarteles y dejo vía libre a la actuación de grupos fascistas en las calles, asaltando los domicilios de la dirigencia gubernamental (por ausencia o presencia siempre asoma la punta del fusil o el saquito de balas). El ejército sopló y el gobierno (¿dónde estaban sus masas organizadas?) cayó.

El reportero anterior me trajo a la mente una expresión que oigo a menudo: “periodistas mercenarios”. Se utiliza con demasiada facilidad y generalizando en exceso. Salvo las encumbradas (y Ferreras), el resto de periodistas de muchísimos medios apenas pasará del mileurismo. Triste y mal llamado mercenariado el que se realiza por tal cantidad. Yo, más apropiadamente, lo llamaría ganarse, en tiempos precarios, como buenamente se puede, los garbanzos.  ¿Nos atrevemos a llamar mercenarios a los trabajadores de cualquier sector que pone en riesgo la salud (por ejemplo, tabacos) o la vida de otras personas (por ejemplo, sector armamentístico)?

“El momento político actual es más difícil que cuando ETA mataba” dice  Cayetana Álvarez de Toledo. Y la lapidaron, pero tiene razón. Quién haya leído cualquier texto mío  sabe que estoy en sus antípodas ideológicas, pero lo que dice es cierto. El último atentado de ETA en territorio español fue en 2009. Hasta ese momento, desde la llegada del PSOE al poder en el 82, aunque ETA cometiera atentados el estado español se sentía fuerte y estable, con un bipartidismo robusto que representaba el modelo “democrático” más querido por las élites económicas: una segunda restauración con dos partidos centrales sumando cerca de 300 escaños y turnándose y apoyándose, cuando lo precisaban, en la llamada “Minoría Catalana” y/o “Minoría Vasca”. Ese modelo, no es muy difícil verlo, en esta década ha saltado por los aires, siendo la más inestable, con diferencia, desde los años 80. Cayetana no miente: surge a la izquierda del PSOE, Podemos, como hipotético contrapeso la banca crea Ciudadanos (el Podemos de derechas), en Cataluña brota un poderoso movimiento independentista que gana elecciones y pone en cuestión, pilar esencial del estado español, su indivisible unidad. Análisis político y análisis moral son cuestiones diferentes, aunque muchas veces nos lo quieran servir como un mejunje las mentes bienpensantes.

“Cientos de personas dormirán en la calle para saber que se siente”. Ocurrió el 7 de diciembre en el marco del evento The World Big Sleep Out.
La experimentación en propia carne… ¡Uf! Espero que a las asociaciones de lucha contra la tortura no se les ocurra una idea semejante. Billy, de torturador a activista antitortura haciendo la misma tarea.

"Añoranza del hombre nuevo". Si algún deporte tuvo a gala dominar la extinta Unión Soviética ese, sin lugar a dudas, fue el llamado deporte ciencia: el ajedrez. De 1952 a 2002 (desde 1992 como Rusia) ganó todas las olimpiadas de ajedrez en las que participó menos una (1978). Después, acabada la estela de la URSS, no ha ganado ninguna. Todos sabemos que el ajedrez es un combate con infinitas posibilidades, donde los campeones necesitan miles de horas de estudio, de disciplina. Ahora, siguiendo tras la tragedia la farsa de la historia, de Rusia nos llega una modalidad más directa de combate: el concurso de bofetadas, cuyo título mundial ostenta un granjero siberiano.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Lunes de desparpajo fascista


El 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, pudimos ver en todo su esplendor a ese ente, absolutamente desacomplejado y desinhibido, que responde al nombre de derecha española.
Por la mañana, su sector abiertamente fascista (VOX) usó el concepto aséptico de “violencia intrafamiliar”, que me retrotrae a la niñez y la juventud, cuando era habitual oír aquello, tan sórdido, de que “en los asuntos de un matrimonio nadie debe meterse”. Lo utilizó Ortega Smith, ese fascista que dijo que su admirado Franco fusilaba con amor y al que no puedo evitar visualizar (mi inventiva es pobre, lo reconozco) acodado en la barra de un bar, bien cargado de humo y grasiento, con la camisa abierta y un palillo en la boca rulando de una comisura a otra, para despreciar lo que no tiene otro nombre que terrorismo machista. Sé que vivimos momentos en que el abuso del concepto terrorismo impide establecer un mínimo consenso sobre el significado de este término. Ya se utiliza, como comodín ventajista y paralizador de mentes, para estigmatizar casi todo tipo de lucha que pueda inquietar a los grupos socialmente dominantes. Una barricada ardiendo en las calles de Barcelona es terrorismo, cortar una carretera y dejar un infante lloroso en un coche durante horas es terrorismo, el indio Evo Morales, para la india lacaya que ahora preside Bolivia y de cuyo nombre no tengo ganas de acordarme, es la encarnación del terrorismo. Sin embargo, expresadas mis reservas anteriores, sí pienso que es un término muy preciso para definir, no ya la máxima tragedia que son las asesinadas, sino también las heridas, física y psicológicamente, y los muchos años que demasiadas mujeres han tenido, y tienen, que convivir con el miedo. Siempre recuerdo una situación que vivió mi hermano cuando hizo, tras declararse objetor de conciencia, la prestación social sustitutoria. Me contó la inquietud que sintió cuando acompañó a una mujer que estaba acogida en una casa para maltratadas a otro hogar más seguro. No recuerdo bien los detalles, pero la esencia es que esa situación, que para mi hermano quizás fueron unas horas desasosegantes, para esa mujer era una condena en vida, un terror cotidiano.
Sí, en el estado español hay más de tres millones y medio de fascistas que piensan que hay mucha tía que va provocando y que los “menas” son un peligro para el toreo, la caza y el manto protector que la Virgen del Pilar tiende sobre España. Los votantes de VOX son fascistas. Gente que admira al Abascal que aparece en un vídeo, poderoso y autoritario, machacando un saco de boxeo. Esas imágenes no son nada inocentes, sobre todo de cara a muchos jóvenes que veneran la fuerza y al líder que la ejerce. Al fascista de facto (él o ella seguramente no se caracterizarían así) le gusta el antipolítico, ese Abascal al que Sánchez Dragó, tras caerse del caballo en brazos de José Antonio Primo de Rivera, eleva a la categoría de jefe, un individuo que transmite mensajes tan sencillos como contundentes. Oraciones simples en las que se pone la diana en enemigos claros de tez oscura y marcadamente perversos que quieren destruir ese ente inmemorial y glorioso, esa patria sin parangón, que salvará el Führer, el Duce o el Caudillo de turno.
Lo que desconocen parte de los fascistas que les votan, aquellos que pertenecen a los sectores más deprimidos de la sociedad, es que se están pateando su propio culo, que este fascismo actual hispano en materia económica sigue el modelo neoliberal estricto, que todo lo privatiza y jibariza las pensiones, implantado por Pinochet en Chile y que desde hace mes y medio provoca una revuelta generalizada en ese país. Revuelta que, por cierto, los social-liberales que nos gobiernan, demostrando que el pozo de la abyección cuando se empieza a descender no tiene fondo, van a contribuir a reprimir enviando policías españoles a adiestrar a los carabineros que están vejando y machacando al pueblo. O sea, en una paradoja siniestra (o diestra, para ser más precisos y sarcásticos), el PSOE manda instructores para un control más adecuado de las masas que, tantos años después, se empeñan en transitar las grandes alamedas, aquellas de las que hablaba en su último discurso un socialista digno: Salvador Allende.
Por la tarde de ese mismo lunes de desparpajo fascista, salió a la palestra, cierto que en un modesto rincón de los espacios informativos, lo que yo llamaría el fascismo originario, de nacimiento, y algo más sutil, del PP. Un fascismo tenue que se disfraza, se camufla con conceptos amables, como reconciliación o no abrir heridas cerradas. Conceptos a los que tendemos a plegarnos sin reflexionar, desde una bondad siempre inducida y peligrosa
La felonía de la tarde fue la imagen de los muros desnudos (parecían  tapias preparaditas para un fusilamiento amoroso de los tan gratos a Ortega Smith) del memorial que había erigido el ayuntamiento de Madrid en memoria de los casi 3000 asesinados por la dictadura terrorista de Franco entre 1939 y 1944.  Ni una foto ni una imagen del proceso de desmantelamiento. El oprobio a veces es estentóreo y en otras ocasiones trabaja sigiloso. Las losas, algunas de ellas rotas, apiladas y arrumbadas unas contra otras. Retorno a la oscuridad y listo. Problema solucionado y 3000 antifascistas (que poco valor tiene esta condición en el estado español), rojos hijos de la gran checa, enviados a la ignominia de un olvido del que salieron por un espacio breve de tiempo. Triste contraste, apenas un mes antes, en la exhumación del jefe terrorista Franco está presente la ministra de Justicia socialista, es televisada, y se permite a los descendientes sacar, en claro homenaje, el féretro a hombros y ubicarlo en un coqueto apartamentito en el cementerio de Mingorrubio que costó a las arcas públicas 60.000 euros.
Como justificación de los fascistas peperos que susurran a los fascistas voxeros, la asquerosa equidistancia de comparar a los defensores de la legalidad republicana, cuyos nombres deberían inundar las calles de un país decente, con los golpistas de vocación asesina que, aupados por el nazifascismo europeo, bañaron, premeditadamente (el director Mola lo certifica mandando el 25 de mayo del 36 una directriz decretando la extremada violencia que debe presidir  la sublevación militar) el país en sangre.
No seamos ilusos, la derecha española, esa que a través de su artillería mediática se espanta de la anunciada entrada en el gobierno de un Podemos cuyo tibieza programática hace que el laborista Corbyn parezca dispuesto a convertir la Cámara de los Comunes en un Soviet, esa derecha fascista, tímida o arrogante, nos aplicaría, sin dudarlo, dejando de lado mandangas reconciliatorias, la medicina amorosa de Ortega el herrero si los chuzos de la lucha de clases se pusieran de punta enfilando sus privilegios.
El último parte militar de Franco hablaba de un ejército rojo “cautivo y desarmado”. Tantos años después, y con otras cadenas, tengo la impresión de que ahí seguimos.

