jueves, 28 de septiembre de 2017

Convoyes y odio

Últimamente nos hemos acostumbrado a oír hablar mucho del delito de odio. Unos cuantos tuiteros saben que hacer chistes sobre el atentado que le costó la vida al líder fascista Carrero Blanco puede llevarte ante los tribunales de justicia. Circunstancia que, aunque no acabes en la cárcel, supone una llamada de atención que quizás te lleve, en cierta medida, a autocensurarte, pues sabes que una segunda condena acarrea la entrada en prisión. Otro clásico de la justicia hispánica reciente es la posibilidad de acabar en el banquillo por apología del terrorismo, pues la AVT u otra organización similar siempre están con el radar puesto. Radar que, curiosamente, funcionaba bastante menos cuando ETA estaba operativa. No es el objeto de este texto, pero es bueno recordar el inmenso valor que tienen unas víctimas en España con respecto a otras que yacen en cunetas y cuya mofa o escarnio, que yo sepa, nunca ha conllevado recibir una de esas citas judiciales que hoy se multiplican en Cataluña.
En estos días que, parafraseando a Silvio, la historia dirá si tienen absolución posible, la línea roja que separa la libertad de expresión de un banquillo de los acusados es cada vez más delgada y quebradiza. Cierto es que esa línea tiende a ser más frágil cuanto más a la izquierda del espectro político se sitúe la persona que la bordee. En estos días inciertos la fiscalía actúa como un redivivo Tribunal de la Inquisición que rastrea con lupa cualquier posible coacción o amenaza en Cataluña (de lo más que han podido hablar los militantes medios de comunicación antirreferéndum ha sido de alcaldes socialistas que se han sentido incómodos porque parte de sus vecinos les han reclamado que cedan espacios municipales para poner urnas) por parte de quiénes promueven el 1-O. Es bochornoso que una institución siempre avizorante ante el hipotético delito de odio de los débiles, y presta a encarcelar preventivamente durante casi un año a tres jóvenes de Altsasu por una riña saldada con el tobillo roto de un guardia civil, esté ciega ante el cántico más amenazante, y lleno de inquina, que se ha escuchado en tantos días de movilizaciones. Me refiero, por supuesto, al ya famoso “a por ellos oé, a por ellos oé”. En diferentes lugares del estado español una fuerza armada, cual convoy heroico presto  a recuperar una tierra de infieles, ha salido de sus cuarteles rodeada de decenas o centenares de personas, llenas de coherencia, que detestan el nacionalismo al grito de “yo soy español, español, español”. Estos ejemplares (en el doble sentido) no nacionalistas consideran su patria el culmen y, lo que es peor, una cárcel de la que no se salva ni el dios aquel que, según Blas de Otero, asesinaron. Pero bueno, ese graznido es legítimo, y allá ellos si les gusta ejercer el triste oficio de carceleros de gentes que cometen el delito de querer saber cuantos quieren formar parte de la monarquía española y cuantos constituir una república catalana. En cambio, el “a por ellos” que la selectiva fiscalía ignorará, es, aparte de imbécil, absolutamente ruin. Lo primero lo es porque con dos dedos de frente, aunque fuera colectiva, debería bastarles para percibir que la gasolina no es el método más idóneo para apagar el incendio que tienen en el noreste de lo que consideran su indisoluble territorio. Lo segundo, ruin o malvado, lo es porque estás deseando que se ejerza sobre un pueblo desarmado, que desarrolla un proceso político pacífico, la violencia más poderosa que existe: la del estado. Lo verbalizó magníficamente Manuel Gómez Martín, portavoz del PP en Gibraleón (Huelva) a través de Facebook: “Llámenme como quieran!! Pero a estas alturas de conflicto quiero ver a la policía y guardia civil dando hostias como panes!!!” (quizás no se había enterado de que la guardia civil investiga a los panaderos como posibles transportistas de urnas). Tristes bromas aparte, estos son los peperos que a mi me gustan: los que no disimulan (por supuesto, ya ha sido reconvenido por su propio partido de cara a la galería), los que nos muestran la raíz y esencia de ese partido. Una esencia que, lo sabemos, comparten millones de españoles que disfrutarían con un puñetazo estatal en la mesa, una acción contundente como la que se reclama a través de un vídeo unionista donde se hace un juego de palabras, menos mal, se agradece un cierto rasgo de inteligencia, entre el votarem catalán y el Voltarén como crema analgésica tras la tunda policial española.
Una nota final: ni en los años más duros del terrorismo de ETA, aquellos en que se decía por parte de los sacroconstitucionalistas que sin la violencia se podía hablar de todo, entendiendo que no se referían a una amable charla académica, se enviaron miles de policías y guardias civiles a “tomar” Euskadi. La razón es simple: el terrorismo de ETA, con su limitada capacidad de acción, fortalecía al bipartidismo instaurado en el 78. El referéndum, “lo que más me preocupa en los últimos 40 años” ha dicho con toda razón Felipe González, desde su pacifismo, podría ser una brecha no sólo para transitar hacia la república catalana sino, tal vez incluso, sé que estoy ejerciendo el extraño oficio de optimista, hacia una “república democrática de trabajadores de toda clase”, basada en la libre unión de sus pueblos en ausencia, por supuesto, de convoyes de ocupación.

