viernes, 30 de diciembre de 2016

Fidel

Hace algo más de un mes murió Fidel. Ya pasó el gran ruido y me apetece, a mi manera, quizás algo deslavazada, expresar algunas ideas sobre quién en el trayecto final de su vida se proclamaba con el título más honorable y entrañable de los que nunca tuvo: soldado de las ideas. Soldado incansable, cada vez más humanista, de esa batalla que una izquierda timorata e ideológicamente raquítica, ante un enemigo económica y mediáticamente poderosísimo, lleva décadas perdiendo.
Creo que es el único dirigente político del planeta al que es innecesario mentar su apellido para que sea reconocido sin ningún género de dudas. Fidel es Fidel. Y punto. Todo el mundo sabe de quién hablamos. Cierto es, también, que es el único líder que, según se use en exclusividad su nombre de pila o su apellido, revela la simpatía o antipatía de quién le cita. Yo, desde que oigo a algún opinador hablar de Castro me pongo en guardia mental, pues sé que el enemigo acecha. Y es que con Fidel mi espíritu crítico se achanta y este callejoncillo desde el que escribo se convierte en el teatro de los panegíricos. Es justo advertirlo por si alguien detesta este tipo de discursos laudatorios y no quiere afentrarse más en el callejón. Para mí, ya son legión los piratas, nunca más apropiado el término, que bailan sobre la caja del muerto.
Sí, Fidel es un gigante que puso, cierto que con la notable contribución del poderoso enemigo estadounidense, en el mapa de la relevancia mundial a un pequeño país caribeño de once millones de habitantes. Pondré dos ejemplos que muestran esta significación.
El primero hace referencia mi labor como docente. Su ámbito es el aula de un Instituto de la localidad de Jinámar, en la isla de Gran Canaria. Algunos días después del deceso de Fidel fui cuestionado acerca de él por una alumna de 4º de la ESO. Este dato es indicativo de la dimensión del personaje. Salvo cuestiones sobre los regidores del Imperio, bien Obama o, ahora Trump, es muy raro que el alumnado pregunte sobre algún político extranjero (tampoco es habitual que lo hagan por los nacionales). Señalé Cuba en el mapamundi, algo más grande que Andalucía, con sus cien mil kilómetros cuadrados, y posteriormente procedí a señalar Francia, Alemania, Brasil, Argentina, Reino Unido o China. Todos, conocedores de Fidel, ignoraban los nombres de los dirigentes de esas potencias mundiales. Pero, no obstante, en casa seguro que alguna vez se ha hablado, aunque sea jauría informativa mediante, de un hombre que no ejercía el poder desde hacía más de diez años en un pequeño país a seis o siete mil kilómetros de distancia de nosotros. Algo parecido sucedió con Chávez, que, por arte y gracia de plantearse un asunto tabú llamado socialismo, situó a Venezuela en el mapa mundial.
El segundo hace referencia al ámbito de la información nacional. Pocas horas después de la muerte de Fidel, un sábado, La Sexta emitió un especial de “Al rojo vivo” dedicado a su figura. Díganme que otro dirigente latinoamericano, en el poder o apartado desde hace diez años de él, habría provocado la emisión de un espacio de esas características un día que no sale a antena: ninguno. Y si ampliamos el espectro al resto del planeta, sobran dedos en una mano para contarlos. Vi, y fue suficiente, los diez minutos finales del programa. Nada nuevo, ni inteligente, bajo el sol. Ferreras repitiendo su mantra: dictador, dictador… y un mendrugo de la contrarrevolución (así no se comen un rosco) diciendo que Cuba estaba peor que Haití. Esto sonó a chiste de mal gusto. Apenas un mes antes un huracán que en Cuba causó grandes destrozos materiales pero no costó ni una vida humana, en Haití provocó más de quinientos muertos. Y además, el indocumentado opositor debe desconocer que quiénes primero asisten a los haitianos, cuando les asola un huracán o un terremoto, son las brigadas médicas cubanas. Esas que son responsables de que en la zona de Cachemira, en Pakistán, devastada por un terremoto que causo 86.000 muertos en 2005, haya niños que se llaman Fidel.
Volviendo al ámbito de mi desempeño académico, cuando arranco las clases de historia de 4º de la ESO, siempre les leo el poema de Bertolt Brecht “Preguntas de un obrero que lee”, pues es la bandera de los seres humanos comunes y anónimos como hacedores indispensables de la historia, más allá de las personas que adquirieron fama y han legado sus nombres a la posteridad. Sin embargo, aún defendiendo esta postura, creo que el triunfo de la Revolución Cubana y su dimensión de gran acontecimiento del siglo XX, es impensable sin el liderazgo carismático de Fidel, donde tengo la impresión de que se mezclaban, no sé en que proporción para dar tan exitosa fórmula, el estudio y una inteligente audacia no sometida a rígidos cánones.
La Asamblea Nacional de Cuba acaba de aprobar, por expreso deseo de Fidel, que no se le erijan monumentos, ni bustos; ni que plazas, calles o edificios públicos lleven su nombre. Y esto me conduce a una imagen y a una frase que alguna vez escuche atribuida a Nadezhda Krupskaia, esposa de Lenin. La imagen es la de un escultor de la época soviética en una gran nave, cual esforzado trabajador estajanovista, rodeado de estatuas y bustos de Lenin. Imagen inquietante que enlazo con la frase atribuida a Krupskaia, que decía, tras la muerte de Lenin, que la mejor manera de honrarlo era construyendo escuelas y hospitales. Al final lo embalsamaron a él, y al poquito tiempo embalsamaron también aquello que en palabras de Luis Eduardo Aute nunca puede tomar asiento y siempre debe estar de paso: el pensamiento. Siempre me ha rondado la idea de que el caudal de representaciones iconográficas de Lenin era inversamente proporcional al caudal de pensamiento revolucionario, no burocratizado. Y esta reflexión es interesante, pues estamos a horas de entrar en el año que conmemora la revolución política más importante de la historia: la soviética. Y aquí creo que es básico traer a colación la definición que en año 2000 dio Fidel del concepto Revolución:
“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.
Tan antológica, como ambiciosa y no llevada a la práctica hasta ahora en su totalidad en ningún lugar del planeta. Pero marca un horizonte en el que cualquier persona de izquierdas (o de los de abajo) debe poner su mirada. Me permito resaltar un punto de esta declaración que a mí me parece esencial y que ha sido descuidado en muchas ocasiones: no violar principios éticos. Reconozco que no concibo una sociedad socialista, donde la moral, en el sentido de no conculcar derechos inalienables del ser humano, sobretodo si es un enemigo, no sea una piedra angular de su proyecto. También, para una cierta izquierda despistada, me permito señalar que en la última línea del texto se engarzan los conceptos patriotismo, socialismo e internacionalismo. Circula una expresión que se utiliza como arma contra los movimientos independentistas: el patriotismo (equiparándolo a nacionalismo) es el último refugio de los canallas. Y quién lo dice se queda tan ancho y en un alarde se proclama “internacionalista”. Fidel era un patriota cubano que, amando a su patria, amaba la lucha de los pueblos por su liberación. Así, Cuba ejerció el internacionalismo luchando militarmente en Angola contra los títeres del apartheid y contra el propio ejército sudafricano. O, en otra vertiente mucho mayor y reconocida hasta por la ONU, enviando a muchos lugares del planeta asolados por catástrofes naturales, a  esa Organización SI Gubernamental que son las brigadas médicas cubanas.

