jueves, 29 de enero de 2015

En la victoria de Syriza, desde una tenue esperanza

Cuna de la democracia. Sí. Ahora que Grecia está en el epicentro de Europa no es raro escuchar en cualquier tertulia esta manida frase. Al régimen político existente en la Atenas del siglo V a.c. debemos la expresión. El término "demos" hace referencia al pueblo, y su complementario "cracia" al gobierno, al poder, al dominio. Los juntamos y, tachín, tenemos un rótulo maravilloso que nos anuncia la entrada al paraíso donde, mediante el voto, todos somos iguales. El único problema que nos plantea la democracia en la Antigua Grecia es que no era tal. La realidad a veces nos desmonta las bellas ideas recurrentes. La participación en las decisiones de las polis (ciudades-estado independientes que conformaban en la Antiguedad el espacio geográfico y cultural común llamado Grecia), de donde proviene la palabra política, estaba restringida a quién tuviera la condición de ciudadano: varón, propietario y mayor de 17 años. El resto de la población quedaba excluida. En el caso de Atenas, paradigma de la "democracia griega", poseían la ciudadanía entre un 10 y un 15% de sus habitantes. Por si tienen dudas (y teniendo claras las enormes distancias temporales), otro dato básico. En Atenas, en las restantes polis griegas y en el mundo antiguo en general (pervivió legalmente hasta el siglo XIX, pero en magnitudes mucho menores), la mano de obra esclava era abundantísima. Por supuesto, el esclavo, persona cosificada hasta que el dueño, la muerte, o su justa ira, lo manumitiera, despojado de su esencia humana, no tenía ningún derecho político. Sé que las épocas históricas son incomparables, pero me parecería mucho más adecuado hablar de un sistema asambleario (eklessia, de ahí el término iglesia, asamblea de los fieles) de ciudadanos varones, que utilizar el concepto democracia. He expuesto esto por si alguien tiene idealizada a "la madre de todas las democracias". No obstante, es innegable que había una virtud, o al menos un rasgo interesante en el sistema griego: el ciudadano, el hombre político, representándose a sí mismo, no lo era sólo cada equis años, cuando lo llamaban a las urnas. Hoy nos quieren votantes y mayoritariamente (al menos el PP), silenciosos.
Pero no. En estos días impera en Europa un cierto estruendo político. En tiempos pretéritos las cunas tenían pies de balancín para adormecer a los niños perretosos. Desde el domingo 25 de enero el bebé demócrata griego se agita y parece que, Syriza mediante, intenta rechazar la mano adormece y mece su cuna.
La Coalición de Izquierda Radical ha obtenido el 36% de los votos. El extraño sistema griego, que da un suplemento de 50 diputados al partido vencedor, permite que, con poco más de un tercio de los votos emitidos, Syriza haya quedado, con 149 escaños de 300 totales, al borde de la mayoría absoluta. Era crítico con este "premio" cuando ganó la derecha y ahora, aunque me satisface más (no seré hipócrita) lo sigo siendo. Es injusto. Syriza, como antes Nueva Democracia, estará sobrerrepresentada en el parlamento. Trascendiendo la alegría cauta del pesimista que soy por el triunfo en un país de la Europa Occidental de una fuerza a la izquierda del tradicional bipartito liberal-conservadores versus social-liberales, los datos no dejan de producirme un cierto estremecimiento. Tras todo el castigo recibido por el pueblo griego, sometido a un enorme recorte de derechos básicos y a un empobrecimiento brutal, los dos partidos que cuestionan, con diferentes alternativas, esta situación, han recibido, añadiéndole a Syriza el 5% de los comunistas del KKE, algo más del 41% de los votos. O sea, hablando claro, la mayoría de votantes asumió con resignación que los traten como a animales, comprándole su discurso a la señora Merkel. Nueva Democracia, el partido ejecutor (en el amplio sentido del término) de las directrices antipopulares de la Troika, ha perdido menos del 2% de los votos. El fascismo indisimulado hasta en su simbología, sin la máscara que usa en Francia, permanece anclado en el 6%. Hacer cábalas sobre que camino transitará el gobierno de Syriza es un ejercicio bastante arriesgado. Imagino que intentará no hundirse entre el ansia, lógica, desesperada, de muchos de sus votantes y la ferocidad de la oligarquía europea, que sabe que el fracaso de Syriza sería ejemplarizante para intentar neutralizar otras veleidades que lleven la rebeldía (¿Podemos?) al gobierno. En cualquier caso estoy gratamente sorprendido por la rapidez de las primeras medidas: elevación del salario mínimo, freno de las privatizaciones en curso, readmisión de parte de los funcionarios despedidos, electricidad gratuita para miles de familias que no pueden pagarla, restitución de la sanidad universal. Medidas, citando a Celaya, "como el aire que exigimos trece veces por minuto" para, de entrada, paliar las magulladuras de los vilipendiados y golpeados. Medidas que han hecho que esos nidos de terroristas financieros llamados mercados bursátiles caigan teatralmente para abonar el miedo, pues en el fondo saben que no tienen nada que temer, que, incapaces (nosotros) de asaltar su Palacio de Invierno, su avaricia está bien protegida. Antes de referirme al polémico punto de la composición exclusivamente masculina del gobierno quisiera hacer una breve mención al KKE (los comunistas). Creo que se equivoca anatemizando a Syriza. Se puede ser crítico, tener una actitud vigilante, pero esa posición, nada ajena, lamentablemente, a la tradición de la izquierda, de llamar traidor y lacayo del capitalismo al discrepante, me produce hastío y tristeza y, lo que es peor, nada construye en estos tiempos en los que todas las manos trabajadoras, más finas o más rugosas, delicadas o fuertes, son necesarias.
Algún comentarista ha hecho referencia a un gobierno de pelo en pecho contra la Troika. Creo que mucha gente, tanto desde la buena fe como desde el inicio del laminamiento, está poniendo el foco en un elemento secundario en estos momentos. Hombres y mujeres, desde diferentes puestos de poder, en no pocos países europeos, implementan políticas que generan  un sufrimiento discriminatorio en su peor faz, un sufrimiento netamente de clase. Ahora, en esta hora durísima, desde la duda, me envaino la crítica y defiendo a Alexis Tsipras. Pienso que ha querido elaborar un gobierno totalmente cohesionado y presto a la contienda. No digo que no hayan mujeres de enorme valía dispuestas a dar la batalla, seguro que sí, pero planteo que quizás en este momento, y perdóneseme el símil futbolero, ésta es la alineación de absoluta confianza de Alexis Tsipras. Si el equipo titular lo hubieren compuesto 11 mujeres yo estaría igual de expectante y, con mi escepticismo habitual, moderadamente esperanzado.

