Mostrando entradas con la etiqueta Juan Carlos: el hijo de Franco. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Juan Carlos: el hijo de Franco. Mostrar todas las entradas

domingo, 7 de julio de 2013

Juan Carlos y su padre espiritual. Sobre malandrines y malandrinos


El término malandrín (plural malandrines), actualmente en desuso, según la RAE, significa: "maligno, perverso, bellaco". Resumiendo: una pieza de cuidado, un malvado. Es una palabra que proviene del italiano malandrino que quiere decir salteador.

Hace varios días  (creo que fue el 4 de julio), cuando leí las declaraciones de La Casa Surreal, ese ente que utiliza el ocupante de la jefatura del estado español para transmitir al pueblo sus pensamientos (mejor así, con filtro, que afrontar la posibilidad de que mande a callar a un jefe del estado no lacayo), me vino a la mente la palabra que defino al inicio, pensé, con  un impulso feroz, este tipo es un malandrín. Reconozco que yo asociaba la palabra, aparte de con un espadachín diciéndole a otro a voz en cuello: "¡Ah malandrín, probarás el frio de mi acero!", principalmente con la desvergüenza, con la bellaquería (su tercera acepción según la RAE). No obstante creo que no iba muy desencaminado.

Dicho esto, entraré en harina.

El padre espiritual del ocupante de la jefatura del estado como todos ustedes saben se llamaba Franco. Este individuo era un malandrín y un malandrino. Era maligno, perverso y bellaco, condimentos no exclusivos, pero si necesarios, para modelar un fascista de buena calidad. Hasta ahí el malandrín. Pero también le podemos aplicar, con suma precisión, el concepto italiano malandrino que significa, como les dije, salteador. Si hablo de salteadores a más de una persona se le viene a la mente Curro Jiménez o incluso Robin Hood. Figuras simpáticas que se dedicaban a ayudar a los débiles en contra de las sevicias de los poderosos. Franco, incluso por su voz de pito, no era Pepe Sancho y su vozarrón, pero si fue un salteador, y no un salteador cualquiera, fue el más importante del  S. XX español. Asaltó, con otros generales malandrinos y con el apoyo de Hitler y Mussolini (malandrines que sí acabaron en el basurero de la historia), la 2ª República Española. El historiador e investigador José María García Márquez en un magnífico  artículo en Publico http://blogs.publico.es/memoria-publica/2013/07/06/la-historia-como-botin-de-vencedores/ explica, entre otras cosas lo siguiente, textual: "El 18 de julio, el presidente de la República Manuel Azaña licenció a todas las tropas que se colocaran bajo los mandos golpistas. Desde ese mismo día, con el mayor rigor histórico, los militares sublevados pasaron a ser bandas armadas". O sea, bandas de salteadores. El 1º de octubre de 1936 Franco fue designado jefe supremo de esos delincuentes. Y esa banda de malhechores torció el brazo de la República. Su caudillo usurpó, ocupó, -era un ocupante en su propio país- la jefatura del estado hasta 1975.

En 1947 llega a España Juan Carlos de Borbón, nacido en 1938 (¡oh casualidad!) en la Roma fascista. Y el buitre comenzó a alimentar al polluelo. Y en 1969, 22 años después de su llegada a la tierra ocupada por el fascismo, el gran salteador, el malandrino supremo, le dice al ya crecidito rapaz: tu ocuparás mi puesto cuando yo muera. El ocupante transmitió en herencia el territorio y el cargo ocupado. Por cierto, el hijo espiritual ante los festines del buitre nunca dijo ni mu.

Y hoy, mientras escribo, sigue ocupando el cargo legado por el malandrino, y se permite, a través de su Casa Surreal, mostrarnos su catadura. Veamos.

Es capaz de decir que el caso Noos, en el que su hija ha tenido un trato de favor evidente, es un martirio. Esta idea demuestra que cuando dijo aquello de que la justicia debe ser igual para todos mentía. El quiere justicia rápida, en un país de justicia lenta, pues si no el señor se siente martirizado y sufre. Con que sufra el muchacho de 22 años al que le piden un año de cárcel por robar en 2009, con 18 años, una gallina tasada en 5 euros, es suficiente. Ese pobre muchacho seguramente será una persona marginal, nacida para pasarlas canutas, sufrir le viene de cuna, y él, en cambio, es hijo de su padre.