lunes, 18 de noviembre de 2019

...como un diosecillo infernal y destructor...


La violencia. La intrínseca maldad de la violencia.
La derecha, en su más amplio espectro, desde la habitualmente llamada civilizada a la fascista, nos lleva a la izquierda, también en su más amplio espectro, un mundo de dominio ideológico y mil desinhibiciones de ventaja.
Estas callado, sin escribir, un mes y pico, porque sabes que ya otras personas expresan lo que tú piensas con más claridad y precisión, pero llega el momento en que sientes que ya es pura supervivencia, equilibrio mental, porque la bilis, el asco supremo, es una erupción incontenible que te inunda enterito y te desborda los labios.
Créanme, aunque soy un, digámoslo así, coqueto lingüístico, y me place cuidar el estilo, la forma, más allá de hipotético fondo de lo que escribo, ahora mismo me gustaría entregarme, como un diosecillo infernal y destructor, al cultivo furioso del volcán. Ser una especie de surrealista, un escritor automático que llevara un mar de fuego en cada frase, desechando por completo esa contención, esa pausa que, queramos o no, siempre conlleva la reflexión o, a que negarlo, la cobardía ante el acecho de la ley.
Nos están sometiendo a una castración mental acelerada. Y esa es la primera rebeldía imprescindible. Decir basta a ese campo de concentración del pensamiento donde los poderosos, con sus potentísimas e inagotables baterías mediáticas, nos quieren recluir. Por supuesto, es impagable la colaboración de una izquierda timorata, llena de melindres y complejos, ante una derecha que cada vez exhibe más músculo y que tiene una virtud importante: no reniega de su historia aunque sea brutal y generadora, durante siglos, de un inmenso sufrimiento a las clases populares. Mil errores y crímenes tenemos en el campo de la izquierda, pero eso no envilece ni un ápice la necesidad, aprendiendo del pasado, de cuidar nuestro mensaje que, siendo anticapitalista, solo puede tener necesariamente el horizonte del socialismo. Y a ese horizonte no nos van a permitir arribar con loor de santidad y entre una lluvia de flores.
Y aquí vuelvo al principio, a la ya citada intrínseca maldad de la violencia.
Miro a Sudamérica y me paro en Bolivia. Y me fijo en una consigna que ha brotado de la ira de los parias: “¡Ahora sí, guerra civil!” mientras marchan, que diferentes con nuestras cadenciosas manifestaciones romería, llenos de ira y legítimo odio de clase (sí, ese odio que tanto detesta y anatematiza el remilgado progre). Lo siento Evo, seguro que estoy equivocado y digo una barbaridad, pero esa reflexión tuya de estos días donde explicas tu exilio, más allá del peligro que corría tu vida, como un llamado a la paz, a la concordia, a evitar el derramamiento de sangre boliviana, me parece cuestionable. Me hago esta pregunta: ¿La ausencia de su líder protege a los más humildes de la ira de la burguesía fascista boliviana o los deja más inermes?  Sabiendo que los contextos siempre son diferentes, pero teniendo presente que la historia, dolorosa o grata, siempre es maestra, recuerdo que  a Hugo Chávez, cuando le dieron el golpe de estado de 2002 también le pidieron la renuncia y quisieron sacarlo del país. A ambas cosas se negó. Como en Bolivia, el pueblo venezolano salió masivamente a la calle a mostrar su repudio al golpe, pero en Venezuela hubo un añadido fundamental que, al menos aún, no se vislumbra en Bolivia: la acción de un sector del ejército que rescata a Chávez de la isla donde está confinado y lo devuelve al palacio de Miraflores. ¿Si el ejército venezolano monolíticamente, o en su gran mayoría, hubiera apoyado al títere Carmona Estanga el golpe habría sido derrotado en tan corto plazo? La respuesta, salvo que queramos engañarnos, es clara: la virtud o la razón de los ideales, sobre todo en los momentos críticos, aquellos donde la derrota puede ser larga, no suelen ser suficientes para dar la victoria, salvo que el propio pueblo o sectores tradicionalmente armados, como los militares o la policía, estén en disposición de prevalecer a través del uso de la fuerza, o sea, la violencia.
Ahora vuelve a estar en boga, por la película de Amenabar, el famoso “venceréis pero no convenceréis” de Unamuno ante Millán Astray. Y, carentes de virtud y razón, pero con el uso de una violencia extrema, las fuerzas armadas fascistas al servicio de la oligarquía se impusieron y ejercieron su dominio durante 40 años y, como propina, 80 años después de que aquellos terroristas vencieran sin convencer, está en la jefatura del estado Felipe VI, el nieto político de Franco, el jefe recién exhumado de la 18 de julio, la (nunca me cansaré de proclamarlo) banda terrorista más criminal de la historia de España.
Por activa o por pasiva, por acechante o actuante, la violencia, o su capacidad de ejercerla por diferentes mecanismos, está en el cogollo de los conflictos y tiene carácter de clase. Y cuando a los grandes medios de comunicación de la clase dominante les interesa defender la sacrosanta unidad de España, nos presentan las barricadas ardientes de Cataluña como muestras inadmisibles de violencia y… terrorismo (el coco para los perezosos mentales, aquellos que se espantan porque Elisenda Paluzie expresara un hecho irrefutable: que a nivel mundial esa barricadas en llamas tuvieron más impacto que las reiteradas manifestaciones multitudinarias del independentismo), mientras relegan a puestos secundarios de sus parrillas a los 23 asesinados por los golpistas en Bolivia. Asesinados que en el 24 horas de TVE se convierten, en el caso de la masacre de Sacaba, en 5 (en realidad fueron 9) cocaleros muertos en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad boliviana. Todas las puntadas que dan, precisas y repugnantes, buscan ocultarnos o, lo que es más complicado de combatir, deformarnos la realidad hasta conseguir que nueve de cada diez hijos de vecino, buenas personas (y no hay un ápice de ironía) trabajadoras, como dijo Malcom X, amen, aunque sea con su voto, al opresor y detesten al oprimido.
¿Cuántas personas en el estado español saben que la actual presidenta golpista de Bolivia sacó un decreto salvaje, de facto una licencia para matar, en el que declara a la policía y a los militares impunes en su actuación represiva? ¿Cuántas personas en el estado español conocen el nombre del presidente asesino (y generador de tuertos, pues alrededor de doscientos jóvenes han perdido un ojo por los perdigonazos policiales) de Chile, ese país que hasta hace un cuarto de hora era el éxito económico, el espejito neoliberal de América Latina? La respuesta en ambos casos es diáfana: ni el cinco por ciento. En cambio, hasta el sujeto más apolítico y necio “sabe” que en Venezuela hay una dictadura en la que manda un ogro llamado Maduro, extraño y violento ogro que permite pulular por sus dominios a un tipo llamado Guaidó, autoproclamado presidente, sin que lo detengan ni lo juzguen. Por el contrario, en el pacífico, en el democrático y nada violento estado español, como se demostró el 1 de octubre de 2017,  hay nueve condenados a 100 años de cárcel (¡cuántas formas puede tener la acción violenta del estado!) por la proclamación formal de una república que duró nueve segundos.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Precursor contra referéndum


