sábado, 30 de julio de 2016

El tamaño de cada mitad

                              Para mi amigo Manolo Rodríguez Machado, 
                        a quién percibo cada vez más,
                        quizás a su pesar,
                        cuitas oteguianas y emocionales aparte,
                        como un ex español de pro.


Hace unos días el Parlamento de Cataluña aprobó con los votos de Junts per Sí y la CUP, 72 votos sobre un total de 135, desatender al Tribunal Constitucional y proseguir con la denominada hoja de ruta independentista. Se iniciaría así, un proceso de desconexión del estado español que implicaría la creación de una serie de instituciones para la construcción de un estado, republicano, propio.
Sucintamente, esta es la noticia.
Después, por supuesto, ha venido una catarata de reacciones. Desde el gobierno se impele al Tribunal Constitucional a que declare ilegal la última resolución de parlamento catalán y a que se inicie la vía penal contra su presidenta por llevar a votación algo previamente rechazado por el Alto Tribunal. Desconozco que recorrido puede tener la vía penal o coercitiva que pretende utilizar el gobierno español. Sin duda esta amplitud puede ser testimonial o de enorme contundencia: desde una multa a la presidenta al 155 o, si persistiera la desobediencia, el uso de la fuerza de las armas, fase esta última no sé si superior o inferior, pero sí ulterior de la política. Lo que se ha dado en llamar “el choque de trenes”. El Parlament alega que tiene la fuerza de los votos, y el gobierno, con la aquiescencia de Ciudadanos y el PSOE, esgrime la fuerza de la ley. O sea, el conflicto está planteado, al menos institucionalmente, en unos términos claros: la desobediencia contra el garrote. O viceversa. Por supuesto, la racional vía escocesa aquí no cabe, que para eso somos la nación más antigua de Europa, lo cual es un modo más edulcorado de defender el famoso lema fascista que poetizaba a España como “una unidad de destino en lo universal”. Parafraseando la famosa frase del rito matrimonial católico: lo que la historia (en mayúsculas) ha unido que no lo separe un atajo de independentistas.
El problema, la esencia, al menos para mí, es saber cuantas personas componen ese atajo de destructores en el conjunto del pueblo catalán, si se le reconoce como tal, claro. Si el único pueblo sujeto de soberanía es el español se acabó, al menos en la mente de los unionistas universales, el problema. Lo expresó Rajoy con claridad, gustándose tanto que hizo su propia parodia, ante la delegación olímpica española presta a partir a Río de Janeiro: “Hay detrás de ustedes una gran nación, España, llena de españoles”. En concreto 45 millones, de los cuales menos de 8 son catalanes. Independencia imposible por aplastamiento. Y punto.
Otras visiones son más matizadas y en vez de aludir al prietas las filas de la consagrada constitución, cuya reforma se sitúa como dique imposible de rebasar por las globalmente exiguas fuerzas separatistas, ponen el foco en la propia sociedad catalana. En concreto, se argumenta asiéndose a la inquietante teoría de las dos mitades enfrentadas. No olvidemos que la guerra civil que provocó la acción del fascismo, es, cuando hay situaciones delicadas o de alta conflictividad, un coco que produce unos dividendos generosos cuando se apela, aunque suene paradójico, al peligro de la división. Piensen en la invocada unanimidad sobre asuntos de estado que en no pocas ocasiones tapan, sin asomo de paradoja, un estado lamentable para los derechos sociales de muchas personas.