Pero la Casa Surreal estaba sembrada.  Expresó su molestar con los abucheos con que últimamente, en sus actos públicos, es obsequiada tan distinguida familia. Y lo peor no es que exprese su molestia, pues de eso se trata, de transmitirles, de traspasarles  nuestra molestia por soportar su existencia (como ocupantes privilegiados). Lo peor es que los consideran "una falta de educación". Mira Borbón, (según Anasagasti, en tu tan cacareada campechanía usas mucho el tuteo, por lo tanto me tomo la licencia y cambio el tratamiento), aquí la única falta de educación y de dignidad es la tuya, que recibiendo tu cargo de un salteador, declarado fuera de la ley por el gobierno legítimo de la 2ª República el 18 de julio del 36, no tuviste la gallardía de ponerlo a escrutinio público mediante referéndum. Sí, fuiste muy maleducado con el pueblo español. Siendo como eres católico, deberías hacer acto de contrición y solicitar tu mismo la reparación, aunque sea tardía, de ese acto malandrín (maligno, perverso y bellaco) que llevaste a cabo apoyado por la banda armada que tomo el poder en 1939.

La traca de la Casa Surreal es el tema de la cuenta de 375 millones de pesetas (2,25 millones de euros) que tenías en Suiza fruto de la herencia de tu padre. Esto me hace sentir vergüenza ajena. Dices que usaste la herencia para pagar las deudas de tu padre físico. O sea, don Juan, tenía 728 millones de pesetas en Suiza (sobre una fortuna total de 1.100 millones de pesetas), pero era un moroso, lo que en Canarias llamamos un tramposo. Y tú, a través de tu surreal casa, para que no pensemos lo que pudiste disfrutar con esa pasta nos dices que papá era mal pagador, un hombre poco honorable que no pagaba lo que debía, que la herencia era un caramelito envenenado. Por último tienes la convicción de que los albaceas liquidaron los impuestos testamentarios correspondientes. Pero no hay pruebas documentales porque han pasado 20 años, que aunque el tango diga que no son nada, Hacienda dice que son muchos para ella.  Y pensar que en el archivo histórico de cualquier ciudad hay documentos de todo tipo de hace 300 o 400 años. Lo tuyo y lo de tu familia es pura mala suerte. Documentos desaparecidos, confusiones masivas de notarios y registradores de la propiedad con el carnet de tu hija. Es un martirio, como dije antes, pura sevicia.

Ocupa de la jefatura del estado, estás poniendo en situación comprometida hasta al PPSOE, esos que de pie en el congreso te aplauden cuatro minutos, esos que junto a la banda militar y la eclesial te llevan en parihuelas. Pero sé sincero, no notas que su paso últimamente es un poco más inseguro. A ver si se van a echar a correr... No sé porqué, pero tengo la impresión de que tu hijo está expectante a tu lado, por si hay que saltar.
 
Estáte tranquilo hombre. Seguro que son vanas ilusiones de un revanchista, de un tipo que, no matando una mosca, defiende el odio de clase que le inspira el año de cárcel por robar una gallina, de un resentido social, como diría Javier Ortiz, que, brillante y preciso, te llamaba con el título que mejor te define: Su Bajestad. Aquí un brevísimo texto de Javier donde usa el término. http://www.unidadcivicaporlarepublica.es/documunntosrep/mia%20por%20obligacion.htm

 
Posdata: pido disculpas por los espacios que a veces salen entre palabra y palabra y quedan poco estéticos. Donde yo redacto el texto no están. Si alguna persona sabe como lograr que no aparezcan y quiere explicármelo quedo muy agradecido.

