jueves, 31 de diciembre de 2020

En el fin de un año que quiso perdurar

La pandemia lleva a millones de seres humanos a la pobreza, a las colas del hambre, a la desesperación y a anhelar, en el caso español, un titubeante Ingreso Mínimo Vital.  Reverso de la moneda, una sociedad suiza de servicios financieros (UBS) calcula el crecimiento patrimonial del conjunto mundial de los multimillonarios en un 27 %.

La inequidad, y de camino la iniquidad, se extienden. 

No, la pandemia no nos ha hecho mejores, ni peores. La bondad es necesaria, pero no es la cuestión. Yo no desprecio los imperativos morales, al revés, me parecen esenciales para nuestro camino personal en este planeta, pero sé que, desde tiempos ancestrales, a menudo han sido (y son), religiones mediante, traje de aire para el pudiente y pijama de hierro para el sueño del menesteroso. 

Imperativos éticos aparte (a veces tan degradados que pueden aparecer, durante decenios, hasta en la boca de los mensajes, mientras se lo llevaban crudo, de la familia Borbón), las condiciones materiales han sido el combustible para los avances humanos, para las luchas que han permitido ir poniendo pie en territorios tan anhelados como durante centurias o milenios vedados.

Esas mismas condiciones materiales, cuando sentimos el peligro del retroceso, nos pueden llevar a blandir, airados, la cainita quijada del burro, abriendo la rendija, la grieta por donde se introduce el hocico de la fascitización.

Pienso en parte de la gente humilde de mi tierra, Canarias, enseñando, ya que no los dientes, sus miradas torvas a los inmigrantes que llegan en cayucos pagando siempre un tributo de sangre. Según datos, escalofriantes aunque fueran la mitad o la cuarta parte, del colectivo Caminando Fronteras, publicados por el periódico La Provincia el 29 de diciembre, alrededor de 1851 migrantes han perdido la vida en su intento de llegar a Canarias este 2020. Nos impactan los naufragios en nuestras costas (el último costó 8 vidas en Órzola, que no fueron más gracias a la inicial acción decidida de los propios vecinos), pero los "anónimos" que se traga el océano carecen, más allá de la estadística, de existencia.

Pienso en los jóvenes que fueron a "asediar", hace unas semanas, un hotel del sur de Gran Canaria, por una riña, en la que supuestamente estaban implicados inmigrantes. Perfecto ejemplo de una clásica deriva de la lucha de clases: pobres contra muy pobres.

No me resisto a comentar una vertiente del pensamiento fascistizado, en boga en amplios sectores de la juventud, relacionado con los inmigrantes: aquí ejerce su machismo, agrede o acosa a las muchachas canarias, el cachitas de la tierra, faltaría más. Sí, gente a la que nunca veras en una manifestación contra la violencia de género o por cualquier otra causa justa, establece que de fuera no vendrá quien pastoree lo que ellos consideran su "rebaño particular".

Y Vox (el PP es más timorato, necesita, por miras electorales, no alejarse en exceso del centro) azuzando y presto a recoger en sus canastas el fruto podrido de la escasez de conciencia y el exceso de miedo.

Miedo dan también algunas votaciones como la habida recientemente en la ONU, y silenciada por los  grandes medios, ante una propuesta de Rusia que planteaba condenar el nazismo, esa fase superior del fascismo. Votaron dos países en contra: EEUU y Ucrania (esta vez ese lacayo de EEUU en la ONU llamado Israel tuvo, por obvias razones históricas, que separase de su tutelante). La Unión Europea, incluido el gobierno "socialcomunista" español, optó, 75 años después de la derrota del nazismo que asoló Europa, por una miserable abstención. Imagino que para su gusto faltaría la condena paralela del comunismo, esa doctrina en las antípodas del nazifascismo que, Ejército Rojo mediante, destruyó a las huestes hitlerianas en Europa, aunque una mayoría de la población europea, debido a la labor de los medios y a la potente industria cinematográfica de EEUU, piense, al contrario que tras la finalización de la guerra, que la derrota nazi fue, en su mayor medida, obra del país norteamericano.

Por cierto, ya que he citado a los medios, y acogiéndome a la benevolencia de ustedes con mis piruetas de un tema a otro (aunque todos son el mismo tema en esencia), como una bola de pinball,  me permito preguntarles si saben quién es Mauricio Casals. Seguramente no. Este buen señor es miembro de Consejo de Administración de Atresmedia (empresa propietaria de Antena 3, La Sexta y Onda Cero) y presidente del diario La Razón. Lo traigo aquí porque ha sido imputado en el denominado Caso Villarejo por la posibilidad de que haya encargado, al comisario más famoso de España, el espionaje de unos hermanos cuyo nombre da igual. García Ferreras, que cuando empieza su programa esquina el torso ante la cámara,  como invitándonos a correr la aventura más rutilante, o Vicente Vallés con su tono comedido y su derechismo mal disimulado, dan la matraca con lo de "más periodismo" y con la sacrosanta libertad de información. En este caso se acogieron a la libertad de silencio o a la razón de no morder la mano que mece la cuna. Lo mismo hizo en su momento, cuando fue imputado su marido, la "reina" de la comunicación mañanera, Ana Rosa (no hace falta ni que añada su apellido). Chitón. Ellos hacen la alharaca y hacen, también, el silencio o el disimulo. 

2021 comenzará sin que la llamada Ley Mordaza, promesa tanto del PSOE como de Podemos, haya sido derogada. Debo ser honesto y reconocerles que desconozco si lo que voy a comentarles a continuación tiene que ver con dicha norma. En cualquier caso sí se acomoda al espíritu de la citada ley el hecho de convocar a 12 jóvenes, los días12, 13 y 14 de enero, a declarar ante la Audiencia Nacional "por un delito contra la Corona". El hipotético delito cometido por estos jóvenes es el derribo, el pasado 12 de octubre, de dos estatuas simuladas de Cristobal Colón y Felipe VI. La acusación es puramente política y va, de lleno, contra la libertad de expresión, pues el derribo de tales estatuas, elaboradas por ellos mismos para ejecutar esa especie de "performance", es un mensaje donde se usa la plástica de la teatralidad como significante en vez de la palabra. Sí, esa acusación quiere amedrentar, que nos pensemos hasta las protestas más inocentonas (recuerdo que en otros lugares derriban estatuas verdaderas, aquí nos las traemos de casa). Imagino que el asunto quedará en nada, pero el mensaje de la justicia, al contrario que las estatuas de cartón piedra, nada simulado, está emitido.

Acabo deseando para quién lea esto, más que nunca, salud, mucha salud para el 2021. Incluso para los integrantes de esas cúpulas empresariales que han logrado, con la aquiescencia de los sectores más derechistas del gobierno, que no se suba el salario mínimo, haciendo circular la noticia, en las circunstancias actuales terrorífica, de que supondría la pérdida de 150.000 puestos de trabajo. Lo entiendo, la subida propuesta era escalofriante: 9 euros al mes. Suponía, la propia ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, hizo las cuentas, la inaudita cantidad, capaz de derribar cualquier empresa, de 30 céntimos diarios. Como colofón de este giro completo alrededor del sol que quiso perdurar para siempre, me permito este breve y apocado poema:


Y este año que fenece,

juguetón de hechuras siniestras, 

nos ha embozado,

nos ha legado, imborrable herencia,

las mentes exhaustas 

y la intuición de los labios.


Señores de nuestro rostro,

crece la sugerencia de los ojos,

languidos faros

de luz corta

y sendero extraviado.

domingo, 27 de diciembre de 2020

La educación o el sueño de la lucidez

"La educación en España ha desaparecido, no estamos creando ciudadanos lúcidos y críticos, estamos creando otra cosa".  Arturo Pérez Reverte en una entrevista de hace un par de meses.  

Actualmente está en primera línea de la actividad política la educación.  La derecha española, desde la fascista hasta la disimulada, ha hallado su nuevo casus belli en la LOMLOE, la ley de educación que sustituirá a la conocida como ley Wert.  Tras su aprobación en el Congreso la bancada de la derecha, puesta en pie, gritaba la palabra más manoseada, aquella que vale para un roto y para un descosido: libertad.  

Ese término mágico que muchas veces se utiliza con una tendencia absolutista. Una tendencia que sus principales valedores, esos que se dicen liberales hasta que se ven amenazados en su riqueza o estatus, y derivan al autoritarismo, aplican con una visión estricta de clase social, de dominación política.

