miércoles, 20 de abril de 2022

El Sáhara y la infamia (o Pedro Sánchez ahondando en la traición)

Hace varias semanas, cerca de un mes, se produjo en el programa de radio Julia en la Onda, durante un debate en el que salió a colación la intervención armada del ejército ruso en Ucrania, una situación en la que dos componentes, el expolítico Ignasi Guardans y la periodista Elisa Beni, recriminaron con bastante vehemencia a la politóloga Arantxa Tirado su posición. Ésta, intentando analizar las causas del conflicto,  defendía que en las relaciones internacionales, por parte de los estados, guste o no, priman los intereses económicos y geopolíticos sobre las consideraciones éticas. En el estado español, a través de un conglomerado mediático fortificado en un pensamiento monolítico que acusa de prorruso al que enmienda o matiza, e incluso impide el acceso a medios rusos censurándolos, se nos presenta el apoyo a Ucrania, también con el envío de armamento, como el deber ético de apoyar una democracia (falso, la izquierda está ilegalizada) atacada por una tiranía (falso también, la oposición al conservador Putin son los comunistas del PCFR). O sea, el gobierno español muestra su actuación como un deber moral, una causa altruista por la que  las clases populares deben ajustarse el cinturón debido a que las sanciones a Rusia, al menos para Europa, tienen una parte de autocastigo.

Y en eso llegó Pedro Sánchez y, mostrándonos que la hipotética ética que le alumbra en Ucrania es tan falsa como cierta es su condición de lacayo, mandó a traicionar, o, para ser más precisos, mando ahondar la traición.

Este texto quiere expresar más que unas ideas, el asco que siento por la decisión tomada por el presidente del gobierno español, con la dolorosa aquiescencia de facto de Unidas Podemos, de profundizar en una ignominia que dura ya más de 46 años, desde que el 14 noviembre de 1975, Acuerdo Tripartito de Madrid mediante, el estado español traicionó a la población del Sahara Occidental (provincia española cuyos habitantes tenían DNI en ese momento, no puedo dejar de pensar con cierta sorna en los españolazos que le espetan a un catalán  o vasco independentista eso de "mira que pone tu carnet"). Entregó su territorio a Marruecos (Mauritania, actor muy secundario, desapareció de la escena unos años después) y condenó a parte de la población saharaui a vivir desde hace más de 40 años en los campamentos de refugiados de Tinduf, en territorio argelino.

El 14 de noviembre de 1976, un año después de aquel infausto acuerdo, un político español pronunció estas hermosas palabras ante un pueblo que iniciaba un exilio que aún perdura:

"Sabemos que vuestra experiencia es la de haber recibido muchas promesas nunca cumplidas. Yo quiero, por consiguiente, no prometeros algo, sino comprometerme con la Historia. Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final".

El autor de estas palabras es Felipe González, un político al que Javier Krahe, en su canción de los años 80 Cuervo ingenuo, después de esa otra traición del PSOE que fue defender la permanencia en la OTAN, acusó de "hablar con lengua serpiente". El verso de Krahe es un retrato perfecto, y doloroso, del PSOE, ese partido que tiene la lengua bífida perfecta, la parte izquierda hace las promesas preelectorales y la parte derecha dicta las actuaciones y las leyes cuando gobierna. 

Si Felipe González en 1976 pensaba que el pueblo saharaui había recibido muchas promesas no cumplidas, qué habría que pensar desde un mínimo reducto de honestidad a las 21.35 del domingo 17 de abril de 2022, cuando escribo este texto que no sirve de nada, cuando ese pueblo observa que la potencia que los vendió y que hasta ahora al menos asumía el referéndum que, desde 1990, preconiza la ONU, en una maniobra rastrera del PSOE, que denuncia al "tirano" Putin y rinde pleitesía al tirano que gobierna Marruecos, asume la ocupación, la soberanía marroquí sobre ese territorio. No se engañen, la autonomía es una concesión que te hacen, estado central u ocupante, según el caso, en la que no decides nada; la autodeterminación implica tu capacidad de decidir, es una conquista, un ejercicio de soberanía.