viernes, 5 de abril de 2013

Juan Carlos en su laberinto, que es el nuestro

Después de decenios durante los que la monarquía navegaba por las aguas plácidas del silencio y la complicidad mediáticas, desde hace unos pocos años el río de aguas mansas se ha transformado en un rápido lleno de peñascos. El rostro impenetrable de la monarquía entre bambalinas se ha transformado en una careta de rictus grotesco cuando ha salido a escena.
Un escándalo se suma a otro.
Hace unos días se ha sabido que Juan Carlos recibió de su "pobre padre" (según la leyenda monárquica) una herencia de 375 millones de pesetas. Un tercio de los 1.100 millones que dejó su padre -el patriota que quiso luchar en el ejercito fascista a las órdenes de Franco-  en un banco suizo. O sea, el dinero a buen recaudo. El misterio es si el rey ha traído el dinero a España y ha tributado por él. Dicen que lo están investigando.  Debe ser que cuando uno se zambulle en dinero, como el tio Gilito, se le extravían más de dos millones de euros como si nada.
Corina ha tenido casita anexa a la Zarzuela, que va a acabar degrada a sainete o vodevil, en una coyunda entre negocio, política y placer que demuestra lo impune que se ha sentido la institución medieval que está a la cabeza del estado español. Se habla del 3% de esta señora con un desparpajo insultante mientras a todos los trabajadores de este país se nos recortan nuestros salarios.
Urdangarín asume que probablemente tendrá que visitar el trullo una temporadita para ejercer de pararrayos y que la tormenta que ya ha llegado, no inunde el palacio. El suegro es un tipo  que ahora mismo, operación de cadera y operación política mediante, está enclaustrado ojeando las memorias africanas de Isak Dinesen, soñando con la sabana africana que tantas veces su pie holló, mientras se habla sin tapujos de su abdicación en Felipe. "Savia nueva para la institución" que diría un cursi.
El rey debe estar triste, hasta sus más fieles seguidores, esos que han dado en llamarse " republicanos juancarlistas", están tomando cierta distancia, lo que induce a pensar que ven al enfermo con mal aspecto, contagioso. Ahora alguno, indeciso, acentúa su republicanismo sin disminuir aún su juancarlismo y, gente previsora, dispuestos a abrazar el "felipismo", pensando, republicanos sacrificados, que el morado puede esperar. A mí ese espécimen me causa repugnancia intelectual, por una simple razón, eleva a los altares de prócer democrático, a un posibilista criado al arrullo del fascismo y que, como ya he dicho en otras ocasiones, nunca reconoció la lucha y el sufrimiento antifascista de tanta gente anónima. Un ejemplo claro del juancarlista era el exsecretario general del PCE Santiago Carrillo. El hombre de izquierdas más halagado por la derecha de este país a cuenta de su "altura de miras" durante la Transición, últimamente conocida, con minúsculas, como la transacción. Carrillo siempre defendió, desde su condición de republicano por supuesto, ardorosamente al rey. Con un magnífico argumento: prefería un rey neutral, sin ideología, a un presidente de derechas como sería, ejemplo que varias veces puso, Aznar. A mí el argumento me anonadaba, pues me decía: "Si esta es una de las grandes cabezas pensantes de la izquierda española..." En primer lugar, si la gente elige de presidente a Aznar tendré el consuelo de que los extraviados no habrán sido sus  padres por el malhadado día que, discúlpeseme la expresión, echaron el polvo, sino las urnas penetradas de votos. En segundo lugar, no les quepa duda, los reyes tienen ideología. Y es conservadora, de derechas. Desde el momento en que el rey se sitúe en el campo de la izquierda real tiene dos opciones: o renuncia a la corona y a todos sus títulos nobiliarios o, poniéndome estupendo, la abole directamente, pues si es un hombre que conjuga sus ideas con su praxis tendría que renunciar a un cargo público que no proviene ni del mérito ni de la elección, sino del azaroso viaje de un espermatozoide espabilado en busca del privilegiado óvulo.