La libertad, en su peligroso sentido absoluto, es directamente proporcional a los recursos económicos que tenga una persona. Quiero tener libertad para mandar a mi hijo a hacer una carrera a EEUU, pero, más allá de la bella palabra, es el músculo económico el que me permitirá llevar a cabo esa opción. No cabe duda de que es un banderín de enganche tan bello como, en no pocas ocasiones,  cubierto de mugre.

Aplicada a la nueva ley de educación, los derechistas "libertarios" han hecho bandera principalmente de dos elementos: la educación concertada, a la que no se le permite cobrar "voluntariamente", y la no plasmación en la letra del texto del inexistente español (que es el castellano) como lengua vehicular del Estado.

Estoy radicalmente en contra de la educación concertada.  Circunstancia en la que deberían estar de acuerdo conmigo los extremo-liberales que continuamente apelan a que el Estado adelgace. Su propia lógica debería hacerles defender una enseñanza exclusivamente privada, que no cabalgue a lomos del estado y, para quien no pueda pagársela, o la considere pertinente, una educación pública.

Pero defender la concertada… parece mentira. Los dietistas, los que quieren un estado a régimen perpetuo, defendiendo una educación privada sostenida con fondos públicos que benefician a un empresario, mientras ese, generalmente denigrado, estado, paga a unos profesores a los que, al contrario que a los de la enseñanza pública, no somete a procesos de selección alguna. Se enfadan esos empresarios porque, se supone, que la nueva ley quiere obligarlos a no cobrar esas mensualidades "voluntarias" para sufragar actividades diversas y, además, a acoger al alumnado con necesidades educativas especiales o conflictivo que, ¡oh, sorpresa! tiene como hábitat natural la enseñanza pública. En zonas con marcadores sociales muy deprimidos muy raramente encontrarás un colegio concertado. 

Seré honesto. Yo, con mis tendencias liberticidas, no permitiría otra enseñanza que la pública: una enseñanza científica y laica donde tendría cabida cualquier persona, fuera cual fuera su renta económica o su creencia religiosa.  La enseñanza normativa, no la de casa, no debería ser cuestión de la apetencia de cada ciudadano sino de ese ente colectivo que, se supone, vela por todos, llamado estado.  Ese debería ser el camino para tener lo que el polémico Pérez Reverte expresa en el entrecomillado con el que inicio este texto.

Estoy completamente de acuerdo con que ese debería ser el objetivo de cualquier ley educativa, mejor dicho imposible: ciudadanos lúcidos y críticos.

Aún compartiendo el objetivo que plantea Pérez Reverte, parte, en mi opinión, de una premisa engañosa: "la educación en España ha desaparecido". Me habría gustado que el académico planteara en qué momento hubo en España esa educación. ¿En  la dictadura de Franco? ¿En el temporalmente magro periodo republicano?

Quizás, forzando un poco, podríamos retrotraernos a la Institución Libre de Enseñanza, pero ese, no debemos olvidarlo, fue un intento que afectaba a unas élites. 

Los datos son reveladores. 

A inicios inicios del siglo XX el 45 % de la población española era analfabeta (37% hombres y 54% mujeres), sobretodo en las zonas rurales. En 1940 hay un 18,7 %. Transcurridos 30 años (1970), casi al final de la Dictadura, había un 9 % de analfabetismo. En ese enorme periodo la reducción no llegó ni al 10%. Cuba, por ejemplo, pasó, campaña de alfabetización mediante, de un 20% en 1958 a un 3,9 en 1961.

El fascismo hispano careció de voluntad política, no hizo esfuerzo alguno por sacar a grandes masas de población del analfabetismo, el primer e imprescindible paso para la formación de esa ciudadanía crítica y lúcida.  No lo olviden, es una constante del fascismo: nos quiere acríticos e ignorantes. Y matizo: con esto no estoy diciendo que todo fascista sea un ignorante o inculto, ni muchísimos menos. Pero sí afirmo que esa ideología tiene su caldo de cultivo en el análisis ramplón de amplios sectores de la población ignorantados. 

Escribiendo desde Canarias, me ha estremecido el dato de nuestra archipielágica nación.

En 1981 Las Palmas era la tercera provincia del estado español con más personas analfabetas (16,5 %). Los hombres suponían el 12,5% y las mujeres un escalofriante 20,5%.

Las provincia de Santa Cruz de Tenerife era la octava (14,5%). Los hombres representaban el 10,5% y las mujeres el 18,3%. 

O sea, en 1981 el 15,5% de la población canaria era analfabeta. El estado español tenía un 8% que se repartía en un 4,5% de hombres y un 11,3% de mujeres.

Viendo estos datos es bastante controvertible decir que "la educación en España ha desaparecido", pues esa afirmación hace suponer que hubo una educación sólida y crítica que se ha destruido. Los datos demuestran que  no.

Cuando Pérez Reverte plantea que se está creando otra cosa (debería ser más preciso), se equivoca. Se está creando si acaso, no soy optimista con que la nueva ley vaya a resolver los problemas educativos, la misma cosa existente hasta ahora.

El problema estriba en que la "creación" de ciudadanos críticos es una tarea multifactorial. No depende sólo, ni creo que en la mayor medida, de la escuela. El entorno familiar, que te catapulta o te hunde, la clase social y la conciencia que los grandes medios de comunicación intentarán que nunca adquieras, ese amigo o amiga con quién te cruzas y da un giro a tu manera de ver la vida, muchos aspectos te pueden ir conformando y transformando la mirada del entorno cercano o lejano.

Lamento mi pesimismo, pero pienso que el sistema educativo, sin pasos hacia sociedades más igualitarias, no es la panacea de los males sociales, aunque los reformistas del XVIII y el XIX creían (y es una idea que en buena medida persiste) que la educación sería una especie salvavidas social con el que rescatar vidas a la deriva.

No me olvido, aunque sea tarde, del segundo aspecto del que la derecha ha hecho bandera: la no presencia en la letra de la ley, terrible concesión a los separatistas catalanes, del castellano como lengua vehicular.

Lo dije en un texto reciente, un idioma hablado por más de 500 millones de personas en el planeta no está en peligro. En el estado español no hay persona de territorio alguno, incluidas las levantiscas Cataluña y Euskadi, que desconozca la lengua castellana. Esta bandera la tiene que agitar la derecha para mantener vivo ese granero de votos que es el de los nacionalistas españoles que, rebosantes de coherencia, critican a los llamados nacionalismos periféricos. 

Sea vehicular o no, si sigues, por ejemplo, cualquier plataforma que ofrece series o películas, todos sabemos en que idioma te sirven el producto. A mí, monolingüe que amo el castellano e intento cuidarlo expresándome lo más correctamente posible en él (nada detesto más que cuando en un texto, tras corregir con detenimiento, me falta o me sobra una tilde), me parece que, apartando las banderías de las derechas centralistas, la principal amenaza para el castellano son los barbarismos que nos inundan y a veces disfrazan barbaridades como, por ejemplo, el freeganismo (comer reciclando de la basura y hacer de la pobreza algo guay).

Llegados aquí, con todo cariño les dice goobye este borderline y hater al que le gusta hacer spoiler.


miércoles, 16 de diciembre de 2020

"El rey Juan Carlos no es como usted, ni muchísimo menos" o cuando una ultraderechista nos dice la verdad

“La ley es igual para todos, pero no todos somos iguales ante la ley. El rey Juan Carlos no es como usted, ni muchísimo menos”. Isabel Díaz Ayuso.

Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, es un venero inagotable que ahoga al propio Pablo Casado. El arte de brotar simplezas y mendacidades lo maneja con absoluta maestría. No tengo duda alguna de que cuando se convoquen elecciones en su comunidad, de las que se especula con un adelanto, mejorará apreciablemente los resultados del PP en ese territorio, mayoritariamente de derechas, que es Madrid, acrisolado espejo donde confluyen, según su presidenta, lo mejor de todas las Españas. Tiene la virtud de que arrincona con su ultraderechismo, quitándole el aire, a Vox. Además, encandila a la grey reaccionaria, que suele ser amante de los pensamientos poco sutiles y del desparpajo que Ayuso maneja con gran naturalidad. Cuatro ideas claras, sin oración subordinada alguna, y patada a seguir. Y le va de maravilla. Pertenece a la estirpe de Jesús Gil, candelero y más candelero mediático, que dejó Marbella sumida en un lodazal de corrupción al que los marbellies, programas televisivos mediante, se lanzaron con ganas y jaleando las soflamas del atrabiliario personaje (no había que ser un lince para captar la esencia marrullera y gansteril del sujeto).

