Siempre nos dijo el poder,
tuviera la cara sonriente de PSOE o la cruz amenazante (no olvidemos su
condición de instrumento de tortura y muerte elevado a los altares) del PP,
cuando ETA habitaba entre nosotros: la independencia puede defenderse por vías
pacíficas.
O sea, pueden manifestarse
unos cientos por el paseo de la playa de Las Canteras en Gran Canaria al viejo grito de ¡Viva Canarias Libre y
Socialista! O pueden hacerlo un millón por La Diagonal clamando ¡Visca
Catalunya Lliure! Nadie los lleva al trullo, se supone, por ser independentistas
y reunirse con otros independentistas y dar eternos vivas a la independencia y
al socialismo levantando ardorosamente el puño. Mientras todo queda en el
terreno del fervor simbólico el poder le permite a usted regresar reconfortado
a casa tras participar en esa comunión laica con sus compañeros de sueños. Sí,
sueños. A usted, persona entrada en años y luchas o joven al que un día un
profesor le habló de la imagen más reproducida del siglo XX, esa sílaba, Che,
que expresa en un lenguaje universal la rebeldía, el poder estatal español le
permite soñar con la independencia. Y soñar es tremendamente (y utilizo esta
palabra con absoluta conciencia) hermoso, aparte de necesario. Martin Luther
King tuvo un sueño que, da lo mismo el color de la piel del presidente de EEUU,
sigue pendiente cuando vemos la facilidad con la que, perdóneseme el juego de
palabras facilón, la policía tira al negro. Calderón de la Barca nos desanimó
diciéndonos, el muy sinvergüenza, que “los sueños, sueños son”. También el
acervo popular nos disuade: “ten cuidado con lo que sueñas… puede cumplirse”.
Los cientos de soñadores en
una Canarias Libre y Socialista, en una sociedad que se adormece entre romerías
y bajadas y subidas de vírgenes (tranquilos compatriotas, que a mi también me
gusta La Rama), no quitan ni un segundo, oh paradoja, el sueño al poder.
En cambio, cada persona que
conforma ese millón y pico, sobre una población de siete y medio, que lleva
saliendo a la calle cada 11 de septiembre en Cataluña desde hace varios años,
pretende y siente que, junto a las otras, ha acumulado fuerzas, incluso una
mayoría absoluta parlamentaria, para intentar, trayendo el sueño a la realidad,
lo que no está previsto por el poder: la posibilidad de construir, más allá de las
libertades concedidas, un estado propio.
Y el primer paso de ese
sueño factible debe ser contarse. Es muy simple: cuantas personas están a favor
y cuantas en contra de que Cataluña forme un estado independiente en forma de
república. No lo piden unos cientos o miles de personas, como sucedería en
Canarias, lo solicita una mayoría de los habitantes de Cataluña.
El poder ha sacado a
colación mil veces la trampa constitucional: “Vengan ustedes, partidos
políticos independentistas catalanes, al parlamento español e intenten, con sus
magras fuerzas (Cataluña aporta 47 diputados sobre 350), una modificación de la
constitución que les permita realizar un referéndum legal”. El estado español
les ofrece a los catalanes que quieren decidir la posibilidad de construir su
república una vía muerta o un muro contra el que se han estrellado 18 veces,
las que le han solicitado al gobierno español un referéndum pactado. Lo que
queda entonces es, desde tu mayoría absoluta en el Parlament, que te legitima,
crear una arquitectura legal propia para dar cauce a que de una vez por todas
se haga la única encuesta que necesita el pueblo catalán: un referéndum en el
que cada cuál vote, o se abstenga, libremente. Sin coerción alguna. Y hoy el único
elemento coercitivo, cada vez más amenazante (registro de una imprenta y un
semanario entre el 8 y el 9 de septiembre con encausamiento del director de
este último), es el gobierno español, que es quién quiere que nadie vote, oh
heroico Coscubiela transportado en incómoda parihuela por la derecha política y
mediática, ni los del sí ni los del no, porque en su fuero interno España es y
será siempre unagrandeylibre.
Alberto Garzón escribió en
Facebook: “En
@iunida no apoyaremos la ley del referéndum que se votará hoy en el parlamento
catalán. Defendemos el derecho a decidir con garantías”. Garzón, estás
defendiendo, cobardemente, el derecho a decidir cuando las ranas críen pelo o
les de la bendita gana al PPSOECs, que será nunca. Los ciudadanos catalanes
están a tres semanas de decidir, de votar sí o no a la posible construcción de
una república (que va más allá de llamar al rey Felipe ciudadano Borbón cuando,
en vez de desconocerlo, vas a entrevistarte obedientemente con él), lo que sería un mazazo al régimen del 78, y los
desacreditas convirtiéndote en esta hora, que no admite ambigüedades, en un
aliado de facto de la derecha españolista. Y no vale la trampa habitual: decir
que el proceso catalán es fruto de la burguesía catalana. Me atrevo a afirmar
justo lo contrario: este proceso intranquiliza mucho a la parte más poderosa de
la burguesía, a la oligarquía catalana que, por cierto, se ha manifestado
claramente en contra de la independencia pues ahora mismo no tiene lo que
siempre ha poseído, más allá de circunstanciales mayorías políticas, desde 1939
para acá: el control absoluto. Lo lamentable es que uno solo de los objetivos
del referéndum catalán: la posibilidad de tirar al basurero de su historia la
monarquía del ciudadano Borbón, es una tarea inafrontable para Unidos
Podemos, la autodenominada izquierda del estado español que, por tacticismo, oportunismo
o cobardía, nunca encuentra el momento (aquello de las condiciones objetivas y
subjetivas da para mucho) para
reivindicar y educar a la gente en la necesidad de una república.
Sigo
con la izquierda. Los comuns (hermoso nombre que pasa rozando), cuyo referente
es Ada Colau, que quizás ya no piensa que la injusticia implica en momentos
decisivos, esos que parecen acelerar la historia, desobediencia, harán a su
militancia la siguiente pregunta: “¿Cataluña en Comú tiene que participar en la
movilización del 1-O?”. Puedo irritar a algunas personas, pero esta actitud
contorsionista y sibilina que degrada un referéndum a una mani con papeleta de
mentirijillas es más dolorosa que la embestida, absolutamente esperable, de la derecha.
No obstante, la respuesta ya la doy yo por adelantado: si hay urnas en todo el territorio
catalán, circunstancia que está por ver pues creo que el estado va a apretar
mucho las clavijas, ustedes van a participar sí o sí, aunque voten no, se
abstengan o hagan una macrosentada. Por una sencilla razón: se van a contar
síes, noes, votos blancos, nulos y abstenciones. En la lectura de los resultados
entrará, a gusto o a disgusto, manejando esos cinco vectores, aunque tres sean los
básicos, todo el mundo, de derecha a izquierda, porque es un referéndum y no una
movilización ocasional sobre la que pronunciarse a través de una pregunta timorata.
Me
parece oportuna esta canción de Silvio Rodríguez y Buena Fe llamada La Tempestad.
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