El día de la polémica resolución, a través de Facebook, dieron su opinión urgente, muy escueta, sobre la teoría de las mitades, dos significados líderes políticos, probablemente, más allá de la cuestión nacional, con más nexos ideológicos de los que ellos mismos estarían dispuestos a admitir públicamente.
Iñigo Errejón: “Que nadie cuente con nosotros para volar puentes en Cataluña. No se construye país contra la mitad de tu pueblo”.
Arnaldo Otegui: “Como diría Mariano… no se construye país contra la mitad de tu pueblo, la otra mitad ya tal”.
Sin tener certeza, deduzco que la reflexión de Otegui es una réplica a la segunda parte del texto de Errejón, en el que una de las dos hipotéticas mitades, no sabemos muy bien en función de que tipo de superioridad moral o razón, es victimizada ante la otra. Por eso añade el líder abertzale vasco: “la otra mitad ya tal”. Ese “tal”, obviando que el “ya” queda sintácticamente poco airoso, es la clave, una coletilla jesusgilesca que tiene el valor del desprecio, del desecho. Una mitad es valerosa y sufrida y la otra, la secesionista, es mendaz y mortificadora. Incluso a esta mitad se le tacha en no pocas ocasiones, para reafirmación de hinchas de mente perezosa, de antidemocrática.
El problema esencial es que desconocemos la cuantía real de las dos mitades. Fue la idea (no son sus palabras textuales) que expresó Xavi Domènech, líder de En Comú Podem, y que yo traigo al molino de mi texto: la única salida razonable para dilucidar la magnitud de ambas mitades es la realización, con todas las garantías de defensa de sus posiciones, de un referéndum. Se hacen mil encuestas sobre el sí o el no a la independencia. Es absolutamente legal, me repiten con tonillo de suficiencia, ser independentista, pero ¡oh sorpresa! no existe el mecanismo para que si esa idea se convierte en socialmente relevante en una determinada comunidad, la gente pueda contarse y no haya lugar a especulaciones sobre la magnitud de cada mitad y, además, de camino, los puentes que Errejón percibe dinamitados, o en peligro de saltar por los aires, sigan transitables. Si ese mecanismo no se articula, si el obstáculo para saber la ciencia exacta de los números se percibe gigantesco, no debería parecer tan alocado que dos partidos independentistas con mayoría absoluta de escaños en su comunidad se planteen una ruptura unilateral. Sí, ya sé que solo tienen el 48% de los votos y la decisión es de tal trascendencia que requiere la consulta directa al pueblo catalán. Pero permítanme recordar que en el estado español, en 2011, el PP con el 44.5% de los votos tuvo una holgada mayoría absoluta de 186 escaños. Y aplicó una versión siniestra del famoso refrán vitalista que surge de la sensación, que se acrecienta con los años, de fugacidad: “¡A recortar que son dos días!”.
La consulta pactada y con una campaña donde impere la igualdad de acceso a los medios implica que todo el mundo se somete al resultado y la mitad más pequeña, aunque se sentirá frustrada, acepta la victoria de la mitad más grande. Y tengámoslo claro. Ninguna realidad histórica conformada en periodos más o menos extensos de tiempo, aunque dependa de ínfimas o enormes mitades, es eterna.

