domingo, 31 de diciembre de 2023

Un toque de ebriedad

para lijar aristas

y afinar las risas 

en evanescentes y terrenales 

sinfonías.

Para eludir las emboscadas 

perpetuas y salvajes

de la razón dormida

y el monstruo desatado.

Para entender y olvidar

que ante el mar

y la montaña

somos la pausa entre latidos.

Para encerrar

a pan y agua

en el infinito de unas horas

pertinaz y desalmada glotona

la conversación interior.

Para celebrar

pleno de amor y misterio

en una mesa compartida

de espirituosas bien regada

efímero e infinito

el baile de las palabras.

Un toque de ebriedad

para atravesar tranquilo

recordando cautas sonrisas

y por propia mano

la puerta de la nada.

lunes, 18 de diciembre de 2023

Gotas de iniquidad (1)

Iniquidad, según la RAE, significa maldad e injusticia grande. Establece también tres sinónimos: perversidad, vileza e infamia. 

Fijo el marco sobretodo porque me surgen dudas de si este concepto está bien aplicado a los aspectos de la realidad que voy a tratar en este texto. Aunque, como he dicho en alguna ocasión, cuando empiezo su escritura todos ellos se vuelven bastante autónomos y cuesta disciplinarlos. Ya ustedes, al final, juzgarán si he sido excesivo en mi consideración. Lo digo porque a veces me pregunto si mi umbral para establecer las iniquidades, aunque sean pequeñas, está demasiado bajo y ya voy repartiendo quijotescos mandobles a la diestra y a la siniestra (a estos, aunque alguno les cae, bastante menos, lo reconozco).

La primera gota de vileza, es la palabra que en este primer caso me parece más ajustada pues la asocio a una ruindad menuda, me cayó encima cuando vi un pequeño vídeo de la reunión celebrada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 8 de diciembre. La convocó Antonio Guterres, invocando el artículo 99 de la Carta de la ONU que establece que el Secretario General “puede llamar la atención al Consejo sobre cualquier tema que en su opinión puede amenazar el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacional”. Ante una situación humanitaria de desastre total con miles de niños asesinados y carencias básicas enormes por una agresión armada a un territorio pequeño, después de dos meses Guterres presentó una propuesta para un alto el fuego inmediato. Sucedió lo que casi todos, lo desearan unas personas o lo lamentáramos otras, esperábamos. EEUU votó en contra, lo que supuso el veto de facto a la propuesta, mientras el gemelo pequeño, Reino Unido, se abstuvo. Los trece votos a favor de la resolución de nada sirvieron. No es objeto de este texto, pero ya en alguna ocasión he hablado de la estructura antidemocrática de la ONU, surgida de la Segunda Guerra Mundial, donde cinco potencias (EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido) pueden ejercer el derecho a veto y tienen presencia permanente en el Consejo de Seguridad constituido por quince estados, mientras el resto, gigantes demográficos como la India incluidos, van rotando en los diez puestos que quedan libres por periodos bianuales. Evidentemente, ese voto bloqueador de EEUU es la iniquidad importante, pero es tan repetida, tan previsible, que a casi nadie con cierto nivel de conocimiento de la realidad política internacional puede extrañarle. Pero a veces dentro de las grandes iniquidades se producen las pequeñitas, las ínfimas miserias que te muestran con más contundencia la deshumanización. Me refiero a la actitud del embajador de EEUU durante la intervención ante el Consejo del representante de la Autoridad Nacional Palestina. El señor, así se ha visto por televisión, miraba el móvil. Sé que es un mínimo detalle, pero a mí, quizás excesivo, me parece toda una muestra intolerable de irrespeto, principalmente teniendo en cuenta la gravedad de lo que se estaba debatiendo. En un órgano de esa entidad tienes que estar atento a las palabras de cada uno de los quince representantes. Es la mínima educación y la mínima consideración a tantas víctimas asesinadas. Alguien me objetará que podía estar mirando algo relacionado con el tema. Aún así, no. Quien conozca la sala de reuniones de ese Consejo, una gran mesa redonda con una pequeña apertura, habrá observado que detrás de los representantes de cada uno de los países miembros están sentadas una serie de personas que, por supuesto, son asesores. Si surge alguna cuestión de ultimísima hora que el embajador deba conocer esa es la función de esas personas: comunicárselo. El ninguneo al representante de un pueblo que en dos meses y medio ha visto su territorio destruido y a 27.000 de sus habitantes masacrados es una gota sucia de iniquidad. Hay un detalle al que se ha hecho referencia en redes: el color negro de la piel del representante de EEUU. Lo comento porque me sorprende que todavía estemos con esos esquemas preconcebidos que anidan en la mente de ciertas posiciones denominemos progresistas. El color de la piel o ser mujer u hombre no te otorga conciencia automática y, sobretodo, interiorizada, del racismo o de la necesidad del feminismo. Recuerden a Condoleezza Rice. Mujer y negra, y una imperialista que como Secretaria de Estado de EEUU defendió la falacia de las armas de destrucción masiva para justificar la invasión de Iraq en 2003. En la sanguinaria policía sudafricana del apartheid había, cierto que como tropa, negros que reprimían a la muy mayoritaria población negra. Y no hablo de dar palos, hablo, por ejemplo, de 176 asesinados en Soweto por la represión de una protesta de estudiantes negros de Secundaria. Siempre, el combate contra el racismo o la lucha feminista tienen que ver con la conciencia adquirida. Lógicamente, desde el ámbito del padecimiento de la injusticia el pensamiento crítico aflora con mayor facilidad, pero no es así siempre. VOX, que en vez de violencia de género utiliza el concepto “violencia intrafamiliar”(deberían añadir unidireccional) siempre alardea de todas las diputadas que tiene. Los traficantes europeos que acudían a las costas de África Occidental a abastecerse de esclavos en muchas ocasiones no necesitaban ser cazadores de seres humanos y actuaban como meros comerciantes. Eran los propios reyezuelos locales los que les vendían, sin mala conciencia alguna (aquello de “no es nada personal, son negocios” se aplica en múltiples ámbitos), a personas con su mismo color de piel. Casi siempre en la base del racismo o el feminismo está la economía y, derivando de esta, la clase social y, siendo más específicos, la conciencia de clase, que es el soporte básico para un antirracismo o un feminismo consecuentes.