sábado, 23 de septiembre de 2017

De la falta de respeto como viento de cola

Uno de los aspectos que me hace reflexionar acerca del proceso que se está viviendo en Cataluña, es la facilidad con la que desde el unionismo se desprecia a la gran e indeterminada cantidad (epicentro del problema y circunstancia que el bloque PPSOECs pretende perpetuar) de gente que quiere constituir un estado soberano. Hacia este enorme colectivo casi todo es menoscabo y, con la ira y el respaldo de un eternamente enfadado dios bíblico llamado Democracia, blandir amenazante las Tablas de la Ley Constitucional.
La democracia, en boca de los llamados constitucionalistas, adquiere un carácter mayúsculo e inequívoco, casi sobrehumano, que usted y quién esto escribe, sabemos, aunque a veces queramos engañarnos, que no tiene. Prácticamente nadie en el planeta deja de usar tan enorme palabra para definirse y, en la misma medida, esgrimir su antítesis como anatemización absoluta del adversario. Por lo tanto hay que ponerse el traje de faena del pensamiento e intentar, en la medida de lo posible, analizar caso a caso, aplicándonos, con respecto a los medios, la célebre frase de Malcom X: “Si no estás prevenido ante los medios de comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido”. Y, donde impera el odio al oprimido, al débil, no hay sustrato alguno de democracia. Palabra con múltiples apellidos, no pocos méritos asesinos (observen la llamada mayor democracia del planeta), y que a menudo es confundida con gozar de determinadas libertades políticas. Por lo tanto, la utilización por uno u otro bando de un conflicto, sea el catalán o cualquier otro, ni me impresiona, ni me posiciona.
También existen elementos que operan como reafirmantes en las posiciones que previamente uno ha adoptado. Uno de ellos es bastante simple: la falta de respeto. Circunstancia que se agrava cuando quién la ejerce es la parte poderosa, el trasatlántico que maneja Rajoy, contra la parte débil, los acosados independentistas catalanes que van en la zodiac que les concedió Pablo Casado. Veámos esa falta de respeto.
El fiscal general Maza dijo hace unos días que una parte de la sociedad catalana había sido abducida por el Govern. La segunda y tercera acepción que da la RAE son las que podrían venir al caso:
“Dicho de una supuesta criatura extraterrestre: apoderarse de alguien”.
“Dicho de una persona o creación humana: suscitar en alguien una poderosa atracción”.
Alguien se preguntará que pintan aquí los viajantes siderales. Piensen que, en el imaginario popular, cuando un extraterrestre (sospecho que a Maza aquel que no quiere pertenecer a su indisoluble y bienamada España debe parecerle casi extragaláctico) se apodera temporalmente de un terrícola, lo hace no sólo de su cuerpo, sino también de su mente. Así, cuando el pérfido marciano te devuelve a nuestro mundo ya eres otra persona. Un esclavo manejado por un ente que no viene de ver arder naves más allá de Orión, pero te ha convertido en un ser dispuesto a inmolarse, preso de una poderosa atracción, en el altar de Oriol Puigdemont, donde oficia una ángel caída llamada Gabriel. Sí, aquí entra la segunda definición transcrita de la tricentenaria institución. Definición que me parece incompleta, pues el abducido, en la misma dimensión que experimenta la atracción, padece la disminución de su voluntad.
Sí. Eso es lo que está diciendo Mata y donde falta al respeto: los independentistas catalanes son gente a la que el govern ha lavado el cerebro con quimeras y actúan carentes de voluntad propia. Este planteamiento del fiscal general, que habla de una parte sustancial de la sociedad catalana como un ente ignorantado, fue afianzado ayer por una vuelta de tuerca bastante hiriente de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, lamentándose de “esos padres y esos niños que (los esbirros del govern, se supone) acarrean a las manifestaciones”. Esta frase, más que zombificarlos, los bestializa o los cosifica. Ustedes son acarreados por Hamelín-Puigdemont que los conduce, cual ratas, directos a un río en el cuál perecerán, quizás traumáticamente, sus delirios secesionistas.
Y, por último, existe un  agravante imperdonable. Los adultos acarreados, en bastantes ocasiones son acarreadores de sus crías. Y oiga, que feo está eso de adoctrinar a la gente menuda. Por suerte, en el estado español está prohibido que los padres lleven a sus hijos e hijas a colegios donde los pongan a rezar o donde la religión sea una asignatura obligatoria. También está prohibido mandarlos a los 6 años a una catequesis que dura tres años y en la que te inyectarán racionalidad en vena.
La portada del católico, monárquico y centenario ABC del 23 de septiembre nos alerta: “El independentismo recluta a los niños”. Se refiere a que la CUP convocó en una plaza de Barcelona a niños y niñas para que pintaran pancartas contra la monarquía y a favor del 1-O. Malvados. Afortunadamente, nadie de la redacción del ABC puede bautizar a sus hijos para evitar que te hagan miembro de una asociación cuando aún no tienes uso de razón. El ABC, cada vez que se convoca el concurso "Qué es un rey para ti", pone su laico grito en el cielo. O se envenenan cuando se enteran de que unos padres llevan a sus pequeños vástagos a ver un desfile de la milicia hispana o a aplaudir a la guardia civil bandera monárquica en mano.
Falta de respeto, mayormente a la inteligencia, e hipocresía. Ese es el campo de juego en el que se deleita el régimen surgido del fascismo en el 78. 
Y estos catalanes independentistas intentando joder el paraíso. 