Entre sus simplezas y sus mentiras a veces enuncia, respuesta en sede parlamentaria al portavoz de más Madrid, una gran verdad como la que encabeza este texto. Porque lo que expresó es real, y no debemos ser tan simplones de que nos escandalice, al menos a los que estamos en el campo de la izquierda transformadora. Precisamente los popes de la derecha ultra (salió Casado a rectificarla), y los de ese centro llamado PSOE (seré generoso en los calificativos), ponen mucho énfasis en que todos somos iguales ante la ley para mantener una ficción que le interesa a la estructura de poder del estado. Como tantas otras que mantienen la paz social. Una persona consecuentemente de izquierdas sabe que eso no es así, pero dejémonos de rodeos y entremos a analizar, descomponiéndola en tres partes, la frase.

"La ley es igual para todos". Tiene razón. Ya no estamos en la Edad Media o en el Antiguo Régimen, cuando existía la sociedad estamental y la nobleza y el clero, apenas un 3% de la población, tenían todo tipo de privilegios jurídicos y políticos, aparte de los económicos que les otorgaban sus grandes posesiones de tierras y su absoluta exención fiscal. El 97% restante, el denominado Pueblo Llano o Tercer Estado, lo componía una enorme masa de campesinos, mayormente paupérrimos y dependientes de nobles y clérigos, y una pujante burguesía que, siendo en no pocas ocasiones más rica que la baja nobleza o el bajo clero, carecía de los privilegios jurídicos, políticos o fiscales de éstos.

La Revolución francesa, como elemento fundacional, y las revoluciones de la primera mitad del siglo XIX, trajeron estrictamente la sociedad de clases. En el fondo es paradójico, pues parece que contradice  uno de los tres preceptos de la Revolución francesa: igualdad. Pero no es así. Porque la igualdad que se preconiza no es un igualitarismo económico de tendencia socializante. Se defiende que a todos se les aplique la misma ley, hecho que indudablemente es un avance, aunque a quien beneficia especialmente es a la burguesía que, enclaustrada en el cajón de sastre del Tercer Estado, se sentía minusvalorada durante el Antiguo Régimen. Se derogan las leyes y fueros estamentales y se crean códigos como el napoleónico (código civil francés), que engloban a toda la población, sin distingos  económicos, en el mismo marco jurídico. Por eso digo que con el  siglo XIX llegó, estoy hablando del ámbito occidental, la sociedad estrictamente de clases, en el sentido de que el orden jerárquico se establece exclusivamente, no como sucedía en el Antiguo Régimen, con el famoso aserto popular que dice “tanto tienes, tanto vales “.

El ciudadano francés que hace unos días ganó 200 millones de euros en el Euromillón, así usara su último capital para esta empresa, ya es miembro de la oligarquía. Nadie le exige título alguno para su status, circunstancia que sí se producía en el Antiguo Régimen, donde un hidalgo, el escalafón más bajo de la nobleza, perteneciendo al primer estamento, podía ser pobre de solemnidad.

También la segunda parte de lo planteado por Díaz Ayuso es verdad: “no todos somos iguales ante la ley". El poder económico te otorga unos mecanismos de defensa (costosísimos equipos jurídicos y múltiples conexiones) que el común de los mortales no puede ni soñar, también te da esos mecanismos tu posición política. Aunque esto último, dependiendo del campo político en el que y por el que combates, puede ser un arma de doble filo. Si tu posición desagrada a los grandes poderes oligárquicos puedes ser objeto de una cacería o guerra jurídica (lawfare). 

En el artículo anterior ya establecí una comparativa entre los chicos de Altsasu y los militantes del PSOE condenados por la trama del GAL. A Vera y Barrionuevo estar implicados en el secuestro de Segundo Marey les costó menos pena (10 años) que a los jóvenes de Altsasu su pelea de bar con unos guardias civiles de paisanos (12 años). Otro ejemplo palmario fueron los enormes y cuasi vergonzosos esfuerzos del fiscal Pedro Horrach, en el caso Noos, por salvar a la infanta Cristina. Oligarquía y poder político marcan una desigualdad manifiesta. Y el más reciente ejemplo de guerra jurídica es la inédita e inaudita acción del Tribunal Supremo planteando la repetición del juicio de Otegi y sus compañeros, que, juicio injusto mediante, según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ya han cumplido, en conjunto, más de 30 años de cárcel.

Remata Ayuso, asomándole la patita del odio de clase, con un despreciativo "el rey don Juan Carlos no es como usted, ni muchísimo menos". Pero, desaire y altanería aparte, dice la verdad de nuevo. Ni como el diputado de Más Madrid, ni como yo, ni como nadie en este país. Es una evidencia que nos restriegan por la cara cada día. Ayer mismo PP, Vox y PSOE (curioso el follón que se monta cuando en una votación coinciden Podemos y Vox, en cambio ya sabemos que si la protagoniza el PSOE es por "razón de estado") en la la Mesa del Congreso denegaron, por quinta vez este año, la creación de una comisión de investigación sobre las andanzas económicas del refugiado en el desierto. Sí, en el estado español tenemos, reminiscencia medieval, un estamento privilegiado compuesto exclusivamente por dos tipos, padre e hijo, jefes del estado gracias a un sanguinario dictador fascista, que pueden delinquir impunemente pues están sujetos a inviolabilidad e irresponsabilidad (es llamativo, respecto a esta última, lo veleidoso que puede ser el significado de una palabra). Curiosamente, el gran protector, el escudo más recio, milongas de militancia y alma republicana aparte, se llama PSOE. El ministro de Justicia Juan Carlos Campo declaró, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del día 15, que el modelo de estado "es un arco de bóveda del que podemos quitar una pieza y que se derrumbe todo". Es una táctica habitual en este estado: apelar al miedo y a la infantilización. Cuida lo que tienes, que los cambios los carga el diablo, y sé consciente de que es otorgado, siguiendo con la religiosidad, por un ser providencial que, privilegio de dioses, no responde ante nadie. Otro elemento de esa providencialidad son los contratos que consigue (y cobra de manera suculenta), con sus amigos sátrapas, para las empresas españolas. EEUU, Rusia, China, Francia, Alemania, Italia, ¿sigo? no firman contratos con país extranjero alguno. Me pregunto en qué punto se transita del infantilismo a la imbecilidad.

Y les da resultado, y no deja en mal lugar al demérito o a la pizpireta Ayuso, sino a nosotros que lo toleramos sin mover un dedo, mostrándonos como lo contrario a lo que escribió Miguel Hernández en un poema que tal vez desecharía ahora. Dos versos de Vientos del Pueblo que dicen: 

nunca medraron los bueyes 

en los páramos de España

La excusa del COVID como elemento que ha hecho que no se salga la calle masivamente contra el evidente latrocinio borbónico, me parece, echando la vista a Francia o Chile o Perú u otros países que se han lanzado a denunciar corruptelas, un pretexto ínfimo. Miremos la realidad alrededor: los centros comerciales, COVID mediante, rebosan. Un amigo al que felicité el cumpleaños un día tarde (siendo medio siglo me causó pesar el despiste), me escribió que entendía que mis 5 sentidos estaban en bordar escarapelas republicanas. Sospecho que las bordarán otros. Quizás sea un gran miope, pero yo no avizoro, al menos traída desde las calles, y por largo tiempo, república alguna.

Los ex militares aspirantes a fusiladores de 26 millones, dignos sucesores de Mola y su directriz del 25 de mayo del 36 que establecía que el golpe debía ser, como fue,  "extremadamente violento", dudo que tuvieran algo más que una leve resistencia enfrentándolos. Tristemente, los memes que han salido en las redes agachan la testuz, muestran formularios donde se establece la vez, el orden, para ser fusilados. Casi lo llevamos como una condecoración: soy fusilable para esos milicos fascistas que ven a Franco ( y algo de razón tienen) como el precursor de nuestra democracia.