La segunda gota también hace referencia al acto terrorista continuado que Israel lleva perpetrando contra el pueblo de Gaza en forma de brutales bombardeos desde el 7 de octubre. Para quienes me digan que el iniciador fue Hamás con su acción, dos aclaraciones: sufrir el ataque de un grupo armado no te legitima para destruir todo un territorio (lo reitero, Gaza es cinco kilómetros cuadrados más pequeña que La Gomera con una población de 2.300.000 habitantes, algo superior a la de toda Canarias) abusando de una superioridad militar aérea brutal y, por otro lado, como segunda objeción, sigue siendo una incógnita cuántos de esos 1200 fallecidos lo fueron por el “fuego amigo” del propio Israel. Un dato, acaba de reconocer el ejército israelí que abatió a tres militares suyos, rehenes de Hamás en Gaza, que iban sin camisa y con un trapo blanco atado a un palo, por error. No puedo evitar acordarme de la doctrina Hannibal que ya cité en un texto anterior. Pero para la iniquidad que tengo en mente me voy a Europa y me refiero en concreto a Alemania, Francia e Italia que solicitaron a la UE “un régimen de sanciones contra Hamás y quienes le apoyan que envíe un mensaje fuerte de solidaridad con Israel”. Cuando leí la noticia no pude evitar sentir asco, no ya porque hablen de sanciones a Hamás, organización a la que los que más muertes violentas siembran por el planeta catalogan de terrorista, sino por ese final que habla de “fuerte solidaridad con Israel”. El que bombardea hospitales y escuelas y ha destruido decenas de miles de casas incluidos edificios universitarios, hambrea a más de dos millones de personas, no deja entrar a la prensa internacional, asesina cerca de cien periodistas, trabajadores de la ONU y sanitarios y, como colofón, si contamos los cerca de 20.000 asesinados y los 7.000 desaparecidos bajo los escombros, ha provocado alrededor de 27.000 muertos, esa potencia militar que arrasa sin un mínimo atisbo de piedad necesita, para ahondar la infamia de la Unión Europea, una solidaridad fuerte. 

Y hago un inciso para referirme a la piedad. Muchos israelíes son profundamente impíos, y no hablo de religiosidad, de creencias en divinidades, pues según la RAE la segunda acepción de pío es ser misericordioso o compasivo, no haciendo referencia alguna a las creencias. O sea, lo acabo de descubrir, puedes ser pío y ateo. Cuatro actos de impiedad de los militares terroristas israelíes en los últimos días: un ataque directo al ala pediátrica del hospital Nasser en el sur de Gaza asesinó a Dunia Abi Mohsen, una niña de doce años que había sido víctima de un bombardeo anterior donde perdió, aparte de a su familia, una pierna; un francotirador israelí asesinó a una madre y una hija cristianas que estaban refugiadas en el complejo de la parroquia de la Sagrada Familia en Gaza, noticia cuya fuente no es Hamás sino el Patriarcado Latino de Jerusalén; en Canal 14, televisión de Israel, un periodista llamado Shimon Ritklin expresa lo que quizás le habría dado pudor verbalizar incluso a un gerifalte nazi: “No puedo dormir sin ver casas destruidas en Gaza. Necesito más y más casas destruidas de palestinos hasta que no tengan donde volver. Estoy a favor de los crímenes de guerra”; un bulldogzer del ejército israelí entró en el patio de un hospital donde había instalados heridos arrasando y provocando víctimas mortales. Impiedades en estado puro que se comentan solas.

Vuelvo a la pura infamia de la moción ítalofrancoalemana: el apoyo al país poderoso, que no respeta ninguna norma de guerra establecida por las convenciones internacionales, contra un pueblo casi indefenso. Estas pequeñas cosas, que casi pasan inadvertidas en la avalancha de noticias que nos arrollan, para mí manifiestan una dimensión moral de la que necesito no sustraerme. Es pura maldad (y no soy dado a reflexionar en términos de maldad o bondad absolutas) apoyar al que, más allá de sus objetivos militares, está llevando a cabo una venganza que trasciende la conocida Ley del Talión, pues no estamos en el "ojo por ojo y diente por diente" sino en la lógica de los nazis, que cuando sucedía una acción de la Resistencia que eliminaba a soldados alemanes ocupantes, como represalia mataban a equis número de personas. Así lo hicieron en Serbia y en las Fosas Ardeatinas en Italia. En Serbia, probablemente por estar categorizados los eslavos como subhumanos, el alto mando nazi estableció en 1941 una relación de cien ejecutados por cada soldado alemán abatido por la Resistencia. Si el soldado resultaba herido, la cifra de represaliados se rebajaba a cincuenta. Para que la venganza no resultara muy trabajosa para las tropas nazis solían tener una amplia bolsa de rehenes. De todas maneras, no siempre cumplían la norma. Tras un enfrentamiento con la guerrilla, el 16 de octubre de 1941 cerca de la ciudad de Kragujevac, en el que murieron 10 soldados alemanes y 26 resultaron heridos la venganza, en términos matemáticos, suponía masacrar a 2300 personas siguiendo lo que los nazis llamaban “la regla de la expiación”. El resultado final, concretado el 21 de octubre, fue la ejecución en Kragujevac de 2264 personas y una macabra propina de 1700 en Kraljevo, situada a 50 kms de distancia. Más conocida es la masacre de las Fosas Ardeatinas donde en 1944, como represalia a un atentado en Roma que mató a 28 policías alemanes y dos italianos, se ordenó la ejecución de 10 italianos por cada alemán muerto. Así, en las Fosas Ardeatinas, una mina abandonada, fueron ejecutadas 335 personas. 