Que el juancarlista, básicamente votante del PSOE, un hombre teóricamente de izquierdas que se supone defiende, al menos, la igualdad de oportunidades en el acceso a una serie de derechos sociales y a los cargos públicos, defienda un resto de la sociedad estamental, como es la restricción del acceso a la más alta magistratura del estado, a mí, obtuso que soy, me resulta inconcebible. Soy intransigente. Para mí no es baladí que una persona de izquierdas admita que el principal cargo público de un país, suprema paradoja, sea propiedad privada de una familia.
No creo que esta familia deba ser igual ante la ley que el resto de las familias. El fiscal del caso Urdangarín dice que imputar  a Cristina sería tratarla de manera desigual. Bien. Estoy convencido de que a esa señora hay que tratarla de manera desigual porque desde la cuna ha tenido un status de privilegio y ha sido criada en condiciones de excepcionalidad. Además, si un virus ferozmente republicano exterminara a toda su parentela, menos sus vástagos, sería la madre del ¿futuro? jefe del estado. Por lo tanto, ante el exceso de privilegio, le correspondería, desde la lógica y el equilibrio, un exceso de exigencia moral y jurídica en su comportamiento. Si usted es una infanta de España -título un tanto ridículo- su nivel de obligaciones debe estar acorde con su nivel de privilegios. O sea, no habría igualdad. Hablo saliendo de mi republicanismo y situándome en una lógica monárquica consecuente. Quizás el siguiente ejemplo no les parezca adecuado pero lo pongo al juicio de ustedes: ¿Le podemos pedir a una persona con ingresos de mil euros mensuales el mismo esfuerzo fiscal que a otra que gane diez mil?
Otro tema, con el que más de uno se ha tropezado, es el de los insultos o, como se dice jurídicamente, injurias al rey. Hace varias semanas fue condenado a seis mil quinientos euros de multa el coronel Amadeo Martínez Inglés (la misma fiscalía recurrente para desimputar a la infanta, en este caso pedía un año de cárcel) por insultos al rey al decir que es, cito palabras textuales: "el último representante en España de la banda de borrachos, puteros, idiotas, descerebrados, cabrones, ninfómanas, vagos y maleantes que a lo largo de los siglos han conformado la foránea estirpe real borbónica".
Ustedes me dirán que son insultos. Y yo, dándoles la razón, diré: ¿y qué? ¿No es Juan Carlos irresponsable ante la ley? ¿Su privilegiada existencia por vía constitucional, no habilita a una persona carente de los mismos a decir, incluso en lenguaje de grueso calibre, lo que piensa de él y su estirpe? ¿No existe ante alguien tan férreamente protegido ni siquiera el derecho al exabrupto?
Si yo dijera acerca de una persona que es jefe vitalicio de un estado, no juzgable, cuyas cuentas y fortuna es opaca, del que se sospecha que vende la marca de su país cobrando comisiones. Insisto, si yo fuera valiente y dijera que un individuo de esa catadura moral es un chorizo, un ladrón de guante azul, un patriota de la billetera...¿Sería llamado por el juez por injurias al excelso personaje? ¿No sería desigual la contienda? Ya que yo no fui el ente resultante del titánico espermatozoide que fecundo al anhelante óvulo, pido la libertad de decirle lo que quiera, incluso de injuriarlo. Y si su deseo es que a quién le insulte se le juzgue, el mecanismo es muy sencillo. Por ejemplo: el 14
de abril, una fecha de esperanza, salga ante las cámaras, renuncie a su inmerecida posición de privilegio y solicite un referéndum sobre la forma de estado. Después, intentando controlarse y sin mandar a callar a nadie, baje a batirse dialécticamente a la arena. Y si alguien le injuria, acuda, libre de su regia coraza, a la justicia.
Un consejo: si en el camino ve a un juancarlista ondear fervorosamente una bandera republicana no se haga mala sangre.





