miércoles, 15 de junio de 2022

Canarias: un disfraz, una posible tragedia y un par de anécdotas

No puedo evitarlo, cuando llega el 30 de mayo, Día de Canarias, aunque ahora el calendario está trastocado por la pandemia y ubica las carnestolendas en verano, casi siempre, quizás al haber sido la enseñanza mi ámbito laboral, he vivido el acontecimiento como una especie de mini carnavales, donde el acto más significativo es lo que comúnmente llamamos "vestirse de canario", que consiste básicamente en ponerse las mujeres una falda hasta los pies de vuelo amplio y variadísimo diseño y una blusa blanca con algún encajito y a veces un corpiño con cordones; los hombres casi siempre van listos con una camisa blanca o de rayitas finas verticales y, sobretodo, otorgante instantáneo de canariedad, el milagroso fajín, negro o rojo, y el cachorro. 

Fiestas de añoranza por un pasado rural y ¿bucólico? de un pueblo que elige representantes pero no decide. La palabra autonomía está siempre en boga, pero nunca en los últimos 40 años (ni antes) decidimos ni debatimos nada sobre ella. Tanto el estatuto de 1982, como su reforma del 96 y la posterior aprobada en noviembre de 2018, jamás fueron sometidos a referéndum. Tampoco deja resquicio la autonomía (el reciente ejemplo catalán y su represión nos alumbra) a que si el pueblo canario en un momento determinado lo decidiera, tuviera opción de lograr, entre otras opciones, su completa soberanía. El otro día vi, a través de facebook, un interesante vídeo de 2018 de Pablo Ródenas, dirigente de la hace decenios extinta Unión del Pueblo Canario y profesor jubilado de filosofía de Universidad de La Laguna. Un pequeño segmento me llamó poderosamente la atención. Expresaba que siempre se habla, sin problema alguno, de la conquista y colonización del archipiélago canario, pero que, siendo casi tabú referirse a Canarias hoy en día en términos de colonia, en cambio se desconoce la fecha en que Canarias, si ya no es colonia, se descolonizó. 

El disfraz se observa también en la negación de nuestra africanidad, llegándose a momentos de vergüenza ajena cuando el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, expuso en el parlamento que el volcán que erupcionó en la isla de La Palma el 19 de septiembre de 2021 era de los más destructivos surgidos en Europa en los últimos 100 años. Es triste ver en diferentes foros a muchos canarios casi dando codazos, en carrera frenética (y racista, conviene no olvidarlo), por desmarcarse de lo obvio. 

Y relación con la africanidad de Canarias tiene la posible tragedia a la que hago referencia en el titulo del texto. El citado Ángel Víctor Torres expresó a finales de mayo en sede parlamentaria, en respuesta a una pregunta del PP, que le tendió la mano (aquí entra eso que se llama "política de estado", que suena a algo así como política con mayúsculas de la que solo entienden esos "adultos" llamados PPSOE), que el ejecutivo canario está a favor de que se active el flanco sur de la OTAN, lo que, con toda probabilidad convertiría a Canarias en base militar de vigilancia ante posibles conflictos en la parte noroccidental de África y principalmente en esa franja situada al sur del Sahara, de fronteras muy dúctiles, que responde al nombre de Sahel. Por las mismas fechas el Ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en rueda de prensa en Tenerife, se expresaba en el mismo sentido de ofrecer a Canarias (sin consultar a los canarios, que viven en un territorio muy delimitado) como base de despliegue de la OTAN en el mentado flanco sur. 

En 1986, en el referéndum para la permanencia en la OTAN, junto a Euskadi y Cataluña, Canarias fue el único territorio donde venció el no a la integración en esa organización. En aquella época hubo un potente movimiento por la neutralidad de Canarias, concebida como tierra de paz y no como plataforma de agresión. El otro día me llegó, vía WhatsApp, un audio de la intervención del poeta Agustín Millares Sall, recitando un poema titulado "Con un poema en las manos", en un Festival por la Paz celebrado en 1981 en Las Palmas de Gran Canaria. Al compañero que me lo envió le respondí que ahora la situación es mucho más lamentable que hace 40 años, pues ni siquiera tenemos un bardo de voz tronante, enorme, como era Agustín, que nos invoque. Gracias a la pericia y el empeño de mi hijo, en lucha con formatos y otras dificultades que la informática plantea, me es posible  insertarlo junto a la foto hablando y casi admonitoria del poeta. Escúchenlo, el sonido es (ya sabemos que para la desmesura de un tango "20 años no es nada" pero, guste o no, 40 son una barbaridad) algo deficiente, pero el mensaje  que viaja del pasado al presente tiene enorme vigencia.