Suponiendo, aunque ya está claro que no, que Hamás matara 1200 personas en su ataque del 7 de octubre, ya la proporción en ese tiro al blanco a un territorio bloqueado donde hay 2,3 millones de rehenes es de más de 25 a 1. Israel, insisto, es un emulador aventajado de los nazis. Ese bombardeo continuó, esa matanza de niños que apela a nuestras conciencias, lo que sirve de poco, y deja como miserable a una impávida comunidad internacional que, infame, no adopta sanción alguna contra Israel, no tiene ninguna diferencia moral con ese horror no tan lejano llamado nazismo. 

Iba a acabar ya esta primera parte referida a la matanza de Gaza, pero las iniquidades, en un carrusel enloquecido, no amainan. EEUU anunció el lunes 18 la operación militar que, en otra pequeña vileza, lleva el cínico nombre de Guardianes de la Prosperidad. Yemen, un pequeño país en el suroeste de la Península Arábiga, lleva desde hace alrededor de un mes hostigando a los barcos mercantes que están relacionados con Israel o se dirigen a su territorio a través del Mar Rojo, teniendo que cruzar el estrecho de Bab el-Mandeb cuya orilla oriental controla Yemen. Lo cierto es que este país es el único que en la práctica, al menos que sepamos, ha pasado de la vana solidaridad de la palabra a la consistente de los hechos. La medida está teniendo efectividad. Grandes compañías navieras han decidido, por temor a los ataques, circunnavegar África con el encarecimiento de costos que supone. La condición de Yemen para acabar con sus acciones es el cese de la agresión terrorista que sufre Gaza a manos de Israel y que llegue la tan necesaria ayuda humanitaria.

Fíjense en la vergüenza y catástrofe moral: nadie mueve política, económica y mucho menos militarmente un dedo para salvar a miles de niños inocentes de la barbarie en forma de bombardeos masivos continuos. En cambio, en unas pocas semanas, para “salvar” una importante ruta que condensa el 30% del comercio mundial, EEUU monta la pantomima de la coalición militar con sus lacayos. Digo pantomima porque no albergo duda alguna de que el poderío naval de EEUU se basta, ojalá no fuera así, para controlar ese estrecho e incluso castigar la osadía antiimperialista de Yemen con ataques a su territorio. El paripé de la coalición tiene dos objetivos: que los sirvientes europeos, con la correa cada vez más corta, sean aún más conscientes de que lo son y, de cara a grandes sectores de la población, reiterar el cuento, tan rimbombante como manido, de esa “comunidad internacional” que son alrededor de 1000 millones de personas en un planeta de más de 8000 millones. Esta coalición es una afrenta para la humanidad, pues nos revela la esencia del capitalismo: un predominio absoluto del negocio, de la riqueza de las élites, en el que las personas, especialmente de los países pobres, no valen nada. Los palestinos son esos nadie de los que nos hablaba esa voz imprescindible que era, y es, Eduardo Galeano. Y contra otros nadie, como son los yemeníes, dirige ahora sus baterías el imperio yanqui, pues no tolera que con sus magras fuerzas el pueblo de Yemen quiera entorpecer el brazo del matón que demuele Gaza y de sus imprescindibles cooperadores.

Faltan algunas gotas, o chorros, de iniquidad, pero el tema del ataque a Gaza es tan devastador que prefiero dejar las iniquidades que se salen de ese martirizado ámbito geográfico, trasladándome a Argentina y acabando en el estado español, para una segunda parte.

Añadido que escribo el 25 de diciembre: ayer noche fue el mensaje navideño de Felipe VI. Sospecho que el nieto político de Franco casi no ve la televisión ni se da un garbeo por las redes sociales de vez en cuando, porque si no me parece imposible que ante la catarata de imágenes del horror de miles de criaturas asesinadas en Gaza no hiciera referencia alguna, aunque sea mínima, timorata y elíptica, a una de las mayores infamias del presente siglo. Su padre en el mensaje navideño de 2001, lo busqué y lo comprobé, dedicó parte del discurso a clamar contra el terror del 11S en el corazón del Imperio. El terror multiplicado de Gaza, periferia del Imperio donde han sido derribadas tres Torres Gemelas (2900 por 3) llenas de infancia y en cuya “noche de paz, noche de amor” no han parado los bombardeos, merece el silencio de este clasista al que se le fue todo el tiempo en totemizar la Constitución del 78 como elemento ante el que postrarse. Sé que ser rey es encarnar, como dice la definición de iniquidad, una injusticia grande, pero disimula un poco Felipe.

Nota: aunque en la fecha del texto aparece el 18 de diciembre, día en que lo empecé, lo terminé y fijé en la pared del callejón el 22 de diciembre. El 25, después de oír el silencio clamoroso del mensaje del rey, añado el párrafo anterior. Para quienes han llegado aquí (y para los que no también, por supuesto) mi deseo de un 2024 donde en lo personal la sonrisa y las chiribitas tuerzan el brazo al ceño. Este texto es el último del año, aunque seguramente cerraré el 2023 subiendo uno de esos poemas que de vez en cuando intercalo en estas paredes infinitas.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

La tragedia y la farsa (y 2)

