jueves, 22 de octubre de 2015

El cristal del debate

 «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira»

Estos versos enfadados y vencidos de don Ramón de Campoamor, junto a los diez cañones por banda vibrantes de don José de Espronceda y las oscuras golondrinas que refrenaban su vuelo ante el desengañado don Gustavo Adolfo Becquer, son parte de mi más temprana educación. Y no, no me llegaron fruto de mi amor precoz a la literatura. Yo, envidiando a Alfonso Guerra, confieso que no leí a los once años el Juan de Mairena. Mi "flechazo" lector fue bastante más tardío. De hecho, con la edad citada, tenía el convencimiento de que jamás sería capaz de realizar la proeza de leer un libro, salvo que fuera por obligaciones estudiantiles. Esos versos archiconocidos de estos insignes poetas románticos de música imbatible, llegaron a mí a través de mi padre, ese hombre que siempre añoró el estudio, que amaba la estética en la prosa por encima de cualquier argumento, y que gustaba de recitarlos. En concreto, recuerdo que cuando nos empantanábamos en alguna discusión, fuera sobre política o cualquier otro asunto, él se agarraba del brazo de Las Doloras más famosas de don Ramón (las que abren este texto) y yo tenía que plegar velas ante un ejercicio tan potente como cotidiano de relativismo.
Todo este mejunje mental del cristal y sus tonalidades lo he cocinado lentamente a raíz del debate sobre el debate, que acaparó el lunes, y coleó el martes. Al estar únicamente permitido como elemento de combate el aguijón verbal, varios medios digitales ofrecieron a sus lectores la posibilidad de votar el vencedor de lo que en el argot mediático-pugilístico definiríamos como el combate del siglo. Y funcionó el cristal. Yo he visto tres medios: Público, Eldiario.es y El Mundo. Quién conozca un poco la realidad de la tendencia de la prensa (en papel o digital) lo tendrá claro. En los dos primeros, refugio de la gente que se ubica a la izquierda del PSOE, ganó Pablo (puedes buscar el centro o la centralidad, pero sospecho que es inútil, ya estás ubicado para el imaginario colectivo). En el último, periódico liberal-conservador, que está, junto con El País (La Razón y ABC son peperos fieles), en  plena campaña de promoción de esa derecha renovada que es Ciudadanos, el vencedor por arrasamiento (80-20) fue Rivera.
Lo destacable del debate fue la expectación creada y el espectáculo de la cercanía, de la cotidianidad, donde se quiso visibilizar desde las formas campechanas, un bar de barrio con algunos jubilados como figurantes, ese nuevo tótem que empieza a tener legión de adoradores (a diestra y siniestra) y que conocemos como "nueva política". Ya he oído ponderar el inicio de una nueva era en los debates entre partidos, e incluso en la política española en general. Quizás.  