domingo, 25 de enero de 2015

1 igual a 99

Según Oxfam en 2016 el 1% de la población mundial (alrededor de 72 millones de personas), tendrá la misma riqueza que el 99% restante (sobre 7.100 millones). En 2009 ese uno por ciento acumulaba el 44%. Voracidad ilimitada. Más allá de que las estadísticas necesitan  siempre matizarse, el dato, una vez más (no es el primero) resulta impactante. No caeré en la simplificación de plantear que ese 99% es, en su totalidad, pobre. Ni mucho menos. En el 99% hay una enorme escala que va desde la pobreza más infame (el hambre), hasta la vida absolutamente desahogada. Seguro que hace 100 años el uno por ciento de la población no acumulaba tanta riqueza como el resto. Pero eso, por supuesto, no quiere decir que aquel fuera un mundo más justo. Al revés. Señalaré dos indicadores: la tasa de mortalidad infantil (el número de niños que mueren antes de cumplir un años por cada mil nacidos) era globalmente mucho mayor (mi madre guarda en su memoria de infancia y adolescencia del barrio obrero de La Isleta, en Gran Canaria, el desfile casi cotidiano de pequeños féretros blancos) y la esperanza de vida bastante menor. Aquel era un mundo con muchísima menor capacidad productiva. Se me dirá que la población ha disparado su crecimiento. Cierto. Hasta 1800 crecimos, naciendo muchos y muriendo prematuramente muchos, muy lentamente. En 1800 eramos cerca de 1000 millones. En 1900 llegamos a 1650. En 2011 alcanzamos los 7.000. El siglo XX es el del boom demográfico. La población se multiplica por 4. No obstante, los avances científicos y tecnológicos han hecho que la producción agrícola, ganadera, industrial o de servicios haya crecido, en su conjunto (soy consciente de que otra cosa es la distribución de ese crecimiento), en porcentaje mucho mayor que la población.
Hasta la entrada de la contemporaneidad con la revolución de los transportes, sin olvidar el impacto siempre presente de las desigualdades de clase y los conflictos subsiguientes, el hambre era un mal que flagelaba a los campesinos (pequeñísimos propietarios, siervos, aparceros, jornaleros...), que eran más del 80% de la población, cíclicamente. Hablamos de épocas en que el comercio a larga distancia era muy lento y con dificultades en las condiciones de conservación. No quiero decir que el hambre fuera un fantasma irremediable. El señor feudal o el terrateniente contribuían acumulando grandes excedentes. Por eso no eran infrecuentes los motines cuando aparecían las hambrunas.
Planteo que el hambre podía ser más "entendible" en un mundo con grandes injusticias sociales y donde además, por añadidura, el hombre tenía, productivamente hablando (básicamente la agricultura) mayor dependencia de las fuerzas de la naturaleza (sequías, lluvias torrenciales o vendavales) que la existente en la actualidad.
Por eso, quizás con osadía, calificaría el hambre actual no como un problema social, económico y político (que es todo eso), sino como un problema de índole moral (excepto, obviamente, para quién la sufre). Con el desarrollo global de las fuerzas productivas y la capacidad de transportar alimentos en horas a cualquier parte del planeta, el hambre es inconcebible. Es inmoral que una coalición guerrera esté en disposición de actuar en menos tiempo, gastando infinitamente más recursos, que una coalición humanitaria. Del 99% un 10% son hambrientos, y bastantes más tienen una alimentación precaria. O sea, los hambrientos son, al menos, diez veces más que los que poseen la mitad del pastel. Si todos los países tuvieran la disposición colaborativa, con sus escasas fuerzas, de Cuba, que nace de un convencimiento socialista y, por ende, humanista, serían inconcebibles a día de hoy las muertes por el hambre y las enfermedades que ésta genera.
Si mi pensamiento sobre este tema se plasmara en un cuadro, quizás se representaría como una pintura naif, infantil, clarita y con colores nítidos. Pero no puedo evitar que me parezca tan inconcebible como el 1 igual a 99, el que en una época donde puedo, viéndolo, dialogar con un ser humano que está 20.000 kilometros, uno, uno solo de los habitantes de este planeta no tenga el alimento básico para subsistir dignamente, mientras otro selecto grupo podría, si se les antojara, transportándose en su propio avión, almorzar cada día del año en uno de los 365 restaurantes más selectos. Y aún de ese modo no gastaría ni la milésima parte de su riqueza.
Sí, ya lo sé, el mundo tiene sus reglas. Y, pequeñas rebeldías aparte, son las del capitalismo. La teoría igualitaria, el socialismo, por ahora, ha sido derrotada. Por lo tanto, sorprenderse, darse golpes de pecho por ese 1 igual a 99, es puro fariseísmo, desconocer la naturaleza voraz, insaciable, del capitalismo. Si equiparáramos este sistema con un cuerpo humano, ese 1% es el cerebro que guía el organismo al copleto. No creo necesario explicitar con que parte asociaría ese cerebro dominante al 10% de hambrientos.