Acabo haciendo referencia al poema “Canción para un niño en la calle”, cuya versión de Mercedes Sosa con Calle 13 (que da voz a ese niño de la calle, que tiene muchas nacionalidades, pero no la cubana) añado al final de este texto como exponente de las desigualdades contra las que Fidel siempre luchó. El penúltimo verso dice: “porque nadie protege esa vida que crece”. Creo que ese es el sentido esencial, con claroscuros, que quiso darle Fidel a la Revolución Cubana: contribuir a que, desde niños, la vida florezca en cada ser humano.


lunes, 26 de diciembre de 2016

Agitando rencores o el mensaje del rey

En su alocución (un discurso lo asocio con un aliento más vigoroso) del 24 de diciembre por la noche, entre un charquito de vaguedades que a nada comprometen y lugares comunes que sirven para que los lacayos se apelotonen e inclinen la cerviz, el nieto político de Franco se permitió leer lo siguiente: “son tiempos para profundizar en una España de brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos rencores o abra heridas cerradas”.
Palabras del rey de la monarquía restaurada por el genocida fascista que responde al nombre de Franco, del rey del inefable país de AlkaEta. Ese país donde los títeres gobernantes, con el necesario coro de linchadores mediáticos mandaron al trullo, donde seguro que los recibieron “con brazos abiertos y manos tendidas”, a unos humildes titiriteros que desconocían que la policía, en sus diferentes versiones, es un cuerpo seráfico más infalible que los dogmas de la Santa Madre Iglesia. En este río lleno de meandros que es mi mente, o sea, mis textos, aprovecho para expresar el sentimiento al que aludía en el título de mi último y ya lejano texto (cuatro meses de silencio fruto de una pregunta hedionda pero certera que se me atravesó: si casi no te leen, escribir…¿para qué?). Me refiero al asco, otro más, que he sentido por el tema de Alsasua. Una pelea de madrugada entre vecinos de esa localidad Navarra y dos agentes de la guardia civil fuera de servicio, con la terrible consecuencia de un agente lesionado en un tobillo y el otro con contusiones nunca vistas, acabó con nueve personas acusadas de terrorismo y enfrentándose, por una riña, a posibles condenas de años de cárcel. Ese mismo acto en otro lugar del estado español, salvo Cataluña claro, no pasaría de un juicio por lesiones. Los “viejos rencores” que nos mienta el Borbón, aquellos que afectan al enraizado fascismo patrio y a esa nadería que son las 114.000 víctimas que moran en cunetas y fosas comunes, que no tenga el mal gusto de agitarlos ningún hijo octogenario o nieto latoso y resentido que aún no se ha enterado de que sus heridas, aunque supuren, ya están cerradas; los rencores recientes, esos que los medios serviles adornan tan bien, en dura competencia a ver quién nos presenta el coctel más derechista, son bien agitaditos para potenciar su efecto narcotizante. No he visto que ninguna de las grandes cadenas televisivas haya ido a investigar que pasó esa madrugada, a obtener la versión la parte criminalizada y cuasi condenada. El 20 de noviembre el activista sin techo Lagarder se manifiesta portando un cartel que reza: “Franco asesino” (o sea, se queda corto), ante una de las concentraciones en homenaje al mayor líder terrorista español del siglo XX y recibe, por parte de algunos participantes, una manita de hostias. Hay imágenes de la agresión. Pero lo que más de un mes después de los hechos no hay, son encarcelados o procesados. También son pretensiones mías ambicionar que la ley sea igual para el socialista abertzale navarro y para el fascista madrileño (obvien el gentilicio y quédense con la filiación ideológica). Y me imagino que el señor Lagarder cuando estaban zurrándole debió sentirse, quizás, en la misma, e incluso mayor medida que unos guardias civiles, a los que el valor siempre se les supone, algo aterrorizado por tantas manos que se le tendían.

Siguiendo con la aberrante (y asqueante) comparativa, la leña o el ensalzamiento fascista no son perseguidos en España. La fogata de Borbón, sí. Militantes de la CUP fueron procesados y llevados ante la Audiencia Nacional por quemar fotos del Borbón. ¿Cuántos procesamientos y años de cárcel deberían suponer todos los derechos sociales, derechos humanos inalienables, conculcados durante estos años? No obstante, el 24, en su mensaje, el electo por cojones (describo, no menosprecio) no tuvo la dignidad de expresar su repulsa por un procesamiento que entra de lleno en el marco de la libertad de expresión. Sí. Su repulsa. Sería el mínimo gesto esperable en alguien que no tiene la grandeza moral de, siguiendo la valoración del líder peneuvista Aitor Esteban, despertar a la marmota y anunciar que somete su institución, con 40 años de retraso, al escrutinio directo de los pueblos que, por ahora, componen España. Felipe, que por mucho que lo proclames Alberto Garzón aún no es el ciudadano Borbón, está tan carente de grandeza moral como otros van sobrados de cobardía o, en el más benevolente de los casos, de tacticismo. No hablo del bipartito y medio: el PPSOE y el hiperactivo hermano menor Ciudadanos. Hablo de Podemos, que pierde otra ocasión de declararse inequívocamente republicanos. Particularmente tengo claro que ya no votaré, si vuelvo a hacerlo, a ninguna organización de izquierdas o de los de abajo (aquí no incluyo al PSOE, ese ente que se mueve envuelto siempre por el repugnante aroma de la traición) que no defienda explícitamente la forma de estado republicana. 