Precursor, según la RAE:
1.   adj. Que precede a otra persona o cosageneralmente anunciándola o haciéndola posible.

No soy yo nadie para la osada tarea de enmendarle la plana a la benemérita institución académica que “limpia, fija y da esplendor”, pero me voy a permitir precisarles que la definición arriba expuesta, al menos en los atribulados tiempos que corren, es incompleta.
Por supuesto, me estoy refiriendo al precursor de la semana, al que desde el lunes está en boga e ilumina, cuál gigantesco árbol navideño anunciando la buena nueva más deseada, el festival montado por la caverna mediática hispana para celebrar, sí, celebrar, que pueden sacar a la palestra, como compañeros de baile, pareja catalana del año, el terrorismo y el independentismo.
Sólo con un vídeo en un oscuro taller, donde se ven un saco con un material terroso y un caldero cuyo contenido revuelve, cuchara de palo mediante, un miembro de la denominada Benemérita, sin esa mesita tan aseada, presidida por el logotipo de la institución mencionada, que hemos visto en decenas de ocasiones exponiendo los hallazgos de los registros (el caldero y el saco deslucirían la mesa), y añadiéndole al mejunje la palabra precursor… de explosivos, tenemos conformado un nuevo grupo armado, terrorista por supuesto, con el nombre con menos alma y empuje de la historia del terrorismo mundial, un nombre que te castra todo afán guerrero: Equipos de Respuesta Técnica (ERT). Vaya desperdicio de siglas, más propias de un servicio urgente de desatascos. Dan para algo mucho más potente, por ejemplo: Exércit Republicá de la Terra (como salga un grupito con este nombre voy jodido, espero que el hecho de vivir en Canarias me exima, aunque siempre pueden considerarte, pobre de mí, su precursor ideológico).
Se decía en mis tiempos mozos, allá por los 80, que en ausencia de armas, sin violencia alguna, se podía hablar de todo (aunque lo cierto es que diferentes gobiernos, de diferentes colores y en diferentes momentos hablaron, aunque fuera con enorme discreción, con la organización independentista ETA, ese paradigma erróneo del terrorismo en España, pues el indigno status debería corresponder a “La 18 de julio” y su jefe, el asesino Franco). Entiendo que hablar de todo se refería a poner sobre la mesa, con todas sus opciones y con ánimo resolutivo, el en aquel entonces denominado conflicto vasco.
El mentado conflicto cesó, al menos en su vertiente sangrienta, hace casi una década. También creo que está bastante remansada la vertiente política pues en Euskadi, ahora mismo, la lucha independentista ha perdido fuelle.
Declinó el frente norte y surgió el frente noreste: un amplio sector de la población catalana comenzó a abrazar las tesis independentistas.
El problema para el estado español es que este frente siempre ha rechazado el “para bellum”, en el doble sentido de prepararse para la guerra y de las acciones de ETA que llevaban el sello de esa famosa munición.
El movimiento independentista catalán del siglo XXI ha sido hasta ahora estricta y persistentemente pacífico. Se ha basado en grandes movilizaciones, en la vía electoral (con varias elecciones ganadas con mayoría absoluta), y en reivindicar, con ahínco y nulo éxito, la celebración de un referéndum pactado con el estado español. Todos hemos visto manifestaciones masivas con cero incidentes violentos. Estos, los incidentes violentos realmente existentes, los protagonizaron la Policía Nacional y la Guardia Civil golpeando a muchas personas que junto a miles de conciudadanos defendieron las urnas el 1 de octubre de 2017.
Alguien me dirá que yo no puedo saber con certeza las intenciones de siete personas concretas. Otro dato interesante, por cierto. Son siete detenidos que según el juez conforman una organización jerarquizada “con capacidad para llevar a cabo tácticas y maniobras con un alto nivel de profesionalización”. Imagino que vendrán más detenciones, porque un grupito de siete jerarquizado… muchos jefes y pocos soldados. Lo del alto nivel de profesionalización no acaba de casarme con un caldero y un saco, aunque siempre nos quedan los precursores.
No me escabullo, respondo al alguien que me interpeló en el inicio del párrafo anterior. Tiene razón. Yo, albergando serias dudas, no tengo certeza absoluta de las intenciones de estas personas. Ni siquiera sus abogados conocen el “secretísimo” sumario que se va filtrando convenientemente a los medios. Pero me hago la siguiente reflexión. Se espera para la primera quincena de octubre una sentencia con la que quizás el estado quiera marcar claramente lo que cuesta intentar, aunque sea por vías democráticas, salir del estado español. También es previsible una respuesta masiva, contundente, pero no violenta. Y me surge la pregunta: ¿beneficia al independentismo, le fortalece o le debilita, unas acciones armadas que serían (ya lo están siendo) lo que el estado español necesita para desacreditarlo entre su propia gente y a la vez cohesionar aún más a una población española, bastante adoctrinada, que ve Cataluña como un lugar tenebroso?
He hablado en diferentes ocasiones de la violencia y toda la infinita hipocresía que gira alrededor de esta palabra. No estoy de acuerdo con esa frase que dice que ninguna causa vale la muerte de una persona. Me explico con un breve inciso. Hace unos meses leí “14 de julio”, una pequeña y emocionante novela histórica de Eric Vuillard cuya emoción no estriba en el suspense, sino en que cuenta con cercanía, casi paseando entre la gente, el descontento del pueblo y la posterior Toma de La Bastilla, dando nombre a muchos de los nadie que participaron en esa jornada gloriosa y violenta, esos anónimos que se juegan la vida por la justicia de una causa. Personajes reales que a lo mejor duran unas pocas líneas en escena, las justas para morir y salir de la historia.
Detesto que los poderosos, los dueños ideológicos y tradicionales ejercientes de la violencia, nos pongan anzuelos a los que lanzarnos acríticamente y que nos hacen establecer anatemas absolutos sin echar aunque sea un ligero vistazo al devenir histórico. La violencia no es deseable, pero el pacifista gobierno progresista español que se escandaliza por un contenedor ardiendo y pide condenas apriorísticas para, en palabras de ABC “el terrorismo catalán”, vende armas a la dictadura amiga de Arabia Saudí, causante de miles de muertos en Yemen, circunstancia que seguramente ignora el 80% de la población que considera Cataluña tierra hostil. También asquea  ver a los medios españoles, supuestamente progresistas, como La Sexta, cuando informan de las protestas en Hong Kong, a pesar de las múltiples escenas donde se ve a los manifestantes proyankis en actitudes violentas (fue espectacular, entre otras, la del periodista confundido con un espía maltratado y atado a un carrito de portar equipajes en el aeropuerto), soslayar por todos los medios la incómoda palabra con el afán notorio de enaltecer una protesta cuyos métodos en el estado español serían tildados de terroristas.
Para concluir me referiré a una información recién publicada en eldiario.es que hace que el supuesto comando terrorista adquiera una nueva dimensión que gira hacia el esperpento, y que además nos permite establecer quiénes son los dos capos de la jerarquizada organización: “El juez sostiene que los CDR detenidos actuaron de enlace “seguro” entre Torra y Puigdemont”. Y además, en este enredo, se reunieron con la hermana de Puigdemont. Viene a toda velocidad la aplicación en Cataluña de lo que el periodista Jonathan Martínez llama “la plantilla Vasca”, el famoso “todo es ETA”. En este caso a lo bestia, pues la situación para el estado español, sin una gota de sangre vertida hasta el momento en Cataluña, es mucho más compleja de manejar, pues toda la violencia existente en Euskadi nunca hizo peligrar tanto la integridad territorial española.
Hace un par de días ABC colocaba en portada la silueta oscura de Torra de perfil y algo encorvada, simulando a Nosferatu. El juez debería darse prisa en enviar a la Guardia Civil, cuchara de madera en mano, a revolver. Sospecho que el caldero del Honorable, tras el enlazamiento ejercido por los CDR, tendrá un precursor altamente explosivo y al que el estado español (¿nueva euroorden por liderar una banda terrorista?) busca poner a buen recaudo: la puigdemonita.
Lástima que en el estado español haya pocos, y mayormente achantados, "precursores" de lo democrático y esencial, de lo que se necesita para una salida justa al innegable conflicto: un referéndum.