Tras la tragedia y la impotencia expresadas en la primera parte por la masacre que perpetra impunemente Israel contra el pueblo palestino en general y Gaza en particular, en esta segunda cambio de ámbito y retorno al estado español para escribir sobre la farsa, que ciertos sectores de ultraderecha podrían tener la tentación de derivar hacia la tragedia haciendo el camino inverso con respecto al devenir histórico al que se refería Karl Marx. Puede parecer exagerado hablar de farsa que deriva en tragedia. Pero no lo digo porque sí. Me baso, por ejemplo, en las irresponsables palabras del expresidente Aznar declarando en una entrevista con 13TV, la noche del 23 de noviembre, que "el discurso de investidura de Pedro Sánchez es una declaración de guerra, es decir a los españoles voy a borrar millones de españoles”. Un expresidente del gobierno, no un personaje menor, expresa que otro presidente del gobierno en su discurso de investidura ante el Congreso de los Diputados ha declarado la guerra y quiere “borrar” a millones de españoles. No es una persona cualquiera, un don nadie como yo que se expresa desde un callejóncito, es alguien que sabe que sus palabras tienen repercusión y que hablar de guerra en el estado español es remitirnos a una carnicería iniciada (la organización del golpe comenzó meses antes, poco después de la victoria del Frente Popular en febrero) en julio de 1936 por militares fascistas de la que quedan como testimonio los restos de decenas de miles de personas en cunetas, fosas comunes, simas y pozos. Cuando utilizas un lenguaje con ese grosor emparentas con lo que declaró a inicios de septiembre “ese oscuro objeto del deseo” político de muchos militantes y votantes del PP, ante lo que  consideran tibieza de Feijóo, llamado Isabel Díaz Ayuso: “como en el siglo XX nos llevan al combate”. Supongo que se refiere a los rojos que los delirantes ultraderechistas ponen como iniciadores de la guerra civil en octubre del 34. Para hablar de farsa estoy, contradictorio, mostrando declaraciones que atemorizan con la tragedia. No obstante, pienso que lo que buscan, tanto Aznar como Ayuso, es una movilización permanente, tener las filas en alerta y prietas para el combate, siguiendo el lenguaje guerrerista, por si el gobierno de los supuestos rojos y los separatistas disolventes de España, basado en una mayoría parlamentaria bastante compleja y con riesgo de resquebrajaduras, acaba teniendo que convocar elecciones anticipadas. Sospecho que viene una ola reaccionaria aún más grande que la actual, pero habrá que ver cuáles son sus reales dimensiones y también con qué contundencia responde, BOE en mano, el gobierno y la mayoría social que lo sostiene. Sí, una mayoría que, además de en escaños, también se  cuantifica en votos con 12,5 millones por los casi 11,2 obtenidos por la suma del PP, VOX y UPN que no fueron suficientes cuando Feijóo se presentó a la investidura y fue rechazado dos veces por la mayoría del Congreso de los Diputados.

Ahora mismo, por poner una nota distendida antes de seguir, en estas fechas casi navideñas otra “guerra” más inmediata y tontorrona se avizora entre peperos y socialistas. La guerrita por ver que ayuntamiento tiene el árbol de navidad más grande. Un municipio cántabro, Cartes, gobernado por el PSOE, con 45 metros, se ha impuesto al pique de machos alfa entre el Vigo socialista de Abel Caballero y la Badalona pepera de García Albiol (gana Caballero, cuyo árbol en sí mide 34 metros, por una macro estrella que lo eleva a los 44). Pero este enganchón fiestero y hortera queda en nada porque un centro comercial de Granada, el Nevada Shopping, con un árbol de 57 metros, ha evidenciado que el capital privado, signo de los tiempos, se impone en esa ridícula riña de gallos municipales.

Y ridículo, a la par que algo inquietante, es ver el accionar de la ultraderecha en la calle desde inicios de noviembre, cuando empezó a cuajar la posibilidad de que Pedro Sánchez se mantuviera en la presidencia del gobierno. El punto caliente está siendo la protesta diaria, desde inicios de noviembre, ante la sede central del PSOE en la calle Ferraz de Madrid, alentada por VOX y mirada de reojo por el PP, aunque quien dio el banderazo para la salida de esas fiestas de la multiculturalidad ultraderechista fue la pizpireta Esperanza Aguirre que, tras el acto inaugural, plegó, imagino que aleccionada por la parte feijosiana de su partido. La protesta ante Ferraz es, aunque va decayendo, la feria de la diversidad del fascismo patrio. Cada día el esperpento tiende a superarse, aunque creo que el momento culminante fue cuando alrededor de una veintena de personas desfilaron con muñecas hinchables en un alarde de caspa que tal vez abochorna, por muy derechista que sea, incluso a cualquier enemigo del gobierno que tenga dos dedos de frente. En el polo opuesto a la exhibición de las muñecas hinchables, que en alguna consigna eran catalogadas de ministras del PSOE, está, concentración tras concentración, el rezo del Santo Rosario por un grupo que piensa que ese medio coadyuva para la salvación de España. Un país, España, en constante proceso de salvación, sea de los rojos en el 36, (cierto que las cuentas del Rosario en aquellos momentos se vieron reforzadas por las balas de los conmilitones del general terrorista Franco, sobrepasando con mucho el refrán que reza “a Dios rogando y con el mazo dando”) o, en los momentos actuales, de su rompimiento por mor de la maldad independentista. Entre el “cerrado y sacristía” de Antonio Machado y el rancio sexo de las muñecas hinchables, que en realidad son caras de la misma moneda, se mueve ese mundo que confluye en la intersección de la risa y el espanto. Un escenario donde se teme la irrupción de algún actor o escena diseñada que pueda llevar, insisto, de la farsa a la tragedia.

Hay una colección de entrevistas hechas en estas concentraciones de Ferraz por el digital ultra Okdiario que te lleva a pensar que se les infiltró un reportero de izquierdas, pues causa vergüenza ajena el nivel político de los interpelados, repleto de consignas machistas y homófobas, con la excepción de un carlista llegado de Navarra que, estando en las antípodas de mi pensamiento con su Dios, Patria y Rey, me pareció una persona con una mente bien estructurada y que iba más allá de soltar baladronadas sin sentido. Incluso han montado algún puesto para repartir comida y bebida donde uno de los cartelitos decía "Vodka limón Marlaska maricón”, pues esta gente tan primaria no puede mostrar su desacuerdo con el ministro del Interior sin referirse a su orientación sexual.