 
 
 
 
 

domingo, 10 de febrero de 2013

El rey debe morir para que el país pueda vivir


Como ustedes imaginarán, la frase que encabeza este texto no es obra del hacedor de este blog. Ya me gustaría tener esa capacidad de síntesis y de mandar un directo tan contundente a la mandíbula de muchos pensamientos. Pertenece a Maximilien Robespierre, apodado por sus seguidores como “el Incorruptible”. Este apodo trae a mi mente un paralelismo malicioso. Ustedes saben que ante la cruz el vampiro retrocede espantado. ¿Plantar un retrato de don Maximilien en los morros de más de un sospechoso del estado español sería un eficaz ejercicio de detección de corruptos?
Si me he apresurado a dejar clara la paternidad del titulo, no es sólo por honestidad intelectual  -que también-, es por apartar de mi el cáliz de una hipotética injuria a un señor, con cargo vitalicio y hereditario (por dar alguna pista), que en este país no es injuriable so pena de acercarte al juzgado a pasar, en el mejor de los casos, un mal trago. Así que la imputación –palabrita regia hoy en día-  al revolucionario francés, que nos legó la siguiente frase que me parece una maravilla de finura: “Castigar a los opresores de la libertad es clemencia, perdonarlos es barbarie”. Desde mi óptica, esta frase y la que da título al texto, están hermanadas. Y son de una actualidad feroz -pues feroces son para mucha gente los tiempos que vivimos-.
Intento explicarme. Desde un punto de vista institucional la muerte del rey que tenemos –en teoría-  carece de relevancia, pues la monarquía se basa en el relevo biológico de un individuo por otro.  Su máxima expresión es la famosa frase que dice: “el rey ha muerto, viva el rey”. La muerte. El pensamiento dominante (la escuela es el menos importante de sus correas de transmisión) nos instruye en que no se desea la muerte de nadie -cuando Franco murió corrieron las lágrimas y el champán-, mientras nos presenta como un hecho tan inexorable como la sucesión de la noche y el día, el que miles de personas reciban a diario la visita de la parca a causa del hambre y sus secuelas. La muerte física del rey español la llorarían –creo- sus familiares y la lamentarían -con el consuelo del inmediato relevo de Felipe VI- los monárquicos sinceros. Yo, no siendo ni una cosa ni otra, deseo su muerte… institucional, política y económica. La de él y la de la clase que representa, que es mucho más importante que un Borbón. Reconozco que tener la oportunidad de vivir un 14 de abril, enarbolando en las calles de mi ciudad una tricolor, es uno de mis imaginarios vitales más viejos y queridos. Pero les hago una confesión, esa República de mis sueños debería tener como una de sus máximas la cita de Robespierre: castigar a los opresores de la libertad es clemencia y perdonarlos barbarie.
Alguien me objetará: “Aquí hay libertad”. Yo de entrada le reconoceré que aquí hay determinadas libertades, como expresión, manifestación y reunión… dentro de unos límites acotados por una clase dominante que proviene de la época fascista.  Pero no olvidemos que al coronel Amadeo Martínez Inglés le piden un año de cárcel por  un delito de expresión: injurias al rey; que muchos participantes en las manifestaciones que se han realizado en Madrid de manera espontánea han sido multados con entre 300 y 600 euros; que Otegui está en la cárcel por reunirse con otros compañeros para avanzar en el final de ETA (campañas propagandísticas al margen). Quizás haya espacios de libertad. Pero el poder, ideológico y coercitivo, de los opresores es apabullante si Urdangarín tiene la desfachatez de decir que se está viendo sometido a un “empobrecimiento injusto” sin temor de que una tropa de desahuciados, de familiares de personas dependientes, de parados, de recortados varios… se lancen a asaltar el palacete en el que mora con la inimputable  infanta. El poder de los opresores es apabullante si el presidente de una patronal que suspira viendo “Lo que el viento se llevó” se permite decir textualmente (El País, 10 de febrero de 2013): “los jóvenes están deseando trabajar y casi no les importa las condiciones”. Y lo más lacerante es que el aspirante a esclavista, voz de su clase, acierta, y hasta se queda corto. Entre los 20 y los 60 años hay una legión de seres humanos que trabajarían en las condiciones que fueran.  Un empresario -creo que fue en un telediario- lo aclaraba aún más. Hablando sobre parados de larga duración decía que estos eran buenos trabajadores pues pensaban: “más vale que me porte bien”. Trabajador bueno es igual a trabajador sumiso o sometido,  a una persona que carece de libertad real salvo que opte, de manera nihilista, por caer en la más terrible exclusión social: la mendicidad. Resumiendo, hay una legión esclava que, desconocedora de su himno -La Internacional-, arrasada por el enorme poder mediático de sus propietarios, no sabe que existe la opción, legítima, ajustadísima a derecho, de intentar ponerse “en pie a vencer”, que puede ser libre si no comete la barbarie de perdonar a sus opresores.
Hay reyes que deben morir para que el país pueda vivir. Yo señalo dos: las cúpulas bancarias (socialistas en las pérdidas que hemos pagado todos, liberales furibundos en las ganancias) y las cúpulas político-empresariales que se encaman obscenamente y legislan el saqueo y el recorte constante de derechos, la muerte social de muchas personas.
Ante el poder de esos reyes son necesarios muchos republicanos etimológicos, muchos defensores de “la cosa pública”, de lo que es de todos, defensores del común -de ahí la palabra comunista-. Cada vez hace falta más gente que haga suya a Rosa Luxemburgo cuando expresó, hace casi 100 años, un futuro con dos vías alternativas: "socialismo o barbarie".
Acabo con otra cita del antes demonizado y hoy controvertido Robespierre: “Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo el más sagrado e indispensable de los deberes”. Creo que la primera insurrección se produce en nuestro interior, sospecho que es la más complicada.
 