domingo, 24 de julio de 2016

El opositor, las pensiones menguantes y Pokemon Go

Unas líneas como breve preámbulo. 
A veces la vida nos sitúa en tesituras que, siendo en principio poco agradables, nos ofrecen algo bastante valioso para quién, como el que esto escribe, desde hace mucho tiempo, fruto de la alopecia, rapa canas. Ese tesorito al que otorgo gran valía, aún siendo yo cada vez más covachero, se plasma en el grato desempeño, aunque haya sido por mor de la ingrata pertenencia a un tribunal de oposiciones de enseñanza secundaria, con un grupo de personas a las que percibo discípulas de Antonio Machado, aspirantes, acción cotidiana al canto, a ser, “en el buen sentido de la palabra”, buenas.
Entrando en materia, la tesitura a la que hago referencia también me ha permitido observar (no me atrevo a utilizar el término sentir, pues me parece que está reservado de manera intransferible a cada persona y a quiénes la aman), en primera línea, la ansiedad de muchos seres que se están jugando su futuro. Personas que a veces tienen trabajos precarios, mal pagados, o con horarios leoninos. Pero en realidad, siendo un arrimador de ascuas a mis sardinas y reconociéndoles la enorme tensión y el sufrimiento a todos, estoy pensando en uno concreto por las razones que ahora expongo.
Treintañero avanzado, expresó que trabajaba en una pequeña empresa dedicada a una actividad sin relación alguna con su preparación académica y el objeto de la oposición. Y tuvo un tic que cada vez se repite más entre la gente joven y entre quiénes ya vislumbran la edad madura. Cuando iniciaba una leve queja por trabajar ente las cinco de la mañana y las cinco de la tarde, hizo la rectificación del agradecimiento: “pero no me lamento, pues tengo un trabajo fijo”. Amen. Cada vez proliferan más los amenes. Esa palabra terrible que cercena hasta la primera rebeldía: la mental. Y humanamente, desde el terror al abismo del desempleo prolongado, los entiendo a él y a quiénes están en parecidas o mucho peores circunstancias. Aunque este agradecimiento, grabado a fuerza de crisis, me lleva a pensar (es una idea que desde hace unas semanas me ronda mucho), que quizás en un futuro, la huelga, esa herramienta de lucha esencial para la clase trabajadora, al menos como instrumento de largo aliento, será un vestigio casi arqueológico.
Vinculo a este opositor con otro joven, quizás también treintañero, que, en este caso, vi fugazmente a través de la televisión. En los últimos días, tras la retirada del gobierno de 10.000 millones de euros de la llamada “hucha de las pensiones” para diversos pagos, ha vuelto a la palestra el tema de las cantidades que cobrarán los jubilados del futuro próximo o lejano. Y, por supuesto, aparecen los “estudios desinteresados” que dicen: los nacidos en los 50 cobrarán de media el 75% de su último salario; los nacidos en los 90 apenas recibirán un 48% de ese último salario. Tutuuututuuuututuuuu. Sí. Toque de corneta  y a hacerse todo el mundo un plan de pensiones privado. Tras darnos la candorosa información sacan los micrófonos a la calle y el joven al que aludí antes dice, casi risueño: “estaré feliz si cobro algo”. Enhorabuena chico, tú no necesitaras nunca libros de autoayuda. Pura doctrina Van Gaal: “siempre positivo”. Aunque vivamos en el cada vez más palpable, ante nuestra pasividad, estado menguante. Este joven y mi tímido opositor tienen un corte de pensamiento cada vez más común, aunque, perdóneseme la broma, menos comunista, que se extiende victorioso sin apenas toparse con barricada alguna. Y que conste que hablo, en principio, de humildes barricadas ideológicas. Imprescindibles para poner decenas de miles de pies en la calle y erigir barricadas que reivindiquen soluciones que aseguren la pensión digna como un derecho conquistado, no otorgado.

Hablo de pisar las calles y no me puedo sustraer al consuelo que me produce la única gran convocatoria, autocares desde diferentes lugares del estado incluidos, que se avizora en el horizonte: la del día 28 de julio en la Puerta del Sol de Madrid. Se reunirán al menos 5.000 personas, no para reeditar esa antigualla llamada 15 M, sino para jugar al Pokemon Go. Lo más triste es que, sin atisbo alguno de ironía, la han denominado la gran quedada. Lo dicho: amén.