Con el  infranivel de los actuantes tiene que ver la consigna estrella de estas manifestaciones nuestras de cada día, un elaboradísimo: “Pedro Sánchez, hijo de puta” (entonado con vigor y haciendo una breve parada tras el Sánchez para afrontar con fuerza el “hijodeputa” final). Lo más parecido que recuerdo en el ámbito de la izquierda es una consigna que quería cambiar de trabajo a Manuel Fraga cuando fue Ministro de Gobernación con Arias Navarro en el primer semestre de 1976. Franco acababa de morir y, en este caso sí, se había soportado una férrea dictadura durante casi 40 años. El pésimo pareado decía: “Fraga, cabrón, trabaja de peón”. Insisto, muy desafortunado: machista y, aunque no fuera la intención, clasista, pues denostaba el muy necesario oficio de peón. Sin embargo, no recuerdo nunca en mi experiencia como manifestante una consigna que fuera el improperio, en su estado más puro y soez, que supone el insulto directo al presidente u otra persona sin reclamación o trasfondo político. Lo lamentable es que parece que no dan para más, pues todo se reduce a hablar absurdamente de un presidente golpista, tirano, dictador, déspota, autócrata y del peligro inminente de ruptura del estado español vía amnistía a los imputados del proceso independentista. He hablado de que este embate lo sustenta la ultraderecha, pero también lo abraza la derecha ultra. Isabel Díaz Ayuso, principal exponente de esta última, un poder fáctico enorme dentro del PP que custodia a Feijóo y ejerce de líder bis de la oposición, ha dicho en una entrevista en Antena 3, adhiriéndose a las posiciones de la ultraderecha, que el acuerdo entre el PSOE y Junts “es entrar en una dictadura”. Días después, en otro foro, añadió que Pedro Sánchez aspira a ser “presidente de la siguiente república”. Si esa es su intención real me voy a ver casi obligado a votarle. Cosas veredes…

Aclaremos que Pedro Sánchez, ese “personaje absolutamente amoral” y “asesino”, en sentido ajedrecístico, según unas palabras del escritor Arturo Pérez-Reverte en El Hormiguero que buscan deshumanizarlo y convertirlo en un ser execrable, más allá incluso de la política, es Presidente del Gobierno porque, siendo la segunda fuerza en votos populares, consiguió sumar 179 apoyos de 350 parlamentarios, hecho que no logró la primera fuerza, el PP, cuyo candidato cosechó 172 síes y 178 noes cuando se presentó a la investidura. Y son los parlamentarios los que eligen al presidente por sufragio indirecto. O sea, el cuerpo electoral compuesto por todas las personas mayores de 18 años vota a los diputados, y los diputados al Presidente. El sistema es el mismo desde 1977, hace 46 años, y a ningún presidente anterior que consiguió el apoyo de la cámara se le tildó de dictador o tirano independientemente del agrado o desagrado que su posición política despertase en un sector u otro de la población. 

Reconozco, no les voy a mentir, que desconfío de las democracias liberales, que se mantienen sin mayores zozobras, es algo históricamente diáfano, cuando el sistema de dominio de clase no está en peligro. Salvador Allende, ejemplo paradigmático, fue derrocado a sangre y fuego porque la oligarquía chilena y el Departamento de Estado de EEUU no podían admitir el gobierno de un presidente que no hablaba de retocar el sistema, sino de transitar hacia el socialismo. Ahí se acabó la democracia liberal en Chile durante el tiempo pertinente para que la vuelta de ella, con más o menos límites, no supusiera el cuestionamiento del dominio de la clase alta, con la lección bien aprendida por gran parte del cuerpo social y político de que este juego va de una alternancia que admite reformas limitadas, pero nunca alternativas transformadoras. Si estas surgen cuestionando estructuras básicas del sistema, quien lo intente va a ser atacado y probablemente destruido. La manera, más o menos dolorosa, dependerá de la osadía del cuestionamiento.

Por eso observo todo este asunto contra Pedro Sánchez con la relativa tranquilidad de lo que me parece que tiene algo de tramoya, a pesar de los manifiestos de ex militares que piden que el ejército lo destituya o de las voces ultraderechistas que casi exigen que el ceñudo rey de la toma de posesión del presidente se niegue a firmar, si sale adelante, la ley de amnistía. Ni los militares ni el rey, espero no errar, van a salirse de sus papeles, no por ser devotos demócratas sino porque por un lado no hay necesidad alguna y por otro podrían ser movimientos que, en el contexto actual, les salieran muy caros. Al rey, perder la corona para él y su dinastía, y a los militares, aparte de la expulsión, la cárcel. Lo innecesario surge de que los poderes fácticos del estado español saben que su hegemonía, más allá de que el gobierno del PSOE y Sumar adopte algunas medidas, nada desdeñables, que alivien la situación de los sectores más pobres de la sociedad, no peligra. Y en principio, cuando la supremacía de una minoría no se cuestiona, mover mucho el dormido avispero no parece ni necesario ni sensato para sus intereses. No obstante, hablaba al inicio de que la farsa puede derivar en tragedia porque tampoco es totalmente descartable que el devenir se vea alterado por situaciones inesperadas. Por eso citaba a Aznar, porque ese lenguaje tan grueso no es fruto de un calentón pues, tan soberbio como témpano, no estaba siquiera en el hervidero de un mitin. Imagino que, como planteé, el objetivo es mantener el caldero en cierto grado de ebullición buscando que la llama de la revuelta ultraderechista no disminuya, aunque aproximándose el debate de la amnistía no creo que el fuego necesite mucho esa leña añadida.

Y voy a hablar un poco sobre esa palabra que se ha convertido en el eje de la lucha de las derechas: amnistía.

La amnistía enciende la ira de muchos españoles que consideran que supone caer de lleno en la desigualdad ante la ley. Me parece que esta gente llega tarde. Siempre he sido consciente de que vivo en un país que consagra, como casi todos, desigualdades ante la ley y ante la vida, aunque nos quieran hacer creer, los mismos sectores privilegiados que saben muy bien que no es así, que vivimos en el imperio de la igualdad jurídica milimétrica que, en cambio nunca se plantea como deseable (oh, desatendida lucha ideológica) en el terreno socioeconómico. A mí me sigue pareciendo bastante más atroz que la amnistía una noticia de hace casi una década que me impactó. Expresaba una “igualdad maravillosa” plasmada en el hecho de que los 20 españoles más ricos acumulaban la misma fortuna que los 14 millones más pobres (más de seis veces la población del Archipiélago Canario). 