miércoles, 21 de enero de 2015

Tranquilizantes y creencias

Existe un mecanismo mental, al menos en el mundo desarrollado, que nos hace creer, erróneamente claro, que la muerte por causas no naturales (accidentes o catástrofes) nos queda lejos. Si cada vez que cogiéramos un coche no se apartara de nuestra mente la idea de sufrir un horrible accidente, que puede llevarnos incluso a algo peor que la muerte, padeceríamos un sufrimiento insoportable sólo paliable o no conduciendo o, lo que está lógicamente prohibido, haciéndolo bajo los efectos de una determinada medicación.
No sé si real o no, pero el dato que comunicó un corresponsal televisivo en París fue el siguiente: "La venta de ansiolíticos y somníferos ha crecido en Francia, desde el 7 de enero, fecha del atentado a Charlie Hebdo, un 30%". Hago la observación de que en algunos territorios, no sé si dejados o especialmente "cuidados" por la mano de Dios, las existencias se agotaron hace tiempo. En cualquier caso, enhorabuena para las farmacéuticas. Vuelvo a remitirme a la frase que se le atribuye a Franco tras la ejecución de Carrero Blanco: "no hay mal que por bien no venga". Y es cierto. Los grandes males del ser humano son lucrativos. Ese jinete del apocalipsis, primo hermano de la enfermedad, que es la guerra, no sólo beneficia los propietarios de las grandes empresas armamentísticas (que siempre citamos), sino también a sus trabajadores, a los vendedores. Por cierto, el vendedor del arma con la que se atentó contra el supermercado judío, en una declaración digna, no sé si de la historia universal de la infamia o de la candidez, declaró que el no sabía para que quería el arma el comprador. Sin comentarios.
Reconozco que me sorprende el pico de ventas de lexitines y trankimacines, pues me parece que, al menos el de Charlie Hebdo, fue un atentado criminal pero selectivo. Entiendo que en Nueva York, o en Madrid tras el 11M, hubiera un impacto emocional brutal. Un atentado que mata a casi 200 personas indiscriminadamente y hiere a más de mil es una herida profunda y difícil de curar en el cuerpo colectivo. Imaginemos tantos países bombardeados (Gaza, Iraq, Siria, Libia, Afganistán) donde el bombardeo, durante largos periodos, no ha sido la excepción sino la cotidianidad. No obstante, tanto en Francia como en España, o en cualquier otro país occidental, la posibilidad cierta de morir en un atentado es mucho menor que la de hacerlo en un accidente de coche, laboral o por un catálogo extenso de enfermedades.
El miedo siempre es una baza de la minoría dominante (el poder). Una invitación a aparcar el pensamiento, a no analizar los porqués, a adormecernos con tranquilizantes, a aceptar medidas en caliente que enflaquecen la libertad que, pomposamente, dicen defender y, lo que es más importante aún, a ampliar el espectro de los delitos terroristas hasta invadir el espacio de la protesta social (en España se baraja la posibilidad de que un escrache sea considerado un acto terrorista).
Lo mismo que aflora el miedo, surge un cierto papanatismo. Las colas en España, de horas, para hacerse con un ejemplar del primer número, tras el atentado, de la revista francesa, espero que sean más por un cierto afán de protagonismo (presencia televisiva asegurada) o un fetiche coleccionista, que por el hecho de que alguno de los pacientes hacedores de la fila piense que realmente está haciendo un servicio a la libertad de expresión.
Aprovecho la libertad de expresión y, sin que sirva de precedente, estaré de acuerdo con el jefe de la Iglesia Católica. Al menos en determinados momentos, ningún derecho se ejerce en abstracto, creo en el uso responsable de la libertad de expresión. Me parece que en un momento de enormes tensiones en y con el mundo musulmán, no es lo más adecuado por parte de la revista volver a los quioscos con una caricatura en la portada de Mahoma. Se me objetará que eso sería un triunfo de los terroristas. No, el triunfo, lamentable, de los terroristas, fue su crimen. Añadir gasolina al fuego me parece una valentía errónea. Considero mejor ser prudente, intentar explicarte, no con los terroristas, sino con los musulmanes que han salido por miles a la calle en muchos lugares, que honestos pero equivocados, piensan que ni siquiera un no creyente en su fe tiene derecho a representar la imagen de su profeta. Me pregunto, quizás con excesiva dosis de fe en la razón y pecando de pánfilo, si esa no sería la vía más adecuada. Y no planteo que haya que renunciar a caricaturizar a Mahoma, pero medir tiempos y calibrar situaciones me parece, en cuanto al problema religioso, la postura menos dañina. Pero lo confieso, las dudas, como casi siempre, me asaltan.
Yo, siendo ateo, no siento la necesidad de ofender a ningún creyente. Pero siempre combatiré y esgrimiré mil razones contra la imposición de cualquier creencia en la vida pública. Acabo con un recordatorio. En España año tras año un representante estatal desgrana sus ruegos al apóstol Santiago y se hacen ofrendas oficiales a las vírgenes por doquier. Mientras tanto, en esta tierra adalid de la libertad de expresión, los últimos años se ha prohibido celebrar en Madrid una marcha atea el jueves santo, por considerarla ofensiva en esa fecha.

