domingo, 16 de abril de 2023

Entre la libertad y las libertades

En mi último texto esbozaba algún apunte sobre el tema de la libertad, tan controvertido como inabarcable. Tengo la impresión de que, como casi todos los conceptos abstractos, es un término absolutamente multiforme y por lo tanto, perdónenme los grandes tratadistas, en esencia, vacuo. Simplemente sirve como arma, o bien arrojadiza o bien oblonga espada esgrimida por muchos que con lo abstracto evitan las mojaduras de lo concreto. Alguien que me conociera, quizás camarada en los años juveniles, podría espetarme: tú mismo, que ahora la tratas con cierto desdén, luchaste en el tardofranquismo por esa libertad. Y tendría que matizarle que el combate era por unas libertades políticas que implicaban las de expresión, reunión, asociación y manifestación entre otras libertades alejadas de lo abstracto y materializables en el mundo de lo concreto. Por cierto, uno de mis habituales incisos privilegio de mi callejón, acabó de leer un libro de Eduard Márquez, híbrido enmarcable en el terreno de la crónica, llamado 1969, que refleja a través de múltiples documentos y testimonios particulares ese año, el trigésimo después del triunfo total del fascismo en 1939, en la provincia de Barcelona. Es muy recomendable para aquellos que piensan en un régimen en el que, aherrojadas las libertades políticas, había casi plenas libertades sociales. Un dato: se necesitaba permiso gubernativo para la realización de cualquier acto que implicará la reunión de personas, por ejemplo, y está el documento, la fiesta de celebración de una boda la autorizaba el omnipresente señor gobernador civil. Abundando, irónicamente, en el clima de libertad, el arranque del libro es un estado de excepción, fruto de una algarada universitaria en enero de ese año, que culminó con el vuelo de un busto de Franco del despacho del rector de la Universidad de Barcelona a la calle. Hecho el inciso de rigor me permito seguir y explicar que la lucha por libertades concretas nada tiene que ver con esa necedad de combatir por la libertad en términos absolutos aunque como fruto dé cuadros tan hermosos como el de Delacroix. Inolvidable el desprecio intelectual de Ayuso a sus votantes enviándoles a su casa un programa electoral compuesto de esa única palabra. Y digo que no tiene nada que ver porque luchar por libertades colectivas concretas implica, también lo esbozaba en el texto anterior, aunque suene contradictorio, establecer prohibiciones. Sí, muchas libertades necesitan prohibiciones. Y vuelvo al ejemplo de la educación. Durante el franquismo en Canarias, y en España, miles de niños y sobretodo niñas no pisaron un colegio en su vida o pasaron fugazmente por él. Esa libertad, que muchas veces también era necesidad, de unos progenitores para no enviar a su vástago al colegio había que prohibirla (en una serie sobre Miguel Hernández se ve a su padre pastor llevárselo del aula ante la desolación impotente de un maestro bienintencionado pero ante el que yo me pregunto si habría actuado igual si el niño no estuviera "tocado" por el hálito poético) porque, en esto soy martiano, creo que ser culto es, no sé si el único, pero sí uno de los principales modos de acercarnos a ser libres.