Pero hablemos de igualdad ante la ley.

“La persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Lo establece el artículo 56 de la Constitución del 78, esa por la que una asociación de la Guardia Civil dijo estar dispuesta a derramar su sangre y, probablemente en mayor grado, la de los díscolos independentistas y rojos que se les enfrentaran. Para comprobar que ese artículo 56 está marcado a fuego tenemos el ejemplo vivo del hijo político de Franco, Juan Carlos, el “rey demérito”. Este individuo, que llegó al trono en 1975 por designación, en 1969, de un militar que quebró de manera criminal la legalidad republicana, gracias a esas doce palabras del artículo 56 se ha librado de rendir cuentas ante la justicia de sus variados latrocinios. Sin entrar, claro, en esa esencia que es la desigualdad de raíz que supone la propia existencia de la institución monárquica, circunstancia que hace que la jefatura del estado español sea propiedad de una familia. Lo más sonrojante es leer a los defensores de esa desigualdad llamada monarquía argumentando cosas del tenor de “imagínense una república presidida por Pablo Iglesias o Pedro Sánchez o, dirá el republicano juancarlista mutado en felipista, José M. Aznar o Isabel D. Ayuso”. Mi imaginación da para eso. Veo a cualquiera  de estas personas en la cúspide de una república  si mediante la votación del cuerpo electoral estipulado son designadas, sea por sufragio universal directo o sufragio indirecto parlamentario. Tendría cualquiera de ellas la gran virtud de no acceder al cargo por la vía de la coyunda. Aparte, al contrario que con la monarquía, estaría sujeta a la temporalidad de lo no vitalicio, de un empleo que en la mayoría de estados republicanos suele oscilar entre los 4 y los 6 años. Esto permite, si la constitución autoriza a presentarse nuevamente, ratificar, o no, esa presidencia en las urnas. Hay países, como México, que prohíben la reelección y otros, como Francia o EEUU, que establecen un tope de dos mandatos y, también, los que permiten presentarse más veces.

Existe otro argumento, profundamente insultante y rebosante de clasismo, que es que el rey o la reina han sido preparados para ostentar un cargo que requiere, en palabras del ya citado Pérez-Reverte, “una persona de prestigio, serena, culta, estable, emocionalmente equilibrada”. Éste afirmó, osadamente, en el programa de Motos, que nadie en el estado español cumple esos requisitos que, no sé en base a qué criterios, plantea para las repúblicas mientras se la juega a la lotería genética del coito con las monarquías. Así, Pérez-Reverte muestra su contento de que Felipe VI sea más Grecia (la madre discreta y algo sufrida) que Borbón (el padre campechano y ladrón), cubridor manto que extiende a su hija Leonor. Javier Milei, la antítesis de la mesura, es un tipo volcánico y un ultraderechista para mí políticamente odioso, pero no le quito la legitimidad de haber sido elegido presidente de Argentina por cuatro años, no para siempre. El tema de la preparación es peliagudo, pues si cogemos la punta del hilo y seguimos su senda nos encontramos con algo llamado aristocracia (etimológicamente, en la Grecia Antigua, el gobierno de los mejores), pudiéndonos plantear, siguiendo ese criterio, que haya unos estudios mínimos, o máximos, para poder presidir el gobierno del estado español o incluso para ser diputado o alcalde. Así, impediríamos que surja aquí un campesino presidente, indígena además, como Evo Morales, un trabajador guagüero como Nicolás Maduro o un obrero metalúrgico como Lula da Silva. 

Por cierto, tras la jura constitucional de Leonor, y hablarse de la, desatada por los medios, Leonormanía, con desvergüenza alardean del avance que supone que el trono pase a una mujer. Al ser dos hermanas es un hecho puramente biológico. Si la infanta Sofía hubiere sido Sofío sería el heredero, pues sigue en plena vigencia la preponderancia del hombre sobre la mujer en la vía sucesoria. El problema es que con la monarquía casi cualquier puerta, o ventanuco, de cambios que abras desemboca en su propio cuestionamiento, por eso tanto el  PSOE como el PP intentan menear el asunto lo menos posible. Por último, más que sorpresa mostrar mi decepción ante la circunstancia de que haber tenido décadas un rey sin castigo por sus tropelías, no movilizara ninguna ira de esa legión de ciudadanos airados preocupados por la desigualdad que supone la ley de amnistía.

Leí hace un par de semanas un hilo en Twitter del juez Joaquín Bosch donde intentaba explicar la constitucionalidad o no de una ley de amnistía. En primer lugar aclaraba que la constitución no la prohíbe explícitamente. Lo que sí prohíbe es el indulto general. Un apunte: en el año 2000, en un Consejo de Ministros presidido por Aznar, se aprobó el indulto de más de 1400 personas a petición del Vaticano, circunstancia que si no es un indulto general se le asemeja un poquito. Además, el ahora tronante Aznar, durante sus ocho años de gobierno indultó a un total de 5948 personas. La amnistía que hace mesar los cabellos a la derecha y tambalearse la igualdad ante la ley de los españoles según parece, habrá que ver el resultado final de la ley, afectaría a alrededor de 400 personas, menos de la décima parte de los indultados por el antiguo presidente.

No quiero olvidarme tampoco de una amnistía, sangrante para cualquiera que ame la igualdad, que aprobó la mayoría absoluta del gobierno de Mariano Rajoy en 2012: la amnistía fiscal. Esa medida sí fue un cénit de la desigualdad pues muchos delincuentes económicos, millonarios defraudadores de las arcas públicas, pagando menos del 10%, parece que muchos no llegaron ni al 5% (el jubilado que escribe paga el 20), regularizaron su situación provocando un agravio comparativo con todos los que cumplen puntualmente con sus deberes fiscales. Cierto es que en 2017 el Tribunal Constitucional la anuló, pero impidiendo la revisión de las declaraciones hechas acogiéndose a ella. O sea, en la práctica se validó esa desigualdad.