domingo, 17 de julio de 2016

El 18 de julio y La 18 de julio

Otro año más, éste con mayor intensidad por ese énfasis que nos produce la cifra redonda, toca rememorar el golpe militar fascista que comenzó la tarde del 17 de julio de 1936 en el territorio marroquí colonizado por España. No obstante, el grupo sublevado tomó como fecha emblemática la del 18 de julio. Por esa razón, quién esto escribe, en un texto de hace varios años a cuenta de esta misma fecha, denominaba al conjunto de militares y civiles que se alzaron en armas contra el legítimo régimen republicano como “la 18 de julio”, la banda terrorista más criminal (y menos condenada, añado ahora) de la historia de España. Es una expresión de la que me siento orgulloso. Desconozco, soy absolutamente sincero, si alguien antes que yo la acuñó. Pero me sigue pareciendo absolutamente precisa y descriptiva. Sé que en España  el concepto terrorismo era hasta hace muy poco sinónimo de ETA y ahora lo es del islamismo. Nunca se ha asociado esta palabra con el régimen fascista que inició sus primeros pasos hace ahora 80 años. Erróneamente. La definición de la RAE, en su primera acepción, es diáfana: “Dominación por el terror”. Y además, ese terror lo tenían previsto desde casi dos meses antes del inicio de la acción, cuando el general Mola, director del golpe, en una directriz del 25 de mayo (apenas tres meses después de las elecciones de febrero que otorgaron la victoria al Frente Popular),  decía que aquél debería ser “extremadamente violento para reducir toda resistencia”. Y los golpistas llevaron a cabo esta directriz con enorme determinación. Y esa determinación, aunque la intensidad final no fuera la misma que la inicial, no les faltó durante 40 años.
No, calificar al régimen fascista del general Franco como un ente terrorista no es ninguna osadía. Es descriptivo y, a la vez, un elemento que activa y amplía un pensamiento muchas veces encorsetado por un lenguaje dominante que nombra los acontecimientos en función de sus intereses. Hoy, en su telediario del mediodía, la emisora derechista Antena 3 transmitía a sus televidentes, quizás más de un millón, la idea de que en julio de hace 80 años un siroco maligno, enloquecedor, recorrió el estado español y, como por arte de magia, se formaron dos bandos que empezaron a contender. En los titulares que yo vi no se hacía referencia a una sublevación militar apoyada por el fascismo (Falange) y la derecha monárquica que, ante el éxito del golpe en unos territorios y su fracaso en otros, derivó en una guerra en la que desde la primera hora, y comprometida ya con antelación, los terroristas alzados contra un gobierno elegido cinco meses antes, contaron con la ayuda de los gobiernos criminales de Italia y Alemania.
En Canarias, la isla que más tardó en ser controlada por los sublevados fue La Palma. Y cayó en poder de los facciosos el 25 julio. O sea, en este territorio no hubo guerra, ni siquiera, por poner el ejemplo paradigmático de la maldad roja, se quemó una iglesia. Quiero expresar con esto que, aún existiendo conflictividad social, pues eran tiempos de lucha y reivindicación, de avizorar mejoras largo tiempo anheladas, no era Canarias un lugar de enorme encono, como podían ser Cataluña o la Andalucía jornalera, en la lucha de clases. Sin embargo, las fuentes históricas calculan que entre 1.300 y 3.000 personas perdieron la vida por la represión fascista en un territorio que en los años 30 tenía alrededor de 650.000 habitantes. Sí, los datos son tozudos, la represión fascista en este archipiélago con un desarrollo limitado de la conciencia de clase entre los trabajadores, produjo más muertes en apenas tres años que la reiteradamente condenada acción de ETA, responsable de algo menos de 900 asesinados en algo más de 40 años de atentados. Y la palabra terrorismo es muy pertinente, y así deberían aceptarlo hasta los reticentes, pues entre estas víctimas hablamos de muchísimos desaparecidos por la acción nocturna, consentida por los militares, de los grupos de Falange. En la isla de Gran Canaria, los pozos de la zona de Arucas, la Sima de Jinámar y la Marfea, son lugares, salvo un único pozo, inexplorados por la falta de ayuda pública y señalados durante muchos años por el miedo y el murmullo. En esta misma isla Pedro Perdomo vivió 33 años (1936-1969) escondido en el barrio de La Isleta. El largo autoencarcelamiento de este hombre no se explica sin acudir, prolongado en el tiempo, al término terror.
Un último dato que tiende a obviarse, La 18 de julio, además de asesinar la Segunda República, abrió el camino, por la mano del que fue su jefe supremo desde el 1 de octubre de 1936, Franco, a la reinstauración monárquica. Sí. No habiendo sido consultado el pueblo directamente en ningún momento sobre la forma de Estado, la ilegitimidad de la monarquía en este país hunde sus raíces en la acción sangrienta que inició, hace ahora 80 años, la banda terrorista más criminal de la historia de España. Esa banda que el Partido fundado por siete ministros de los gobiernos fascistas se negó a condenar hace pocos días en la Asamblea de Madrid. Así se escribe la historia del 18 de julio, ese día que supuso, a la par que el inicio de una acción criminal, el comienzo de la mayor resistencia interior, sin premio alguno, que un pueblo opuso al fascismo en Europa.