 

martes, 27 de diciembre de 2011

Juan Carlos, ese hombre

¿Quién ha oído hablar de Pedro Nolasco Perdomo Pérez? Casi nadie. Estuvo encarcelado 33 años, entre  1936 y 1969. De los 30 a los 63 años de edad. Como dice el bolero (una de mis pasiones, tan lleno de tópicos y mentiras): "toda una vida". Pasó por diferentes penales durante esos 33 años. Todos esos penales estaban en el barrio obrero de La Isleta, en la isla de Gran Canaria. Eran las casas de sus hermanas. Ellas acogieron su vida de "topo". Uno más de las decenas que existieron en la geografía del estado español en ese periodo de 40 años y "extraordinaria placidez" de la que habla el militante del PP y ex ministro Mayor Oreja. Pedro Perdomo abandonó su vida de autoencarcelamiento, viejo y enfermo, en 1969, cuando el régimen fascista del general Franco declaró extinguidas las responsabilidades políticas, de los rojos por supuesto, derivadas de la Guerra Civil. Murió en 1974. La vida ni siquiera le compensó con la justicia poética de morir después que su carcelero virtual.
La verdad es que la vida, tan abundante en leyes, es poco dada a la justicia. Casi nadie sabe quiénes fueron Eduardo Suárez (diputado canario comunista del Frente Popular) o  Fernando Egea (farmacéutico de Agaete, pueblito de Gran Canaria). O el alcalde de San Lorenzo y sus 4 compañeros, con los que el PP se resiste a llevar a cabo el compromiso, de la anterior corporación, de otorgarles en su barrio una calle. Todas estas personas y muchas más fueron fusiladas en Canarias donde, insisto, no hubo guerra. Toda esta gente, como la de tantos otros lugares del estado español, serían en otro país considerados héroes y tendrían reconocimiento y honores por su lucha contra el fascismo.
Aquí no.
Aquí existe un hombre providencial que sacrificó su vida largos años al lado de un dictador sanguinario:  Juan Carlos. Ese hombre llegó en 1948, con 10 añitos, a España y estuvo 27 años sufriendo indeciblemente por cada persona que era torturada en la lucha antifascista, por la viuda de cada fusilado o agarrotado (esa forma de ajusticiar tan "cristiana" que es el garrote vil), por cada condenado a largos años de cárcel. Qué estúpidos fueron todos esos que lucharon contra el fascismo. Algunos fueron tan, tan tontos, que hasta se dejaron la vida: Juan García "El Corredera", Julián Grimau, Enrique Ruano (para que saltaste por la ventana a tus 21 años, si los "sociales", policía política, eran cojonudos, todos ellos unos años mas tarde eran custodios de la democracia traída por el hombre providencial), Salvador Puig Antich, Antonio González Ramos (muerto por torturas en la comisaría de Santa Cruz de Tenerife). Todos tenían que haberse estado quietitos, hacer lo que dicen que le dijo Franco a un ministro quejoso: "Usted haga como yo, no se meta en política". Cuanta sangre derramada en vano en la lucha contra el fascismo. Pobres ignorantes, ignoraban que esa sombra, de vida disipada y sufrimiento interior, que el genocida fascista había nombrado sucesor a titulo de rey en 1969 nos iba a traer la democracia envuelta en papel de celofán. Lo tuyo fue peor, Javier Verdejo, a ti te pegó un tiro la guardia civil en agosto de 1976 mientras pintabas en una pared: "Pan, trabajo y libertad". Hay que ser capullo Javier, si todo estaba controlado, mira que morir así con 