Joaquín Bosch en su hilo se pregunta si las medidas de gracia suponen desigualdad ante la ley. Y su respuesta es honesta y diáfana: sí. Pero deja claro que es una desigualdad permitida por la propia Constitución que establece la existencia de las mencionadas medidas de gracia que se bifurcan en dos tipos posibles: el indulto, sobre hechos ya juzgados, que es potestad exclusiva del gobierno, o la amnistía, que tiene que ser aprobada por el Parlamento mediante una ley concreta y si llega el caso refrendada, tras su análisis, por el Tribunal Constitucional. En la amnistía, a diferencia del indulto, pueden entrar hechos aún no juzgados. La ley de amnistía del 77, cierto que preconstitucional, cubrió con su manto todos los crímenes cometidos por la dictadura que, por supuesto, nunca habían sido llevados ante sala penal alguna. Por eso digo que la igualdad en abstracto no existe. Si yo estoy en prisión por robo y a mi compañero de celda, con un delito similar, lo indultan, tengo derecho a sentir que he sido desigualmente tratado aunque sea mediante una actuación ceñida a la ley. 

El juez Bosch también matiza a aquellos que dicen que la amnistía supone la intromisión del ejecutivo y del legislativo en el poder judicial, especificando que con el indulto también se produce esa intromisión pues es la administración de justicia la que vela, tras la sentencia, por el cumplimiento de las penas y establece cuando quedan saldadas. Es una intrusión para la que la Constitución capacita al Gobierno y al Parlamento a través de las citadas medidas de gracia. En este caso, por motivos políticos, se arguye la igualdad entre todos los españoles como ariete contra una ley que si la derecha españolista se olvidara un poco del sentimiento de que hay que castigar a los levantiscos catalanes, se daría cuenta de que en un futuro puede ser beneficiosa para ellos pues les abre un angular de posibles acuerdos, ahora limitados a VOX, con las derechas nacionalistas catalanas y vascas con las que en su momento, el hoy ultramontano Aznar, pactó mientras hablaba catalán en la intimidad.

De todas maneras, intríngulis legales aparte, defiendo la amnistía por principios políticos. Pienso que nadie tenía que haber sido juzgado por los acontecimientos de octubre de 2017. Los independentistas se habían presentado legalmente a unas elecciones, que ganaron con mayoría absoluta de diputados, con un programa donde se comprometían a caminar hacia la independencia. Ahora se acusa a Pedro Sánchez de incumplir su programa y a los independentistas, en cambio, los llevaron a la cárcel y al exilio (sí, cuando te marchas de tu país por motivos políticos eres un exiliado independientemente de la ideología que profeses) por cumplir el suyo que fue mayoritariamente votado. Las paradojas son interesantes, pero yendo al meollo creo que los conflictos políticos (y el que haya millones de independentistas en Cataluña que no ven cauce alguno a sus posiciones genera un conflicto que no se finiquita con la proclamación de la férrea unidad de España) deben intentan resolverse mediante mecanismos políticos de negociación. Sé que Pedro Sánchez con la ley de amnistía está haciendo de la necesidad virtud. Él habría preferido una mayoría sin depender de los grupos independentistas, pero la aritmética, que a algunos puede parecer endemoniada, para otros, incluso el PP, y dudo que alguno de ellos no lo haya pensado, puede ser una oportunidad.

Acusan a Pedro Sánchez de que en su programa no llevaba la amnistía. Sobre lo prometido o no en un programa electoral diré que cuando tú no posees mayoría en un parlamento y tienes que buscar apoyos diversos ya sabes que no vas a aplicar tu programa íntegro, pues los pactos se producen después de una negociación en la que se acaban haciendo concesiones por ambas partes. Es un hecho político habitual en los parlamentos la negociación, con propuestas y contrapropuestas, que si llega a buen puerto, acabará en una síntesis con la que ambos partidos se sientan satisfechos. Y, también, tengámoslo claro, ambos van a airear del pacto los aspectos que más le benefician y a esconder los que menos le agradan. Si una única fuerza política saca 176 o más diputados, mayoría absoluta, no negocia con nadie, salvo que quiera ampliar su base, pues tiene los escaños suficientes para aplicar integro su programa. Curiosamente, en esos casos suele hablarse de un posible rodillo por parte del partido gobernante, mientras cuando, por mor de las cifras, se pacta con minorías se usa el término, generalmente aplicado a los nacionalistas no españoles,  de chantaje.

Sobre los programas electorales una consideración: todos los gobiernos durante sus mandatos toman medidas políticas, económicas o sociales que no anunciaron en la campaña. El PSOE junto al PP aprobó con agosticidad, mediante la modificación del artículo 135 de la Constitución, que por encima de cualquier otro pago del estado, incluso los sociales, estaba la satisfacción de la deuda pública. Aznar nos embarcó en la Guerra de Iraq obviando las clamorosas manifestaciones en contra de quienes teníamos la certeza de que las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein eran un cuento, pues si los iraquíes las llegan a  tener no los atacan. 

Muchísimas asuntos que no estaban en los programas electorales, incluso porque surgen posteriormente, salen adelante por mecánicas parlamentarias puras sin que, cosa que está sucediendo con la amnistía, se pida un referéndum, como ha hecho ese opositor interno del PSOE que se llama Felipe González. En el estado español solo ha habido un referéndum desde la implantación de la constitución en 1978. El 12 de marzo de 1986 se votó la no salida de la OTAN. Se permanecía con la condición, estaba en el texto de la pregunta, de no entrar en su estructura militar. En 1997, con el primer gobierno de Aznar, y sin referéndum alguno, se entró en la estructura militar. Son ejemplos de que los gobiernos y parlamentos tienen una enorme discrecionalidad de acción. Y que conste que pienso que la  ciudadanía, salvo en derechos esenciales y básicos de las personas, debería ser consultada más a menudo. 