sábado, 3 de septiembre de 2016

Faces del asco

Reconozco que hay una palabra que a menudo me ronda en este callejón donde intento expresarme sin excesiva autocensura. Y sé que no es una palabra hermosa o alumbradora. Ni siquiera tengo claro que sea una buena lanzadera para la reflexión, aunque se supone que a quién por aquí transite lo que intento ofrecerle es eso: las vueltas que le doy al magín sobre algunos aspectos de la realidad, más allá de la ínfula, imbécil y condenada a la derrota, de buscar una cierta originalidad en los planteamientos.
Sí. Muchos de los textos que emborronan estás paredes tienen su origen en una condensación del hastío, la repugnancia y la desvergüenza que en mi mente se plasma en un término que los unifica: asco.
Pondré dos ejemplos. Los dos son detalles, quizás de escasa importancia pero que, para mí, revelan dos faces de la miseria moral y la falacia.
El primer detalle hace referencia a la bienvenida que tanto Rajoy como su epígono Rivera dieron en sus cuentas de Twitter a la firma de la paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC. No olvidemos que en cualquier medio de difusión de masas del estado español hemos leído o escuchado, hasta la saciedad, la catalogación de las FARC como organización terrorista. Este acuerdo, como ambos líderes deben saber, implica que las FARC realizarán su lucha política exclusivamente por vías pacíficas, presentándose los que hoy son guerrilleros a las contiendas electorales tras abandonar definitivamente las armas que han empuñado durante más de 50 años. Armas que, entre gobierno, paramilitares y guerrilla, han costado la vida a alrededor de 200.000 personas. Por eso da asco que Rajoy y Rivera aplaudan fervorosamente en Colombia lo que ellos, con mísero cálculo electoral, combaten en su propio país mediante la figura de Otegi, al que, usando el parapeto judicial, quieren impedir que se presente como candidato a lehendakari. Y, expresando mi postura reiterada de que el dolor de cada víctima es intransferible y que cada conflicto es peculiar, sorprende la liviandad interesada, no es dato baladí que EEUU apoya el acuerdo, de estos sujetos con 200.000 muertos y la picajosidad, más interesada aún, con algo más de 800 en periodos de tiempo similares.
El segundo detalle, de carácter simbólico, creo que ha pasado, al menos mediáticamente, mucho más desapercibido. Viene, foto incluida, en el digital InfoLibre: “El Congreso se iluminó anoche de verde para denunciar el drama de los refugiados y en recuerdo del niño Aylan Kurdi que se ahogó en una playa de Turquía”. Los que huyen y el niño convertido en emblema, en símbolo a su pesar entre los más de 400 niños anónimos ahogados el último año en el Mediterráneo, son recordados iluminando un Congreso en el cuál es mayoritario un partido cuyo gobierno no ha recibido ni al 5% del cupo al que se comprometió con la Unión Europea, organización que a su vez ha sido una pieza básica en el engranaje, liderado por EEUU, que ha desestabilizado y hundido en la miseria a países como Libia, Iraq o Siria que poseían niveles de vida que estaban en parámetros bastantes aceptables. Al juego siniestro y asqueroso con millones de seres humanos desplazados, respondemos iluminando el Congreso con una tonalidad de Cazafantasmas que poco implica, pues estas acciones nunca van a las raíces. Y quién plantea buscar alguna raíz en este lodazal, por ejemplo, desde el estado español, salir de la organización imperialista OTAN, que convirtió Libia en un estado fallido, es directa y orquestadamente, sin que quepa un debate serio, demonizado. Y que conste, para los que me consideren casi un orate, que hace 35 años toda la izquierda (PSOE incluido), defendía esa no pertenencia que hoy la mayoría de la población consideraría una locura, pues, Ley Mordaza aparte, la libertad de expresión pervive en un campo de pensamiento cada vez más cercado.


sábado, 27 de agosto de 2016

¿Regalo o robo?

La noticia salió hace unos días. Una más del cotidiano aluvión informativo, carne de relleno entre las catástrofes naturales y el miedo a los extraños suicidas, convertidos al martirio en tiempo digno de record de los fenecidos Juegos Olímpicos. Una noticia estadística más, que a la inmensa mayoría de quiénes la leyeron les dejaría o indiferente o resignado con un toque de hastío o pensando que, en estos tiempos, es lo que toca.
La noticia dice así: el 53,7% de las horas extras trabajadas en el segundo semestre de este año, según la Encuesta de Población Activa, no se pagaron ni se compensaron de otra manera. Se realizaron semanalmente 6,2 millones. De ellas, 3,3 millones no tuvieron pago alguno.
Vamos a otorgarle al trimestre 12 semanas. Multiplicado por 3,3 millones semanales, resultan la nada despreciable cantidad de 39,6 millones de horas extras. Adjudicándole a la hora extra un valor medio, no sé si excesivo pensando en los tiempos que corren, de 10 euros, nos da un total de 390,6 millones de euros que los trabajadores dejaron de cobrar en el mentado segundo trimestre. Si, siguiendo el juego matemático, proyectáramos la cifra trimestral a un año estaríamos hablando de más de 1.560 millones.
Salvo circunstancias excepcionales, que pueden darse en un determinado momento en una empresa, hay dos posibilidades: o hay una masa trabajadora que ama a sus patrones y les quiere regalar, en un extraño amor al arte, parte de su tiempo de trabajo, o los dueños de las empresas, sabiendo la situación de desempleo que acucia al país, roban en un trimestre 390,6 millones de euros a una masa trabajadora precaria, temerosa de perder su puesto de trabajo.
Sí, aunque no haya pistola o navaja de por medio, no me parece excesivo utilizar el término robo, pues lo que subyace es un enorme aprovechamiento de la necesidad. Y es necesario un lenguaje duro, combativo. Un lenguaje que desnude, que libere a muchas personas que visten con el ropaje, ideológicamente conservador y paralizante, del agradecimiento hacia quién en muchos casos le sustrae, impunemente, un tiempo que no le pertenece.