19 años teniendo ya un rey, un hombre providencial, que estaba "pariendo" una democracia. Su antecesor también, según las monedas oficiales, fue un hombre providencial: "Caudillo de España por la gracia de Dios". Llevamos 75 años acunados por los brazos de hombres providenciales. El primero, padre severo, cirujano de hierro, nos disciplinó; el segundo, hombre, perdón, sufridor campechano, nos dio la libertad. Eso sí, a este campeón de la libertad le faltó un gesto de generosidad: preguntarnos si le queríamos o no, como rey, por supuesto. El nunca realizado referéndum que la oposición antifascista, reunida en la Junta Democrática, defendía, sin ir más lejos en 1974.
Usted, ciudadano Borbón, vino empaquetado en el lote constitucional del 78, salvavidas agujereado al que se agarran sus defensores para mantener a flote su legitimidad democrática. O todo o nada. O libertades con Borbón o militares facciosos acechantes. Parece algo tramposillo el asunto ¿no? Usted y la bandera eran intocables. E intocable ha seguido largos años, custodiado férreamente por unos medios que han enaltecido su figura hasta el sonrojo (incluso babean ante discursos tan previsibles, a ver si se esmeran sus "negros", como el del 24, a mi me sigue pareciendo más clarita mi postal republicana). Los críticos seguimos estando en la marginalidad, en las cloacas de internet, esos rojos irredentos de la prensa alternativa, o los márgenes que nos deja Público.
Aparte de no haber tenido la valentía ética de preguntarnos si le queríamos o no, usted ha tenido lo que yo llamaría una vileza: jamás ha dedicado unas palabras (y no hablo de generalidades vacuas) de reconocimiento expreso hacia todos los que padecieron, combatiéndola o resistiéndola, la dictadura que lo ubicó a usted en el trono que ostenta. 
Por esa razón yo soy pedroperdomista, eduardosuarista, egeísta, y una infinidad de etcéteras. Por esa razón yo no soy, ni seré nunca juancarlista. Siempre le he dicho a mis alumnos que la historia, más allá de los hombres providenciales, cuyos nombres quedan en los libros de historia, la hacen, por activa o por pasiva, los pueblos, la gente común (ojo, de ahí viene el término comunista). No me resisto a incluir aquí el conocido poema de Bertolt Brecht "Preguntas de un obrero que lee":

¿Quién construyó Tebas, la de las Siete Puertas?
En los libros figuran sólo los nombres de reyes.
¿Acaso arrastraron ellos bloques de piedra?
Y Babilonia, mil veces destruida, ¿quién la volvió a levantar otras tantas?
Quienes edificaron la dorada Lima, ¿en qué casas vivían?
¿Adónde fueron la noche en que se terminó la Gran Muralla, sus albañiles?
Llena está de arcos triunfales Roma la grande. Sus césares ¿sobre quienes triunfaron?
Bizancio tantas veces cantada, para sus habitantes ¿sólo tenía palacios?
Hasta la legendaria Atlántida, la noche en que el mar se la tragó,
los que se ahogaban pedían, bramando, ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India. ¿El sólo?
César venció a los galos. ¿No llevaba siquiera a un cocinero?
Felipe II lloró al saber su flota hundida. ¿Nadie lloró más que él?
Federico de Prusia ganó la guerra de los Treinta Años. ¿Quién ganó también?
Un triunfo en cada página. ¿Quién preparaba los festines?
Un gran hombre cada diez años. ¿Quién pagaba los gastos?
A tantas historias, tantas preguntas.

