“Se
tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo
antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán
encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades y
sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos
individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”
El
general Mola redactó el texto que antecede, el 25 de mayo de 1936, como parte
de la primera de las “instrucciones reservadas” que elaboró en su condición de
director del golpe militar fascista, que una parte del ejército comenzó a
preparar poco después del triunfo del Frente Popular en las elecciones del 16
de febrero de ese año.
El
texto de Mola es muy interesante. Desde un punto de vista ético casi todos nos
repeluznamos (eso se piensa pero no se escribe, que eso no mola, Emilio Mola).
Hay una frase estremecedora: “la acción ha de ser en extremo violenta”. Acongoja ¿no? Pero desde el punto de vista
organizativo es impecable. Instrucciones claras y concisas. Quieren vencer y
saben como. A Mola el discurso de Unamuno el 12 de octubre de ese año en
Salamanca (“Venceréis,
porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis”) se la trae al pairo. Le parecería y perdónenme,
habla Mola, “una mariconada”. Primero había que someter al país, después habría
tiempo de convencerlo. Casi 40 años duró el convencimiento. Un convencimiento
donde abundaron tanto las hostias consagradas, administradas por los custodios
de las mentes, deleznables inculcadores de miedo, como las hostias prosaicas,
administradas por los maestros fascistas y los diferentes estamentos armados
vía prisiones y cuartelillos diversos.
La
sublevación comenzó en Melilla la tarde del 17 de julio y se extendió por el
protectorado de África, que el 18 ya era territorio dominado por los militares
sublevados. Los militares que se mantuvieron leales a la República, entre ellos
un primo de Franco, el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, (esta
ejecución cimentaría su liderazgo moral entre su tropa) fueron fusilados, como
tantos otros posteriormente, ¡oh paradoja! por “rebelión militar”. El 18 de
julio del 36, sábado, que le arrebató al 14 de abril del 31, martes, la
condición de fecha más importante del siglo XX español, comenzó, como dije
antes un 17 de julio con la consigna clara de bañar al país en sangre. Vean a
Franco, al amigo Mola y a Queipo de Llano en sus palabras:
El 27 de julio del 36 Franco declaró:
"Salvaré a España del marxismo, cueste lo que cueste. No dudaré en matar a
media España si es necesario para pacificarla". Allen: "¿Cuánto
tiempo va a continuar la masacre, ya que el golpe ha fracasado?". Franco:
"Yo continuaré avanzando sobre Madrid hasta que mis tropas hayan
pacificado el país." Allen: "¿Significa eso que tendrá usted que
fusilar a media España?" Franco le contestó, sonriendo: "Escúcheme
bien. Le repito que cueste lo que cueste." (27 de julio de 1936, el
periodista norteamericano Jay Allen entrevista a Franco en Tetuán). Mola, julio
del 36: "Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo...Hay que
sembrar el terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos
ni vacilación a todos los que no piensan como nosotros". Queipo de Llano:
“Yo autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer
coacción entre vosotros; que si lo hiciereis así, quedareis exentos de toda
responsabilidad... nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a
los rojos lo que es ser hombre. De paso, también a las mujeres de los rojos. Esto está
totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor
libre. Ahora por lo menos sabrán lo que
son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho
que berreen y pataleen”.
Queipo, hombre de fino pensamiento y noble
corazón, gran misógino (el fascismo restableció legalmente la subsidiaridad de
la mujer con respecto al hombre, su condición de veladora del reposo del guerrero)
e instigador de violaciones, está enterrado con todos los honores en la
basílica de la Macarena, en Sevilla, al pie de la virgen (imagino que asombrada
de tener los despojos de tan siniestro
elemento tan a mano). Hasta 2009 la virgen llevaba su sangriento fajín y en 2012 su nieto heredó el
título de marqués que en su momento otorgó Franco a su abuelo. Y Mola, el alma
sensible que abre este texto, fue nombrado, a título póstumo, duque con
grandeza de España, título que han ido heredando sus descendientes. Si, la
nobleza creada por la dictadura fascista perdura. En realidad, lo lamentable es
que se admitan en este país los títulos nobiliarios.