domingo, 21 de agosto de 2016

Votar el 25 de diciembre

Recuerdo que mis padres y yo (niño con edad para guardar instantes en la mente, pues May partió muy pronto y Efrén llegó bastante después, cuando la lógica de la edad empezó a marcar una cierta dispersión), pasábamos las fechas más señeras de la Navidad en casa de mi tía Lola. Desde mi perspectiva eran días alegres, aunque punteados por la flagrante contradicción de ansiar, con una cuenta atrás lentísima, un Día de Reyes que traía como indeseable regalo de propina la vuelta al colegio. Uno de los momentos que sigue registrado en mi memoria es cuando en el paso del 24 al 25 de diciembre (Natividad del Señor y un puñado de dioses más), en mitad de la fiesta, mi tía o mi abuela colocaban al niño Jesús en un pesebre ubicado en un belén colgado de la pared y que tenía forma de botijo. Buscándole una explicación, probablemente peregrina, pienso en el modernismo pop del tardofranquismo de finales de los 60, con Massiel y su apoteosis eurovisiva, y en la apertura, al menos formal, que planteó el Concilio Vaticano II.
Desconozco en que medida sigue en vigor esa tradición de tener el niño guardado hasta el primer minuto del 25, pero cuando me enteré de que el gobierno había programado la investidura de tal manera que en caso de fracaso se fuera a votar el día en que parió ese ser poliédrico que es la Virgen María, me acordé del hueco vacío en el belén de mi infancia. Y pensé, si al final esa cita electoral se lleva a cabo, que a falta de un candidato que se llame Jesús, el mejor posicionado y con perspectivas de engorde electoral, para reocupar el botijo-pesebre monclovita, es un tipo… Mariano.
Reconozco que, desde antes de esta malévola genialidad del PP, ya me daba morbo la posible repetición de las elecciones, con el resentimiento del rojo crepuscular. Ahora, conocida la previsible fecha, en un acto de absoluta y gozosa irresponsabilidad, con la maldad del rojo resentido, anhelo que el 31 de agosto Pedro Sánchez, pie en tierra, aguante el envite (que intente armar un gobierno rojo-separatista podría costarle la muerte, social por supuesto) y nos conduzca a unas elecciones apoteósicas, con turrones, papeletas y miradas asesinas en las antemesas, mesas o sobremesas familiares. Con impíos nietos podemitas emborrachando a sus abuelos peperos en Nochebuena para, resaca descomunal mediante, sisarle votos a la derecha. 
Yo sé quién le indicó a Rajoy la vuelta de tuerca, maestra, al garrote vil en el que está el cuello de Pedro Sánchez. Fue un visionario (no se confundan, no en la acepción que implica ver más lejos): el Ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, que tiene como asesor personal a un ángel llamado Marcelo. Con las instrucciones mafiosas para destruir la reputación de los independentistas catalanes y las leyes mordaza que elabora este hombre influenciado por un ente bondadoso, aún habrá que dar gracias de que, tal como se reflejaban los conflictos de conciencia en los dibujos animados, la otra oreja no se la caliente un diablillo ceñudo que pretenda llevarlo por el mal camino. Un camino que, con vírgenes alcaldesas perpetuas y condecoradas que han atendido la petición de Fátima Báñez de que se cree empleo, mal pagado y precario pero que los aterrorizados trabajadores reciben como maná, se percibe como un ahondamiento, muy fructífero para el pensamiento conservador, del descrédito de la política. Mientras tanto, desde hace decenios, sin necesidad de convocatoria navideña electoral alguna, la izquierda, en el terreno fideliano y esencial (felicidades por los 90 comandante) de la batalla de las ideas, se empeña en estar en Belén con los pastores.

lunes, 15 de agosto de 2016

La alegría de la guerra

“La guerra no es triste, porque levanta las almas… porque nos enseña que fuera de la Bandera, nada, ni aún la vida, importa. Gracias Rafa”.
Este tuit se publicó en la cuenta oficial del Ejército de Tierra tras el partido de tenis que perdió Rafa Nadal en su disputa por el bronce olímpico.
El texto está extraído de un artículo llamado “A pie y sin dinero”, escrito el año 1949, en el diario ultraderechista El Alcázar, por Camilo José Cela en honor del arma de Infantería y dedicado al general fascista y fundador de la legión José Millán Astray, a quién, con cierta polémica, se atribuye esa cumbre del pensamiento expresada en seis palabras que reza: “¡muera la inteligencia, viva la muerte!”.
Franco, creador de un ejército a su imagen y semejanza, estaría orgulloso, y quizás también su nieto político, nuestro nunca electo jefe del estado. Éste, si pudiera, seguro que lo retuitearía. Haciendo un poco de humor negro quizás habría que darle la razón al enfervorizado nacionalista español que maneja la cuenta del ejército. Si eres creyente, la guerra es una gran lanzadera de almas. Masas de seres humanos enviados al cielo. No entraré a especular sobre los criterios de admisión que establezcan los cancerberos de los diversos paraísos (Walhalla, huríes o contemplar eternamente la mirada de Dios), creados por las diferentes confesiones.
Y en cierta medida, tirando un poquito más del cabo del cinismo, tiene razón el tuiteador de aromas fascistas, para algunas personas o élites sociales las guerras no son tristes. Son una herramienta básica para levantar, como opción b ante la posibilidad de que seamos unos desalmados a los que espera la nada, imperios económicos y/o políticos.
El problema es que está feo y es erróneo (por eso eliminaron el tuit 3 ó 4 horas después), perdonen el chiste malo, ser tan “franco”. Hay que mantener la apariencia democrática, que es una de las bases de la paz social. Uno tiene el oficio de profesor, y en las escuelas o institutos una de las tantas premisas es “educar para la paz”. Estupendo. Me parece muy pertinente, pero sé que la guerra es una realidad tristísima y cotidiana en muchos lugares del planeta, incluso cuando la quieren vestir con los ropajes, que mucha gente compra, de la intervención militar humanitaria. Y sé que en los colegios hacemos el paripé cada vez que conmemoramos y lanzamos globitos los días de la paz, mientras el estado español, con un sonoro silencio mediático, vende armas a la tiranía saudí para que bombardee hospitales en Yemen (sí, a veces para que las almas suban al cielo divino, se les manda la muerte desde el mismísimo cielo terrenal).
El tuit ha tenido otra consecuencia indirecta y reveladora. Cuando el dirigente de Izquierda Unida y diputado de Unidos Podemos, Alberto Garzón, intentó acceder a la cuenta oficial del Ejército de Tierra se encontró con que tenía el acceso vetado. Garzón es un defensor de la bandera republicana, esa bandera tricolor y humilde que en 1931 enarboló el pueblo trabajador que vive la vida en minúsculas. O sea, Garzón, y él lo sabe, aunque tolerado mientras no huela poder, sigue siendo el enemigo para la mano que mueve al ejército de la mayúscula Bandera o la vida, ese que triunfó, para siempre, en 1939.
Antítesis del espíritu vacío e inhumano del tuit del ejército de Tierra, me permito transcribir los versos, plenos de sencillez y vigencia, que escribió hace casi 80 años, ya en la cárcel donde moriría, el poeta comunista Miguel Hernández. Pertenecen al libro inacabado “Cancionero y romancero de ausencias”.
                                                 
                                           Tristes guerras
                                           si no es amor la empresa.
                                           Tristes, tristes.

                                           Tristes armas
                                           si no son las palabras.
                                           Tristes, tristes.