domingo, 18 de enero de 2015

Mayte o el retorno a la esclavitud

A una jerezana en paro le ofrecieron en una panadería de su ciudad un trabajo con las siguientes condiciones laborales:
-De lunes a domingo (el trabajo interminable).
-9 horas diarias (sólo 63 a la semana, apenas 23 más que el horario  legal, una minucia).
-Sin vacaciones (que la holgazanería es la madre de todos los  vicios).
-Descuento de los días que esté enferma (a la sanación por la vía  del descuento, mano milagrera de santo).
-Descuento del sueldo si sobra pan o dulces (imagino que podrá  llevárselos para hacer aunque sea unas sopitas).
-15 días a prueba trabajando gratis (ya se me acabó la ironía).
-Y después de este desolador paisaje, tras la batalla de la lucha de  clases, lo mejor. Sueldo: 500 euros netos. 
Como cobra la ayuda de 426 euros, Mayte Crespo, no aceptó. Tampoco hay noticias, debe ser mujer de temple, de que intentara abofetear, o insultar siquiera, a la persona que quería reducirla a la esclavitud. Incluso, según declaración suya, llegó a pensar lo siguiente: "creí que a lo mejor era una prepotente por pensar que era una barbaridad". Y a renglón seguido añade: "si no tuviera nada tendría que haber aceptado". Es muy interesante lo que nos dice Mayte que pensó, porque nos revela que los ideólogos del trabajo sin derechos están en la senda del triunfo. Recibes una propuesta humillante, indigna, para seres humanos entre la espada y la pared, y aún te quedan dudas acerca de si has obrado con exquisitez. El hambre de Mayte y su familia, si no tuviera ningún ingreso, sería razón convincente (a la fuerza ahorcan) para aceptar esa indecencia, pero lo triste es que los aspirantes a esclavistas nos colonicen el pensamiento, que nos hagan dudar de que, aunque en retroceso, existen derechos (¿hay que enumerarlos?) que deberían ser inalienables.
La mágica crisis (estafa vital para los más débiles), con sus reformas laborales y el paro desbocado que desata un terror mucho más acechante y cotidiano que el yihadista, es culpable del gran envalentonamiento de la patronal. La Coca-Cola cierra y desmantela su fábrica de Fuenlabrada, a pesar de tener beneficios de 900 millones de euros, con la inestimable colaboración de la policía que pagamos todos, principalmente los trabajadores. 
El obrador que quería esclavizar a Mayte es una caricatura terrible de lo que ha traído la crisis: bajada o congelación generalizada de salarios y la interiorización de que hay que aceptar cualquier trabajo. Tener un empleo, en el país donde los 20 más ricos tienen lo mismo que los 14 millones más pobres, es sinónimo de privilegio. El gobierno se ufana del empleo precario que se crea. Pero no es su culpa, al menos exclusivamente, pues la clase dominante va a lo suyo: ampliar su riqueza. Sin embargo, la clase obrera (más allá de la infamia sindical), principalmente la que tiene mayor seguridad laboral, no ha estado a la altura que exigían las circunstancias, pues, salvo momentos puntuales, no se ha luchado con el ahínco requerido. Ante una huelga general contra la tropelía hecha gobierno, ese momento sagrado de decir no, ha primado la mirada miope y cortoplacista que nos impide perder un día y, si no ganar el futuro, al menos disputarlo con dignidad.