Esta panda de forajidos militares fascistas que el 18 de julio se
pusieron fuera de la legalidad republicana, que eran la punta de lanza de la
oligarquía en una época de gran acentuación de la lucha de clases, con un
fascismo emergente que las “democracias liberales” pensaban que podía hacerles
el favor de acabar con la Unión Soviética, no lograron triunfar en todo el país.
El golpe en parte fracasó, pero la decidida ayuda militar de Italia y Alemania
a favor de Franco fue decisiva en la guerra. La República tuvo que defenderse.
Al principio funcionó la ira popular, el odio de los secularmente desposeídos.
Tener pinta de burgués no era conveniente, podía ser perjudicial para la salud.
Al cabo de varios meses, cuando se constituyo un ejército regular de la
República y se consolidaron sus estructuras políticas, las acciones
descontroladas dejaron de ser tan habituales. Me mojo. En Madrid en el 36 se
luchaba a cara de perro, enfrente de la República estaban gentes con mucha
claridad de ideas y decisión en su manera de actuar. ¿Podía pedírsele a la
República un comportamiento exquisito? La quinta columna en Madrid no era un
mito. Existía. La República, incluso con los crímenes (no oculto las palabras)
que cometió para defenderse, era un régimen que quería humanizar el país, abrió
caminos a la mujer, instruyó a los niños de las aldeas más alejadas (creó 5.000
escuelas y la mitad del magisterio español fue depurado por los fascistas, en
los pueblos conquistados el maestro solía ser una de las primeras víctimas),
intentó la reforma agraria (combatida encarnizadamente por las derechas), en la
búsqueda de un reparto más justo de la propiedad de la tierra. La violencia de
la República fue justa y necesaria. Los aliados mataron en el bombardeo de
Dresde a 60.000 personas, quizás muchos de ellos antifascistas, pero sabemos
que el culpable de la Segunda Guerra Mundial fue el nazi-fascismo internacional y su
ideología execrable, intrínsecamente criminal. La República tenía el deber de
defenderse, y lo hizo con luces y sombras, pero en su esencia no estaba el
pensamiento repugnante que he explicitado con algunos ejemplos más arriba, esa
planificación del exterminio puesta por Mola, negro sobre blanco, dos meses
antes del golpe, ni estaba la altanería de las castas que han detentado el
poder desde tiempos ancestrales y no se resignan a verlo o intuirlo en disputa.
Hoy no concebimos una situación como la que se inicio hace 77 años. Seguro.
Pero no le pisen el rabo al mastín, se revolvería, si es necesario, con la
misma fiereza.
Ninguno de los componentes de la banda terrorista 18 de julio, que mató y
reprimió durante 40 años, banda que tuvo siempre el mismo jefe, pero cuyos miembros se
fueron renovando con el tiempo, fueron juzgados jamás. Ningún grupo terrorista,
perfectamente estructurado y jerarquizado, se ha ido tan de rositas como estos
criminales fascistas. En Alemania, en Italia, en Chile, en Argentina, hace poco
en Guatemala, en todos estos países, en mayor o menor medida, actuó la justicia.
Aquí las tropelías les salieron totalmente gratis. Incluso es legal la fundación
Francisco Franco. O sea, en un país donde Otegui lleva cuatro años en la cárcel
por trabajar para acabar con el terrorismo de ETA, donde la apología del
terrorismo es tan perseguida, existe una fundación dedicada a preservar y
enaltecer el legado del mayor terrorista español del siglo XX. Y encima este
genocida nos dejo de jefe del estado -no me canso de repetirlo- a su protegido.
Acabo. El PP rechazó en el congreso de los diputados hace un par de meses
que el 18 de julio fuera el “día de la condena al franquismo” (hay que
sustituir ese término por fascismo). Usó la palabrería de siempre. Esa que ha
legitimado parte de la llamada izquierda. La equidistancia de los hermanos que
empezaron a darse garrotazos en un ataque de locura. No remover viejas heridas
que están cerradas. Aquí, bellacos, lo que siguen cerradas son las cunetas, las
fosas comunes y los pozos. Y lo peor es que han ganado esta partida, y la
perspectiva, desgraciadamente, es que sus herederos sigan ganando. Les interesa
esa visión que, con gesto contrito, reparte culpas, la mejor manera de no
culpar a nadie. Visión que sustrae conocimiento, justicia y reparación.