                                           Tristes hombres
                                           si no mueren de amores.
                                           Tristes, tristes.

viernes, 12 de agosto de 2016

El padre fundador y la inhabilitación de Otegui

Un tertuliano de Tele 5, el sociólogo Javier Gallego (no lo confundan con un periodista del mismo nombre), en un debate sobre los mil y un dimes y diretes sobre la  hipotética formación de un nuevo gobierno y las mayorías necesarias para ello, dijo que Adolfo Suárez con 165 diputados (menos de los 169 que suman ese falso gandul que es Rajoy, vacacionando en Galicia mientras le da largas al lacayo Rivera y se sonríe observando tanto idiota que habla de la urgencia de formar gobierno sin preguntarse que políticas haría ese nuevo ejecutivo), había cambiado España. Y esa es la visión dominante. España la cambió un ex Ministro Secretario General del Movimiento. O sea, del partido único fascista español. Y cuando el señor se murió, al aeropuerto de la capital del estado se le puso su nombre. Sí, así se escribe la historia, tantas veces repugnante e hiriente, de este país. El gran símbolo de la democracia es un señor que pertenecía a las élites fascistas.
Desde una óptica democrática sería más lógico que ese aeropuerto o alguna otra infraestructura de gran entidad, llevara, es un ejemplo simbólico y por contraponer un nombre propio, el de Marcelino Camacho, que no fue solamente un dirigente sindical, sino un luchador antifascista desde la sublevación del 36 hasta la muerte del dictador en el 75. Pues no. El héroe de la democracia es una persona que se desarrolló, y no pasando por allí en una ventolerilla juvenil, políticamente al servicio de la dictadura. Además, era en ausencia de Manuel Fraga, de visita en Alemania, responsable de Orden Público el 3 de marzo de 1976, cuando se produce la matanza de Vitoria. Esos cinco asesinados que demostraban que muerto el perro, la rabia seguía campando a sus anchas. Y Suárez era el jefe, aunque fuera circunstancial (no me olvido de Juan Carlos, el hijo político del jefe terrorista Franco), de ese ejército rabioso que asesinó en Vitoria sin que ninguno de sus integrantes fuera, no ya encarcelado, sino procesado. Y también fue un hombre necesario para unas élites que querían cambios para que, fenecidas la portuguesa y la griega, la última dictadura fascista de Europa se transformara sin tocar ningún pilar del edificio afianzado por la dictadura tras el susto que supuso la Segunda República, excesivo, pero entendible tras siglos de dominio avasallador en base a una estructura social férrea.
Pero en realidad traigo a Suárez a este texto a cuenta de Arnaldo Otegui, el líder de la izquierda abertzale vasca que ha estado encarcelado seis años y medio, sin reducción de condena alguna. El 25 de septiembre próximo se celebrarán elecciones autonómicas en Euskadi. Y ha surgido la polémica. La fiscalía, con el aplauso entusiasta y del PP, de Ciudadanos y de UPyD, ese partido que aún no se ha enterado de que ya no existe, presenta un escrito ante la Junta Electoral diciendo que Otegui es “inelegible” pues está inhabilitado. PNV y Podemos defienden que Otegui se presente y la ciudadanía vasca decida. El PSOE, que no impugnará la candidatura de Otegui, contrapone su acatamiento a la justicia.
Empieza un baile que, me mojaré, pienso que acabará con Otegui fuera de la pista y sediento, pues según el dirigente del Partido Procesado (PP), Javier Maroto: “a Otegui, ni agua”. A pesar de que desde 2004 fue el dirigente que empezó a trabajar por el fin de la violencia de ETA. Y los que piensen que el fin de una organización que tiene como forma de lucha la acción armada es sencillo, que miren hacia La Habana, donde esa organización “terrorista” llamada FARC y el gobierno colombiano estuvieron varios años negociando hasta lograr un acuerdo. Aquí, el gobierno del PP, tan olvidadizo de las más de 100.000 víctimas del fascismo y de la acción posterior al 75 de los cuerpos policiales y parapoliciales (terrorismo de estado), es un paseante perpetuo, a ver que rédito cae, de las víctimas de ETA.
De este modo, un hipotético líder de los victimarios, Otegui, especie de Sísifo inverso, es perpetuamente arrojado a los infiernos por el pensamiento dominante, servido diligentemente a cualquier hora y formato, del cuál es eje fundamental un partido fundado por Manuel Fraga, un jerarca, un victimario del fascismo gobernante que, ya que de víctimas a sangre fría hablamos, estaba en el Consejo de Ministros que en 1963 dio el plácet al fusilamiento del líder comunista Julián Grimau. Adolfo Suárez, el jerarca sacrificado y angelical, quizás victimario a su pesar, en cambio, cada vez que se le cita, es ascendido, aeropuertos aparte, a los cielos, y nombrado padre fundador de la democracia hispana.
En el estado español, los perseverantes o los conversos a la democracia, provenientes del Movimiento Nacional, ese engranaje político e ideológico del terrorismo fascista, jamás han tenido el más mínimo problema para presentarse a las elecciones ni se vieron afectados nunca por ilegalización alguna. Incluso cuando la justicia argentina osó pedir tomar declaraciones a personas sospechosas de delitos de lesa humanidad, esos conversos o perseverantes, fueron protegidos. Mirando esta realidad, ¿se le puede negar a Otegui su derecho a ser candidato a lehendakari?