sábado, 14 de septiembre de 2019

La triple faz del 11 de septiembre


Para las personas que en el estado español nos situamos en ese complejo ámbito de lo que hoy llamamos izquierda creo que el 11 de septiembre nos presenta una triple faz: una cara emblemática, emocional, frustrante y eternamente en blanco y negro (1973);  un rostro que dejó al mundo boquiabierto y empequeñeció las catastrofistas producciones cinematográficas estadounidenses del último cuarto del siglo XX (2001); y, en el ámbito del hispánico reino, la pertinaz demostración de que una parte significativa de los habitantes de uno de sus territorios quieren constituir un estado propio (2012- ¿?).
El 11 de septiembre “más antiguo” y más doloroso, al menos para los de mi generación, es el que revive, año tras año, el golpe de estado de Pinochet contra el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Todavía a algunos se nos rayan los ojos cuando, en una cita ineludible, volvemos a oír la voz serenamente resignada de Allende despidiéndose de su pueblo y hablando de alamedas que el hombre libre (y neoliberal, compañero, es lo que hay) habría de volver a transitar.
Allende, en su grandeza innegable, es el arquetipo de algo que goza de cierta popularidad en el campo de la izquierda: el mártir. No olviden que el icono más reproducido del siglo XX, en infinidad de formatos, es la fotografía que Alberto Korda  le hizo al guerrillero por excelencia (acabo de encender mi pipa con un mechero que tiene su imagen y hace unas semanas, cuando un voraz incendio asolaba Gran Canaria, la TVC conectó con un local municipal de La Aldea que acogía desalojados, y allá al fondo, a la izquierda de entrevistador y entrevistado, en un cuadrito, trabajo manual rudimentario, aparecía la inconfundible silueta). El Che quedó fijado, en un imaginario que barre fronteras, como una especie de héroe romántico sacrificado en el altar de una rebeldía intemporal. Sin embargo, el guerrillero era comunista, y tenaz, y en una entrevista al periodista francés Jean Daniel, en 1963, dijo: “El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación”. A veces pienso que el Che murió a tiempo de no ver el transito del sueño  del “hombre nuevo” a la realidad del “hombre infantil”. Me pregunto si el mechero en el que ahora contemplo la mitad de su cara no es una paradoja.
El Che empuñó el fusil y Allende empuñó la papeleta. El martirologio los unió y los instaló en el corazón de muchas personas de izquierdas y de bastantes progres. Sí, lo sé, cuando utilizo el término progres, se aproximan curvas y mala baba, y de los años 60 y 70 me vengo, cabreado, al primer quinto del siglo XXI, donde los mismos elementos de la izquierda desdentada, que rinden cálidos homenajes a la altura moral de Allende, sin problema alguno satanizan, tachándolos de dictadores, a Chávez y a Maduro, a pesar de que la denostada revolución bolivariana se ha hecho, tal como Allende, empuñando la papeleta y, es un dato fundamental, teniendo los fusiles de buena parte de las fuerzas armadas a su favor. Pero estos revolucionarios venezolanos tienen un defecto imperdonable: están empeñados, a pesar de una guerra económica similar a la que padeció la Unidad Popular en Chile, o la que lleva padeciendo desde hace 60 años Cuba, en algo que no es nada romántico pero es práctico: resistir y vencer.
El 11 de septiembre que inauguró el siglo XXI es, como dije más arriba, Godzilla con turbante  entrando en Nueva York. Algún medio de comunicación anticapitalista como Rebelión.org, quizás emocionado por esa imagen de las Torres Gemelas implosionando, tan potente como el hongo atómico de Hiroshima (perdón el inciso que no viene a cuento, pero me impacto leer que hubo personas que vivieron y sobrevivieron a las dos explosiones atómicas), publicó la avalancha de artículos y reflexiones que el evento generó bajo el optimista, impactante e inexacto epígrafe de “El imperio se derrumba”. En aquel momento, con Rusia postrada tras la liquidación de la Unión Soviética y el alcoholizado mandato de Yeltsin, y China en desarrollo pero aún muy lejos, el mundo unipolar parecía más asentado que nunca cuando un par de aviones civiles hicieron que el Presidente de EEUU fuera llevado a una base militar secreta, circunstancia que jamás había ocurrido ni en los periodos mas duros de la llamada Guerra Fría.
Ningún terreno tan feraz para todo tipo de conjeturas conspiranoicas (conocimiento previo del Mossad, explosivos dentro de los edificios, el misterioso avión del Pentágono…). El hecho cierto es que siguen habiendo muchas más incógnitas que certezas. Bueno, un momento, una certeza grande si hay, sirvió a EEUU como justificante para masacrar y ocupar Afganistán (2001) e Iraq (2003). No sería la primera vez que un ataque de falsa bandera, en la mente de todos está la explosión del Maine en la bahía de La Habana en 1898, es la excusa perfecta para una intervención militar. Me tienta decir que quizás con los años vayamos sabiendo más, pero pienso que muchos elementos permanecerán en la cara oculta.
El 11 de septiembre que desde 2012, hasta no se sabe cuando, aturde y exaspera la vida política del estado español es la Diada Nacional de Cataluña. Este año los medios de comunicación de la derecha, casi todos, están extrañamente felices. Según su valoración los independentistas han pinchado. La guardia urbana de Barcelona estimó la asistencia a la manifestación en, apenas, 600.000 personas. En 2014 fueron un millón y medio, el año pasado un millón, celebran el descenso los portaviones mediáticos con hipocresía, pues siempre pusieron en duda las cifras oficiales. Seamos serios, que una Comunidad de siete millones y medio de habitantes logre sacar durante 8 años consecutivos a más de medio millón de personas a la calle en torno a una idea concreta, en este caso la independencia o al menos derecho a votarla, debe ser un record absoluto al menos en Europa.
Si no se sacia con una Diada de “solo” 600.000, el alimento del unionismo antidemocrático puede ser una encuesta que recoja un descenso del 48 al 44% en la cifra de los partidarios de la independencia, obviando que entre un 70 y 80% siguen queriendo ser preguntados, decidir.
Usted manifiéstese, usted responda encuestas, usted otorgue dos mayorías absolutas consecutivas en el Parlamenta a los independentistas. Usted, como dijo Zapatero hace unos días en una entrevista, creo que en Al rojo vivo, en un ejercicio que en el mejor de los casos es cinismo y en el peor imbecilidad, siga siendo independentista pero deje de dar la matraca, renuncie ya a su objetivo aunque la masa social que comparte su proyecto esté en condiciones de pujar por la mayoría.
Sobre este asunto lo más honesto que le he oído a una persona del PSOE lo expresó, el 11 de septiembre por la noche en una emisora de radio catalana, la dirigente del PSC Eva Granados. Textualmente: “¿Un referéndum? con el PSOE no lo tendrán. No ha de ser la ciudadanía quien dirima una cuestión tan importante como la autodeterminación”. Y entiendo su lógica de partido angular, sin intercambiabilidad para las élites (como sí ocurriría si se diera el caso entre PP y Ciudadanos) en el entramado político español. Se resume en tres palabras: cuestión de estado (¡¡danger!!), que siempre, siempre, está en un plano superior a la palabra que les cuelga permanente de la boca como colilla de currante de viñeta: democracia.
El estado español nunca va a poner en marcha el único modo democrático, la única vía, no represiva, que permite, no el aplazamiento, sino la resolución de un problema que no es un invento ni la acción iluminada de una minoría, que existe y es grave: un referéndum de autodeterminación.