El presidente Pedro Sánchez, próximo anfitrión de la cumbre de la OTAN el 29 y 30 de junio en Madrid, declaró, carente de vergüenza, que entrar en la OTAN nos libró del "aislamiento y oscuridad franquistas". Hago mención a la carencia de vergüenza porque se puede defender una idea, causa u organización sin intentar colar mercancía averiada. Entre los socios fundadores de la OTAN en 1949 estaba Portugal, un país que padeció una dictadura parafascista entre 1926 y 1974. O sea, más larga que la dictadura de Franco. Portugal, a pesar de su tradición anglófila, fue neutral en la Segunda Guerra Mundial hasta 1944 en que cambió su estatus a "no beligerante" a favor de los aliados tras llegar al acuerdo con EEUU de permitirle usar una base militar en Las Azores. Probablemente esta circunstancia facilitó su ingreso en la OTAN y el orillamiento de la condición democrática. En 1952 se incorporaron Turquía y Grecia.  La primera ha sufrido en este periodo diversos golpes militares que no han cuestionado su pertenencia a la organización que comanda EEUU; la segunda padeció entre 1967 y 1974 la llamada Dictadura de los Coroneles, liderada por militares de extrema derecha. Con  el gobierno de Franco EEUU firmó un acuerdo en 1953 que permitió el establecimiento de bases militares. Probablemente la condena a fines de 1946 en la ONU del régimen de Franco, tildándolo de fascista e instaurado con el apoyo de la la Alemania nazi y de la Italia fascista, resultaba, en estética y en ¿ética?, una barrera complicada de saltar para su incorporación a la OTAN, conformándose EEUU con una relación bilateral, enmarcada en el contexto de la Guerra Fría, que a Franco aliviaba y respaldaba y a EEUU le servía para cubrir mejor el flanco sur europeo.

Tampoco conviene olvidar, ahondando en la consideración de la OTAN como un baluarte democrático, que en agosto de 1990, en una intervención ante el Senado, el Presidente del Consejo de Ministros de Italia, el democristiano Giulio Andreotti, admitió la existencia de una red paramilitar secreta en Europa Occidental (la denominada Red Gladio), coordinada por la OTAN y la CIA, cuyo objetivo era luchar, desde eso que conocemos como "las cloacas", contra la expansión del comunismo. En Italia, debido a la pujanza de su partido comunista, actuó, valiéndose de organizaciones de extrema derecha, con especial dureza mediante múltiples atentados entre los que destaca el de la estación de Bolonia de 1980 con 85 muertos. Miembros de esta ultraderecha que protegía la "cara oculta" de la OTAN, como Stefano Delle Chiaie, trasladaron su mal hacer a países de Sudamérica, lugar donde operaba otra red siniestra también respaldada por EEUU, el denominado Plan Cóndor (cooperación represiva de varias dictaduras militares sudamericanas en los años 70 y 80). Así, en Chile, el citado Stefano Delle Chiaie fue recibido, junto al líder neofascista Valerio Borghese,  por el general Pinochet y su hombre de confianza Manuel Contreras, a quienes ayudo a diseñar su policía secreta llamada Dirección Nacional de Inteligencia (DINA). Sobre este asunto recomiendo una novela de reciente publicación que a mí me pareció maravillosa, pues emociona e instruye: Las cenizas del Cóndor, del uruguayo Fernando Butazzoni.

Después de "viajar" a lomos de la OTAN retorno a Canarias y voy a por las dos anécdotas, quizás irrelevantes, pero que a mí me generan cierta desazón.

