lunes, 12 de enero de 2015

Algunas reflexiones sobre el pánico (en París y el resto del mundo)

El semidiós griego Pan, degradado a la categoría de fauno por los romanos, era una especie de sátiro que vagaba por los bosques persiguiendo ninfas y disfrutando de las siestas. También gozaba asustando a la gente con sus aspecto diabólico (cuernos y patas de cabra, ¿casualidad?) en las encrucijadas de los caminos. A esta circunstancia se debe que su nombre de origen a la palabra que refleja un estado de miedo intenso. 
Parece que en el arranque del siglo XXI Europa y EE.UU. van de encrucijada en encrucijada, de pánico en pánico. El mundo de las libertades y la bondad se ve asaltado por el mundo diabólico de la opresión y la maldad.
Por supuesto. estoy hablando del asesinato de los humoristas del hebdomadario (semanario) Charlie Hebdo y de los clientes de un supermercado de comida judía. Desde que se produjo el atentado la catarata de reacciones no ha cesado. Admiro a los comentaristas o articulistas (cierto es que algunos viven de ello) que a las pocas horas ya habían escrito, algunos con bastante fundamento, sus textos. Yo leo, escucho y hago anotaciones, bien de lo que una determinada persona o medio expresan, o de lo que me sugiere la información que me llega. Son ideas deslavazadas, pinceladas que me atrevo a intentar exponer en este texto.
Empezaré por el mal que antes citaba. Y ante la maldad para algunos el camino apropiado es la fortaleza, la dureza. Un cierto run run plantea la radicalidad, o sea, ir a la raíz del problema. Una comentarista en una cadena de televisión dijo lo siguiente: "Los EE.UU. en vez de intervenir (en Siria, se refiere), han hecho una miniguerra aérea (contra ese enigma llamado Estado Islámico que tiene su fuente de ingresos en la venta de petróleo ¿a quién? ¿porqué canales de comercialización?). Los EE.UU. están cansados de poner los muertos (propios, pero sobre todo ajenos: 4.000 soldados en Iraq y cientos de miles civiles iraquíes) y que encima los critiquen". Desde 2001 guerra en Afganistán, en Iraq, en Libia, fomento de la sublevación en Siria. Guerras, en el caso de los tres últimos países citados, contra estados laicos, que han fortalecido el yihadismo, el conflicto religioso en detrimento del conflicto social, que han servido para la expansión de la OTAN a territorios hace 25 años inimaginables. El terrorismo yihadista alimenta objetivamente la posición del bloque imperial formado por Estados Unidos y la Unión Europea y, además, con acciones de terror indiscriminado o seleccionando objetivos civiles, le da la coartada moral que necesita, que ante gran parte de la población legitima acciones bélicas pasadas y futuras. En París se ha celebrado una manifestación, encabezada por los principales dirigentes de la OTAN (salvo Obama), a la que, sin que a nadie le chirríe, con el mayor descaro, acude Netanyahu, primer ministro de Israel, criminal de guerra no juzgado, que hace menos de seis meses (verano de 2014) masacró el campo de concentración de Gaza, matando a más de 2100 palestinos, mientras los poderosos del mundo miraban para otro lado y no dijeron en ningún momento: "je suis Gaza". En Gaza se defendía algo tan importante como la libertad de expresión: el derecho de un pueblo a vivir y autogobernarse dignamente en paz.
El enviado especial en Francia de otra cadena de televisión (he zapeado y no he apuntado las televisiones, pero lo sustancial es que son ideas que calan en el pensamiento colectivo) decía: "los parisinos necesitarán mucho tiempo para superar la psicosis, los vecinos (de la zona donde está el supermercado de comida judía) no pueden creer que esto haya sucedido en su barrio" (los entiendo, yo tampoco pienso que vaya a ocurrir en el mío). El horror, la matanza masiva en la que Europa no hace mucho ha sido experta (decenas de millones de muertos en suelo europeo en la 2ª Guerra Mundial), es ahora la imagen de los países pobres de Asia, de África, del centro y el sur de América. El mismo corresponsal nos cuenta que los psicólogos explicarán a los niños retenidos en los colegios, debido a las operaciones policiales para abatir a los terroristas, lo que pasa. Vuelvo, recalcitrante y tozudo, a pensar en los niños gazzatíes, iraquíes, afganos, sirios que son expertos en horrores sin psicólogos de turno o, lo que es peor, sin comida o techo. Sí, el horror también se presiente en Madrid (el recuerdo de Atocha debe ser durísimo) cuando alguien deja una inocente caja de zapatos, posible objeto diabólico, sobre una papelera y se corta el tráfico y varias líneas de metro.
En los estadios de España, y de Europa imagino, se guarda un minuto de silencio, que si fuéramos coherentes sería perpetuo, cuando el ruido se intensifica y el ciclo de la guerra promete ir in crescendo. Siento que hay una gran río subterráneo, que el poder se fortalece y desactiva, vía pánico, el pensamiento crítico (a Willy Toledo lo han linchado, tildándolo de loco, por expresar unas ideas diferentes, por buscar porqués) que hipócritamente dice defender. En España el humorista Facu Díaz, humorista de la Tuerka News, ha sido procesado por realizar un vídeo en el que, ataviado con un pasamontañas, pedía la disolución del PP. Para la Audiencia Nacional puede haber incurrido en un delito de "humillación de las víctimas del terrorismo". No comparo el asesinato vil, la condena a muerte, con la persecución penal, sólo solicito que no intenten introducir en el imaginario colectivo libertades de expresión abstractas y absolutas que no existen. El crimen todavía forma parte, guste o no, idealismos aparte de los que las élites son conscientes, de la acción política, social, económica o religiosa.
Al aspecto religioso quería referirme. Parece absurdo matar por la fe, por la creencia en un ente indemostrable que en cualquier caso, tantos miles de años y dioses después, debería tener su máxima expresión en el ámbito de lo íntimo. José Saramago escribió tras el 11S un texto que tituló "El factor Diós". Ese milenario factor es utilizado sabiamente por los titiriteros para poner el foco, alumbrando en la mente de grandes masas agravios con fundamento en hipotéticas vidas ultraterrenales. La dimensión espiritual, tantos sentimientos que trascienden lo puramente material, y que nos reconfortan y a veces nos duelen, queda relegada por una especie de perversión espiritual, administrada por popes, que establece una competencia imperialista entre religiones que, para regocijo y placidez de las clases dominantes, soslaya la esencial desigualdad social que, con mayor o menor intensidad, sigue azotando, terrorismo silencioso, el mundo.

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