Existe un poder que nadie elige, ni directa ni indirectamente: el judicial. Está revuelto últimamente porque considera que hay intromisiones de los otros dos poderes. Habría que recordarles a los jueces que están, salvo el Tribunal Constitucional, que vela porque las leyes sean acordes a la Constitución (tampoco sean muy crédulos pues siempre se están contando conservadores y progresistas), para aplicar las leyes que aprueba el parlamento. Esa es su función, pero sé que casi todas las leyes son interpretables y el margen de discrecionalidad del juez es importante como se pudo apreciar en la “Ley del solo sí es sí”. Hecho que también se manifiesta a menudo cuando en un tribunal dos jueces votan en un sentido y el tercero lo hace en sentido opuesto, redactando incluso, si lo considera pertinente, un voto particular. Los tres aplican las mismas leyes, analizan la misma documentación y escuchan los mismos testimonios, pero, por la razón que sea (¿ideológica?), llegan a conclusiones divergentes.

En el estado español los jueces son un poder que está haciendo política. El caso de Altsasu, donde una pelea de bar se convirtió en terrorismo y acabó en la Audiencia Nacional es atroz. Escandalosa ha sido la persecución a Podemos, a quien le han abierto más de 10 causas que han creado gran revuelo mediático durante meses, con el descrédito que supone, y que indefectiblemente han ido siendo cerradas una tras otra con el estruendoso silencio de esos mismos medios que hicieron la pertinente escandalera de apertura de telediarios que reafirmaba a mucha gente en el pensamiento, derechista por nihilista, de que el choriceo es un mal de todos los políticos. Ahora, para intentar torpedear el acuerdo entre el PSOE y Junts, el juez García Castellón ha imputado, en la causa contra Tsunami Democràtic, a Carles Puigdemont y Marta Rovira por delitos de terrorismo que estarían fuera del paraguas de la amnistía. Me quedaré con las ganas, pero sospecho, es un puro ejercicio especulativo malévolo, que si se le preguntara a García Castellón si la masacre de Israel en Gaza es terrorismo, diría que no. Y no se dejen engañar, la protesta social o política, incluso cuando se torna dura o violenta, de ahí han venido los grandes cambios históricos, no es terrorismo.

Estos serían ejemplos del famoso lawfare o guerra judicial que escandaliza a los jueces que se sienten muy ofendidos y convocan protestas para que se respete su independencia y dignidad. Algo chusca y reñida con la dignidad, pero ilustrativa, me parece la noticia del 26 de noviembre de que la fiscalía recusaba al presidente de la Audiencia de Las Palmas y a otro magistrado en los casos contra Miguel Ángel Ramírez por “íntima amistad”. Ya en el caso que acabó en la condena del juez Alba salieron grabaciones, hechas por el propio Ramírez, de compadreo y montaje. Me pregunto, sigo malévolo, en qué punto de sus vidas, fuera o dentro de los pasillos de los juzgados, se hicieron amigos íntimos Ramírez, el presidente de la Audiencia, y el otro magistrado. Una de las cuestiones escandalosas de la noticia de CanariasAhora es que uno de los magistrados implicados en el embrollo llegó a plantear en su momento, con respecto al ya juzgado caso del juez Alba, cual película de mafiosos, una reunión en una… piscina. Aunque no sé si con los avances tecnológicos eso sería una garantía de no grabación. En cualquier caso parece una tragicomedia o farsa en la que te planteas cuantos "bailes agarraos" hay entre el mundo de la hipotética delincuencia, política o económica, y el de la supuesta justicia.

La justicia no existe para ser un parlamento bis. Es absurdo que VOX intentara parar la investidura de Pedro Sánchez presentando una denuncia en un juzgado, que el juez, no tenía otra, rechazó. Pero en la mente de mucha gente puede calar la idea de que es lícita tal actuación. Y no, la soberanía de los parlamentos para debatir, a priori, debe ser absoluta. Esto no quiere decir que sea legítima cualquier ley que se apruebe. Ahí entran los únicos jueces con potestad para revisar las leyes: los del Tribunal Constitucional. De todas maneras, repito, no seamos crédulos, también tomarán, sobretodo en un tema de enorme enjundia como la amnistía, una decisión política. Por eso se repasa cuantos magistrados progresistas o conservadores hay en ese organismo y, probablemente, cuales pueden ser susceptibles de cambiar de bando. 

Acabo, y disculpen la tozudez, tornando desde la inquietante farsa a la plena tragedia: la del pueblo palestino en Gaza. Tras la semana de tregua e intercambio de prisioneros, Israel ha vuelto a la masacre del masivo bombardeo criminal que ha ido a jalear, la ultraderecha siente fascinación por el neonazismo de los sionistas, Santiago Abascal. A la masacre defendida de facto por nuestro gobierno cuando, escondiéndose tras sutiles y medidas palabras, firma contratos militares con ese ente terrorista. A la masacre que si criticas eres tildado, por los necios, los listillos y los criminales, de antisemita. A la masacre que te hace tener oscuros pensamientos (sé que tal vez eso es cosa mía y de mi condición de persona regular, pues detesto el derechista club de los "españoles de bien") cuando lees en La Vanguardia que cerca del 85% de los ciudadanos israelíes ve innecesario considerar el sufrimiento de los civiles en Gaza. Y esto entronca con una frase, concisa y demoledora, que dijo José Saramago en 2002, tras visitar Ramala como parte de una delegación del Parlamento Internacional de Escritores, en una entrevista extensa que se publicó en el libro colectivo ¡Palestina existe!: “Israel es rentista del Holocausto”. 

Y la gran mayoría de gobiernos del mundo siguen pagando la masacre continua de Israel al pueblo palestino con el oro de la impunidad.

Una ultimísima hora para que no se queden con mal sabor de boca: el árbol de Cartes, en un alarde de pundonor ha “pegado”, cual adolescente, el estirón, y según las noticias de RTVE ha llegado a los 65 metros, lo que lo convierte en el más alto de… Europa. Aunque no lo crean esta imbecilidad y la impasibilidad ante la matanza en Palestina están mucho más ligadas de lo que parece. El mundo de los valores se diluye en el de los oropeles que te llevan a un pensamiento casi vacío.