La primera ocurrió en otra fecha simbólica: el 29 de abril. En esa jornada de 1483 se produjo la incorporación definitiva, tras la derrota de la resistencia aborigen, de la isla de Gran Canaria a la Corona de Castilla. Ese mismo día, 539 años después, se produjo un hecho singular. En la cima del Roque Nublo, monolito natural de 80 metros de altura desde su base, resto de un antiquísimo volcán ubicado en el centro de la isla, a cuya cima solo se accede con técnicas y equipos de escalada, aparecía una bandera canaria con las siete estrellas verdes.   La expresión más común que leí fue la de "atentado ecológico". El director general de Medioambiente del Cabildo Insular de Gran Canaria, liderado por el nacionalista Antonio Morales, pidió la colaboración vecinal, o sea, la delación, para poder sancionar. El periódico La Provincia decía: "El valor sentimental e histórico del Roque Nublo, declarado Monumento Natural, convierten el acto en una herejía y una infracción". Una herejía que sin embargo permite que cada día el camino que va desde la carretera, con decenas de coches aparcados, hasta el pie del monumento esté transitadísimo por naturales y foráneos, llegando a hacerse la broma de que, a veces, el sendero, por su masificación, parece la comercial calle de Triana la noche de Reyes. El entorno del Nublo, por supuesto, hay que cuidarlo, pero hacernos creer que colocar en la cima del emblemático roque una bandera con un mástil de madera, prensado con unas piedras y aprovechando un agujero natural del suelo, es una especie de crimen, herético, para más horror, demuestra el poco respeto intelectual que nos tienen. Fue, como habría sido la ubicación de la rojigualda, un acto político sin vandalismo de ningún tipo. Y un acto que, además, viendo la reacción criminalizadora, transita de lo anecdótico a lo necesario.

La segunda anécdota es también de tipo simbólica. La jubilación me ha convertido en un caminante bastante habitual de la avenida que bordea la playa de Las Canteras. En la zona de la Puntilla, uno de sus extremos, aledaña al barrio de La Isleta, está la plaza Eduardo Suárez Morales. Aquí tienen la foto de la chapa que la designa:




Quiero hacer dos consideraciones: una de forma y otra de fondo, pero que quizás se entrelazan.

La forma es denigrante. Un poste inclinado y una chapa (el término despectivo está usado adrede) con las esquinas herrumbrosas. Pero claro, temo que la forma esté vinculada al fondo. Si ustedes se fijan, debajo, en letras mucho más pequeñas, pone una única palabra: diputado. O sea, el 99% de las personas que lean esa placa se quedan sin saber porque se le dedica esa plaza a un señor que solo fue, no se sabe ni siquiera cuando, diputado. Con la cantidad de diputados que ha tenido la provincia de Las Palmas a lo largo de su historia, parafraseando a Celia Cruz, no habría plazas para tanta gente. 

Eduardo Suárez, a su pesar, le fue la vida en ello, no fue un diputado cualquiera. Miembro del Partido Comunista, integrante del Frente Popular, sacó su acta en febrero de 1936. Cinco meses después, ante el golpe fascista, junto al delegado gubernativo del noroeste, el farmacéutico socialista Fernando Egea, intentó organizar la resistencia en los municipios de esa zona. Detenidos entre Agaete y La Aldea el 24 de julio y acusados por un tribunal militar de forajidos (sí, el gobierno republicano declaro fuera de la ley y de sus cargos a todos los militares sublevados), sangrante paradoja, del delito de "rebelión", en cuyas antípodas se situaron con su firme defensa de la legalidad republicana, fueron fusilados el 6 de agosto. 

No quiero ser injusto, sé que Eduardo Suárez tiene un busto en la Plaza del Pueblo (donde se encontraba la Casa del Pueblo dinamitada por los falangistas a los pocos días del inicio de la sublevación militar) ubicada en el corazón de La Isleta, pero creo que si también se le da su nombre a una plaza que, además, es un lugar muy transitado, lo mínimo deseable y decente es poner una placa en un material más digno y menos deteriorable, como por ejemplo la piedra, con un texto, no extenso, pero sí explicativo de su accionar consecuente y del respeto que a cualquier antifascista merece su figura.