viernes, 16 de enero de 2015

La banda terrorista de los picapleitos

¿Se detenía en la época de la dictadura fascista de Franco a los abogados de los imputados por asuntos políticos? (y en estos incluyo a los acusados de acciones políticas con derramamiento de sangre). Me sorprende enormemente que una redada de abogados de presos, guste o no, políticos, no despierte más recelos entre los biempensantes que, vía atentados parisinos, acaban de hacer un acto de fe, golpes de pecho incluidos, en las sacrosantas libertades. ¿Puede defender la libertad de expresión quién niega un derecho tan básico, elemental en el corpus legislativo de cualquier estado, como es el derecho a la defensa?
Doce abogados detenidos me parece una noticia digna de asombro (la banda terrorista de los picapleitos). Tres de ellos cuando estaban en un hotel madrileño para defender a la cúpula de Batasuna, 35 personas encausadas políticamente por formar parte de ese ente tan difuso y polimórfico que responde a la denominación "entorno de ETA". El tribunal, imagino que sorprendido, tuvo que aplazar en juicio por la incomparecencia de los abogados. Digno de una monarquía bananera, con el Borbón viejo llamado a dilucidar si, siguiendo la tradición bastarda de los borbones, es padre extramatrimonial.
Perdidas Cataluña y Euskadi para la causa del PP, hay que demostrar al segmento rancio, Marca España en el peor sentido del término, que los díscolos, rojos y separatistas (la eterna antiespaña), son tratados con la dureza debida, que acabada la violencia de ETA, no acaba la criminalización de las ideas ni la política de venganza. Esa venganza que la derecha esgrime cuando se pretende hacer justicia las víctimas del fascismo español. Silenciadas las armas y las bombas, hoy la política de dispersión, (el otro día leí el dato de que solo cinco presos abertzales cumplen sus condenas en Euskadi), que condena a las familias a largos desplazamientos es pura venganza y, lo que es peor, poner dificultades al pleno desarme etarra. Parece que también opera en esta acción político-judicial una cierta frustración por el hecho de que varios de los detenidos contribuyeron a que la justicia europea tumbara la doctrina Parot en Estrasburgo. Lo que parece que opera escasamente es la inteligencia política para la causa de España en Euskadi.
Sabiendo que el tema de los delitos económicos es un elemento socialmente muy sensible en la actualidad, acusarlos de blanqueo de dinero y fraude a Hacienda (¿a la vasca? pues las competencias están transferidas) hace que el ciudadano automáticamente piense que aparte de terroristas son unos vulgares "chorizos", que estos separatistas también son "casta" en el lenguaje podémico. Si al cabo del tiempo (como el el caso Egunkaria, donde todos los imputados, linchados mediáticamente, fueron absueltos pero el periódico desapareció), el asunto queda en agua de borrajas al menos habrán sacado el magro beneficio de contribuir a mantener el miedo al ogro terrorista (vasco o islamista).
Como guinda, y dándole una patada al altarcito donde veneran la libertad de expresión, la fiscalía quiere imputar al presidente de Sortu, Hasier Arraiz, por decir, en un juego de palabras propiciado por el propio nombre de la operación policial (mate), que el pueblo vasco debería dar "jaque mate" a la Guardia Civil. Cuerpo que sigue teniendo, junto a la Policía Nacional, la consideración de instituciones libres de toda crítica, dignos de continua y perpetua admiración. Y a todos aquellos que esgrimen constantemente los muertos de estas instituciones víctimas de la violencia de ETA, hacerles un pequeño recordatorio: son muchísimas más, centenares de miles, las víctimas de la represión (militar y policial) durante la dictadura fascista de la que la Guardia Civil (es un dato histórico), fue tan eficaz servidora. Quién, particular o institución, vea un enaltecimiento del terrorismo en la frase ajedrecística traída al hilo del nombre de la operación, es o un necio, o, peor aún, un hipócrita, un defensor, solo de boquilla, de la libertad de expresión. 
Acabo como empecé, con un interrogante: ¿me equivoco, ofendo a alguien, incurro en algún delito acechante, en una bajeza moral, si pienso que un pequeño artefacto de ETA, en este año electoral, alegraría al PP?

lunes, 12 de enero de 2015

Algunas reflexiones sobre el pánico (en París y el resto del mundo)

