lunes, 24 de octubre de 2022

La jungla y los jardineros

Josep Borrell y Arturo Pérez-Reverte casi nunca decepcionan. Sus palabras suelen ser, cada uno en su ámbito, objeto de polémica. En estos días pasados, aunque en teoría hablaran de diferentes temas, la ideología base confluye.

Borrell, Ministro de Exteriores de la Unión Europea de facto, en la inauguración del curso piloto de la Academia Diplomática Europea expresó lo siguiente (¿le quiso dar al alumnado un ejemplo a la inversa?): 

"Europa es un jardín (...). El resto del mundo, la mayoría del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín, y los jardineros deben de encargarse de eso, los europeos deben estar más comprometidos con el resto del mundo o si no el resto del mundo nos invadirá".

Pérez-Reverte, afamado escritor, expresó en un programa televisivo, ante dos millones y pico de personas, lo siguiente:

"Estamos criando generaciones de jóvenes que no están preparados para el iceberg del Titanic (...), los hemos criado hiperprotegidos (...), les hemos quitado los mecanismos defensivos (...), cuando vienen otros que sí ejercen la violencia, para quienes es natural, para quien el dolor, la soledad, el fracaso, la muerte, son diarias, cotidianas, estamos en inferioridad de condiciones y nos van a ganar".

Tras leer un texto y otro estarán de acuerdo conmigo en que, como digo al inicio, la idea fuerza es la misma: preparémonos, cual redivivo Imperio Romano, para la llegada de los bárbaros prestos a reventar nuestro civilizado espacio. Tipos que vendrán a pisotear la maravillosa geometría del jardín europeo en contraposición a esa esencia del caos que son las junglas de los otros continentes. Cierto es que uno, Borrell, habla de "compromiso" con esa jungla, de ir a la jungla para anticipar la invasión y el otro, Pérez-Reverte, fatalista, da la invasión por inevitable y expresa lo inane de nuestra posible defensa, ante esas hordas violentas, por mor de la flácida educación que le hemos dado a una juventud que solo conoce las mieles del hedonismo, ignorando las futuras hieles que tal despropósito nos acarreará.

Descritas las posiciones, me gustaría hacer, a mi deslavazado modo, algunas reflexiones.

Ningún jardín está completo sin la música adecuada: el piar de los pájaros. Y yo querría recordar ahora, aquí, a un joven, parece que no todos sucumben a la dulce dictadura de los placeres, que en el jardín europeo lleva encerrado en una jaula desde el 15 de febrero de 2021, más de año y medio, porque parece que al poder del bello jardín no le gustaba la letra de su canto. Me refiero, por supuesto, al rapero Pablo Hasél. Por cierto, relacionado con Pablo Hasel, que lo denuncia con gallardía perezrevertiana en sus letras, está el rey demérito, un tipo que, haciendo el camino inverso, se ha refugiado, huyendo del europeo jardín, en la árida jungla, sin árboles y lianas, de la asiática Península Arábiga.

Estos días se cumplieron once años del asesinato del líder libio Muamar el Gadafi. No sé si Libia era un jardín, aunque sus indicadores sociales eran los mejores de África, pero sí sabemos que actualmente,  tras la actuación de choque de Europa a las órdenes de ese "capo di giardiniere" llamado EEUU, es un país hecho trizas por la guerra civil y que goza de una estupenda jungla esclavista. 

Habla Borrell de una Europa "más comprometida" con ese mundo tenebroso y acechante en aras de evitar una futura invasión de sus hordas. Quiero dejar constancia de que buena parte de Europa, justo es reconocerlo, ya ha cooperado en otras ocasiones con la jungla. Por empeño que no sea. En Alemania, en 1885, ni 150 años hace, en una reunión de estados altruistas que ha pasado a la historia con el nombre de "Conferencia de Berlín", Europa se comprometió a “civilizar” el inmenso jardín africano por la vía de enviar jardineros tan cargados de fusiles como carentes de rastrillos y con la poco creativa tarea de proteger la extracción de unas materias primas que cimentaban el desarrollo del capitalismo en Europa. Justo es hacer mención específica, "primus inter crueles", a ese jardinero infame llamado Leopoldo, rey de los belgas, que asesinó a millones de congoleños y cercenó las manos de miles de niños que no producían lo estipulado por los amos de esa parcela del jardín. No obstante, los grandes jardineros, extendiendo también su "arte" por Asia, fueron ingleses y franceses. Los primeros, por poner un único ejemplo, atacaron China hasta en dos ocasiones (la segunda acompañados de los propios franceses, para civilizar más profundamente) durante el siglo XIX para imponer, contra el criterio de su gobierno, la venta de ese alienante fruto de un jardín de amapola llamado opio (hoy ese mismo jardín  afgano produce la mayor parte de la heroína que se consume en el planeta). Fruto que, debido a sus enormes ganancias, una vez metido en vereda el gobierno chino, originó la fundación en Hong Kong, en 1865, tras su anexión por Gran Bretaña, del HBSC, actualmente el segundo grupo bancario más grande de Europa. 

