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martes, 22 de octubre de 2013

Los terrorismos y la doctrina Parot

Me ahorraré hacer la declaración pertinente sobre lo aborrecible que es el tiro en la nuca, el coche bomba que mata indiscriminadamente (casi a diario en Bagdad) o la muerte de niños en una casa-cuartel de la guardia civil. Me la ahorro porque, aparte de la aversión  moral relativa (¿ninguna persona que lo haya perdido todo por la crisis ha tenido la idea de empuñar y usar una pistola? ¿quién arruina y desecha vidas, empujando incluso al suicidio, es un asesino?), creo equivocada la violencia de grupos minoritarios redentoristas, de vanguardias que cuando viran la cabeza no encuentran ni rastros de sus pueblos. Dejando a un lado el pacifismo de los hipócritas, nadie con un mínimo conocimiento histórico ignora que la violencia es un actor principal en el gran teatro del mundo. Todos sabemos que en situaciones de opresión existe el derecho de los pueblos a rebelarse. ¿Sólo pacíficamente? Pido un poco de respeto intelectual, que dejen de repetirme machaconamente que la violencia es inaceptable, aquellos que la practican, la fomentan y amenazan con ella cotidianamente. Son los doblerraseristas. Pakistán ha denunciado hace pocos días, ante la ONU, que en la última década su aliado (o jefe) ha matado a 2.200 personas por ataques de drones. De éstas, 400 eran civiles y 200 más "probables no combatientes". ¿Se diferencia algo del coche-bomba, salvo que el escenario es una aldea remota de un país también remoto? ¿Alguien lo concibe al revés? Drones paquistaníes atacando un rancho de Arizona. Sería un escándalo mundial. Enviarían a Pakistán a la edad de piedra (esta fue la velada amenaza de un funcionario de EEUU tras los atentados de las Torres Gemelas). Simplemente argumento que los grandes condenadores de la violencia de ETA (PP y PSOE) no son pacifistas convencidos, pues pertenecen (felices) a la organización que lidera ese país que ataca a otro, matando a centenares de civiles, con absoluta impunidad.
Ya sabemos que la cercanía del crimen lo hace más impactante. La lejanía, salvo que ocurra en algún punto neurálgico del planeta y los medios lo quieran, diluye en gran medida el espanto. En el estado español, a miles de kms de EEUU, Iraq o Afganistán, si a cualquier persona con información media (básicamente tele) le preguntas cuál ha sido la agresión terrorista más brutal del siglo XXI, no dudará en responder que el atentado de Nueva York. No catalogará como víctimas de atentado a los miles de muertos de Iraq (matanza perpetua). Alguien me dirá que eso son guerras, no atentados. Hablamos de países (campañas mediáticas aparte) militarmente débiles, agredidos por una fuerza militar brutalmente superior. Ni siquiera les declaran la guerra. Aterrorizas desde el aire durante días a base de bombardeos nocturnos (dulces sueños para los niños) y después conquistas (defender lo conquistado es otro tipo de guerra más costosa, más estresante para la fuerza ocupante) por tierra. Estás guerras son más cobardes que un atentado terrorista "clásico", porque se hacen desde la impunidad. Desde el convencimiento de que eres un país no juzgable por tu gran poderío. El terrorista no es un loco, un simple asesino, aunque asesine. Legítimas o no, tiene motivaciones políticas y además sabe que puede pasar largos años en la cárcel o ser ejecutado.
El terrorismo ha vuelto a la palestra hispana por la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo que establece que la doctrina Parot (una manera de aplicar a los militantes de ETA, juzgados por el Código Penal del 73, por lo que respecta a los beneficios penitenciarios, el Código Penal de 1995, que es bastante más restrictivo) no está ajustada a derecho, que Inés del Río ha pasado encarcelada varios años más de los que legalmente le corresponden. Esta militante de ETA, sentenciada a 3.828 años de cárcel (¿por qué no 300.000?) por 24 asesinatos, ha pasado más de 26 años en la cárcel, no ha entrado por una puerta y ha salido por la otra. O sea, no es cierto que no haya pagado un precio por sus delitos. Los cincuenta y tantos presos de ETA afectados por la doctrina Parot, que podrían salir pronto a la calle, han pasado más de 20 años entre rejas. Otro debate es si nos parece suficiente o insuficiente el castigo. A los familiares más directos de las víctimas seguro que les parece insignificante. Es muy típico que en los foros cuando opinas de este tema y te apartas de las posiciones ortodoxas, te espeten: "¿Y si asesinan a un familiar tuyo?". Respondo que si pudiera me cargo a quién lo haga. Cuando te arrancan (no pierdes, te lo arrancan) un ser muy querido no quieres justicia, ansías, al menos en un primer momento, pura venganza. No obstante, debo decirlo, los familiares de las víctimas de ETA han tenido, en mayor o menor medida, el tibio consuelo de la justicia. Los familiares de los asesinados del fascismo ni siquiera reciben un euro de los presupuestos del estado para recuperar a sus muertos, que también fueron víctimas, aunque de inferior categoría. Y los que piden justicia tienen que irse a 10.000 kms de distancia para aspirar, probablemente en vano, a obtenerla.
Es curioso. En la Transición siempre se apelaba a superar la "guerra fratricida". A mirar hacia adelante. No había que juzgar a los victimarios ni exigirles el más mínimo perdón. Lógico, ellos comandaron el proceso. Nos enseñaban la zanahoria democrática y agitaban el palo fascista. Ahora que ETA no va a volver a matar, te conviertes casi en terrorista o cómplice, si planteas que el tema penitenciario (acercamiento de presos, por ejemplo) puede ayudar a consolidar el fin de la violencia. A veces pienso, es solo una sospecha, que temen que el fin de la violencia pueda suponer una apertura del camino hacia la independencia.
Los militantes de ETA, libres por la doctrina Parot, no se habrán ido de rositas, como se han ido en este país casi todos los gerifaltes y esbirros de la dictadura. Encuentren un criminal fascista que haya pasado 20 años en la cárcel. Alguno, incluso está enterrado con todos los honores, en un infame mausoleo que se mantiene con el erario público.