sábado, 31 de agosto de 2019

996


El domingo 25 de agosto se inauguró en un centro comercial de Madrid, con la afluencia de 3.000 personas encandiladas no sé si por un regalo que probablemente no valdría tantos apretujones y sofocos o por un ansia gregaria y novedosa que escapa a mis entendederas y hasta a mi concepto, estrecho, lo reconozco, de humanidad, la primera tienda física en Europa de la empresa asiática, de comercio por Internet, Aliexpress. Ésta pertenece al Grupo Alibaba, del que es presidente ejecutivo Jack Ma, nacido, le viene bien a la mala baba de este texto pensar que el color del dinero lo transformó de gusano en mariposa, con el nombre de Ma Yun.
El señor Ma es el chino más rico del planeta y, además, está en el top 20 de la riqueza mundial con 37.000 millones de dólares, cantidad que a pesar de su inmoralidad no le da para entrar en el top 10. Estremece pensar la facilidad con la que nos hemos acostumbrado a legitimar fortunas que superan el PIB de muchos estados del planeta.
En este individuo se da una doble condición que me parece digna de dedicarle una pequeña reflexión que quizás sea algo ilusa o que si la quisiera llevar al terreno plástico la tildaría de naif.
Intento explicarme. Ma lidera, entre el empresariado industrial chino, lo que él llama el espíritu del 996. Éste es muy simple: trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche 6 días a la semana. Es un defensor de lo que se conoce como el trabajo extremo. Qué grande es la eufemística. Cuántos seres humanos que se han reconcomido a lo largo de los siglos por ser llamados esclavos, siervos o explotados podían haber hallado consuelo siendo denominados como trabajadores extremos, que tiene resonancias de deporte de riesgo. Por cierto, un inciso: ningún deporte de riesgo mata tanto como los accidentes laborales (en España fallecieron 652 personas por este motivo en 2018). Y esas jornadas tan largas, hablamos de 72 horas semanales, seguro que tienen un riesgo para la salud física y mental.
Muchas veces se habla de que el capitalismo salvaje pretende regresar a las condiciones laborales del siglo XIX y en algunos aspectos que suponen, por vía legal o de los hechos, pérdida de derechos laborales, da la impresión de que lo está logrando. La legislación en China recoge la jornada laboral de 8 horas, pero yo me juego lo que sea que en las empresas de Jack Ma y en las de otros empresarios similares, los trabajadores aplican el 996, y no solo por ese poder de facto del empresario que es el despido, sino porque estoy convencido de que este señor es una fuente ideológica que inspira a determinados sectores de la población que asocian el éxito, el prestigio, con la posesión de grandes riquezas y lo que  se denomina el trabajo duro.
Este ultracapitalista, abordo ahora la otra vertiente de la doble condición a la que me refería más arriba, es, según anunció en noviembre de 2018 el Diario del Pueblo, afiliado del Partido Comunista de China. El subconsciente me llevaba a escribir militante, porque uno asocia la pertenencia a un partido revolucionario (en teoría) con una palabra contundente como militancia (parecerá baladí, pero soy de los que piensa que la URSS cayó, entre otras causas, porque tenía 17 millones de afiliados y muy pocos militantes), pero mi mesura y las prácticas laborales del individuo me llevan a degradarlo a simple afiliado.
Reconozco que me descuadro, por eso decía que quizás soy un poco ingenuo o naif. Un miembro del PCCh defiende unas condiciones laborales que harían babear de envidia, al menos en la duración de la jornada (no se olviden de añadirle al tiempo de trabajo el de desplazamiento), al decimonónico burgués clásico de chistera, leontina, monóculo y oronda panza. Condiciones alejadísimas, ya que estamos en el juego numérico, del 888 (8 de trabajo, 8 de ocio, 8 de descanso)  por el que luchó la clase obrera denodadamente en el siglo XIX y en los albores del XX.
El comunismo, la ideología cuya seña de identidad es la liberación de la clase trabajadora, admite en su seno y permite en la práctica que un integrante de sus filas predique y ejerza la explotación más feroz. Porque el 996, salvo que tu trabajo sea una vocación desmedida donde tú seas tu propio jefe y tu grado de realización sea mayúsculo, es reducirte a la mera condición de maquina productiva. Lógicamente tendrás un tiempito para comer, algunas horas para dormir y si tienes alguna afición olvídala.
Como broche pintoresco, y diría que contradictorio por razones obvias, Jack recomienda a sus empleados tener mucho sexo, lo que él, en su obsesión numerológica llama el 669 (frenen esa imaginación): 6 días, 6 veces, teniendo el 9 que ver con la duración, pues en chino esa palabra y “largo” suenan de manera similar. Humildemente le sugiero, siguiendo la broma, que proponga el 169: 1 día (el domingo), ¿6 veces? y el 9 ya me parece una hazaña de película porno.

martes, 27 de agosto de 2019

La nueve y la asepsia del burócrata


“España tuvo un papel crucial en la liberación de @Paris hace 75 años. Los soldados españoles de #LaNueve fueron los primeros en entrar en #París y su contribución a este hecho histórico fue fundamental”