Sí tengo claro que en cualquier caso esta hipotética nueva era no "está pariendo un corazón" aunque se muera de dolor. Esta era ya ha parido mucho miedo social, mucho vencimiento de los trabajadores, término que casi nunca le escucho a un Pablo Iglesias que lo camufla en el más ambiguo de la gente. Bastantes personas manejan la siguiente idea: Ciudadanos y Podemos son partidos que luchan contra la vieja política y por la gente. O sea, manejan una idea absolutamente vacía. La nueva o vieja política, venga insertada en un nuevo o viejo formato de debates, es un fraude. El problema esencial no son las formas, la corrupción o el sueldo de los políticos. Lo esencial es el empobrecimiento y la creciente desigualdad fruto de la no menos creciente explotación de la masa laboral, que se traduce, por ejemplo, en el dato de fines de septiembre que reveló que el 58% de las horas extra trabajadas el segundo trimestre de 2015 no fueron abonadas. O esta cifra que ya reflejé en un texto anterior: más de trece millones de personas viven en la pobreza y en riesgo de exclusión social. 
Aunque Rivera lo niegue y Pablo dijera que el hablaba de oídas, el voto a Ciudadanos, o al PP o al PSOE (partido que vuelve a padecer trastorno izquierdista transitorio matrimoniado con un votante que no se si es transitoria o permanentemente amnésico) sí es, en ese sentido global al que algunos llaman razón de estado, el voto a las políticas del IBEX 35. Tampoco tendría razón alguna el IBEX para preocuparse si llegara Pablo Iglesias a la Moncloa, pues no puedo dejar de descorazonarme viendo como la montaña de la rebeldía griega parió al ratón Tsipras (y aquí ni siquiera existe la montaña con lo cuál es dudoso que el ratón llegue siquiera a asomar el hocico). La nacionalización de recursos públicos fundamentales es para Podemos una medida que se le antoja extrema, la última de la fila, sólo realizable si el grupo oligárquico en cuestión, que obtiene pingües beneficios, saca en exceso los pies del tiesto. Gran parte del pensamiento autodenominado de izquierdas de este país sigue presentando lo que debería ser parte de sus señas de identidad, la propiedad pública, como un instrumento de excepción. 
Cuando Évole les realizó una serie de preguntas rápidas, ante la concomitancia de algunas respuestas Iglesias dijo: "como sigamos así nos presentamos juntos a las elecciones". El flirteo de pitufo amable de Pablo con el tiburón neoliberal, con piel y bailoteo de delfín social, que es Rivera, prestidigitador que mientras él sonríe, su partido ya desliza un concepto como copago (sanitario y educativo), me recordó, por contraste, sus broncas de pitufo gruñón a Izquierda Unida. Y me apené. Tal vez porque pienso que la broma de Pablo tiene un triste trasfondo de realidad para él y para los seguidores de una ilusión: confundir un sistema de libertades controladas con una democracia popular (o participativa, es en esencia lo mismo). Así que perdonen la pregunta: ¿en el corsé de una Unión Europea dominada por el capital (y no desdeño la existencia de marcados matices) tiene demasiada importancia quién es el capataz de la finca?  
Eso sí, el debate, incoloro a la par que situado bajo un cristal de gran aumento, fue entretenido.