En las palabras de Felipe González éste se compromete con la Historia, así, con una grandilocuencia que impone y solemniza, pero que en la práctica está vacía. Si se hubiera quedado ahí, aún hablando como secretario general del PSOE, su infamia sería básicamente personal, pero es que acabó el discurso diciendo, con aromas guevaristas ("hasta la victoria siempre"), que el PSOE, organización ya en aquellos momentos casi centenaria, estaría con ellos "hasta la victoria final".

La traición se produce después de que EEUU asumiera en 2020 (¿o impusiera?) el plan marroquí de autonomía que al gobierno español le parece "serio y creíble". Por eso hablé antes del lacayaje del actual presidente, cuya actuación se sitúa en la antítesis de la ética que cacarea y del deber que tiene el estado español como antigua potencia administradora del Sáhara Occidental.  Uno de los elementos informativos (y racistas) constantes en la crisis ucraniana es remarcar que la guerra acontece en Europa. En el "edificio", después de EEUU (ese estado rapiñero que reventará el planeta antes de aceptar un mundo multipolar que él no dirija), más bonito, ha surgido una guerra con unos refugiados de cabello piel y ojos claros para los que no existen enconados cónclaves de la UE en los que  establecer un cupo, ni crisis económica. Refugiados que son visitados en Madrid por el Rey y su familia, mostrándonos los noticiarios a la princesita rubia con la refugiada que es casi su imagen especular. Y entonces, airado, pienso que donde tendría que ir el hijo biológico y político del Rey Ladrón es a los campamentos de refugiados de Tinduf, mucho más cercanos que Ucrania (de Canarias ya ni les cuento), a pedir perdón por la infamia, otra más, que rubricó su padre. Y claro, ustedes, las personas sensatas que me leen (para insensato ya está el que escribe), me dirán que si el rey, en un imposible acto de loca dignidad, realizara tal acción, Marruecos enviaría cayucos del tamaño del Titanic. Y yo les diré que al menos, como al presidente de Ucrania, permitamos al presidente de la invadida y ocupada República Árabe Saharaui Democrática (RASD) dirigirse al Congreso para que sus señorías, puestas en pie, puedan dedicarle una ovación que nunca mitigaría ni una ínfima parte de casi medio siglo de ignominia.

Viendo el tema del suministro de armas por parte de España a Ucrania me planteo, con el tamiz de la ironía, y siguiendo la consigna del "irresponsable" de Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrell, que en redes sociales manifestó, con absurdo ardor guerrero, que "esta guerra (la de Ucrania) hay que ganarla en el campo de batalla", pedir que se obre con el mismo criterio en el asunto del Sahara y que el gobierno español, consecuente con su postura ética de armar al débil contra el abuso del fuerte, suministre armas al Frente Polisario, legítimo representante de la RASD. Y si el presupuesto da, de paso podemos mandarle algún lote al pueblo palestino que en la última semana ha visto morir, en esa masacre perpetua de la que es víctima, a más de 10 de sus hijos a manos del ejército israelí. También podríamos mandarle algún resto, por si la tregua en la que están ahora se rompe, al  pueblo yemení, que lleva siendo bombardeado siete años por Arabia Saudí. Aunque en este caso, antes de armar al débil, tendríamos que empezar por no suministrar armas al matón (con el permiso de Israel y el amo yanqui) de la zona.

Sí. Ironía aderezada con mala leche y frustración. La conciencia clara de que hay un verso de la canción del cantautor cubano Pablo Milanés (su país donó a finales de febrero 458.000 dosis de su vacuna Soberana 02 al pueblo saharaui), La vida no vale nada, que es premonitorio y que, lamentablemente, casi siempre se cumple y tiene una dimensión universal. A mí, a lo largo de mi vida, tras contemplar injusticias e impunidades,  me ha venido a la mente en múltiples ocasiones. Desnudando la realidad, lacónico, dice así:

"Y, al final, por el abuso se decide la jornada".

lunes, 4 de abril de 2022

 El pueblo piadoso

corta la cabeza del rey

lo redime

lo salva de su inhumanidad

lo convierte en ofrenda

para dioses ateos 

y le enseña a leer

(ágrafo entre los ágrafos) 

el mundo opacado y sangrante

los ceños fruncidos 

y el enigmático rictus del amor