jueves, 14 de septiembre de 2017

Amedrentamientos y seguridad

Hace unos días me llegó la siguiente pregunta por WhatsApp: “Imagina que quisieras votar y pretendieras votar no, ¿te parecería seguro hacerlo en este referéndum?"
La palabra clave es “seguro”. Y bajo mi punto de vista es una palabra que en el texto puede tener una doble interpretación. O bien puede hacer referencia a la seguridad física de la persona en cuestión, o podría referirse a si existiría la seguridad de que ese voto negativo se contabilizaría correctamente.
Reconozco que en la primera lectura sólo me lo planteé como un mensaje que hacía referencia a la seguridad de las personas. Y esa sensación mía inicial no es descabellada. Parece que buscan desesperadamente la violencia. No voy a decir, aunque hayan antecedentes y seguro que las baraja, que el estado se dispone a realizar acciones de lo que habitualmente se llama “falsa bandera”, pero hay un elemento evidente: unos manifestantes destrozando mobiliario urbano entre esteladas sería el sueño húmedo del estado español. De hecho, un acto simbólico como la quema de banderas de España, Francia y la UE, en la manifestación de la izquierda independentista el 11 de septiembre, fue tildada por algunos medios de acto violento. Medios que también señalaron, con aviesa intención, que quiénes realizaron la acción, con toda la lógica del mundo, iban encapuchados, pues el año pasado lo hicieron a cara descubierta y acabaron ante el juez. La idea machacona y falsa, por eso mi primera asociación con la integridad física de las personas, es que una parte de la sociedad catalana está siendo excluida y señalada. Se consideró poco menos que una incitación a la violencia que Puigdemont pidiera a los vecinos que quieran votar, en un sentido u otro, que preguntaran a su alcalde, respetuosamente, porque no ceden espacios para poner urnas.
¿Preguntar es amedrentar o amenazar? ¿En qué medida el amedrentamiento o la amenaza es mayor que la que pueden sentir los más de mil cargos públicos catalanes apercibidos de consecuencias penales en el BOE con nombres y apellidos? Los 712 alcaldes que van a ser citados por la fiscalía en calidad de investigados, cuando aún no han realizado ninguna actividad presuntamente delictiva,  bajo amenaza de detención si no se presentan a declarar ¿tienen razones para sentirse amedrentados o amenazados? ¿Quién amedrenta o asusta más, el vecino que interpela a su alcalde o el estado español con todo su aparato coercitivo? Pablo Casado, junto a Albiol, un dirigente del PP que se descareta con bastante facilidad (circunstancia que siempre se agradece), dijo lo siguiente: "Comparar un transatlántico como la nación española con una zodiac pinchada que es lo que tienen ahora mismo los de la CUP y sus colaboradores en la Generalitat, da risa". Obviando el tonillo prepotente y mamporrero, hay que reconocer que no le falta cierta dosis de razón. Quién tiene capacidad de ejercer la fuerza es el estado constituido español ante la nación catalana que busca constituirse como tal.
Hablando de amedrentamientos, estos bastante más silenciados por los grandes medios, en Canarias, el mismo once de septiembre entró en la cárcel, tras serle denegado el indulto por un gobierno que perdona a no pocos indeseables que usan las arcas públicas para enriquecerse, la luchadora social Aisha Hernández Rodríguez por realizar una pintada que denunciaba el elevado paro juvenil de Canarias y un incidente con la policía por el que acabó acusada de desobediencia (constitucional, por supuesto) a la autoridad. Siguiendo con el amedrentamiento, esta previsto que vuelva a declarar en el juzgado la drag que gano la gala del carnaval de Las Palmas este año. Su hipotético delito es parodiar a la virgen en un espacio absolutamente laico en el que se supone que la Iglesia Católica no tiene potestad alguna.
Federico Jiménez Losantos, cuando a inicios del año pasado declaró antes decenas de miles de radioyentes que si se encontrara con determinada gente de Podemos (citó nombres) y llevará “lupara” dispararía, no hubo fiscal alguno que perdiera un segundo en amedrentarlo aunque sea un poquitín. Los instrumentos del estado, incluida la justicia, son los que amedrentan casi siempre en la misma dirección, nunca unos vecinos preguntando a su alcalde o manifestándose para que se pongan urnas en espacios municipales.
En una lectura posterior pensé que esa seguridad a la que hace referencia la persona interpelante quizás tiene el sentido del tongo electoral, de lo que comúnmente se llama pucherazo. Si la interpretación correcta transita este derrotero, me atrevo a decir que en estos momentos la tentación que podría estar cocinándose al fuego de la Generalitat sería un guiso probablemente nunca visto en la historia. Lo que yo me atrevería a llamar “el pucherazo inverso”. El problema para los soberanistas catalanes es que haya muy pocos noes, pues el unionismo busca que en el caso de que el estado español no evite la instalación de las urnas, estás se desacrediten y deslegitimen con una escasa participación que, ante la gran movilización del independentismo, solo podría salir del campo de un no que quedaría tremendamente escuálido. Así que ¡oh paradoja! en su perversidad imagino a los cuernirrábicos diablillos independentistas condimentando el puchero más con noes que con síes. 