sábado, 17 de octubre de 2015

De la escatología en la toma del cielo por asalto

El 12 de octubre, en su facebook, Willy Toledo se cagó, literal y reiteradamente, en "todo lo que se menea" (fiesta nacional, monarquía, conquista de América y hasta en la Virgen del Pilar).
Imagino, siendo quizás un poco aventurado, que, en lo personal, es una espita, una válvula de escape, un regulador del humor corporal que conecta con nuestro espíritu, pregonar a los cuatro vientos la hartura, la mezcla de tristeza y ebullición que te producen ciertas ideas imperantes, repetidas por todos los grandes medios de comunicación, que marcan, con muy escaso contrapeso, la ideología dominante entre la gran mayoría de la población. Desde posiciones de la izquierda transformadora, creo que casi todos hemos sentido en muchos momentos esa ira con lo que nosotros pensamos que son unas generalizadas tragaderas sin fondo con todos aquellos oligarcas (y sus gestores PP y PSOE, quizás con el pronto auxilio de ese apuntalador del edificio que es Ciudadanos) que han llevado a este país a tener trece millones y medio de personas en la pobreza y en riesgo de exclusión, la cifra más alta de la historia del estado español. Y ante esta realidad surge el exabrupto lleno de rebeldía, ira y malsonancia de Willy. Un grito que conmociona a los sectores politizados de la población. Surge el coro de fieles dispuesto a unirse a una insurrección defecatoria que inunde de mierda todos los "palacios de invierno" que en el mundo son metáfora de la injusticia y la opresión. Surge el coro de ejecutores voluntarios que piden la muerte civil de Willy, vía condena social ("este tipo está loco") o vía judicial (ya tiene varías denuncias en el juzgado, aunque en enero todos éramos Charlie y defendíamos la libertad de expresión a marchamartillo).
No pretendo la equidistancia. Ninguno de los símbolos que Willy rechaza me es querido. Sé que representan una España rancia que une una institución caduca, y restaurada en este país por el fascismo, como la monarquía, con una fecha que marca una anexión territorial imperialista que provocó millones de muertos (circunstancia ya narrada en el siglo XVI por Fray Bartolomé de las Casas en su "Brevísima relación de la destrucción de las Indias"). A estos dos elementos se uno el factor religioso que representa la Virgen del Pilar.
Así, la corona, la espada y el báculo cristalizan como ejes vertebradores, cuarenta años después de la muerte de Franco, en el día nacional de España. Un día que ni se nutre ni conmemora ninguna rebelión popular contra las injusticias seculares. Un día donde lo más aclamado es un cuerpo del ejército machista y nacido para las guerras coloniales, que desfila a toda pastilla y tuvo este año el raro gesto de cachondeo de llamar a su chivo (¿expiatorio?) Pablo. Un día donde más de mil personas rinden pleitesía al único cargo publico cuyo acceso es vitalicio y por vía genital. O sea, repitiendo la frase: nada que celebrar.
La parte  del texto de Willy que quizás ha molestado más ha sido su referencia escatológica a la Virgen del Pilar. Primero quiero destacar la hipocresía. En este país, con la lógica de ser históricamente católico y la necesidad de cabrearse con la figura del padre, de quién, para el bien y el mal, nos tutela, ha sido muy habitual la blasfemia. O sea, cagarse en dioses, vírgenes y santos lo hemos oído todos en múltiples ocasiones. Sospecho que el ateo, condición de Willy, defensor de la inexistencia de fuerzas sobrenaturales, tiene, si quiere, con respecto al creyente, más necesidad de la pedagogía que del insulto. Sí, cuando cubres de improperios a la Virgen del Pilar, en Canarias sería la Virgen del Pino, no atentas contra una idea política en la que la gente no interioriza e incluso admite el "calentón" del insulto, atentas contra un sentimiento enraizado en amplias capas de la población y logras un efecto fortificación. Leí el otro día que Ho Chi Minh, líder de los comunistas de Vietnam en su lucha contra la intervención de EEUU, recomendaba a sus correligionarios no ser prepotentes, respetar las creencias de los campesinos y usar la vía del convencimiento, no la de la ofensa o el desprecio. 
Es tan necesaria la libertad de creencias como que ninguna de ellas tenga algún tipo de oficialidad estatal. La Asociación Española de Guardias Civiles ha solicitado a la fiscalía que proceda contra Willy Toledo por "vomitar improperios" contra símbolos religiosos de la Guardia Civil. Ese es el el problema, la Guardia Civil, como organismo público, no debe tener patrona o símbolo religioso oficial alguno. Cada miembro individualmente puede profesar la creencia o no creencia que estime. Si alguien osara cagarse en Santo Tomás de Aquino, oficioso patrón del gremio profesoral, no imagino, espero, a ningún sindicato del sector solicitando la actuación de la fiscalía para que encarrile por la vía penal al deslenguado. 
Acabo. Este es un curioso país donde el insulto o hacer humor a través de las redes con temas cuasi sagrados puede traerte grandes dificultades y llevarte incluso al banquillo. En cambio, una actuación con pelotas de goma por parte del cuerpo policial que pide encausar a Willy, con el trágico resultado de 15 inmigrantes ahogados, no merece ni siquiera la celebración de un juicio que dilucide todas las responsabilidades. La verdad es que dan ganas de soltar un par de barbaridades...

domingo, 11 de octubre de 2015

Los dictadores son mortales (y sexuales)