domingo, 7 de agosto de 2016

Echenique… sueña con serpientes pegajosas

Tradición.
Concordarán conmigo en que es un término bastante complejo. Tranquilidad. No es mi intención polemizar en este texto sobre “el noble arte de la tauromaquia” o “un ritual donde se tortura hasta la muerte a un toro”. Tampoco lo es referirme al vigoroso “paseando a tu puta madre” con el que Carlos Herrera zanjó un tuit en el que, tras un comentario emocionado del locutor acerca de una procesión en honor de la Virgen de Las Nieves, la web Cartelera Polítika se hacía la siguiente pregunta: “ya estamos paseando muñecos?” No. Mi objetivo no es hablar de estás tradiciones. No obstante, me permito hacerles una recomendación a quiénes gusten de ejercer la sátira: cuidado, no está, acogiéndome a la tradición refranera, el horno para bollos. La semana pasada la revista El Jueves habló de Fuerteventura como “el Caribe de los pobres” y toda la institucionalidad de este archipiélago, olvidándose de que todos somos Charlie y blablablá, expresó su malhumorado rechazo.
A mi mente han acudido dos tradiciones menores, tan prosaicas como veraniegas, que hunden sus raíces en mi lejana adolescencia y, temo, se están perdiendo (quizás fuera más adecuado el pasado que el presente continuo): la canción y la serpiente. La primera declinó tras el largo y férreo reinado de Georgie Dann y el efímero, casi bufonesco, de King África. Ahora, los lugares de fiesta nocturna tienen en los disjeys a sus dioses creadores de una única, magmática, canción río encauzada por una especie de tam tam acelerado y diseñado para ser soportado mediante aportes químicos varios. La segunda, que es a la que yo quiero llegar (aunque sea casi a la mitad del texto), hacía referencia a los medios informativos, a la sequía estival que, en general, tenían los teletipos (hasta este concepto nos sitúa en lo añoso), lo que producía que saltaran a la primera página noticias de poca enjundia o incluso rumores de muy dudosa veracidad.  Actualmente, sin distinción estacional alguna, vivimos en un enorme nido de ofidios. Algunos de ellos enormemente venenosos, que buscan, generalmente con eficacia, inocular en nuestras mentes el veneno pegajoso de la confusión, del totum revolutum, de una cierta perversidad intrínseca, y ventajista, del ser humano. Un ejemplo. Ayer durante un almuerzo familiar, delicioso y amplio, uno de los miembros más jóvenes hizo dos afirmaciones rotundas que son ejemplo de esa confusión. La primera fue un clásico: “todos los políticos son unos corruptos”. El problema no es lo que piense este joven que me pareció una estupenda persona, lo grave es que su pensamiento está melosamente extendido y lleva las adherencias, peligrosas, de la antipolítica. La segunda también es un clásico, aunque bastante atenuado por el encogimiento del peligro que representan los sujetos a desacreditar: “todos los sindicatos son corruptos y viven del estado”. Reafirmó mi percepción de que la huelga en un futuro quizás no muy lejano, transite, de donde ya casi está, la historia, al mito.
A los ofidios de derechas, expertos en intranquilizar la candidez de mucha gente de izquierdas,  hizo referencia tangencial Pablo Echenique cuando, tras descubrirse que tiene alma, pequeña, pues no es rico, de estafador a la Seguridad Social, dijo que la relevancia de su caso le parecía una serpiente de verano. ¡Echenique dimisión!, bramaron las derechas y algunos izquierdistas que quizás en algún momento han pagado a alguien, un profesor en paro por ejemplo, por ir una horita diaria a darle clase a un estudiante poco talentoso o que atraviesa dificultades en alguna materia.
Mientras esta magnífica crisis ha llevado a muchísima gente al limpísimo reino de los sueldos de miseria, el gobierno nos dice que el paro decrece y que cada vez se contrata más. Siempre se recalca por los decrecientes sindicatos la temporalidad del empleo, pero casi nunca sale el dato, esencial, de cuál es el salario medio de los nuevos contratos. No, no me he ido del asunto Echenique, que pagaba 300 euros mensuales a una persona por una hora diaria de trabajo como ayudante personal. Si  su labor era de lunes a viernes ese trabajador recibía por cada hora casi 15 euros. Reconozcámoslo, en un país donde muchas personas trabajan 8 o más horas diarias por salarios que no siempre llegan a los 1000 euros (al trabajador que ingresa esta cantidad por 8 horas diarias le sale de media la hora a 6.25 euros), el salario que abonaba Echenique no era, ni mucho menos abusivo si lo comparamos con los niveles salariales que están proliferando en este país. De hecho, lo que no ha salido a los medios es la cantidad con la que se quedaba la empresa cuando era ella quién pagaba a este trabajador, que quizás, cuando aquella prescindió de sus servicios y Echenique decidió seguir contando con él, por su apurada situación no cotizó a la Seguridad Social.

Da asco. Los criminales y sus lacayos ponen focos de criminalización en lugares de sufrimiento, espacios donde dos personas, una con grave dependencia y otra, seguramente, con gran necesidad, llegan a un acuerdo que les facilita un poco la vida a ambos. Mientras, hónrenme llamándome demagogo, la cotización de las grandes empresas es mucho menor del 19% que me retienen cada mes a mí, la evasión fiscal de los grandes patriotas sigue siendo de miles de millones y, lo vuelvo a repetir, los 20 españoles más ricos tienen la misma riqueza que los 14.000.000 más pobres. Sí, este tendría que ser un titular informativo perenne. Y aquí no hablaríamos de una serpiente, sino de un dragón pertinaz que achicharra a los que, cada vez son más, van quedando a la intemperie.

sábado, 30 de julio de 2016

El tamaño de cada mitad

                              Para mi amigo Manolo Rodríguez Machado, 
                        a quién percibo cada vez más,
                        quizás a su pesar,
                        cuitas oteguianas y emocionales aparte,
                        como un ex español de pro.