sábado, 9 de septiembre de 2017

Del sueño a la realidad o la posibilidad de la república catalana

Siempre nos dijo el poder, tuviera la cara sonriente de PSOE o la cruz amenazante (no olvidemos su condición de instrumento de tortura y muerte elevado a los altares) del PP, cuando ETA habitaba entre nosotros: la independencia puede defenderse por vías pacíficas.
O sea, pueden manifestarse unos cientos por el paseo de la playa de Las Canteras en Gran Canaria al viejo grito de ¡Viva Canarias Libre y Socialista! O pueden hacerlo un millón por La Diagonal clamando ¡Visca Catalunya Lliure! Nadie los lleva al trullo, se supone, por ser independentistas y reunirse con otros independentistas y dar eternos vivas a la independencia y al socialismo levantando ardorosamente el puño. Mientras todo queda en el terreno del fervor simbólico el poder le permite a usted regresar reconfortado a casa tras participar en esa comunión laica con sus compañeros de sueños. Sí, sueños. A usted, persona entrada en años y luchas o joven al que un día un profesor le habló de la imagen más reproducida del siglo XX, esa sílaba, Che, que expresa en un lenguaje universal la rebeldía, el poder estatal español le permite soñar con la independencia. Y soñar es tremendamente (y utilizo esta palabra con absoluta conciencia) hermoso, aparte de necesario. Martin Luther King tuvo un sueño que, da lo mismo el color de la piel del presidente de EEUU, sigue pendiente cuando vemos la facilidad con la que, perdóneseme el juego de palabras facilón, la policía tira al negro. Calderón de la Barca nos desanimó diciéndonos, el muy sinvergüenza, que “los sueños, sueños son”. También el acervo popular nos disuade: “ten cuidado con lo que sueñas… puede cumplirse”. 
Los cientos de soñadores en una Canarias Libre y Socialista, en una sociedad que se adormece entre romerías y bajadas y subidas de vírgenes (tranquilos compatriotas, que a mi también me gusta La Rama), no quitan ni un segundo, oh paradoja, el sueño al poder.
En cambio, cada persona que conforma ese millón y pico, sobre una población de siete y medio, que lleva saliendo a la calle cada 11 de septiembre en Cataluña desde hace varios años, pretende y siente que, junto a las otras, ha acumulado fuerzas, incluso una mayoría absoluta parlamentaria, para intentar, trayendo el sueño a la realidad, lo que no está previsto por el poder: la posibilidad de construir, más allá de las libertades concedidas, un estado propio.
Y el primer paso de ese sueño factible debe ser contarse. Es muy simple: cuantas personas están a favor y cuantas en contra de que Cataluña forme un estado independiente en forma de república. No lo piden unos cientos o miles de personas, como sucedería en Canarias, lo solicita una mayoría de los habitantes de Cataluña.
El poder ha sacado a colación mil veces la trampa constitucional: “Vengan ustedes, partidos políticos independentistas catalanes, al parlamento español e intenten, con sus magras fuerzas (Cataluña aporta 47 diputados sobre 350), una modificación de la constitución que les permita realizar un referéndum legal”. El estado español les ofrece a los catalanes que quieren decidir la posibilidad de construir su república una vía muerta o un muro contra el que se han estrellado 18 veces, las que le han solicitado al gobierno español un referéndum pactado. Lo que queda entonces es, desde tu mayoría absoluta en el Parlament, que te legitima, crear una arquitectura legal propia para dar cauce a que de una vez por todas se haga la