Imagen del único pozo excavado en la 
localidad de Arucas

lunes, 11 de julio de 2016

De mochilero a emperador

Ha visitado España un emperador negro y crepuscular. Estados Unidos es un imperio que cada 4 años elige al hombre que dirige, al menos nominalmente, sus destinos. Utilizo la palabra hombre con plena conciencia, pues varones han sido, hasta ahora, todos los ocupantes del sillón presidencial de ese país. Quizás, incluso podría decir ojalá en vista del varón fascista que es alternativa, esta afirmación quede obsoleta el próximo mes de noviembre y una mujer, Hillary Clinton, ocupe la presidencia. No lancen campanas al vuelo, ni hagan fiesta en exceso, los corazones progres que quieran ver en esa circunstancia un avance para los derechos de la mujer. La India de las violaciones constantes tuvo como presidenta a Indira Ghandi. El Pakistán donde repugnantes canallas queman con ácido a las mujeres que cometen la osadía de rechazarlos como maridos, tuvo como lideresa a Benazir Bhuto. Ambas llegaron a sus responsabilidades, sin negar las capacidades políticas que debían poseer, por pertenecer a sagas políticas que accedieron al gobierno con la independencia de sus países en la década de los 40. El hipotético acceso de Hillary al rango de emperatriz del llamado mundo libre occidental (siempre quedan los eslavos y sus devaneos con el mundo asiático encarnado por China), mal menor deseable ante la bestia Trump, no supondría cambios sustantivos en la situación de la mujer en los territorios imperiales. No olviden a esa halcón negra llamada Condolezza Rice, que voló a las ordenes de ese criminal de guerra blanco, que nunca será juzgado, llamado George Bush jr.
El negro, o el blanco, es insustancial ante el sustantivo Imperio y las no menos sustantivas clases sociales. Estoy convencido de que los ciento y pico negros abatidos por la policía en lo que va de año (sobre un total de 500, siendo el 14% de la población), aparte del color de piel, tenían en común una extracción social humilde que los convertía automáticamente en individuos sospechosos. Todos hemos visto los espeluznantes vídeos de los últimos días. Esa pistola que se coloca en el pecho de un hombre inmovilizado boca arriba en el suelo y es disparada en dos ocasiones. El policía asesino se retira y queda la imagen de la sangre brotando con un siniestro borboteo. El emperador no fue al funeral de ese hombre, ni del joven que expiró en su coche sin siquiera tiempo de quitarse el cinturón de seguridad. Pobre (el emperador), iba a salir a funeral casi diario. Sin embargo, el emperador que en su juventud fue mochilero y disfrutó de la comida barata de la llamada piel de toro (astados vengativos han dejado tres muertos en diversos ¿festejos? en los últimos días), sí acudirá a las honras fúnebres de los policías blancos ejecutados por un vengador ejecutado a su vez por un arma novedosa, al menos para mí: el robot bomba. Un paso evolutivo, sofisticado y tecnológico, sobre el pedestre humano-bomba. Y esos funerales que demuestran que el emperador, tonalidades de piel aparte, sabe quiénes son los suyos, me retrotraen a uno de los títulos más significativos del cine español de la época fascista: Bienvenido Mr. Marshall. Sí, Sevilla tras acicalarse para recibir como se merece al jefe de los jefes, tras cerrar calles y espacios públicos, elaborar postres especiales y vestidos de faralaes con la bandera borbónica y la de las barras y estrellas, se ha visto convertida en un trasunto de Villar del Río. La única diferencia es que la fugaz caravana polvorienta del año 1953 ha mutado en el rutilante Air Force One cruzando el cielo sevillano camino de la base naval de Rota, lugar donde el emperador confraternizó con sus tropas, esas que nunca han incomodado a la más extraña especie de nacionalista no nacionalista, el amante del “¡yo soy español, español, español…!”.
Como colofón baboso al patético remedo de la película de Berlanga, un trío formado por Rivera, Sánchez y, desafortunadamente, Iglesias, ha esperado durante una hora para repartirse diez minutos humillantes. Rivera, el más honesto por sincero, expresó su admiración y ganas de servir al Imperio. Sánchez, el más desvergonzado, nos mintió diciéndonos que repasó toda la política nacional e internacional en tan exiguo tiempo. Iglesias, ¿el más desorientado?, habló previamente de su interés intelectual por conversar con Obama. Espero que los doscientos segundos que le han tocado hayan sido tan deslumbrantes y reveladores que le compensen el tufo lacayo que, para muchos de los que votamos a Unidos Podemos, tuvo tan larga espera y corta presencia.

