Hace
unos días me llegó la siguiente pregunta por WhatsApp: “Imagina que quisieras
votar y pretendieras votar no, ¿te parecería seguro hacerlo en este referéndum?"
La
palabra clave es “seguro”. Y bajo mi punto de vista es una palabra que en el
texto puede tener una doble interpretación. O bien puede hacer referencia a la
seguridad física de la persona en cuestión, o podría referirse a si existiría la
seguridad de que ese voto negativo se contabilizaría correctamente.
Reconozco
que en la primera lectura sólo me lo planteé como un mensaje que hacía referencia
a la seguridad de las personas. Y esa sensación mía inicial no es descabellada.
Parece que buscan desesperadamente la violencia. No voy a decir, aunque hayan
antecedentes y seguro que las baraja, que el estado se dispone a realizar
acciones de lo que habitualmente se llama “falsa bandera”, pero hay un elemento
evidente: unos manifestantes destrozando mobiliario urbano entre esteladas sería
el sueño húmedo del estado español. De hecho, un acto simbólico como la quema
de banderas de España, Francia y la UE, en la manifestación de la izquierda
independentista el 11 de septiembre, fue tildada por algunos medios de acto
violento. Medios que también señalaron, con aviesa intención, que quiénes
realizaron la acción, con toda la lógica del mundo, iban encapuchados, pues el
año pasado lo hicieron a cara descubierta y acabaron ante el juez. La idea
machacona y falsa, por eso mi primera asociación con la integridad física de
las personas, es que una parte de la sociedad catalana está siendo excluida y
señalada. Se consideró poco menos que una incitación a la violencia que
Puigdemont pidiera a los vecinos que quieran votar, en un sentido u otro, que preguntaran
a su alcalde, respetuosamente, porque no ceden espacios para poner urnas.
¿Preguntar
es amedrentar o amenazar? ¿En qué medida el amedrentamiento o la amenaza es
mayor que la que pueden sentir los más de mil cargos públicos catalanes
apercibidos de consecuencias penales en el BOE con nombres y apellidos? Los 712
alcaldes que van a ser citados por la fiscalía en calidad de investigados,
cuando aún no han realizado ninguna actividad presuntamente delictiva, bajo amenaza de detención si no se presentan a
declarar ¿tienen razones para sentirse amedrentados o amenazados? ¿Quién
amedrenta o asusta más, el vecino que interpela a su alcalde o el estado
español con todo su aparato coercitivo? Pablo Casado, junto a Albiol, un
dirigente del PP que se descareta con bastante facilidad (circunstancia que
siempre se agradece), dijo lo siguiente: "Comparar un
transatlántico como la nación española con una zodiac pinchada que es lo que
tienen ahora mismo los de la CUP y sus colaboradores en la Generalitat, da
risa". Obviando el tonillo prepotente y mamporrero, hay que
reconocer que no le falta cierta dosis de razón. Quién tiene capacidad de
ejercer la fuerza es el estado constituido español ante la nación catalana que
busca constituirse como tal.
Hablando
de amedrentamientos, estos bastante más silenciados por los grandes medios, en
Canarias, el mismo once de septiembre entró en la cárcel, tras serle denegado
el indulto por un gobierno que perdona a no pocos indeseables que usan las arcas
públicas para enriquecerse, la luchadora social Aisha Hernández Rodríguez por realizar
una pintada que denunciaba el elevado paro juvenil de Canarias y un incidente
con la policía por el que acabó acusada de desobediencia (constitucional, por
supuesto) a la autoridad. Siguiendo con el amedrentamiento, esta previsto que
vuelva a declarar en el juzgado la drag que gano la gala del carnaval de Las
Palmas este año. Su hipotético delito es parodiar a la virgen en un espacio
absolutamente laico en el que se supone que la Iglesia Católica no tiene
potestad alguna.
Federico
Jiménez Losantos, cuando a inicios del año pasado declaró antes decenas de
miles de radioyentes que si se encontrara con determinada gente de Podemos (citó
nombres) y llevará “lupara” dispararía, no hubo fiscal alguno que perdiera un
segundo en amedrentarlo aunque sea un poquitín. Los instrumentos del estado,
incluida la justicia, son los que amedrentan casi siempre en la misma dirección,
nunca unos vecinos preguntando a su alcalde o manifestándose para que se pongan
urnas en espacios municipales.
En
una lectura posterior pensé que esa seguridad a la que hace referencia la
persona interpelante quizás tiene el sentido del tongo electoral, de lo que comúnmente
se llama pucherazo. Si la interpretación correcta transita este derrotero, me
atrevo a decir que en estos momentos la tentación que podría estar cocinándose
al fuego de la Generalitat sería un guiso probablemente nunca visto en la
historia. Lo que yo me atrevería a llamar “el pucherazo inverso”. El problema
para los soberanistas catalanes es que haya muy pocos noes, pues el unionismo
busca que en el caso de que el estado español no evite la instalación de las
urnas, estás se desacrediten y deslegitimen con una escasa participación que, ante
la gran movilización del independentismo, solo podría salir del campo de un no
que quedaría tremendamente escuálido. Así que ¡oh paradoja! en su perversidad imagino
a los cuernirrábicos diablillos independentistas condimentando el puchero más con
noes que con síes.
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