Hace unos días el Parlamento de Cataluña aprobó con los votos de Junts per Sí y la CUP, 72 votos sobre un total de 135, desatender al Tribunal Constitucional y proseguir con la denominada hoja de ruta independentista. Se iniciaría así, un proceso de desconexión del estado español que implicaría la creación de una serie de instituciones para la construcción de un estado, republicano, propio.
Sucintamente, esta es la noticia.
Después, por supuesto, ha venido una catarata de reacciones. Desde el gobierno se impele al Tribunal Constitucional a que declare ilegal la última resolución de parlamento catalán y a que se inicie la vía penal contra su presidenta por llevar a votación algo previamente rechazado por el Alto Tribunal. Desconozco que recorrido puede tener la vía penal o coercitiva que pretende utilizar el gobierno español. Sin duda esta amplitud puede ser testimonial o de enorme contundencia: desde una multa a la presidenta al 155 o, si persistiera la desobediencia, el uso de la fuerza de las armas, fase esta última no sé si superior o inferior, pero sí ulterior de la política. Lo que se ha dado en llamar “el choque de trenes”. El Parlament alega que tiene la fuerza de los votos, y el gobierno, con la aquiescencia de Ciudadanos y el PSOE, esgrime la fuerza de la ley. O sea, el conflicto está planteado, al menos institucionalmente, en unos términos claros: la desobediencia contra el garrote. O viceversa. Por supuesto, la racional vía escocesa aquí no cabe, que para eso somos la nación más antigua de Europa, lo cual es un modo más edulcorado de defender el famoso lema fascista que poetizaba a España como “una unidad de destino en lo universal”. Parafraseando la famosa frase del rito matrimonial católico: lo que la historia (en mayúsculas) ha unido que no lo separe un atajo de independentistas.
El problema, la esencia, al menos para mí, es saber cuantas personas componen ese atajo de destructores en el conjunto del pueblo catalán, si se le reconoce como tal, claro. Si el único pueblo sujeto de soberanía es el español se acabó, al menos en la mente de los unionistas universales, el problema. Lo expresó Rajoy con claridad, gustándose tanto que hizo su propia parodia, ante la delegación olímpica española presta a partir a Río de Janeiro: “Hay detrás de ustedes una gran nación, España, llena de españoles”. En concreto 45 millones, de los cuales menos de 8 son catalanes. Independencia imposible por aplastamiento. Y punto.
Otras visiones son más matizadas y en vez de aludir al prietas las filas de la consagrada constitución, cuya reforma se sitúa como dique imposible de rebasar por las globalmente exiguas fuerzas separatistas, ponen el foco en la propia sociedad catalana. En concreto, se argumenta asiéndose a la inquietante teoría de las dos mitades enfrentadas. No olvidemos que la guerra civil que provocó la acción del fascismo, es, cuando hay situaciones delicadas o de alta conflictividad, un coco que produce unos dividendos generosos cuando se apela, aunque suene paradójico, al peligro de la división. Piensen en la invocada unanimidad sobre asuntos de estado que en no pocas ocasiones tapan, sin asomo de paradoja, un estado lamentable para los derechos sociales de muchas personas.
El día de la polémica resolución, a través de Facebook, dieron su opinión urgente, muy escueta, sobre la teoría de las mitades, dos significados líderes políticos, probablemente, más allá de la cuestión nacional, con más nexos ideológicos de los que ellos mismos estarían dispuestos a admitir públicamente.
Iñigo Errejón: “Que nadie cuente con nosotros para volar puentes en Cataluña. No se construye país contra la mitad de tu pueblo”.
Arnaldo Otegui: “Como diría Mariano… no se construye país contra la mitad de tu pueblo, la otra mitad ya tal”.
Sin tener certeza, deduzco que la reflexión de Otegui es una réplica a la segunda parte del texto de Errejón, en el que una de las dos hipotéticas mitades, no sabemos muy bien en función de que tipo de superioridad moral o razón, es victimizada ante la otra. Por eso añade el líder abertzale vasco: “la otra mitad ya tal”. Ese “tal”, obviando que el “ya” queda sintácticamente poco airoso, es la clave, una coletilla jesusgilesca que tiene el valor del desprecio, del desecho. Una mitad es valerosa y sufrida y la otra, la secesionista, es mendaz y mortificadora. Incluso a esta mitad se le tacha en no pocas ocasiones, para reafirmación de hinchas de mente perezosa, de antidemocrática.
El problema esencial es que desconocemos la cuantía real de las dos mitades. Fue la idea (no son sus palabras textuales) que expresó Xavi Domènech, líder de En Comú Podem, y que yo traigo al molino de mi texto: la única salida razonable para dilucidar la magnitud de ambas mitades es la realización, con todas las garantías de defensa de sus posiciones, de un referéndum. Se hacen mil encuestas sobre el sí o el no a la independencia. Es absolutamente legal, me repiten con tonillo de suficiencia, ser independentista, pero ¡oh sorpresa! no existe el mecanismo para que si esa idea se convierte en socialmente relevante en una determinada comunidad, la gente pueda contarse y no haya lugar a especulaciones sobre la magnitud de cada mitad y, además, de camino, los puentes que Errejón percibe dinamitados, o en peligro de saltar por los aires, sigan transitables. Si ese mecanismo no se articula, si el obstáculo para saber la ciencia exacta de los números se percibe gigantesco, no debería parecer tan alocado que dos partidos independentistas con mayoría absoluta de escaños en su comunidad se planteen una ruptura unilateral. Sí, ya sé que solo tienen el 48% de los votos y la decisión es de tal trascendencia que requiere la consulta directa al pueblo catalán. Pero permítanme recordar que en el estado español, en 2011, el PP con el 44.5% de los votos tuvo una holgada mayoría absoluta de 186 escaños. Y aplicó una versión siniestra del famoso refrán vitalista que surge de la sensación, que se acrecienta con los años, de fugacidad: “¡A recortar que son dos días!”.
La consulta pactada y con una campaña donde impere la igualdad de acceso a los medios implica que todo el mundo se somete al resultado y la mitad más pequeña, aunque se sentirá frustrada, acepta la victoria de la mitad más grande. Y tengámoslo claro. Ninguna realidad histórica conformada en periodos más o menos extensos de tiempo, aunque dependa de ínfimas o enormes mitades, es eterna.

domingo, 24 de julio de 2016

El opositor, las pensiones menguantes y Pokemon Go

Unas líneas como breve preámbulo. 
A veces la vida nos sitúa en tesituras que, siendo en principio poco agradables, nos ofrecen algo bastante valioso para quién, como el que esto escribe, desde hace mucho tiempo, fruto de la alopecia, rapa canas. Ese tesorito al que otorgo gran valía, aún siendo yo cada vez más covachero, se plasma en el grato desempeño, aunque haya sido por mor de la ingrata pertenencia a un tribunal de oposiciones de enseñanza secundaria, con un grupo de personas a las que percibo discípulas de Antonio Machado, aspirantes, acción cotidiana al canto, a ser, “en el buen sentido de la palabra”, buenas.
Entrando en materia, la tesitura a la que hago referencia también me ha permitido observar (no me atrevo a utilizar el término sentir, pues me parece que está reservado de manera intransferible a cada persona y a quiénes la aman), en primera línea, la ansiedad de muchos seres que se están jugando su futuro. Personas que a veces tienen trabajos precarios, mal pagados, o con horarios leoninos. Pero en realidad, siendo un arrimador de ascuas a mis sardinas y reconociéndoles la enorme tensión y el sufrimiento a todos, estoy pensando en uno concreto por las razones que ahora expongo.
Treintañero avanzado, expresó que trabajaba en una pequeña empresa dedicada a una actividad sin relación alguna con su preparación académica y el objeto de la oposición. Y tuvo un tic que cada vez se repite más entre la gente joven y entre quiénes ya vislumbran la edad madura. Cuando iniciaba una leve queja por trabajar ente las cinco de la mañana y las cinco de la tarde, hizo la rectificación del agradecimiento: “pero no me lamento, pues tengo un trabajo fijo”. Amen. Cada vez proliferan más los amenes. Esa palabra terrible que cercena hasta la primera rebeldía: la mental. Y humanamente, desde el terror al abismo del desempleo prolongado, los entiendo a él y a quiénes están en parecidas o mucho peores circunstancias. Aunque este agradecimiento, grabado a fuerza de crisis, me lleva a pensar (es una idea que desde hace unas semanas me ronda mucho), que quizás en un futuro, la huelga, esa herramienta de lucha esencial para la clase trabajadora, al menos como instrumento de largo aliento, será un vestigio casi arqueológico.
Vinculo a este opositor con otro joven, quizás también treintañero, que, en este caso, vi fugazmente a través de la televisión. En los últimos días, tras la retirada del gobierno de 10.000 millones de euros de la llamada “hucha de las pensiones” para diversos pagos, ha vuelto a la palestra el tema de las cantidades que cobrarán los jubilados del futuro próximo o lejano. Y, por supuesto, aparecen los “estudios desinteresados” que dicen: los nacidos en los 50 cobrarán de media el 75% de su último salario; los nacidos en los 90 apenas recibirán un 48% de ese último salario. Tutuuututuuuututuuuu. Sí. Toque de corneta  y a hacerse todo el mundo un plan de pensiones privado. Tras darnos la candorosa información sacan los micrófonos a la calle y el joven al que aludí antes dice, casi risueño: “estaré feliz si cobro algo”. Enhorabuena chico, tú no necesitaras nunca libros de autoayuda. Pura doctrina Van Gaal: “siempre positivo”. Aunque vivamos en el cada vez más palpable, ante nuestra pasividad, estado menguante. Este joven y mi tímido opositor tienen un corte de pensamiento cada vez más común, aunque, perdóneseme la broma, menos comunista, que se extiende victorioso sin apenas toparse con barricada alguna. Y que conste que hablo, en principio, de humildes barricadas ideológicas. Imprescindibles para poner decenas de miles de pies en la calle y erigir barricadas que reivindiquen soluciones que aseguren la pensión digna como un derecho conquistado, no otorgado.