El semidiós griego Pan, degradado a la categoría de fauno por los romanos, era una especie de sátiro que vagaba por los bosques persiguiendo ninfas y disfrutando de las siestas. También gozaba asustando a la gente con sus aspecto diabólico (cuernos y patas de cabra, ¿casualidad?) en las encrucijadas de los caminos. A esta circunstancia se debe que su nombre de origen a la palabra que refleja un estado de miedo intenso. 
Parece que en el arranque del siglo XXI Europa y EE.UU. van de encrucijada en encrucijada, de pánico en pánico. El mundo de las libertades y la bondad se ve asaltado por el mundo diabólico de la opresión y la maldad.
Por supuesto. estoy hablando del asesinato de los humoristas del hebdomadario (semanario) Charlie Hebdo y de los clientes de un supermercado de comida judía. Desde que se produjo el atentado la catarata de reacciones no ha cesado. Admiro a los comentaristas o articulistas (cierto es que algunos viven de ello) que a las pocas horas ya habían escrito, algunos con bastante fundamento, sus textos. Yo leo, escucho y hago anotaciones, bien de lo que una determinada persona o medio expresan, o de lo que me sugiere la información que me llega. Son ideas deslavazadas, pinceladas que me atrevo a intentar exponer en este texto.
Empezaré por el mal que antes citaba. Y ante la maldad para algunos el camino apropiado es la fortaleza, la dureza. Un cierto run run plantea la radicalidad, o sea, ir a la raíz del problema. Una comentarista en una cadena de televisión dijo lo siguiente: "Los EE.UU. en vez de intervenir (en Siria, se refiere), han hecho una miniguerra aérea (contra ese enigma llamado Estado Islámico que tiene su fuente de ingresos en la venta de petróleo ¿a quién? ¿porqué canales de comercialización?). Los EE.UU. están cansados de poner los muertos (propios, pero sobre todo ajenos: 4.000 soldados en Iraq y cientos de miles civiles iraquíes) y que encima los critiquen". Desde 2001 guerra en Afganistán, en Iraq, en Libia, fomento de la sublevación en Siria. Guerras, en el caso de los tres últimos países citados, contra estados laicos, que han fortalecido el yihadismo, el conflicto religioso en detrimento del conflicto social, que han servido para la expansión de la OTAN a territorios hace 25 años inimaginables. El terrorismo yihadista alimenta objetivamente la posición del bloque imperial formado por Estados Unidos y la Unión Europea y, además, con acciones de terror indiscriminado o seleccionando objetivos civiles, le da la coartada moral que necesita, que ante gran parte de la población legitima acciones bélicas pasadas y futuras. En París se ha celebrado una manifestación, encabezada por los principales dirigentes de la OTAN (salvo Obama), a la que, sin que a nadie le chirríe, con el mayor descaro, acude Netanyahu, primer ministro de Israel, criminal de guerra no juzgado, que hace menos de seis meses (verano de 2014) masacró el campo de concentración de Gaza, matando a más de 2100 palestinos, mientras los poderosos del mundo miraban para otro lado y no dijeron en ningún momento: "je suis Gaza". En Gaza se defendía algo tan importante como la libertad de expresión: el derecho de un pueblo a vivir y autogobernarse dignamente en paz.
El enviado especial en Francia de otra cadena de televisión (he zapeado y no he apuntado las televisiones, pero lo sustancial es que son ideas que calan en el pensamiento colectivo) decía: "los parisinos necesitarán mucho tiempo para superar la psicosis, los vecinos (de la zona donde está el supermercado de comida judía) no pueden creer que esto haya sucedido en su barrio" (los entiendo, yo tampoco pienso que vaya a ocurrir en el mío). El horror, la matanza masiva en la que Europa no hace mucho ha sido experta (decenas de millones de muertos en suelo europeo en la 2ª Guerra Mundial), es ahora la imagen de los países pobres de Asia, de África, del centro y el sur de América. El mismo corresponsal nos cuenta que los psicólogos explicarán a los niños retenidos en los colegios, debido a las operaciones policiales para abatir a los terroristas, lo que pasa. Vuelvo, recalcitrante y tozudo, a pensar en los niños gazzatíes, iraquíes, afganos, sirios que son expertos en horrores sin psicólogos de turno o, lo que es peor, sin comida o techo. Sí, el horror también se presiente en Madrid (el recuerdo de Atocha debe ser durísimo) cuando alguien deja una inocente caja de zapatos, posible objeto diabólico, sobre una papelera y se corta el tráfico y varias líneas de metro.
En los estadios de España, y de Europa imagino, se guarda un minuto de silencio, que si fuéramos coherentes sería perpetuo, cuando el ruido se intensifica y el ciclo de la guerra promete ir in crescendo. Siento que hay una gran río subterráneo, que el poder se fortalece y desactiva, vía pánico, el pensamiento crítico (a Willy Toledo lo han linchado, tildándolo de loco, por expresar unas ideas diferentes, por buscar porqués) que hipócritamente dice defender. En España el humorista Facu Díaz, humorista de la Tuerka News, ha sido procesado por realizar un vídeo en el que, ataviado con un pasamontañas, pedía la disolución del PP. Para la Audiencia Nacional puede haber incurrido en un delito de "humillación de las víctimas del terrorismo". No comparo el asesinato vil, la condena a muerte, con la persecución penal, sólo solicito que no intenten introducir en el imaginario colectivo libertades de expresión abstractas y absolutas que no existen. El crimen todavía forma parte, guste o no, idealismos aparte de los que las élites son conscientes, de la acción política, social, económica o religiosa.
Al aspecto religioso quería referirme. Parece absurdo matar por la fe, por la creencia en un ente indemostrable que en cualquier caso, tantos miles de años y dioses después, debería tener su máxima expresión en el ámbito de lo íntimo. José Saramago escribió tras el 11S un texto que tituló "El factor Diós". Ese milenario factor es utilizado sabiamente por los titiriteros para poner el foco, alumbrando en la mente de grandes masas agravios con fundamento en hipotéticas vidas ultraterrenales. La dimensión espiritual, tantos sentimientos que trascienden lo puramente material, y que nos reconfortan y a veces nos duelen, queda relegada por una especie de perversión espiritual, administrada por popes, que establece una competencia imperialista entre religiones que, para regocijo y placidez de las clases dominantes, soslaya la esencial desigualdad social que, con mayor o menor intensidad, sigue azotando, terrorismo silencioso, el mundo.