única encuesta que necesita el pueblo catalán: un referéndum en el que cada cuál vote, o se abstenga, libremente. Sin coerción alguna. Y hoy el único elemento coercitivo, cada vez más amenazante (registro de una imprenta y un semanario entre el 8 y el 9 de septiembre con encausamiento del director de este último), es el gobierno español, que es quién quiere que nadie vote, oh heroico Coscubiela transportado en incómoda parihuela por la derecha política y mediática, ni los del sí ni los del no, porque en su fuero interno España es y será siempre unagrandeylibre.
Alberto Garzón escribió en Facebook: “En @iunida no apoyaremos la ley del referéndum que se votará hoy en el parlamento catalán. Defendemos el derecho a decidir con garantías”. Garzón, estás defendiendo, cobardemente, el derecho a decidir cuando las ranas críen pelo o les de la bendita gana al PPSOECs, que será nunca. Los ciudadanos catalanes están a tres semanas de decidir, de votar sí o no a la posible construcción de una república (que va más allá de llamar al rey Felipe ciudadano Borbón cuando, en vez de desconocerlo, vas a entrevistarte obedientemente con él), lo  que sería un mazazo al régimen del 78, y los desacreditas convirtiéndote en esta hora, que no admite ambigüedades, en un aliado de facto de la derecha españolista. Y no vale la trampa habitual: decir que el proceso catalán es fruto de la burguesía catalana. Me atrevo a afirmar justo lo contrario: este proceso intranquiliza mucho a la parte más poderosa de la burguesía, a la oligarquía catalana que, por cierto, se ha manifestado claramente en contra de la independencia pues ahora mismo no tiene lo que siempre ha poseído, más allá de circunstanciales mayorías políticas, desde 1939 para acá: el control absoluto. Lo lamentable es que uno solo de los objetivos del referéndum catalán: la posibilidad de tirar al basurero de su historia la monarquía del ciudadano Borbón, es una tarea inafrontable para Unidos Podemos, la autodenominada izquierda del estado español que, por tacticismo, oportunismo o cobardía, nunca encuentra el momento (aquello de las condiciones objetivas y subjetivas da para mucho)  para reivindicar y educar a la gente en la necesidad de una república.
Sigo con la izquierda. Los comuns (hermoso nombre que pasa rozando), cuyo referente es Ada Colau, que quizás ya no piensa que la injusticia implica en momentos decisivos, esos que parecen acelerar la historia, desobediencia, harán a su militancia la siguiente pregunta: “¿Cataluña en Comú tiene que participar en la movilización del 1-O?”. Puedo irritar a algunas personas, pero esta actitud contorsionista y sibilina que degrada un referéndum a una mani con papeleta de mentirijillas es más dolorosa que la embestida, absolutamente esperable, de la derecha. No obstante, la respuesta ya la doy yo por adelantado: si hay urnas en todo el territorio catalán, circunstancia que está por ver pues creo que el estado va a apretar mucho las clavijas, ustedes van a participar sí o sí, aunque voten no, se abstengan o hagan una macrosentada. Por una sencilla razón: se van a contar síes, noes, votos blancos, nulos y abstenciones. En la lectura de los resultados entrará, a gusto o a disgusto, manejando esos cinco vectores, aunque tres sean los básicos, todo el mundo, de derecha a izquierda, porque es un referéndum y no una movilización ocasional sobre la que pronunciarse a través de una pregunta timorata.

Me parece oportuna esta canción de Silvio Rodríguez y Buena Fe llamada La Tempestad.