Sé que ya han pasado varios días de este tuit del Ministerio de Justicia. Llego “el último de la fila” para expresar mi, al principio enfado y asco, y después, decepción y tristeza.
Entiendo, sé que especulo, que esto lo habrá escrito un burócrata que quizás no llegue a los 40 y al que las batallitas de las guerras contra el fascismo le suenan a las “cebolletadas” del abuelito. Reconozco que me parecen tristes unos tiempos donde los abuelos (circunstancia en la que, si no biológicamente, si me inscribo en términos cronológicos) son sustituidos por esa plaga de simplezas devoradora de cualquier pensamiento inteligente que responde al nombre de cuñado.
El más grave “pecado” del tuit es la peligrosa asepsia que lleva al engaño, ese afán asqueroso y muy de esta realidad líquida de moverte por aguas procelosas sin molestar a nadie, ni siquiera a aquellos que por su ideología deben ser no solo molestados sino combatidos. Un marciano, o en su caso un joven cogido al azar, lee este texto y se piensa que el estado español tuvo una importancia capital en la liberación de Paris. En términos históricos la ignorancia de buena parte de la población, estoy convencido que buscada, es enciclopédica. Y mal está y es oprobioso que el jefe terrorista de la 18 de julio siga reposando su momia en un lugar privilegiado, y mantenido con erario público, pero por favor, como sigamos siendo tan poco precisos pensará el marciano o el joven que Franco fue un antifascista de pro que envió soldados españoles a liberar París.  No nos engañemos, España,  cuando es invocada en concreto, es lo que dice el estado español. Cientos de veces hemos oído en intervenciones públicas de cargos del gobierno decir: “la posición de España en este asunto…” Por supuesto se está refiriendo a la posición del gobierno que en ese momento detenta el poder. Y el poder en España, el 24 de agosto de 1944, lo detentaba un general fascista llamado Franco, que contribuyó a la Segunda Guerra Mundial enviando tropas a luchar bajo las órdenes de los nazis en el frente del Este. Esa fue, aunque disguste, la única contribución del ente que en aquel momento respondía al nombre de España. Todos los alemanes no eran nazis, pero cuando hablamos de la Segunda Guerra Mundial, hablamos de la lucha contra Alemania. La Segunda República mantuvo sus gobiernos en el exilio, probablemente más por un imperativo moral contra el fascismo, que incluso por una legitimidad histórica que también tenían. El gobierno republicano en el exilio sabía que su poder de facto era nulo. El oprobio había vencido y eran los dueños de la palabra España.
El comunicado está tan falto de vida que incluso hurta tres palabras básicas y muy unidas en el vocabulario del siglo XX español, y sin las que no se entiende la significación real de la 9 y de muchos otros españoles que combatieron desde el 36 al 45 al fascismo: antifascismo, exilio y república.
Esos tres términos no podían faltar bajo ningún concepto. Y no aparecen en el desnaturalizado comunicado. Todos los luchadores españoles contra el nazi-fascismo unían esas tres condiciones en su persona. Las palabras “soldados” y “españoles”, que figuran en el comunicado, deberían aparecer, al menos en este caso, entreveradas por “antifascistas” y “republicanos” para dotar a este texto alma, claridad y decencia.
El problema es que, quizás sea yo excesivamente quisquilloso, el PSOE (con la derecha oficial no tengo dudas: su raíz es la dictadura fascista de Franco y siempre que pueden lo dejan de manifiesto), ese partido que yo defino de centro, siempre que se acerca a los tiempos, a las generalmente desconocidas andanzas antifascistas de los republicanos, exiliados o no, lo hace con suma cautela, con un ánimo tan cobarde, tan temeroso de incordiar, que sonroja. Esta gente gobernó del 82 al 96 y las fosas comunes en ese tiempo existían en la tristeza íntima de los familiares, ignorados absolutamente por las administraciones socialistas y si levantaban la voz silenciados con el término de guerracivilistas y acusados de fomentadores de rencores pasados. Hasta el siglo XXI, cuando las asociaciones de memoria histórica, los nietos mayormente, inician su lucha, no sale la Ley de Memoria Histórica de Zapatero, treinta años después de la muerte de Franco.
En febrero de este año Pedro Sánchez rindió homenaje a Manuel Azaña colocando en su tumba una corona de flores con los colores de la bandera que retornó con el fascismo y mandó al exilio al presidente de la Segunda República. Y no me digan que siendo presidente del gobierno no tiene otra opción, porque la primera e inexcusable es respetar al hombre que yace en esa tumba, aunque sea poniendo una flores silvestres o un simple, que diría Cecilia, ramito de violetas.
Acabando este texto referido al antifascismo y la necesidad de combatirlo, oigo, desde la calle, a varios muchachos que caminan, las voces se alejan, entonando el Cara al Sol. Prometo que es cierto, no pretendo acabar el texto con ningún toque efectista e inquietante. Aunque no me cuesta imaginar que probablemente antes de desatarse, en diferentes tiempos y lugares, la bestia desfiló cantando.

viernes, 23 de agosto de 2019

El mágico voto


El mágico voto. El igualador, el hacedor de la democracia.
Lo confieso, sé que mi pensamiento en algunas o en muchas ocasiones se vuelve reaccionario, retrocede a un par de siglos atrás, allá por la primera mitad del XIX, y echa de menos, cuando me aniño y me amulo con el mundo, el sufragio censitario o restringido.
La principal restricción era la económica. Tenía derecho al voto quién tuviera una determinada renta o patrimonio. Quedaba fuera de la participación en los comicios la inmensa mayoría de la población. El miedo guardaba la viña de la oligarquía, protegiéndola de las “sucias manos” de las crecientes masas proletarias, que comenzaban a organizarse políticamente y a las que no parecía muy conveniente (en un fallo de visión por desconocimiento o desconfianza en su poderío ideológico)  poner una papeleta en las manos.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, con ritmos diferentes según los estados, fruto de las citadas luchas obreras, comenzó a generalizarse el voto universal masculino. Hasta avanzado el siglo XX, salvo excepciones, no comenzó, lentamente, la inclusión de las mujeres en el sufragio.
Esta exclusión del voto de las mujeres de la que hablo tiene un cierto nexo, es una impresión personal, con uno de los elementos que también se usaban como justificación del sufragio censitario: el nivel de formación (en algunos estados del sur de EEUU, exámenes de alfabetización mediante, perduró hasta los años 60 del siglo XX, pues buena parte de la población negra era analfabeta). Digo que veo cierto nexo entre la exclusión de las mujeres y el voto censitario por motivo de formación, porque en 1931 ciertos sectores de la izquierda, traicionando sus fundamentos liberadores con el frío cálculo posibilista, expresaban cautelas con el otorgamiento del derecho al voto a las mujeres por temor a que estás fueran una correa de transmisión en las urnas, por su menor formación, por su mayor manejabilidad a manos de un clero totalmente aliado y ariete ideológico, sobre todo en la caciquil España rural, de la oligarquía.
Podemos irnos al conocido aserto de José Martí: “Ser culto es el único modo de ser libres”. Sé que desde que Martí escribió esa frase, en el siglo XIX, el concepto de cultura ha variado o quizás sería más preciso decir que se ha ampliado con ramificaciones diversas que lo convierten en un término de compleja aprehensión. Ya la cultura no es solo la adquisición de conocimientos generalmente plasmados en libros. Incluso diría que, en una reacción pendular, hubo, o hay, un cierto sarampión de desprecio, absurdo, a la cultura libresca. Yo, lo reconozco, soy un amante del significado clásico, al que se refería Martí, del concepto de cultura como concepto globalizador, que me permite sacar ciertas enseñanzas universales del devenir de la humanidad, que también permite que te recorra el espinazo una cierta angustia generada por la propia insignificancia, por la idea de que el aprendizaje te acerca, pero también te lleva a darte cuenta de que siempre sabrás casi nada.
El socialismo clásico, allá en el ya mentado siglo XIX, planteaba la famosa tricotomía: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de ocio y cultura. Seres trabajando para el bien común, alimentados, cultos y por ende libres. Aunque la inmensa mayoría no lo crea, esta sociedad que confío en que a muchas personas le parecería razonable, es el fin de aquellos que, organizados o no, nos definimos como comunistas.
Si estamos cada vez más lejos, o si cambiaremos a la fuerza a causa de un planeta que en cuanto a recursos tiene cada vez más limitaciones, no lo sé, y me parece que atisbar  que camino llevará la humanidad es un ejercicio, por incierto, vano.
Hay un pequeño texto de Bertolt Brecht (espero que no sea falsamente atribuido, pues hay personajes, aunque en esto el líder supremo es Groucho Marx, que parecen un imán para las citas o los textos referenciales) que dice lo siguiente:

 “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

La frase que he puesto en negrita me parece la más significativa, por una razón: aunque haya bastantes analfabetos políticos ninguno se reconocerá como tal. Sin embargo, muchos alardean de su odio a todo lo político. Año tras año tengo que explicar en el instituto, a jóvenes de 16, 17 o 18 años próximos a ejercer su derecho al voto y que son, solo describo, verdaderos analfabetos y odiadores de la política, que todo lo que ven a su alrededor o el propio edificio que en ese momento les alberga es fruto de la acción política. Muchos de ellos, siendo posibilista no sé si lamentablemente, ya se restringen, se censuran por si solos el voto ignorando las urnas, sin el deseo pasajero y elitista de un profesor airado.
Toda esta disquisición que arrancó en el voto y empezó a navegar por mis meandros mentales me surgió a cuenta de un personaje votado: el “ínclito” millonario Marcos De Quinto. El fichaje estrella de ese asco hecho partido que responde al nombre de Ciudadanos. Un bebedor de vinos de más de 100 euros que es capaz de hablar refiriéndose a los migrantes que estuvieron en el Open Arms como los “bien comidos pasajeros”. La conciencia de clase de los oligarcas (aunque sean de segundo nivel, pues vivimos tiempos tan atroces en cuanto a desigualdad que un tipo con 50 millones de euros de patrimonio estás muy alejado de los puestos punteros) nunca falla. Apenas un paria come decentemente ya casi lo van a ubicar en la lista de los privilegiados. Y lo más triste y enervante es, como aguas hediondas, la filtración ideológica vertical, constante y exitosa, que impregna a muchos trabajadores. Muchos “votantes” con mentalidad de “mi patrón me da de comer”, lanzan la palabra privilegio como un dardo herrumbroso al corazón de cualquier otro currante con mejores condiciones laborales, quizás porque pertenece a un colectivo o a un sector más unido o más combativo.
Debo estar tan desnortado que no concibo que un individuo con ese orgullo de clase dominante tan acentuado, pueda ser otra cosa que un efectivo repelente de votos para cualquier hijo digno de la clase trabajadora.
Hablando de lo inconcebible y el voto, tampoco entiendo ese miedo atroz entre mucha gente de izquierdas a una hipotética repetición electoral. ¡Qué viene el trifachito! claman los espíritus pusilánimes, que estamos cansados de ir a votar, que es trabajo harto fatigoso, que Podemos aún se hundirá más dicen los desencantados con Podemos en el minuto 5 de juego, prestos a llevarse ofendiditos la pelota, pero que aguantan, en la prorroga de la prorroga de un partido que no tiene fin, franciscanos de la espinada rosa, las marrullerías centro-derechistas del PSOE.
Ni en España ni en ningún país de la UE existe, en proporciones significativas, el pensamiento de izquierdas, aquel que es socialista o comunista (el PSOE solo tiene el socialismo en su nombre, ni en su programa de máximos, cuestiona la sociedad capitalista). Bajo diferentes siglas, tengo claro que, tenues diferencias sociales aparte que nunca cuestionan a los dueños del cortijo, cuando cojo una papeleta mi capacidad de decisión es mínima y, siempre, siempre dentro del campo de juego económico de la oligarquía y político  del centro-derecha.

viernes, 16 de agosto de 2019

C. Tangana, sus antecesores y la pregunta leninista


La encontró en el bulín y en otros brazos…
Sin embargo, canchero y sin cabrearse,
le dijo al gavilán: “Puede rajarse;
el hombre no es culpable en estos casos.”
Y al encontrarse solo con la mina,
pidió las zapatillas y ya listo,
le dijo cual si nada hubiera visto:
“Cebame un par de mates, Catalina.”
La mina, jaboneada, le hizo caso
y el varón, saboreándose un buen faso,
la siguió chamuyando de pavadas…
Y luego, besuqueándole la frente,
con gran tranquilidad, amablemente,
le fajó treinta y cuatro puñaladas.
Este es un soneto lunfardo de Iván Díez titulado, en un ejercicio colosal de cinismo, Amablemente.  No creo que esté en ninguna antología poética pero sí se encuentra en you tube,  en una simbiosis canto-recitada por el tanguista Edmundo Rivero.
Antonio Aguilar, cineasta y cantor mexicano muy famoso en su país, es autor de la siguiente ranchera, de final apoteósico, titulada Me importa poco:
Me importa poco que tu ya no me quieras
Más feliz viviría yo sin amarte
Yo lo que quiero es para siempre olvidarte
Y no hacer un recuerdo de ti
Y no hacer un recuerdo de ti
Que pensabas que solo contigo
Se gozaba de amor y de calma
Hay amores que roban el alma
Y no pagan tan mal como tú
Y no pagan tan mal como tú
Ay mírame mujer yo soy así donde quiera
plancho y lavo y en cualquier mecate tiento sonsa, ja, ja
Tu eres la chancla que yo dejé tirada
En la basura a ver quien te recoge
Será muy buey el que por ti se enoje
Me importa poco que me quieras o no
Poco me importa que me quieras o no
Si te quise no más fue de pasada
Como el aceite que andaba por encima
Mujer traidora tu has sido la espina
Que lastimabas a mi pobre corazón
Que lastimabas a mi pobre corazón
Tú me viste
la cara de menso
chiquitita
porque mira
mujer
este es el dicho
que te apliqué
cuando está abierto el cajón el mas honrado pierde.
Si te quise no fue porque te quise
Si te amé fue por pasar el rato
Ahí te mando tu feo retrato
Ya no quiero acordarme de ti
Ya no quiero acordarme de ti
Ya me despido mujer pordiosera
Mujer ingrata, infiel y tirana
Quedaste libre y muy soberana
Adiós ingrata, fea, piojosa, greñuda
De ti me ausento para decirte adiós
De ti me ausento para decirte adiós.


De los ámbitos de la izquierda de los años 70, en los que quién esto escribe se movió, recuerdo que cuando se producía una reunión fiestera en la cual surgían las guitarras y se cantaban canciones protesta entreveradas de algún bolero que otro, no solía faltar El preso número 9, tema popularizado y asociado a un icono progresista como es Joan Báez, aunque su compositor es Roberto Cantoral.

El preso numero nueve ya lo van a confesar
esta encerrado en la celda con el cura del penal
y antes del amanecer la vida le han de quitar
porque mató a su mujer y a un amigo desleal
Dice así al confesar
los maté si señor
y si vuelvo a nacer
yo los vuelvo a matar
Padre no me arrepiento
ni me da miedo la eternidad
yo se que allá en el cielo
el que juzga nos juzgará
voy a seguir sus pasos
voy a buscarla hasta el más allá.