viernes, 9 de enero de 2015

Las 300

Estoy orgulloso, lo confieso. Me apetece poco autocriticarme. Siempre he pensado que la vocación más cercana, que más ha rondado a un hombre sin vocación, que habría amado ser un mujeriego bohemio y diletante, es la de periodista o, matizo, escritor. Ser un pequeño dios que crea o recrea mundos e historias, desmesuradas o íntimas. Un viviseccionador de los seres humanos y sus relaciones. Pero no (muchos peronós en este callejón). No poseo esa habilidad. Mi prosa carece de la riqueza y fluidez que yo habría ansiado. Un brotar, a tramos sereno o torrencial, que permitiera deslizarse con naturalidad sobre la lectura. Bueno, para partir de una premisa autocomplaciente, reconozcan que he comenzado dándome un poquito de caña (la culpa, omnipresente en la educación judeocristiana, es difícil de desaprender). En cualquier caso, aclaro que el mirarme a mí mismo con cierta amabilidad no hacía referencia a mis capacidades literarias, sino al devenir desde el "cruce de cables" que fue el arranque de este blog.
El 20 de julio de 2011, sin meditación previa, como decimos en Canarias, me dio la ventolera. Me planteé abrir un espacio de reflexión, de poesía... de escritura, en resumen. Contra todo pronóstico, saltando la barrera de mi nulidad informática (o sea, era muy sencillo) vio la luz este espacio. Incluso encontré el marco apropiado: una estantería repleta de libros que refleja mi vicio confesable. Mi pasión por la lectura o, para ser más honesto y preciso, mi pasión por comprar libros. Siempre que les digo a mis alumnos que soy un hombre en lo material bastante satisfecho, que la riqueza no es necesaria, pongo la posibilidad de surtirme de libros como una de mis satisfacciones principales. Además, decidí no complicarme la vida y dar rienda suelta a mi siempre despierto pero titubeante ego: le puse mi nombre. Quizás de haber obrado con menos impulso habría hecho referencia a la denominación que a mí me gusta usar para referirme a este espacio: callejón. Un lugar pequeño, periférico y modesto, donde pararte un rato, leer y, si te apetece, dejar tus palabras en uno de sus muros. Siendo largo de rutinas, pero corto de aliento, no daba un duro por la prosperidad de este territorio. De hecho, al medio año lo abandoné. En aquella época ponía bastantes enlaces en prensa, sobre todo, justo es reconocerlo, en el diario Público, y había una buena afluencia de gente (actualmente la media diaria es de 50 visitas). ¿Pánico? ¿Fidelidad a mi tradición de aburrirme de las cosas? ¿Miedo a repetirme? No lo sé. En enero de 2012 lo dejé y tras un par de chispazos en julio, lo retomé en noviembre de ese mismo año hasta ahora. Y, teniendo temor de confesarlo, como buen ateo supersticioso, mi propósito, casi diría que mi necesidad, es proseguir su andadura, pues, aunque a algún lector le suene cursi, este territorio es un hogar simbiótico al que yo le doy la vida que él me devuelve.
Últimamente la faceta poética está parada. Pero es que tengo un problema: ya no concibo la poesía en este callejón sin los trazos y colores de Pilar de Vera. No obstante, independientemente de lo que la creatividad nos depare en el futuro, los dos pequeños cuadernos de poesía ilustrada (encabezan la lista de las etiquetas) muestran una cara que se aleja de la reflexión para entrar de lleno en el territorio sinuoso de las emociones, de las visceralidades.
Sé que los números redondos son pura vanidad, una necesidad de poner un poco de magia en el devenir inexorable de la vida. Pero me hacía gracia, parodiando el título de la película de los épicos espartanos, encabezar esta mirada atrás, como creador del cuento de "las reinas magas", con el insinuante "las 300" (entradas al blog).
Generalmente, cuando me releo, lo confieso, aunque suene pretencioso, suelo decirme: "no está tan mal, muchacho". Sé cuales son mis límites, no pretendo llegar donde no alcanzo, pero sí intento forzar mi pensamiento, explorar por que entresijos soy capaz de deslizarme y otear. Y si además soy capaz de transmitir o compartir alguna idea o un sentir, quedo, acorde a mi intención, satisfecho.
A través de este callejón el poeta, el articulista, el muy ocasional cuentista, todo lo que nunca seré, tiene también la posibilidad, que valoro mucho, de soñar y soñarse.