Sí, el compromiso europeo con el mundo viene de lejos. Los propios españoles, al módico precio de traer galeones cargados de oro y plata, civilizaron buena parte del continente americano e incluso celebran su día nacional conmemorando un acto colonialista que, adornos discursivos aparte, solo quería abrir, pensando que el planeta era más pequeño, una nueva ruta económica con la parte más lejana de Asia.

Como expreso más arriba, tanto Borrell como Pérez-Reverte avizoran la invasión. Pero a mí me falta concreción, valentía: ¿Quiénes son los invasores? ¿Cómo nos invadirán? ¿Ya han llegado avanzadillas?

Borrell no dice nada, Pérez Reverte sí concreta algo y nos dice que son gente para la cual, fruto de una existencia pesarosa, "la violencia es natural". Y claro me acuerdo de las dos guerras mundiales, más de 70 millones de muertos, en las que el suelo europeo fue origen y teatro principal con el epílogo del acto más violento de la historia: el lanzamiento por EEUU, que, no nos olvidemos, es parte principal del jardín, de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. O me viene a la mente un golpe de estado dado por un ejército fascista en un país llamado España en 1936 que devino en una guerra que causo medio millón de muertos. O pienso en las guerras de la antigua Yugoslavia hace menos de 30 años. 

Y así, soy consciente de que el jardín europeo, guste o no, tiene mucho de cementerio edificado a base de cañonazos, sean estos en territorio propio o en territorios ajenos. En este siglo XXI, aunque sea como comparsas de EEUU, en Afganistán, en Irak o en Libia han habido ejércitos europeos. Ejércitos con soldados jóvenes "hiperprotegidos y sin mecanismos defensivos" porque lo que parece claro es que la posición de "Europa" no ha sido defensiva sino, insisto, de la mano de EEUU, ofensiva. Solo en los tres países citados, en estos primeros 20 años del siglo XXI, EEUU y "Europa" (entrecomillo porque sé que la generalización es incorrecta pero uso el término en el sentido borreliano) han generado cientos de miles de víctimas. 

Por eso yo me sigo preguntando quiénes son esos invasores ante los que, según Pérez-Reverte, "estamos en inferioridad de condiciones y nos van a ganar". Yo me imagino que se refiere a las personas migrantes pues no parece que hable de ejércitos organizados en el sentido tradicional del término, ya que si exceptuamos Rusia o China, y en ese escenario estaríamos hablando de otra circunstancia llamada guerra nuclear, ningún ejército está capacitado para esa tarea. Y si no hace referencia a una guerra nuclear de la que se habla a cuenta del actual conflicto entre Ucrania (sustentada por la OTAN) y Rusia y a lo que alude es a que tenemos una juventud inerme ante una inmigración futura, en masa y violenta, no se da cuenta de que el análisis va por otra "guerra" diferente: la llamada lucha de clases, ese conflicto perenne en el que la clase dominante, en lo material e ideológico, se las sabe todas y son maestros en crear disputas entre los trabajadores de diferente condición, pues mano de obra, de la más barata, es lo que serían (y son) esos hipotéticos violentos, procedentes de la jungla, que vendrían a "derrotar" a la juventud pusilánime que hemos formado. Y alguien me dirá que llega gente que delinque y yo le contesto que existe un elemento llamado Código Penal aplicable a cualquier persona que resida en el estado español y que ahora mismo, campañas alarmistas al margen, no parece encontrarse desbordado.

La juventud canaria, española o europea  o de EEUU, esa juventud que habita el jardín, antes que a un grupo  generacional, sea consciente o no, pertenece, como cualquier otra generación, a una u otra clase social. Y ese elemento determina su futuro mucho más que una masa que desde la jungla nos avizora con siniestras intenciones. Pueden tener gustos musicalmente similares, al igual que en el vestir (y estoy simplificando mucho), pero no son unos flojuchos prestos a ser, así en abstracto, devorados. No existen generaciones fuertes o débiles, pues como todos sabemos siempre la débil, la malcriada, es la última y la que se está conformando. Mi padre, cuando surgía el conflicto entre nosotros, me decía que yo había vivido como un príncipe, y hoy lo entiendo porque el nació en una familia obrera que padeció las penurias de la posguerra y tuvo que trabajar desde los 12 años. Seguro que un niño de clase acomodada tendría otra perspectiva de esos años. 

Un ejemplo interesante de la influencia de la clase social es mirar a esa actividad propia de los jóvenes que era el servicio militar. Desde mitad del siglo XIX y hasta las guerras de Marruecos en las primeras décadas del siglo XX los hijos de las clases acomodadas tenían la opción de pagar para librarse del servicio militar. El costo en la segunda mitad del siglo XIX varió entre 6.000 y 8.000 reales. El salario anual de un obrero en esa época era de 1.500 reales. Con este ejemplo quiero expresar que en cualquier época los adinerados (jóvenes o viejos) suelen llevar una vida que les permite librarse ellos del "trabajo sucio" y enviar, aunque en los tiempos actuales sea de manera mejor remunerada, a la servidumbre a enfrentarse con los peligros de la jungla o a mantener custodiado y bien limpito el jardín.