El preso numero nueve era un hombre muy cabal
iba en la noche del pueble muy contento en su jacal
pero al mirar a su amor en brazos de su rival
ardió en el pecho el rencor y no se pudo aguantar
al sonar el clarín se formo el pelotón
iban al paredón solo alcanzo a decir:
Padre no me arrepiento ni me da miedo la eternidad
yo se que allá en el cielo el que juzga nos juzgará
voy a seguir sus pasos voy a buscarla hasta el más allá

No hay desperdicio. O, tal vez, es al revés, casi todo es desperdicio.
Debo reconocer que el texto del “amigo” Iván Díaz, inquietante durante trece versos antes de la eclosión final, y que libra al hombre de toda culpa, me impacta incluso en lo formal: corona una de las principales construcciones poéticas, el soneto, donde trabajas medidas y rimas con cerebral pericia, situándote en la antítesis del exabrupto, con la brutalidad descarnada de “le fajó treinta y cuatro puñaladas”.
La de Aguilar no merece mayor comentario, es una charlotada insultante y tabernaria, cuajada de un machismo grosero, que canta hasta impostándose como beodo.
La de Joan Báez creo que nos lleva, y esto es lo más perturbador, a empatizar (o tal vez no, y es percepción mía) con el no arrepentido y más salomónico (los mató a los dos) preso número 9 que, no obstante, aquí paga culpa con vida, aunque, confesión mediante, amenaza con “seguir sus pasos, voy a buscarla hasta el más allá”. Se imaginan… encontrar a tu maltratador y asesino en el más allá o, en un cielo de perversiones, a tu curita pederasta.
En realidad no he reproducido estas letras, aunque no he podido resistirme, para hacer comentario alguno. Sino para realizar la gran pregunta leninista: ¿qué hacer?
El ayuntamiento de Bilbao censuró en sus fiestas al rapero C. Tangana por sus letras machistas. De todos los anteriormente citados, fallecidos ya, solo podría ser vetada Joan Báez que actuó recientemente, sin problema alguno, en España.
Le he dado vueltas al asunto, sé perfectamente que la libertad nunca es absoluta ni se produce en el terreno de lo abstracto. Sé, lo vemos a cada paso con mil asuntos, como la reciente recomendación de disminuir el consumo de carne por razones ecológicas (¿cómo andará el consumo de carne o una dieta mínimamente decente entre los aún existentes, aunque olvidados, parias de la tierra?), que la frontera que marca la amplitud o estrechez de nuestras libertades se aleja de nosotros en función del grosor de nuestra billetera.
Sí, lo sé, pero en todo lo referente a la creación artística o cultural pienso que las prohibiciones deben tender a cero, que lo esencial es la lucha ideológica pertinaz en todos los frentes posibles, no la coercitiva o represiva. No creo que ninguna de las miles de personas, abrumadoramente jóvenes y en gran medida mujeres, que pensaban acudir al concierto de C. Tangana, que no necesariamente tienen que ser machistas (o no más de lo que muchos de mi generación lo somos, aunque intentemos corregir la educación totalmente sexista que recibimos tanto en casa como en la escuela), se encuentre ahora más cerca del rechazo a las letras del rapero. Al revés, sospecho que una prohibición suele generar el efecto contrario: una cierta mitificación y mayor apego, por sentirse el seguidor también atacado.
Siempre pienso, y es un tema que me enfada y me duele, que uno de los errores más letales del fenecido campo socialista, que Cuba en algún momento también cometió, pero supo rectificar, fue limitar, censurar, la acción del arte y de la cultura, tanto en formas como en ideas.
La exclusividad del realismo socialista como paradigma, encontrar en cada paso no ortodoxo  puro arte decadente burgués o prohibir libros y censurar textos estoy convencido que no solo no fortaleció, sino que debilitó enormemente, generando nocivos, flácidos burócratas seguidistas que cuando surgió la ocasión no tardaron ni cinco minutos en abrazar el capitalismo más brutal,  al más ambicioso proyecto de liberación humana, también específicamente para la mujer, que ha existido: la Unión Soviética.
Parafraseando a Silvio Rodríguez en su Canción del Elegido, el principal cañón de futuro para matar el pensamiento de los canallas es algo que desde el ámbito de la izquierda se ha olvidado, donde reside la esencia: la lucha de las ideas.
Dejo un enlace con algunas letras de C. Tangana para quién quiera valorar.

jueves, 8 de agosto de 2019

Los mil días de la injusticia


Hace un par de semanas, el 25 de julio, salió una noticia llamativa (una más) del ámbito judicial. En síntesis, estos son los hechos:
“La justicia no ve ánimo de matar en apuñalar tres veces a una mujer. El marido y agresor ha sido condenado a cuatro años por delito de lesiones y no por intento de homicidio. Las lesiones no afectaron a estructuras anatómicas importantes. Fueron en los dos pechos y el costado. El individuo, además, incumplió una orden de alejamiento”.
No viene en el cuerpo de la noticia la profesión del agresor, pero deduzco, al afirmar el tribunal que las lesiones no afectaron a estructuras anatómicas importantes (imagino que por la intencionalidad del acusado, según el tribunal), que estamos hablando de alguien relacionado profesionalmente con la medicina o, en el lado opuesto de la balanza, de alguien relacionado con lo que yo llamaría un sicariato de alto standing, que distingue perfectamente entre susto o muerte.
Ciertas sentencias se las tiene uno que tomar con grandes dosis de ironía para no soltar una retahíla de improperios. Improperios que, por cierto, pueden conducirte a ser acusado de delito de odio. El delito perfecto para el poder y sus esbirros. No lo dejan a uno ni odiarlos tranquilamente, aunque sea con un puñetero tuit que llene de mierda al monarca y al gobierno que le concedió (BOE del 4 de julio de este año) a la nieta del jefe terrorista genocida el título de duquesa de Franco con mierdeza de España. Y no me vengan con eso de que el odio destruye al que lo profesa, porque entonces ya están ustedes cargándose gran parte de lo hermoso que tiene ser un humano: odiar y, cuando se tercia y existe organización, actuar, rebosante de amor por la justicia y la dignidad, contra toda la escoria oligárquica que desde hace miles de años considera que el pueblo existe para ser explotado y vilipendiado (como la señora que recibió las puñaladas científicas). El primer instinto, guste o no, quede más bello o más feo en estos momentos de exacerbada no violencia, de toda revolución, de todo movimiento del pueblo que busca mejorar sus condiciones de vida, es el odio profundo a la injusticia.
Odio de clase que ellos no ocultan y que constantemente llevan a la práctica. Un ejemplo: en mayo comenzó a funcionar el registro de las horas extra. Pues bien, en el segundo trimestre del año el número de horas extra no pagadas aumentó un 10,5%. En total se realizaron 37,9 millones de horas extra no remuneradas ni cotizadas. No solo no bajaron, sino aumentaron.
Como me pasa a veces, estoy aquí, en plena lucha con el texto y, curiosamente, aún no he sacado a colación el tema que ha operado como chispa, el asunto que lleva un par de días bulléndome en la cabeza: los 1000 días.
Sí, el sábado 10 de agosto tres de los jóvenes de Altsasu, presos por una pelea con dos guardias civiles en un bar, cumplirán mil días de cárcel, que no son ni la cuarta parte de la pena de 12 años a la que fueron condenados.
Las consecuencias de la pelea fueron el tobillo roto de uno de los guardias y la camisa impolutamente blanca del otro (prueba que no se admitió en el juicio por parte de la señora jueza y esposa de un coronel del benemérito cuerpo). Y suerte que al menos decayó la disparatada acusación de terrorismo y las peticiones salvajes (50 años) y contra toda noción de justicia de la fiscalía.
Comparen ustedes las condenas del maltratador anatomista (4 años) y la de estos jóvenes (12 años), donde no se esgrimió objeto alguno que pudiera tener la consideración de arma, y piensen si podemos hablar de justicia con un mínimo de seriedad. Además, cualquiera que me lea con honestidad, profese la ideología que profese, sabe que esa pelea en cualquier otro territorio del estado, quizás salvo Cataluña, no habría tenido ni tanta relevancia ni la cuarta parte de acción justiciera.
Cada pena es injusta en sí misma, pero la comparación machaca la idea de justicia y alienta la injusticia de que en determinados ámbitos de la judicatura española lo que impera es el derecho penal del enemigo. Tampoco es que se pueda esperar mucho más cuando el Tribunal Supremo, en junio de este año, estableció que el terrorista Franco era jefe del estado desde el 1 de octubre del 36, dando valor jurídico a la proclamación realizada por sus conmilitones fascistas.