Sé que voy a hacer lo que en teoría nunca se debe hacer.
Criticar a priori. Sin visionar el objeto de la crítica.
Hoy sábado el espacio de TVE "La noche temática" conmemora su veinte aniversario con una selección de tres documentales ya emitidos. El periódico ABC, en su sección de televisión, los presenta así:
«No puede haber un Kennedy feliz», un acercamiento a los Kennedy, una familia marcada por la tragedia; «Dictadores: sexo y poder», una inmersión en la vida íntima de los dictadores más sanguinarios; y «Hayley: la adolescente más vieja del mundo», la historia de una chica que sufre progeria, una enfermedad rara que le provoca envejecimiento prematuro. 
Fin de la cita.
El último queda claro que es un reportaje donde se difumina cualquier perfil ideológico para introducirnos en esa lotería siniestra y mortificante que es la amplia gama de enfermedades poco comunes, terribles para los enfermos y sus familiares, que me hacen detestar mi incredulidad en paraísos que los seres marcados con ese vía crucis merecerían, por justicia poética o divina, más que nadie.
El primero nos acerca al emblema más cercano a la aristocracia (gobierno de los mejores en su raíz griega), o a una saga de notables, que existe en el imaginario de un país que nació en la costa este de América del Norte casi a la par que en la otra orilla del Atlántico, con la revolución en Francia, se iniciaba la contemporaneidad que supuso la sublevación de la burguesía contra una nobleza posteriormente devenida en aliada ante el crecimiento y la organización de ese enemigo superior, e infinitamente más peligroso, llamado clase obrera. Reconozcan que el título puede hacer rechinar los dientes de envidia a Jorge Javier Vázquez. Es la enésima versión de esa historia perseverante que se empeña en explicarnos e imbuirnos de mil maneras que el dinero no da la felicidad o que los ricos (o poderosos en su amplio espectro) también lloran. Los Kennedy serían míticos héroes malditos de la democracia americana, dignos de una tragedia clásica en la que la gravedad de un coro nos remache la futilidad de nuestra existencia independientemente de cuál sea nuestra posición en la escala social.
En realidad, la idea de este texto surge, a trompicones y sin saber a donde me lleva (casi todos toman su propio rumbo obviando mis ideas preconcebidas) del segundo: "Dictadores: sexo y poder". Nos presentan un cuarteto dictatorial "equilibrado". Por un lado los gemelos  Zipi y Zape del fascismo: Hitler (el rubio que no fue) y Mussolini (el moreno de ademanes apolíneos). Por el otro, el peligro que llega de donde siempre vienen los bárbaros, del este: Stalin y Mao (o el comunismo es siniestro hasta en la cama). Imagino que la vida sexual de los seres humanos arriba citados comenzó antes de su acceso a los ámbitos del poder o, para ser más precisos, acorde al título del documental, a sus funciones dictatoriales. Yo entiendo que arribar a una cúspide absoluta, seas hombre o mujer, puede aportar un plus a tus posibilidades de desenvolvimiento sexual. Hasta ahí de acuerdo. Pero no creo que el acceso a ese poder absoluto supusiera un cambio en su visión del sexo. Estoy convencido de que Franco (siempre se libra cuando sale el ranking de las tiranías nuestro monstruo particular, a pesar de ser el fascista gobernante más longevo y que dio mucho más matarile interno que Mussolini) no cambió su vida sexual tras convertirse en un gobernante absoluto. Sí condicionó, y mucho, con el sometimiento a una estricta moral católica y sus plasmaciones legislativas, la vida sexual de sus súbditos, especialmente de las mujeres, que habían visto abrirse, en el cuartucho cerrado con olor a sacristía, una ventanita, con el advenimiento de la Segunda República. Vida sexual que sigue sometida hoy en día para muchas mujeres en países que, si aplicamos el frágil baremo democrático de la celebración de elecciones, no serían considerados dictaduras. 
La vida sexual de los cuatro individuos arriba señalados carece de relevancia. Es un ejercicio que busca rizar el rizo de las maldades de los tiranos prototípicos, para contraponerlas con las bondades de líderes centrados y democráticos como, por ejemplo, el supuestamente necrófilo Cameron y su aventura con la cabeza de un cerdo. 
Entre el párrafo anterior y este media casi un día. Al final, azuzado por una mala conciencia algo tonta, visioné el documental francés cuyo nombre original es "La sexualidad de los tiranos". La única conclusión posible, más allá de múltiples y alambicadas explicaciones de varios historiadores y un psicoanalista, es que entre los tiranos, como en botica, hay de todo. 
Los mejor parados son los revoltosos hermanos fascistas, cuyos perfiles amatorios, absolutamente divergentes, parecen extraídos de "El gran dictador" de Chaplin. Réplicas en el terreno sexual de apocado Hynkel y del excesivo Napoloni. Stalin era un "macho georgiano precoz" (llamativas palabras textuales que le hacen a uno preguntarse por la posible búsqueda, en el Caucaso, del gen de la virilidad infalible), un "psicópata absoluto" que seducía a las mujeres de altos cargos y gerifaltes del partido para conocer ese pensamiento secreto que emana al calor de la noche y la alcoba, y que podía trasladarte de tan tibio lugar al frío siberiano. De Mao dicen que, al modo tradicional de los emperadores,  en su vejez "buscaba regenerarse a través de la carne fresca". Ya la experiencia milenaria debería haberles indicado, a un estudioso del Materialismo como Mao el primero, lo vano del intento. Intento que han repetido muchos viejos con posiciones de poder (o prestigio) en el mundo, no en la búsqueda de la regeneración imposible, sino de apurar ciertos gozos por la vía del deslumbramiento ajeno. 
Acabo con unas palabras textuales del historiador Dimitri Casali: "Un dirigente político impotente, sin virilidad, es incapaz de gobernar a su pueblo". Siendo esta la condición imprescindible de la gobernanza, no entiendo como la señora Thatcher no fue reelegida por los siglos de los siglos. Sin amén.