lunes, 4 de julio de 2016

El comunismo y las habichuelas mágicas

En su punto más álgido, elecciones generales de 1979, el PCE obtuvo 1.900.000 votos. En su punto más álgido, elecciones generales de 1996, la coalición Izquierda Unida, creada por el propio PCE y otras fuerzas a la izquierda del PSOE, obtuvo 2.600.000 votos.
Estos datos son importantes. La izquierda oficial y referencial para millones de ciudadanos de este país, obviando que sus políticas nunca han puesto en cuestión, al revés la han apuntalado, la estructura de poder del estado español, ha sido el PSOE. Hablamos de un “gigante” que ha llegado a tener hasta 11 millones de votos. Si cuando se funda Podemos, hace algo más de dos años, algún augur nos dice que hoy, tras las elecciones del 26 de junio, una coalición de esta organización e IU estaría a 400.000 votos y 14 diputados del PSOE habríamos tratado a semejante adivino de orate y fomentador de inalcanzables sueños húmedos. Sin embargo, esa es la realidad actual. Pero no sentimos que un sueño se haya realizado sino, al contrario, aún en muchos paladares persiste la amargura de quién se siente derrotado tras tropecientos mil sondeos y una encuesta a pie de urna que parecía la antesala del anunciado asalto a los cielos, para devenir, a medida que el diestro recuento avanzaba, en imprecaciones al esquivo cielo recorriendo miles de hogares probablemente ateos.
La amargura del millón de votos perdidos. No niego esa realidad objetiva. Podemos e IU sumaron el 20 de diciembre, por separado, algo más de 6.000.000 de votos. El 26 de junio, unidos, tuvieron algo más de 5.000.000. Matemáticamente el traspiés es innegable. Pero quiero poner en la palestra un aspecto para mí fundamental. En diciembre Podemos aún se movía en la ambigüedad de los de arriba y los de abajo y eludía su carácter de partido de izquierdas. En junio, coaligados con IU, esa organización encabezada por el comunista y ex simpático mediático Alberto Garzón, ya no tenían escapatoria. Se situaban a los ojos de los votantes teleinformados, aunque su campaña fuera timorata en exceso y mansurrona con un despreciativo Pedro Sánchez, en el espectro de la izquierda filocomunista, de ese fantasma que el Manifiesto de don Carlos y don Federico anunciaba, hace más de siglo y medio, que recorría Europa. Ya Podemos no era sólo el ente bolivariano, la conquista inversa quinientos años después. Ya no sólo nos podían ilustrar, telediario tras telediario, saltando de la uno a la tres o la cinco (la sexta daba cal y arena, que también los rojos ven la tele y dan audiencia y consumen), con las penalidades y los horrores cotidianos de  Venezuela, con la foto de una niña colombiana que a la hora de morir por desnutrición adquiría la territorialidad venezolana, con un parlamento, venezolano por supuesto, que citaba a Pablo Iglesias para que acudiera, volando desde el reino de las tramas corruptas, a dar cuenta de turbias financiaciones que los tribunales españoles han desechados en múltiples ocasiones. Ahora Podemos, en un salto de calidad en la escala del mal, era, es, también comunista. Y el comunismo, en el imaginario de muchos españoles, es lo más terrible del mundo, un mal equiparable al fascismo, aunque fueran los comunistas los más incansables luchadores antifascistas que hubieron en España y los que fueron decisivos (sin desmerecer, pero poniendo en su lugar el mítico desembarco de Normandía) para derrotar la mayor amenaza que ha tenido Europa: esa cumbre de la barbarie fascista que fue el nazismo. Con experiencias históricas temporalmente muy limitadas, con errores y crímenes y con importantes logros, nunca bien ponderados, la ideología comunista está demonizada. Y el español empobrecido, hiperexplotado y sin memoria histórica, que llevado por la crisis a la frontera del terror, hoy siente como una bendición tener un trabajo aunque su sueldo haya menguado un 20 ó 25%, ese español que, con mentalidad de esclavo y nula conciencia de clase suele considerar que su jefe le da de comer, teme, cercado por los grandes medios de desinformación, que los bolivarocomunistas vengan a echar por tierra una recuperación económica que permite que nuestro país sea el que más ha visto incrementarse en estos años de zozobra un poderoso indicador social: el número de millonarios en España ha subido un 51%, llegando a los 192.500 ricos (¡a tiro de piedra de los 200.000!).

Partiendo de la crucifixión expuesta y de los datos del arranque de este texto, alentando un prudente optimismo, esos cinco millones tal vez no deban percibirse como techo y sí como un suelo que, debidamente fertilizado en las calles, quizás permita el crecimiento de unas habichuelas mágicas que nos aúpen a ese cielo que hasta ahora es propiedad privada de los ogros que, incomprensiblemente, tanto amamos.