Sé que son bromas, y que no hay posibilidades, ni necesidad, hoy en día, de un golpe de estado en el sentido clásico del término; la derecha española y la clase que representa, hija del golpismo del 36, ahora, aunque esté con la matraca del gobierno socialcomunista, no lo necesita, pero esos memes o chistes filtran una idea de mansedumbre que a mí me parece tan preocupante como irritante.


lunes, 30 de noviembre de 2020

Reflexiones, algo extensas, al hilo de unas declaraciones de José María Aznar y Alfonso Guerra

El día 16 de noviembre  hicieron declaraciones dos personas que han sido capitales en la política española posterior a la muerte del dictador Francisco Franco. Me refiero, por orden de importancia, a José María Aznar y Alfonso Guerra.

Establezco la relevancia usando exclusivamente el parámetro de los cargos que detentaron.

El primero fue durante ocho años (1996-2004) presidente del gobierno, y el segundo ejerció de vicepresidente, con Felipe González, entre fines del 82 y el año 91. Sé que existen otros parámetros para marcar la importancia de un líder político que van más allá de los cargos oficiales que haya ejercido. José Martí, el prócer cubano, no tuvo cargo político oficial alguno en su vida, 125 años después de su muerte, sin embargo, en Cuba es un referente político de primera magnitud. Otro ejemplo podría ser Ernesto Guevara, que probablemente poca gente sepa que detentó el cargo oficial de Ministro de Industria en Cuba, y sin embargo, es un personaje universalmente conocido, y relevante, por su acción guerrillera y su influencia en múltiples movimientos revolucionarios en el planeta.

Nunca negaría yo la enorme relevancia política de Alfonso Guerra como muñidor, entre bastidores, de los pactos de la Transición. Él no es uno de de los padres nominales de la Constitución, pero es de dominio público que los sorteadores de escollos fueron Abril Martorell, por UCD, y él, por el PSOE. Tomando en consideración este aspecto, su relevancia quizá sea superior a la de un Aznar que, por aquel entonces, a fines de los 70, escribía textos en la prensa muy críticos con la denominada Carta Magna. 

Dicho esto vamos a entresacar alguna perlita de las declaraciones de ambos. Y a partir de ellas hacer ciertas consideraciones.

Aznar, empezaremos por el ex presidente, afirma que Pedro Sánchez tiene "una cara de tonto útil que no puede con ella”.

En el anterior texto que subí al blog hablaba de las redes sociales como de la plasmación de la tradicional barra del bar de toda la vida. Llamando tonto a Sánchez, el amigo José Mari ha decidido acodarse también, desconozco si con el palillo danzante. No puedo evitar acordarme de Julio Anguita repasando el acontecer político del país con enorme contundencia, sin dirigir ningún exabrupto o insulto o menosprecio a persona  alguna. Lo más duro que le recuerdo, y lo expresó al enterarse de la muerte de su hijo en Irak, fue su famosa: "malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”. 

No me parece la frase más afortunada de Julio, por una sencilla razón: las guerras son malvadas, pero a veces para un pueblo, como la guerra de resistencia contra el fascismo de 1936, son necesarias y diría que hasta un deber ético (y sé que quizás esto escandalice, pero intento ser honesto con lo que pienso y no inclinarme ante la corrección política). Quién le dice ahora al pueblo saharaui, y su infinita paciencia, que no tiene derecho a volver a combatir fusil en mano al invasor marroquí. Quién, salvo un canalla, criticaría las guerras que emprendieron, cuando no hubo otra salida, muchos pueblos colonizados, oprimidos y expoliados (lamentablemente en muchos casos el expolio se mantiene, pero eso es otro tema).

Hecho este inciso sobre Anguita y las guerras, vuelvo a la utilidad o inutilidad, es cuestión de perspectivas, de los tontos, listos, o tontilistos que desde sus atalayas pululan, pontifican y, curiosamente, sean del PP o del PSOE, en este momento político, tienden a confluir.

¿Qué papel desempeñó Aznar en 2003 apoyando la invasión de Irak y mintiendo sobre las armas de destrucción masiva? Desconozco si fue un tonto útil o un listo inútil. Carece de importancia, lo que sí fue es un miserable. La RAE en su primera acepción dice: "canalla o ruin ".

No insulto. Describo su actuación en aquellos momentos. No había que ser muy listo, daba hasta siendo un poco tonto, para saber que Sadam Hussein no tenía armas de destrucción masiva. Por una sencilla razón, si las hubiese tenido no lo atacan. A los pocos días de comenzada la invasión se confirmó que las únicas armas de destrucción masiva estaban en manos de la potencia atacante y sus monaguillos. Insisto, llega a entenderse sin necesidad de ser un lince: si a un país le ataca la mayor potencia militar del planeta, que sentido tendría no utilizar toda su capacidad defensiva cuando estás sometido a la mayor prueba de estrés militar posible. En el sendero de lo miserable, no ha tenido la mínima decencia de reconocer su equivocación, probablemente, más allá de su prepotencia, porque tal equivocación no existe desde el momento en que hay una premeditación, una acción criminal alevosa que ha costado la vida (vidas minusvaloradas y distantes en muchos aspectos, aparte del geográfico) de más de 200.000 civiles iraquíes, tan inocentes como cualquier europeo o estadounidense asesinado en un atentado terrorista.

Ahora, convertido en un oráculo de cuarta, quiere volver a engañar a la gente planteando que estamos en un proceso de demolición del estado y deslizándonos por la pendiente del autoritarismo con un “PSOE convertido en plataforma de Podemos”. O que “sin monarquía no hay constitución”, haciendo, sibilinamente, una equiparación entre constitución y democracia, que nos lleva a que sin monarquía, aunque nos robe, no hay democracia.

Por cierto, hablando de tontos, mientras le daba vueltas a este texto, por pura casualidad, accedí a una noticia de 2001, del diario El Mundo, en la que el Fiscal General del Estado “amenazaba” al entonces líder del PNV, Xabier Arzalluz, con proceder contra él porque había llamado “tonto”, en una entrevista con un medio extranjero, al rey Juan Carlos. Arzalluz lo negaba, y tirando de mala leche decía que él no llamaba tonto ni siquiera a Aznar. Sí, hace 19 años llamar tonto al rey podía ser delito, como ahora, pues aún sigue existiendo el delito de injurias a la Corona (aunque sea ladrona). Y sí, tiene delito llamar tonto a un individuo que se lo ha estado llevando crudo durante 40 años, entre un loor de multitudes (cuando el juancarlista no había mutado en felipista) que ha devenido en el pútrido olor de un cadáver que muchos, los juancarlistas en vanguardia, por supuesto, quieren enterrar aprisa y corriendo, pues el “muerto”, que está, y es, muy vivo, cada pocos días suelta una nueva fetidez.

Este texto tiene como arranque o excusa unas declaraciones de dos antiguos prebostes de la política española y ha derivado a la tontería y, por ende, la listeza. Y si alguien me ha parecido el paradigma del listo es Alfonso Guerra. Durante la Transición, una de las frases que hizo fortuna fue: "dales caña Arfonzo”. Era el encendedor que prendía a las masas en unos mítines llenos de chascarrillos, fustigando con un estilo faltón a sus adversarios políticos. Recuerdo, como ejemplo, cuando a un político de segundo nivel de UCD, he olvidado su nombre, obeso, le dijo que parecía el anunciante de piensos Biona. 

También fue el furibundo izquierdista que proclamó que a España no la reconocería ni la madre que la parió. Indudablemente han habido importantes cambios en el país, eso sí, la estructura de poder económico surgida del franquismo sigue incólume. Y la Pandemia nos está mostrando, con gran crudeza, que el estado español, en derechos sociales, sigue teniendo graves déficits y que el tejido productivo es de una endeblez estremecedora.

En sus declaraciones del día 16 dijo, entre otras muchas cosas, lo siguiente: "a mi parecer sostener una alianza con Bildu, nacionalistas y con Podemos no es una tarea digamos democrática”. También, haciendo gala de su chispa habitual, crea el concepto “democratura”. O sea, una democracia donde, aderezada con un chorrito de dictadura, se están tomando “decisiones autoritarias”.