viernes, 2 de enero de 2015

El dulce abismo

El 31 de diciembre por la tarde, faltando apenas 7 horas para esa parodia necesaria que llamamos año nuevo,  puse rumbo a la cumbre de Gran Canaria. Conducir fuera de la ciudad, por carreteras poco transitadas, es uno de mis relajantes predilectos. Busco lo imposible: otra dimensión donde anide una visión menos áspera, más optimista. Espacios abiertos que desde su atemporalidad casi infinita me digan: tranquilo hermano, relaja la mirada, esboza una sonrisa, no te tomes muy en serio, aparta los miedos, sólo eres la mitad de la mitad de la nada.
Cuando arribas a la cumbre, una de las carreteras conduce, ya descendente, a un pequeño pueblo llamado Ayacata, que entre finales de enero y febrero se motea de almendros en flor. En mitad del trayecto, a 200 ó 300 metros de una curva en la que puedes aparcar el coche, hay una especie de morro, un saliente rocoso escarpado, que nos muestra una vista magnífica del emblemático Roque Nublo con su monje custodio y de la Caldera de Tejeda jaspeada en un fondo de casitas blancas. Allí, caído ya el sol, casi en el preludio de la noche, puedes sentir lo que Silvio Rodríguez llama, en una conmovedora canción de amor, "el dulce abismo". Esta canción la escribió pensando en el capitán San Luis que le envío una carta a su esposa, intuyendo que ya nunca la vería. Silvio no leyó la carta, hizo algo mucho más fecundo, la imaginó y le puso unas alitas musicales para eternizarla.
El abismo del capitán era diferente pero igual. Ese breve o interminable espacio de tiempo en el que sientes que un salto puede ser el descanso. Sí, el abismo puede ser el canto remansado de las sirenas cuando percibes el mundo como un lugar hostil y ya sabes que, en palabras de León Felipe, todos "los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos".
Lo que a mí no quiero que deje de asombrarme y enfadarme, es que no sepamos abrazar los gritos de angustia de una adolescente. Es inhumano que Carla Díaz, una niña de 14 años, con tanta felicidad y tristeza por transitar, sintiera, en abril de 2013, que lanzarse por un acantilado gijonés era su dulce abismo. Carla ha sido noticia porque en estos días pasados dos compañeras de colegio han sido condenadas a 4 meses de tareas socioeducativas por un delito contra su integridad moral al haberla acosado. 
Pertenezco a la comisión de convivencia del instituto donde trabajo y sé que el mundo en la adolescencia se ve con contrastes brutales: alegrías desbordantes y tragedias bíblicas. El vaso de agua adquiere proporciones de mar embravecido. Y sé que la crueldad o el escarnio, que hoy galopa con la ayuda de las redes sociales, es uno de nuestros aprendizajes menos provechosos pero mejor adquiridos. No olvidemos las novatadas cuarteleras o de los que ingresan a los colegios mayores, ambos sectores ya talluditos. El peaje de la humillación para pasar a formar parte del grupo. Y la diana sobre el distinto, sobre el tímido o la introvertida. El acoso, sobre todo el sibilino, es habitual. Tienes que estar atento y decirle al chico o la chica que lo comunique, que hay una mano tendida y no tiene que sufrir en soledad, ni asomarse, remotamente, al abismo. Y a los acosadores debes dejarles muy claro que su juego es el sufrimiento de otra persona y que no se les va a tolerar. En mi Centro dialogamos constantemente, apelamos a la diosa razón. Pero sabemos que el acto disruptivo, agresivo, moralmente lesivo, debe tener una consecuencia, que protegiendo a cada persona, en su individualidad, protegemos al colectivo. Sí, mi práctica profesional cotidiana, me reafirma cada vez más en la necesidad de otra sociedad fundada (ya sé que suena a tópico, pero ahora mismo escriben tanto mis tripas como mi mente) en otros valores. Creo que los caminos de la igualdad social y del crecimiento moral no coercitivo van en paralelo. Sí, ríanse displicentes de mí, pero el concepto del "hombre nuevo", aunque como al horizonte nunca lleguemos, es necesario.
Desconozco que engendro funesto enraizó en las cabezas de Carla o diez años atrás de Jokin, que, también con 14 años, saltó de las murallas de Hondarribia. O de otros adolescentes que han quedado en el anonimato por el supuesto efecto dominó de las noticias sobre suicidas. Sólo sé que yo fui un niño y un adolescente casi siempre tímido, temeroso de determinados compañeros, y a ratos desesperado y solitario, pero en ese tiempo (otro momento fue el del joven letraherido o ahora el del bloguero que parchea su frustración escritora), creo que nunca sentí la atracción del dulce abismo. Ese que ahora, quizás conociendo mi cobardía, me ronronea, avieso y divertido.