Estremecedora es la libertad salvaje que defendía el recientemente fallecido Fernando Sánchez Dragó cuando planteaba la desaparición de la sanidad y de la escuela públicas (no me lo invento, está un vídeo en YouTube de algo más de dos minutos donde lo expresa de manera contundente) alegando que cada ser humano debe ser responsable absoluto de sí mismo sin que nadie, léase el estado, intervenga. Eso, lo siento, no es defender la libertad, eso es defender la posibilidad de que unos seres humanos, que siempre nacen en unos marcos sociales determinados que condicionan su vida, tengan derecho, si la fuerza y el poder les asiste, a depredar a otros. Jorge Bustos, subdirector del periódico El Mundo, escribió un tuit donde dice: “No es fácil vivir 86 años haciendo lo que uno quiere, desafiando los límites puritanos de las convenciones, apurando una libertad de pensamiento y expresión crecientemente amenazada (…)”. Bustos se abstrae, como hacía Sánchez Dragó, del ser social que, no negando yo nuestra capacidad de luchar, sobretodo colectivamente, por mejorar los designios sociales de clase, a muchas personas marca casi desde la cuna. Y la carga de profundidad de Bustos, que en 2017 declaró que preferiría “un gobernante corrupto a un comunista en el poder”, es la que hace referencia a “la crecientemente amenazada libertad de pensamiento y de expresión”. Es la gota malaya que la derecha nacionalista española intenta que horade los pensamientos más propensos a la simpleza. Esa derecha españolista, Bustos es uno de sus intelectuales importantes en el sentido de su capacidad de crear opinión a través de las tertulias televisivas, reclama libertad ante la amenaza del gobierno socialcomunista pero, paradójicamente, estoy convencido de que no votaría a favor de la eliminación del Código Penal del artículo 525 que establece como delito "la ofensa a los sentimientos religiosos". Y esa ofensa, que sea por la actuación carnavalera de un Drag Queen o un programa de humor, aparece cíclicamente como objeto de debate, ha adquirido enorme notoriedad esta semana a raíz de una parodia, realizada por el programa Està Passant de TV3, sobre la Virgen del Rocío. Es un caso curioso, pues aquí los alarmados por la deriva autoritaria del socialcomunismo patrio ponen el grito en el cielo aunque donde querrían mandar a los humoristas es al infierno. Se dice que la escena es también xenófoba porque parodía el acento andaluz. Bustos publica un texto que se titula, con manejo de la ambigüedad, Se busca bufón para Cataluña. El amante sufriente de la libertad de expresión y de pensamiento en este caso muestra su desagrado con el libre albedrío de un programa de humor del que no se cuestiona su mayor o menor calidad. La organización Abogados Cristianos, que seguro percibe al gobierno como un liberticida, en su empeñada y espero estéril lucha, ya ha denunciado ante la justicia a las tres personas perpetradoras de la para ellos intolerable ofensa. Casi todo evento que se mueve en el ámbito de las emociones gusta, a veces hasta la adoración, o desagrada incluso hasta la repugnancia, pero sigo sin comprender porqué una creencia religiosa, lo divino siempre habla  por boca de lo humano, es más defendible que una creencia de cualquier otro tipo. Nadie entendería un artículo en el Código Penal que persiguiera la ofensa a los sentimientos científicos. Claro, el problema es que la ciencia carece de sentimientos y necesita de algo que se supone la hace avanzar, el debate intelectual y, crucial, la demostración empírica. Y sé que un gag no es debate intelectual pero sí es libertad de expresión, como cuando la propia TV3 imitó a la Moreneta protegiendo a su niño ante los abusos de la pederastia eclesial. Por cierto, El País lleva un contador de los casos de pederastia denunciados en España. Dice que han salido a la la luz 953 casos y 1802 víctimas. El tamaño de la afrenta a cualquier divinidad, hay tantas como culturas y civilizaciones, siempre a demasiada gente le parece mayor que el abuso hacia los débiles. Y eso a mí me pone en entredicho la espiritualidad de quienes sitúan una imagen o una creencia por delante de la cruda realidad de una vida marcada por los abusos o por carencias en las necesidades básicas. El otro día, no recuerdo dónde, leí que Julio Anguita en una entrevista, preguntado por la libertad, dijo que es aquello a lo que nos podemos alongar  cuando se tienen techo y comida estables. 