La imprescindible memoria: formar en los años 80, desde el aparato estatal, un grupo terrorista, el GAL, cuando él era vicepresidente del gobierno, en qué escala del autoritarismo o “democratura” está. Ir en 1998 la cúpula del PSOE, a la puerta de la cárcel de Guadalajara, a despedir al ex ministro del interior José Barrionuevo y al ex secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera, condenados a 10 años de prisión por el secuestro de Segundo Marey, un señor que ni siquiera tenía relación alguna con ETA,  me pregunto en qué lado de la balanza queda, en el de la  democra o en el de la tura.

Aquí tengo que hacer otra paradita, otro inciso de esos que me salen al paso con asiduidad. 

El GAL, la cárcel y las comparaciones odiosas se titularía si tuviera vida autónoma.

Los citados Vera y Barrionuevo entraron en prisión el 10 de septiembre y salieron, indultados por el PP (los partidos del sistema se protegen), en diciembre. Poco más de tres meses encarcelados. Alrededor de 100 días.

El socialista Julen Elgorriaga, ex gobernador civil de Guipúzcoa, condenado a 75 años de cárcel por su vinculación con el secuestro, tortura y asesinato de Lasa y Zabala, cumplió 14 meses de cárcel entre el año 2000 y julio de 2001. Fue puesto en libertad por motivos de salud. Han pasado más de 19 años… y sigue vivo. A 75 años de cárcel, por el mismo asunto, también fue condenado el general de la guardia civil Enrique Rodríguez Galindo. Estuvo encarcelado entre 2000 y septiembre de 2004. Fue puesto en libertad por motivos de salud. Han pasado más de 16 años… y sigue vivo.

La comparación odiosa: tres de los jóvenes acusados en Altsasu de agredir a dos guardias civiles, que no estaban de servicio, en un local de copas una madrugada de octubre de 2016, y cuya consecuencia más grave fue una fractura de tobillo, cumplieron el 5 de junio de  este año más de 1300 días de cárcel. No hay que ser muy avispado en matemáticas para observar, cifras en mano, y teniendo en cuenta la gravedad de los delitos, la terrible injusticia comparativa. Lo dijo el que fue muchos años “pareja” de Guerra, Felipe González: “El estado de derecho también se defiende en las alcantarillas”. Le falto añadir, a esa tenebrosa afirmación, que a los que bajan a enmerdarse en las cloacas, el estado ¿de derecho? les protege con su manto, poco divino pero bastante efectivo.

Hecho el minitexto, vuelvo al Sr. Guerra.

También habla del español como "lengua extranjera” en España, refiriéndose, por supuesto, al castellano en Cataluña. Yo soy un tipo poco viajado, un covachero que se aleja escasamente de su callejón, pero en enero del 17 fui a ver el enfrentamiento de mis dos equipos, el de nacimiento, el que va en la sangre, la Unión Deportiva Las Palmas, y el de adopción, el surgido, lo reconozco, de un profundo antimadridismo, el Barça. Estuve cuatro días en Barcelona, algo me moví, solo oí hablar en catalán espontáneamente a tres jóvenes en el metro. Me comuniqué en castellano sin problema alguno y, en mi modesta opinión, un marciano caído en Barcelona habría percibido que si ese es un país bilingüe, la que está en peligro no es la lengua castellana en Cataluña, sino la lengua catalana en Cataluña.

Seamos serios, entre más de 500 millones de castellanoparlantes y 6 ó 7 millones de bilingües, existe un abismo tal, que solo se puede superar a base de la maledicencia hecha campaña constante en los medios de comunicación, con la connivencia de listos útiles como Alfonso Guerra.

Vuelvo a la tarea poco democrática que es aliarse con Bildu, nacionalistas y Podemos. El asco que le da la coalición Bildu, de la que erróneamente hace un trasunto de ETA, no se da con el PP o con los fascistas de VOX, quienes dicen que este gobierno es el peor en 80 años. Sí, VOX considera que cuando el fascismo español fusilaba a miles, y llenaba cunetas y fosas comunes por todo el estado, había un gobierno mejor que ahora. VOX sabe que esa postura fideliza a muchos votantes que han perdido la “vergüenza” de defender la dictadura fascista de Franco. Alfonso Guerra no dice eso, pero rema en la misma dirección. Transmite, con otras palabras, con mayor melifluismo, la misma esencia, ese aroma de ilegitimidad que la derecha otorga al gobierno. Alfonso Guerra es, en estos momentos, un aliado objetivo de VOX y del PP y un enemigo, como Felipe González, del gobierno de coalición que encabeza el partido al que formalmente aún pertenecen.

Antes de acabar, que me he alargado bastante, quiero decir algo sobre el PP, VOX y Bildu.

PP y VOX son, con más o menos vergüenza, herederos de la Dictadura. Siete ministros de Franco fundaron Alianza Popular, que en los 80 devino en el PP. Ninguno de los dos, PP o VOX, condena de manera explícita y firme la dictadura terrorista que gobernó casi 40 años. No se les ha exigido para estar legalizados, en sus estatutos, el rechazo explícito del régimen fascista y su enorme violencia. A Bildu, coalición de partidos donde, salvo Sortu, Alternatiba, Aralar y Euzko Alkartasuna condenaban las acciones de ETA, y cuyo rechazo a su violencia recoge la coalición en sus estatutos, se le exige cada día un golpe de pecho con respecto a esta organización que, no lo olvidemos, ha pagado y sigue pagando sus atentados con centenares de años de cárcel, llegándose al punto, miserable, de cuestionar los acercamientos de presos a cárceles del País Vasco. Recuerden, fueron condenados los presos, no sus familias.

Los asesinos y cómplices de la Dictadura de la que nacen el PP y los más desacomplejados de VOX, no pagaron ni un año por sus fechorías, les salieron absolutamente gratis. La Transición, esa donde según Nicolas Sartorius (ex dirigente del PCE y de CCOO), lanzando un dardo a los hipócritas que mesan sus cabellos por los votos de Bildu a los Presupuestos, “pactamos con quien nos fusilaba”, los convirtió ipso facto en grandes demócratas.

Y cuando pagaron algo, como el caso de Carlos García Juliá, asesino, en enero de 1977, de los cinco de Atocha, prófugo desde 1991 después de cumplir 14 de 193 años, parece que tienen recompensa. Extraditado desde Brasil a España, en febrero de 2020, para cumplir 10 años que le quedaban de condena, el sujeto obtiene de la judicatura española una especie de milagro a la inversa. En este caso, en vez de la multiplicación de los panes y los peces, se produjo la reducción de los meses: de 120 la condena quedó reducida a 9. Desde el 19 de noviembre está en la calle. Si esperan al 20,  San Francisco Franco, el milagro habría quedado perfecto.

Ni PP, ni VOX, ni Ciudadanos han puesto el grito en el cielo porque a este terrorista le hayan hecho el apañito referido. Para ellos, las tres derechas, el terrorismo se circunscribe a ETA y, en segundo término, a los yihadistas. El periodista Antonio Maestre descubrió que la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), en la sección “In Memoriam” de su página web, no incluye a los abogados comunistas asesinados por este individuo de extrema derecha. Sin embargo, y esto lo he visto yo, sí tienen entre las víctimas del terrorismo al comisario de Brigada Político-Social (BPS) Melitón Manzanas, torturador ejecutado por ETA en agosto de 1968, en plena Dictadura.

Tampoco es víctima del terrorismo (el de estado) el obrero Antonio González Ramos, militante comunista asesinado a golpes, el 30 de octubre de 1975, en la comisaría de Santa Cruz de Tenerife, por el Jefe de la BPS José Matute. Este asesino y torturador se benefició (ni se le llegó a juzgar) de la Ley de Amnistía de 1977, que, al fin y a la postre, más allá de la liberación en ese momento de los antifascistas encarcelados por la Dictadura, sirvió para que los sicarios, los terroristas de ese régimen criminal se garantizaran, para siempre, su absoluta impunidad.


Posdata: este escrito lo empecé a rumiar y a bosquejar en Agaete el 17 de noviembre. Me enerva lo que siento como una enorme lentitud (y desconfianza) a la hora de enhebrar cualquier texto que abordo. Ahora, preparado para subirlo al blog, esas cuítas me trajeron a la mente, más como anhelo que como realidad, un fragmento de "Pequeña serenata diurna" de Silvio Rodríguez.


(...)