Creo que debo ser honesto hasta el final. El 13 de abril de 1977 sobre las 11 de la noche tres compañeros ( a dos les perdí la pista , otro entra aquí a menudo y es buen amigo, aunque yo siempre no fui, y lo siento en el alma, correcto con él) y el que esto escribe, que tenía 17 años, fuimos detenidos por pegar carteles a favor de la república. Un "social", desde un plano superior, sentado en una mesa, mientras me interrogaba, ponía la suela de su zapato sobre mi pantalón. Sentí, aunque había muerto Franco, y ya gobernaba el hombre providencial, la sucia "bota" del fascismo sobre mí. En otro lugar de este blog ya he citado al periodista Javier Ortiz, fallecido en 2009. Durante varios años sacó a la luz sus deliciosos artículos bajo el epígrafe "Diario de un resentido social". Algunos creo que hemos quedado reducidos a esa condición. A la del resentido repetitivo. Tal vez sea hora de callar.


sábado, 24 de diciembre de 2011

Primicia: El discurso de nochebuena del rey

He tenido acceso en primicia, a las 10 de la mañana ( hora canaria) de este 24 de diciembre, al discurso de nochebuena del rey. Da gusto verlo tan rejuvenecido y hablando con tanta fluidez, sin mirar un papel, (la única vez que no utilizó uno mando a callar a otro jefe de estado) aunque sea en francés.
Considérenlo mi postal republicana de felicitación.

lunes, 22 de agosto de 2011

De reyes y coñas marineras (¡que bribona es la fortuna!)

Les voy a contar cuál es una de mis grandes frustraciones (que les aseguro no escasean), a la vez que fobia: vivir bajo un régimen monárquico y no ver, antes del fin de mis días, proclamada la República. He utilizado el término "bajo", de manera muy consciente, en el sentido de inferioridad. Tener rey me hace sentir un individuo ataitadito (táita, hermosa expresión cariñosamente reprobadora que se pierde), un cuasi imbécil que se ve obligado a vivir ¿protegido? por un mágico polvo regio (que no estelar) que modera y equilibra el país, díscolo, en que vive.
Sí, de polvos se trata, o siendo más rotundo, de follar con  una señora para que engendre y para a un individuo que nacerá con un cargo público a cuestas: ¡la futura jefatura del estado! La cúspide de todos los cargos públicos.  Genial, me apunto. Yo soy funcionario de educación y exijo, no pido, exijo, que mi plaza en su momento la herede mi hijo. ¿Les parece un disparate? ¿De verdad?¿Creen ustedes que tiene la misma responsalidad un oscuro profesor de instituto de un archipiélago ultraperiférico (según el tratamiento que nos otorga la Unión Europea), que el jefe del estado de un país de 47 millones de habitantes? No, claro que no, sin embargo el oscuro profesor hizo una carrera de cinco años y, con mayor o menor fortuna, gano una plaza en un concurso-oposición. El rey surge, listo o tonto, gangoso o crápula, de una carrera (o concurso-oposición) de espermatozoides (¡si el ganador supiera la responsabilidad que recae sobre su victoria, temblaría, o igual se dejaba ir!) en pos del ansiado óvulo. Aquí, ustedes perdonen la manida expresión, no puedo dejar de exclamar un "trillado" ¡manda huevos! Los funcionarios y funcionarias sentimos, con harto disgusto, que nuestros espermatozoides y óvulos son discriminados. Además, los futuros servidores públicos por nosotros engendrados no cobrarían, ni de lejos, los casi nueve millones de euros que percibe el regio follador.