No quiero olvidarme de un clásico que surge siempre que hay polémicas con la religión católica. “Con el Islam o con Alá o Mahoma no te atreves”. Son unos lumbreras: como pueden existir grupos en el seno del Islam que realicen atentados por burlas a sus símbolos sagrados yo, humorista, solo tengo dos alternativas: o hago bromas con todas las religiones aunque arriesgue la vida o me callo con todas. Nadie tiene ni la obligación de ser un héroe ni de autocensurarse por completo. Parece que algunos sectores de la derecha echan de menos la existencia de la Santa Inquisición. Criticar las creencias religiosas es una conquista del poder civil ante un poder religioso durante muchos siglos omnipotente. El Està Passant ha hecho humor con los imanes de la religión islamica, pero no con Mahoma, eso debería ser un orgullo para los católicos, pues hablaría muy bien de su tolerancia. Protección y respeto a las personas y debate y controversia (y humor) para las ideas y las creencias. Sobre ese "coco" llamado integrismo islámico reiterar una idea que he expresado en otras ocasiones: la mayoría de las organizaciones políticas árabes de masas que lucharon por la independencia y accedieron al gobierno de sus países eran laicas. El fortalecimiento de las organizaciones integristas lo llevó a cabo el país que tiene como lema nacional oficial el cristianísimo In God we Trust (aunque es mentira, creen mucho más en la fuerza militar), los Estados Unidos de América.

Pongo el vídeo de la parodia multirreligiosa, hecha al hilo de la polémica, del programa Polònia.




Espero que no se entienda este texto como una loa a las libertades ahora existentes. Siempre hay que recordar que un rapero llamado Pablo Hasel lleva más de dos años en la cárcel por sus letras, circunstancia inadmisible y que su permanencia en prisión es un oprobio para el gobierno de coalición que, por ejemplo, acaba de indultar a delincuentes comunes a propuesta de las cofradías andaluzas en un maravilloso ejemplo de la separación entre la Iglesia y el Estado. Sin embargo, los que desde la derecha hablan de gobierno amenazante de las libertades no defienden la excarcelación de Hasel. Al revés, seguro que tendría puesto de honor entre los 26 millones de fusilados que harían las delicias de grupo de wasap de los militares ultraderechistas retirados (los que están en activo se callan). Tampoco debemos olvidar en el debe del gobierno, una vez más, la no derogación de la llamada Ley Mordaza.

Hoy, cuando voy finalizando este texto, es 14 de abril, reconozco que cada vez lo conmemoro con más fastidio. Los republicanos actuales no le hacemos ninguna justicia a esa fecha. Estoy convencido que ese 14 de abril, paridor de la Segunda República, querría morir a manos del nacimiento de la Tercera, ese día que nunca hemos puesto en el centro de los anhelos y las luchas, quizás porque en este país somos más de democracias otorgadas por generosos y ponderados padres de la patria o un monarca devenido en vulgar ladrón, pero del que, para nuestra afrenta, nos queda un hijo reinante y una princesa a la que los medios pesebristas y sus tertulias lisonjean y que, asumámoslo, reinará. 

Quizás contradictorio con el desapego frustrado que expreso en el párrafo anterior, acabo citando otro libro, este de Paco Cerdá, que llevo algo más de mediado y que se llama 14 de abril. Radiografía literariamente (me recuerda, le alienta un espíritu similar, al magnífico 14 de julio de Eric Vuillard) esa histórica jornada desde diferentes lugares, acudiendo al atribulado palacio, a la casa del líder republicano burgués colocado ante su hora decisiva, o a las efervescentes y entusiasmadas calles y plazas. También enfoca a los famosos por todos conocidos, como Alfonso XIII ante sus contritos ministros o un lagrimeante ayuda de cámara, un director de la Academia Militar de Zaragoza llamado Franco meditando el perfil adecuado de ese momento, o un jovencísimo Santiago Carrillo transportando a sus 16 años un mensaje fundamental, y, lo más importante, da presencia principal a los anónimos, a los nadies de Eduardo Galeano, algunos de los cuales incluso pagaron con su vida por los disparos de una Guardia Civil que titubeaba ante la marea popular. El lenguaje es preciso y  transmite sobre una jornada de esperanza tan excesiva, algo que me gusta: una emoción serena, contenida.