Tengo mis cantos 
Que poco a poco 
Muelo y rehago 
Habitando el tiempo
Como le cuadra 
A un hombre despierto




sábado, 14 de noviembre de 2020

Emolumentos

Vivimos momentos álgidos de la antipolítica. Una de las múltiples faces que adopta el pensamiento de extrema derecha.

Cualquier elemento puede ser afilado objeto para atacar eso que habitual y erróneamente se llama clase política. Un ente siniestro que tiene intereses comunes, más allá de sus opciones ideológicas, y que usa la política para medrar económicamente. Estoy convencido de que si hubiera una propuesta que planteara que el ejercicio de los cargos públicos fuera gratuito, no faltaría quien diera, sin pararse a pensar un minuto en las implicaciones que esto tendría, su aprobación fervorosa. 

Cuando doy una vuelta por las grandes avenidas de las redes sociales, repletas de bares y cafetines, esos lugares que Gabinete Caligari definía  como tan gratos para conversar, y leo los comentarios sobre determinados temas, no puedo evitar que en no pocas ocasiones me venga a la mente la imagen, antigua, lo sé, del tipo acodado en la barra y especialista en pasear un palillo de una comisura a otra de los labios, mientras despotrica no dejando títere político con cabeza. El acodado manejaba como herramienta de análisis principal el celebre aserto de que “todos los políticos son iguales y están ahí para robar”. A veces, en un ataque de sinceridad extrema, bajando levemente la voz y la mirada, reconocía que “en el fondo, todos haríamos lo mismo”. Cada vez estoy más convencido de que los bares han sido las principales aulas donde se ha impartido “Educación para la Ciudadanía” en el estado español.

La brocha gorda, la inexistencia del contorno, del dibujo preciso, son elementos perfectos para pintarnos una realidad política detestable. Realidad que impulsa un pensamiento reaccionario y me atrevería a decir que protofascista, cimentando el desprecio a la actividad política, que suele ser el camino de bienvenida a los “cirujanos de hierro” o los atildados tecnócratas que recorren el sendero desbrozado por los primeros.

Cuando la política está interesadamente desprestigiada y convertida en un saco de boxeo donde metemos todas las opciones ideológicas para zurrarles sin distinción alguna, uno de los primeros elementos que exacerba los ánimos del personal es el tema del salario de los políticos. Ahí arde Troya.

Hace algo más de una semana, en Facebook, la gente comentaba una noticia del diario El País que hacía referencia a que el gobierno, en su propuesta de Presupuestos Generales del Estado, pensaba aplicarse a sí mismo la subida del 0,9 % que ha planteado para los funcionarios públicos.

Según los datos aportados en la noticia, el presidente se quedaría cobrando 85.608 euros brutos en 12 pagas, y los vicepresidentes 80.463 € brutos. La subida total sería de algo más de 700 euros anuales.

En estos tiempos de Covid, con millones de personas zarandeadas, enfadadas y temerosas del abismo económico, la hipotética medida me parece una enorme torpeza política. Ninguno de ellos va a salir de pobre ni va a acceder a la condición de rico por un incremento de alrededor de 60 € mensuales. Simplemente sirve de carnaza para la extrema derecha, siempre presta a tender sus redes en el desencanto y la falta de reflexión de los que abrazan la antipolítica, que me parece una variante del apoliticismo, ese paraguas que cobijaba “legiones” en la época de la dictadura fascista.

De todas formas, la gran mayoría de los comentantes (quizás no exista la palabra, pero se me puso entre ceja y ceja) no ponían sus dardos en ese 0,9 %. Los dardos, muy envenenados, iban directamente contra los emolumentos absolutos, lo que cobran actualmente, sin aumento, el presidente, sus vicepresidentes y sus ministros (75.531 euros). La única persona que defendió que el presidente ganara esos alrededor de 85.000 euros brutos recibió una reprobación generalizada, a veces colindante con el insulto.

Inciso o desviación marca de la casa, será breve: sí, uno de los elementos más deprimentes de las redes es la tendencia al insulto, a la descalificación personal de alguien a quien, curiosamente, no conoces personalmente. También me parece nefasto, y se que esto me granjeará pocas simpatías, el haberle dado voz (o escritura, lo que generalmente es peor) a mucha gente que ante un teclado no hace lo mínimo exigible, y no lo circunscribo a derechas o izquierdas, se da en ambos campos: pararse y pensar. 

Hecho el inciso, vuelvo al tema.

Siempre lo repito: no se ejerce de presidente del gobierno 40 horas a la semana. Se ejerce 24 horas los 365 días del año, pues la función presidencial no decae ni a las 3 de la mañana del sábado bailando la conga.

No niego los privilegios que los altos cargos pueden reportar: contactos entre las élites (el celebérrimo palco del Bernabéu), posibles puertas giratorias posteriores, etc. Pero criticar unos emolumentos de algo más de 85.000 € brutos para la mas alta responsabilidad política del país, me parece absurdo y errar el tiro por completo. O tal vez, al contrario, el tiro está dirigido, con gran precisión, hacia donde los creadores de ideología, la clase dominante, quiere. Hacia la distracción con minucias que nunca, bajo ningún concepto, cuestionan lo esencial: la estructura de clase del estado, la justicia distributiva, o no, de la riqueza nacional.

Otra partida de los presupuestos es la asignación a la Casa Real que, con el “peligroso” gobierno socialcomunista, sube un 6,9 %, situándose en alrededor de 8 millones de euros que el nieto político de un asesino fascista, e hijo carnal de un ladrón huido, distribuye libremente. El rey se autoasigna 260.000 euros, el triple del presidente del gobierno, teniendo muchísima menos responsabilidad, pues se supone que su papel es meramente representativo.  Leticia se embolsa 135.000 euros y la emérita Sofía 111.000. Hasta el año pasado el comisionista y maletinero recibía alrededor de 160.000 euros. Deducción elemental: cualquier miembro del ente monárquico, por mínima que sea su actividad o su responsabilidad, como por ejemplo la reina emérita, que habita desde hace años en Londres, tiene un salario bastante mayor que el presidente del gobierno, los vicepresidentes, o los ministros.

El 2 de noviembre Amancio Ortega (don Amancio para sus acólitos) recibió, en un año en que se dispara la pobreza, un pago de 647 millones de euros correspondiente al 59 % de su accionariado en Inditex. Su hija que tiene un 6 % de las acciones solo recibió 55 millones de euros. Y este año la ganancia es menor, otros, el pago superaba los 1000 millones de euros.

Esto es lo que debería hacernos reflexionar sobre el mundo en que vivimos, que en tiempos de crisis, de pobreza galopante, los grandes oligarcas sigan ganando, incrementando sus inhumanos patrimonios. Utilizo el término inhumanos porque me parece, honestamente, que quiénes tienen fortunas catalogadas por miles de millones de euros abandonan la escala de lo humano y, diría irónicamente y de manera algo altisonante, lo reconozco, se ubican en una especie de Olimpo que nos hormiguiza al resto de las personas.

Mientras tanto, mientras no dedicamos ni un segundo a pasmarnos ante esas riquezas estratosféricas, debatimos y censuramos que un presidente y sus ministros, que toman decisiones que afectan a la vida de millones de seres humanos, cobren en un año una infinitésima parte de lo que un oligarca gana en un mes. En concreto, esos 647 millones que se embolsó a inicios de noviembre Amancio (Don), significan que ganó durante el espacio natural de un año, en cada hora, no de trabajo, sino de vida, o sea, incluso mientras soñaba con los angelitos o se zambullía en la piscina de oro del Tío Gilito, 73.858 euros, casi lo mismo que el salario anual del presidente del gobierno.

Una última cuestión aclaratoria.

Este texto lo escribiría igual, palabra por palabra, fuese cual fuese la opción política que ostentase la presidencia del gobierno.

Hablo de la responsabilidad y los emolumentos que conllevan unos cargos de altísima responsabilidad, no de las personas concretas que los detentan. 


viernes, 6 de noviembre de 2020

La elección del Emperador: un ejercicio antidemocrático

Empiezo a escribir este texto poco antes de las 12 de la mañana del día 6 de noviembre. El Imperio de nuestro tiempo votó el día 3. Alrededor de 60 horas después de concluida su elección, aún no sabemos, con certeza, quién será el “César Imperator” de la denominada por gente como el lacayo Ferreras (con sus 16 horas infames de programa ininterrumpido acerca de un país cuyos habitantes, aparte de cuatro estereotipos, lo desconocen todo del estado español), "la principal democracia del mundo".