domingo, 4 de octubre de 2015

Antonio Baños y Pablo Iglesias: dos mensajes desde la izquierda

"Pregunta: En un momento en que nuevas formaciones abominan del lenguaje clásico de la izquierda, la CUP habla abiertamente de lucha de clases y reivindica el comunismo y el anarquismo.

A.B.:En una entrevista en una revista moderna, Playground, me decía que hablamos de ideología a la gente joven, cuando ya no tienen ideología y me lo vendía como un mérito que estuvieran desideologizados. Y al final lo que dije fue el titular: pues igual el hecho de que cobréis menos que vuestros padres es porque no tenéis ideología. No tener ideología hace que cuando te contratan por cinco euros a la hora durante una semana digas 'qué suerte, tengo un curro', en cambio si tienes ideología montas un sindicato e intentas acabar con esta explotación".
(Respuesta de Antonio Baños, líder de la CUP, en una entrevista concedida al diario Público el 2 de octubre)

"Sí, soy marxista. Y es un día importante para los marxistas: 125 años del nacimiento de Groucho Marx".
(Tuit de Pablo Iglesias, líder de Podemos, el 2 de octubre)

Primero accedí a la entrevista de Baños y reconozco que este fragmento me pareció revelador de la tragedia de lo que vulgarmente llamamos izquierda: renegar del tronco común del cuál han salido las diferentes ramas: socialistas, comunistas y anarquistas. Y ese tronco, ese fundamento que sostiene cualquiera de los discursos que se consideren de izquierdas, es la lucha de clases, el odio radical a la explotación, a que una minoría se enriquezca a costa de la gran mayoría. El ejemplo que pone Baños es demoledor y cotidiano: llevan a muchas personas a condiciones laborales decimonónicas (escasos sueldos, largas jornadas, precariedad masiva) y, como son "privilegiados" que abandonan el paro, se sienten contentos pues vienen del terror y les han estado machacando con las ideas de la derecha, ante la pasividad y el entreguismo de una izquierda que ha alentado el mito de las clases medias. Mito que la crisis ha barrido llevando a la realidad del submileurismo a millones de personas. La izquierda, con su dimisión ideológica, ha renunciado a lo más importante y complicado, a sembrar conciencia, a enseñar que la historia del ser humano, en toda su diversidad y con mil matices, es una lucha constante de oprimidos contra opresores, de los detentadores de las riquezas contra los poseedores de su fuerza de trabajo. Y, por supuesto, nada más comprensible que la alegría personal, el alivio, aunque sea temporal, de quién abandona, con el alto precio del salario bajo, la ciénaga del desempleo. Pero esa alegría nunca le puede quitar terreno a la rabia que surge de la conciencia de clase, a la lucha contra lo que no tiene la inalterabilidad de una ley física: la guerra de rapiña, ese saqueo continuo y organizado llamado capitalismo, que hace que un 1% de la humanidad (algo inédito en la historia) posea la mitad de la riqueza del planeta.
Después, cuando llevaba un rato rumiando las palabras de Baños, accedí al Tuit de Pablo Iglesias. No le doy más importancia que la que tiene: una humorada bastante recurrente en los últimos 20 ó 30 años entre ciertos sectores de la izquierda que consideran superado, devorado por el ansiado, por las clases dominantes, crepúsculo de las ideologías, al antiguo y plomizo don Carlos, un tipo que con don Federico conmovió el siglo XIX y creó avenidas para el pensamiento y la lucha por la igualdad de los seres humanos. Esos mismos sectores convierten a don Groucho, incansable escrutador (en sus películas) de damas con excedente de inocencia y peso, alumbrado, indudablemente, por la chispa de un lenguaje ingenioso, en una burbujeante cima del pensamiento moderno. 
Me pareció muy curioso tener acceso, en el mismo día, desde el ámbito de lo que llamamos la izquierda, a un par de mensajes que, es mi percepción, siendo de dos personas que seguramente están de acuerdo en la crueldad del sistema capitalista, transmiten, esencialmente, ideas antagónicas. 