El panegírico de nuestros grandes medios de comunicación es tan pertinaz como vergonzoso. Pero no es mi intención, en principio (mis textos son muy suyos, malagradecidos, tienen tendencias independentistas con respecto a mí), hablar de los medios y la elección de los EEUU. Por cierto, hablando de medios, la Ministra de Asuntos Exteriores del reino con la Corona, corrupción mediante, más apestosa de Europa, dijo en la emisora de radio Onda Cero lo siguiente: “España será respetuosa con la decisión que tome el pueblo norteamericano y trabajará con el Presidente elegido, sea quién sea”. Dos aspectos a destacar: primero, a nadie se nos oculta que uno de los fundamentos básicos del lenguaje diplomático es la precisión de las palabras. Y la ministra resbala con un “pueblo norteamericano” que obvia Canadá y otros Estados Unidos que es México. La segunda precisión es la posición de firme que adopta diciendo que el estado español “trabajará con el Presidente elegido, sea quien sea”. Ninguna mención a los problemas del recuento y las acusaciones de fraude. Lógico. La ministra, y el gobierno, conocen su posición subsidiaria. Al Imperio no se le chista, con el Imperio, aunque algunos tengamos la esperanza malévola de que empiecen a hostia limpia, esperan las decisiones sin decir una palabra más alta. Las palabras altisonantes y la altivez supremacista el estado español  (sí, es una política de estado en la que Unidas Podemos ni pincha ni corta) las emplea con Bolivia, apoyando el año pasado un golpe de estado contra Evo Morales; con Venezuela cuyas elecciones parlamentarias de dentro de un mes ya adelantamos, desde hace meses, que no reconocemos; con Bielorrusia, porque somos parte de la expansión de la OTAN hacia el este, en cuya estructura militar apoyamos en referéndum no entrar, en su intento de cercar a Rusia.

Ahora, un elogio de la lentitud. En el 24 horas de TVE Carlota G. Encina, analista del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, cuya presidencia de honor ostenta el hijo del ladrón huido a los Emiratos Árabes, expresó: “El recuento de voto está siendo muy lento, y eso significa que está funcionando”. Buscando significados, también  podría indicar todo lo contrario, que se está cociendo un magnífico puchero. O sea, un pucherazo. Ojo, no estoy diciendo que sea así, lo desconozco yo y lo desconocen la inmensa mayoría de los opinadores que, según su adscripción o simpatía, defienden una postura u otra. Pero tengo cierta memoria, y sé que en otros momentos y lugares la lentitud no ha sido elogiada, sino todo lo contrario, vilipendiada, ha servido de excusa para poner en entredicho a determinados gobiernos incómodos y montar acusaciones que, como en el citado caso boliviano, supusieron el exilio de un Presidente con la connivencia de una organización que ahora permanece silenciosa. Almagro, secretario general de la OEA, siempre deslenguado cuando de desprestigiar y socavar a los gobiernos antiimperialistas se trata, como la Ministra González Laya, también sabe que ante el Imperio, chitón.

En realidad mi pretensión en este texto es dar datos sobre el peculiar sistema electoral norteamericano que a mí me lleva decir, que es antidemocrático.

En 2016 Hillary Clinton sacó 65.853.000 votos, Donald Trump obtuvo 62.984.000. No es muy difícil la resta: la señora Clinton sacó cerca de 2.900.000 votos más que el señor Trump. Sin embargo, debido al sistema electoral de EEUU el presidente elegido fue Donald Trump. Esto sucede porque se trata de un sufragio indirecto: los electores eligen en cada estado una serie de delegados que son los que designan al presidente. Como el total de delegados es de 539, el que llega a 270 obtiene la presidencia. La peculiaridad está en que el candidato, Clinton o Trump en el 2016, que gana en un estado se lleva todos los delegados de ese estado (salvo en Maine y Nebraska, para ser precisos). Da igual que tu victoria sea por 1 punto porcentual o por 25. Por supuesto, el número de delegados va en función de la población del estado. California con 39,5 millones de habitantes tiene 55 compromisarios; Dakota del norte con algo más de 700.000 habitantes tiene 3. Debido a esta circunstancia, con casi 3 millones de votos menos, Donald Trump logró, en cuanto a delegados, una victoria muy holgada: 304.

Elecciones de 2020. En el momento que escribo este texto, avanzadísimo el recuento, los datos son los siguientes: Biden obtiene 74.811.000 votos y Donald Trump 70.554.000. La diferencia a favor de Biden es de más de 4.200.000 votos. En cualquier país que haga gala de una elección democrática no habría dudas acerca de quién es el nuevo presidente. Sin embargo, con el tema de los delegados y la posibilidad de decantar estados por diferencias mínimas, Biden aún no es oficialmente presidente. 

Y esto es grave, pues estamos hablando de un sistema presidencialista, como el francés, donde los mentados presidentes poseen amplios poderes.  En Francia gana, como la lógica indica, el candidato que en la segunda vuelta saca un voto más que su oponente. Casos diferentes serían, por ejemplo, el alemán y el italiano, donde los presidentes tienen funciones básicamente protocolarias y son elegidos, buscando un cierto consenso entre los diferentes partidos, por el legislativo.

Parece evidente que no va a suceder, pero se habría podido dar la enorme paradoja antidemocrática de que Donald Trump obtuviera dos presidencias consecutivas sin ganar en ninguna de las dos la mayoría del voto popular.

Alguien, quizás, me podría objetar que Francia es un estado centralista y EEUU es un estado federal. Da igual, en ambos casos se está eligiendo un presidente para el conjunto del estado, independientemente de su estructura interna, y la mínima decencia democrática, ese liderazgo del que tanto presumen y que los grandes medios de comunicación tanto enaltecen, nos debería llevar a denunciar que, incluso en lo formal, ya no hablo de su política exterior, ante la que existe un partido único que sitúa al resto de las naciones como entes subsidiarios de sus intereses, EEUU tiene un sistema antidemocrático.

No quiero acabar sin hablar del censo de votantes. EEUU tiene 328 millones de habitantes. El censo de estas elecciones es de 231.884.000 personas inscritas. Sí, esa es otra clave antidemocrática. En el estado español cuando cumples 18 años automáticamente eres inscrito en el censo electoral. La mayoría de edad otorga por ley el derecho a elegir y ser elegido. Nadie tiene que ir a oficina alguna para formalizar su inclusión en la lista de posibles votantes. 

En Estados Unidos, en cambio, deben haber no menos de 20 de millones de personas que no están inscritas para votar aunque tengan edad para ello. Hago esta deducción por una sencilla razón: es imposible que los 96 millones de no inscritos (30% de la población) sean menores de 18 años, pues las tendencias demográficas propias de los países desarrollados, desde hace decenios, conllevan una reducción de la natalidad y el consiguiente envejecimiento de la población.

Una última observación: los datos nos revelan que la movilización del voto anti Trump ha sido poderosísima, pero no debemos olvidarnos de que también se ha dado, pandemia por medio, el movimiento opuesto, Trump ha crecido, en términos absolutos, con los datos que hay en este momento, más de 7 millones y medio de votos con respecto a los anteriores comicios. Y me hace preguntarme, careciendo de respuesta, si esto puede tener alguna implicación política en el futuro próximo, o a medio plazo, de EEUU. No toda la acción política se plasma en una contienda electoral. 

El oligarca histrión, y con fama de imprevisible, se va. Algunos optimistas, desde mi perspectiva, dicen que deja a la sociedad americana fuertemente dividida, a punto de liarse a tortas o a tiros.  Si así fuera, el pequeño malvado de aviesas intenciones que habita en mí, quizás lamente que el “father of the pelucons”, en palabras de Maduro, no siga otros 4 añitos. Parafraseando e invirtiendo un título del historiador Josep Fontana, "por el mal del Imperio".

martes, 20 de octubre de 2020

Venezuela, Colombia, Podemos y un epílogo boliviano

Venezuela. Palabra fetiche del mal.

Estoy convencido de que en los 20 años del siglo XXI que llevamos, en los medios españoles han habido más noticias sobre ese país que en los siglos XIX y XX conjuntamente.

La demonización funciona con gran precisión, con una eficacia que anonada, cebada por la debacle ideológica de la izquierda.

Lamento mostrarme tan pesimista, pero no veo un resquicio, una mísera rendija que me permita avizorar algo de luz para el avance de posiciones colectivistas. Posiciones que pongan en el centro de la vida acabar con las enormes desigualdades que asolan tanto al planeta como al estado español.

Dos datos que quizás sabrán: 

El dato mundial: un 1 % de la población del planeta 75 millones de personas tienen la misma riqueza que el 99 % restante 7450 millones aproximadamente. No deja de ser lacerante que un grupo de multimillonarios mundiales, ninguno de ellos español (ni siquiera el denominado por sus admiradores, reverencialmente, Don Amancio), pidan a sus gobiernos que les cobren más impuestos. Lacerante porque demuestra el nivel de control mundial que despliegan los multimillonarios. Tal es, que pueden adoptar una posición paternalista ante el páramo que tienen enfrente ofreciendo un poco de su maná y cubriéndose con los ropajes del altruismo.

El dato español: los 20 más ricos poseen la misma riqueza que los 14 millones más pobres. Más loas al artúrico don Amancio y a los 19 caballeros de su redonda mesa de oro. 

Pero claro, el problema del Estado español es que estamos a cuarto de hora, según los medios de desinformación masiva, de convertirnos en la “execrable” dictadura venezolana. Esa dictadura tremebunda (peor que la de Pinochet, según Felipe González ¿y qué la de Franco?) celebrará a inicios de diciembre, el día 6, elecciones parlamentarias. Elecciones a las que concurrirán decenas de partidos opositores. Elecciones a las que en septiembre pasado, con casi tres meses de antelación, el gobierno venezolano invitó a la Unión Europea, solicitándole que enviara una delegación de observadores.

¿Cuál fue la respuesta de la Unión Europea? Que no tenía tiempo de prepararla. Lo que ya tienen absolutamente preparada es la brutal campaña de descrédito, apoyándose en el sector de la oposición que respalda a ese presidente de la nada, que responde al nombre de Guaidó. Se pondrá en marcha con el desconocimiento por parte de EEUU, y sus paniaguados adláteres europeos, de los resultados, y con una campaña de los medios de cañoneo masivo para mentes impresionables que ríete tú de los aterradores “órganos de Stalin “.

La Unión Europea, con afán y descaro imperialista, y la anuencia de una OEA que es un felpudo de EEUU, quiere imponer un aplazamiento de las elecciones, aplazamiento que, curiosamente, le ha pedido al gobierno de Maduro, no al monigote por ellos reconocido, llamado Guaidó. En este sentido la Ministra de Asuntos Exteriores del Estado español ha declarado que no reconocerá el resultado de las elecciones parlamentarias. Parlamento en el que actualmente es mayoritaria, merced a su victoria en diciembre de 2015,  la oposición venezolana a la siniestra (curioso término que auna lo avieso y malintencionado con lo referido a la izquierda) dictadura venezolana. Hoy la coyuntura, con una oposición dividida entre boicoteadores y participantes en los comicios, harta de fracasar en sus múltiples estrategias desestabilizadoras y con importantes disensos internos más allá del electoral, es muy favorable al Chavismo.

Por cierto, fronterizo, al este de Venezuela existe un país del cual la mayoría de los españoles no saben cómo se llama su presidente, ni saben tampoco que es un matadero de líderes sociales con 555 asesinados entre 2016 y 2019 según la Defensoría del Pueblo de ese estado, principalmente líderes sociales campesinos e indígenas. Un estado en el que tras los acuerdos de paz con la guerrilla de la FARC (organización llamada terrorista, con la que el gobierno colombiano se sentó en la Habana, precisión que hago para quienes desconocen que la mayoría de conflictos con organizaciones armadas insurgentes se suelen solventar en una mesa de negociación) han sido asesinados  234 de sus excombatientes.

Sí, Colombia es un país sumamente peligroso para izquierdistas. Por esa razón los grandes medios casi nunca lo sitúan en las portadas ni utilizan el término régimen para demonizarlo, como sí hacen, con muy buenos resultados para sus intereses, para vencer ideológicamente a la izquierda timorata, con Venezuela. 

Siempre me hago una pregunta melancólica por irresoluble, aunque indicios tengo: ¿qué postura habría adoptado hoy gran parte de la izquierda que en los 70 apoyó a Salvador Allende? Y que no me respondan que Allende, el médico, el humanista, el hombre cuyo último discurso lleno de hermosas alamedas a algunos nos sigue moliendo el alma, no puede compararse con el guagüero Maduro. Más allá de la sintonía, mayor o menor, con los liderazgos del determinadas personas, se trata de apoyar, con sus fallas y hasta algún canalla, procesos político-sociales con objetivos emancipadores.

Por los buenos resultados manipuladores de los que hablaba más arriba, la derecha española utiliza el meteórico tránsito hacia Venezuela como uno del los arietes para desestabilizar al timidísimo gobierno socialdemócrata español. Desestabilizarlo, por supuesto, por la parte más débil y hacia la que se fomenta un odio tan irracional  como constante. Hablo de Podemos, pero el odio se centra, con especial saña (tres meses de manifestaciones delante del domicilio particular de un político es inédito en este país y sospecho que en cualquier otro), más que en la formación política en la figura de Pablo Iglesias. En el individuo que consideran un intruso (incluso estético), un tipo que con su discurso, más que con sus hechos, dicho sea de paso, viene a quebrar el cuento de hadas de la democracia perfecta, estable, bipartidista y áulica, un Camelot (llevo unos días mítico-medieval) con un Arturo caído en desgracia que, por el malmeter de un nominalmente eclesiástico caballero desgarbado al que nadie había convidado, se pira del monte del Pardo a las lujosas arenas de Abu Dabi.

La situación me parece fascinante. Pablo Iglesias es un hombre que ha viajado desde el territorio de la contundencia, con un programa anticapitalista, esbozado cuando se fundó Podemos, a unas posiciones en el gobierno absolutamente tibias si observamos su ebullición anterior. Pido por favor que se me diga alguna medida revolucionaria, en el sentido de lesiva para los intereses de la clase dominante, que le suponga a ésta alguna merma de sus intereses económicos, adoptada por un ejecutivo tildado de castro-chavista, dictatorial, filoetarra etc.

No existen.

Aquí no se va a socializar empresa alguna, hablar ya de sectores sería una quimera. Aquí los grandes multimillonarios han incrementado su ganancias durante la pandemia y no se plantea una medida socialdemócrata como incrementar los impuestos en estas dramáticas circunstancias a las rentas más altas. Aquí, probablemente, se apruebe la fusión entra La Caixa y Bankia, la única entidad bancaria española con mayoría de capital público. Capital que quedaría reducido en la entidad resultante a menos del 20%. Aquí el Ingreso Mínimo Vital arranca tarde, con enormes dificultades y una cobertura discutible por escasa.

No explico lo anterior como sucinto memorial de agravios hacia Podemos o Pablo Iglesias. Sé que las acciones de un gobierno de coalición son fruto de la correlación de fuerzas internas y del contexto externo. 

Lo explico para que aprendamos de la derecha. Quizás lo que voy a decir es aventurado y yerro. Mi idea es que la oligarquía tiene el convencimiento de que en Iglesias el rojo peligroso, el tipo que no ha abjurado de su conciencia de clase, sigue ahí, agazapado, con sus cimientos marxistas intactos. 

Por esa razón el ataque es incesante. La clase dominante nunca pierde de vista al enemigo e intenta que no avance ni una mínima posición, aunque sea como fuerza minoritaria y de la mano de una de las patas esenciales del régimen del 78: el PSOE. Tal vez porque tienen el convencimiento, o acaso la leve sospecha, de que Pablo Iglesias, como hace 6 años, cuando nació Podemos, aspira más que a pata de banco a serrucho.

Empecé el paseo por América Latina y y acabé en el estado español. Antes de echar el cierre me permito volver un momento al sur de América para celebrar una alegría y un temor.

La alegría es la victoria del MAS en las elecciones bolivianas, derrotando en las urnas el montaje golpista que conllevó la salida del poder de Evo Morales y una represión que produjo decenas de muertos. Insisto, congratulemos.

Mi temor es que la sombra del golpe, en la futura acción política del Movimiento al Socialismo, perdure y condicione.