jueves, 1 de octubre de 2015

De escaños y votos o los caminos de la mayoría absoluta

Me conmueve el desmedido amor que, al cobijo de las elecciones celebradas en Cataluña, ha surgido al valor intrínseco de cada voto. 
Ojalá cunda esa pasión y no sea una simple tontuna pasajera para desacreditar independentistas. Ya sabemos hasta el fin de los tiempos, por si alguien tanto desde la malicia como desde la buena fe no se había percatado, que una mayoría absoluta de escaños en una cámara de la bella democracia representativa puede no ser concordante con una mayoría absoluta de sufragios.
Siempre nos recuerdan: esas son las reglas del juego. El problema es que el asunto no es un juego. 
Desde 1977 hasta la fecha ha habido en el estado español diversas mayorías absolutas parlamentarias, tanto del PSOE como del PP. Ninguna de ellas, ni siquiera la aplastante de Felipe González en el 82 (202 diputados sobre 350), fue lograda con más de la mitad de los votos. La actual del PP, bastante plácida con 186 escaños, fue conseguida con el 44,6% de los votos (10.830.693). Descontando el voto nulo y en blanco el resto de opciones políticas obtuvieron 13.108.883. Y hemos oído infinidad de veces el argumento de que el PP tiene toda la legitimidad democrática para sacar adelante sus propuestas. Bien. Pero que no se nos olvide que cuando el resto de grupos rechazan unánimemente alguna ley del PP, en aritmética pura, voto a voto, esa ley estaría siendo rechazada mayoritariamente por la población. Y el legislador tiene en su mano una cierta capacidad de contribuir al sufrimiento o al alivio de las clases populares. En estos cuatro años la mayoría absoluta  ha sido absolutamente recortadora de derechos. Recortes que el pesimista que me habita tiene el convencimiento de que han venido para quedarse, previa asunción ideológica (esta es la clave) por parte de grandes capas de la población. Y se ha hecho con una minoritaria mayoría absoluta cuya mano, a la hora de apretar el apabullante botón, ha carecido del más leve temblor moral. 
No defiendo con lo expuesto que los 72 diputados independentistas, mayoría absoluta obtenida con un insuficiente 48% de los votos emitidos, en injusta reciprocidad, tengan legitimidad para hacer una declaración unilateral de independencia, aunque el número de escaños los cobije y les permita trabajar en pos de la creación de un estado propio. Sí mantengo que tras estás elecciones queda aún más claro que la única resolución posible al conflicto planteado, tarde o temprano, es un referéndum justo con una pregunta clara. Pues lo indiscutible es que si unimos a los 72 diputados independentistas los 11, muy disputados, de Cataluña si que es Pot, defensores sin ambigüedad del derecho a decidir, tenemos una mayoría absoluta en la que caminan de la mano, en este caso sí, los escaños y los votos.