Hablo de pisar las calles y no me puedo sustraer al consuelo que me produce la única gran convocatoria, autocares desde diferentes lugares del estado incluidos, que se avizora en el horizonte: la del día 28 de julio en la Puerta del Sol de Madrid. Se reunirán al menos 5.000 personas, no para reeditar esa antigualla llamada 15 M, sino para jugar al Pokemon Go. Lo más triste es que, sin atisbo alguno de ironía, la han denominado la gran quedada. Lo dicho: amén.



domingo, 17 de julio de 2016

El 18 de julio y La 18 de julio

Otro año más, éste con mayor intensidad por ese énfasis que nos produce la cifra redonda, toca rememorar el golpe militar fascista que comenzó la tarde del 17 de julio de 1936 en el territorio marroquí colonizado por España. No obstante, el grupo sublevado tomó como fecha emblemática la del 18 de julio. Por esa razón, quién esto escribe, en un texto de hace varios años a cuenta de esta misma fecha, denominaba al conjunto de militares y civiles que se alzaron en armas contra el legítimo régimen republicano como “la 18 de julio”, la banda terrorista más criminal (y menos condenada, añado ahora) de la historia de España. Es una expresión de la que me siento orgulloso. Desconozco, soy absolutamente sincero, si alguien antes que yo la acuñó. Pero me sigue pareciendo absolutamente precisa y descriptiva. Sé que en España  el concepto terrorismo era hasta hace muy poco sinónimo de ETA y ahora lo es del islamismo. Nunca se ha asociado esta palabra con el régimen fascista que inició sus primeros pasos hace ahora 80 años. Erróneamente. La definición de la RAE, en su primera acepción, es diáfana: “Dominación por el terror”. Y además, ese terror lo tenían previsto desde casi dos meses antes del inicio de la acción, cuando el general Mola, director del golpe, en una directriz del 25 de mayo (apenas tres meses después de las elecciones de febrero que otorgaron la victoria al Frente Popular),  decía que aquél debería ser “extremadamente violento para reducir toda resistencia”. Y los golpistas llevaron a cabo esta directriz con enorme determinación. Y esa determinación, aunque la intensidad final no fuera la misma que la inicial, no les faltó durante 40 años.
No, calificar al régimen fascista del general Franco como un ente terrorista no es ninguna osadía. Es descriptivo y, a la vez, un elemento que activa y amplía un pensamiento muchas veces encorsetado por un lenguaje dominante que nombra los acontecimientos en función de sus intereses. Hoy, en su telediario del mediodía, la emisora derechista Antena 3 transmitía a sus televidentes, quizás más de un millón, la idea de que en julio de hace 80 años un siroco maligno, enloquecedor, recorrió el estado español y, como por arte de magia, se formaron dos bandos que empezaron a contender. En los titulares que yo vi no se hacía referencia a una sublevación militar apoyada por el fascismo (Falange) y la derecha monárquica que, ante el éxito del golpe en unos territorios y su fracaso en otros, derivó en una guerra en la que desde la primera hora, y comprometida ya con antelación, los terroristas alzados contra un gobierno elegido cinco meses antes, contaron con la ayuda de los gobiernos criminales de Italia y Alemania.
En Canarias, la isla que más tardó en ser controlada por los sublevados fue La Palma. Y cayó en poder de los facciosos el 25 julio. O sea, en este territorio no hubo guerra, ni siquiera, por poner el ejemplo paradigmático de la maldad roja, se quemó una iglesia. Quiero expresar con esto que, aún existiendo conflictividad social, pues eran tiempos de lucha y reivindicación, de avizorar mejoras largo tiempo anheladas, no era Canarias un lugar de enorme encono, como podían ser Cataluña o la Andalucía jornalera, en la lucha de clases. Sin embargo, las fuentes históricas calculan que entre 1.300 y 3.000 personas perdieron la vida por la represión fascista en un territorio que en los años 30 tenía alrededor de 650.000 habitantes. Sí, los datos son tozudos, la represión fascista en este archipiélago con un desarrollo limitado de la conciencia de clase entre los trabajadores, produjo más muertes en apenas tres años que la reiteradamente condenada acción de ETA, responsable de algo menos de 900 asesinados en algo más de 40 años de atentados. Y la palabra terrorismo es muy pertinente, y así deberían aceptarlo hasta los reticentes, pues entre estas víctimas hablamos de muchísimos desaparecidos por la acción nocturna, consentida por los militares, de los grupos de Falange. En la isla de Gran Canaria, los pozos de la zona de Arucas, la Sima de Jinámar y la Marfea, son lugares, salvo un único pozo, inexplorados por la falta de ayuda pública y señalados durante muchos años por el miedo y el murmullo. En esta misma isla Pedro Perdomo vivió 33 años (1936-1969) escondido en el barrio de La Isleta. El largo autoencarcelamiento de este hombre no se explica sin acudir, prolongado en el tiempo, al término terror.
Un último dato que tiende a obviarse, La 18 de julio, además de asesinar la Segunda República, abrió el camino, por la mano del que fue su jefe supremo desde el 1 de octubre de 1936, Franco, a la reinstauración monárquica. Sí. No habiendo sido consultado el pueblo directamente en ningún momento sobre la forma de Estado, la ilegitimidad de la monarquía en este país hunde sus raíces en la acción sangrienta que inició, hace ahora 80 años, la banda terrorista más criminal de la historia de España. Esa banda que el Partido fundado por siete ministros de los gobiernos fascistas se negó a condenar hace pocos días en la Asamblea de Madrid. Así se escribe la historia del 18 de julio, ese día que supuso, a la par que el inicio de una acción criminal, el comienzo de la mayor resistencia interior, sin premio alguno, que un pueblo opuso al fascismo en Europa.

Imagen del único pozo excavado en la 
localidad de Arucas

lunes, 11 de julio de 2016

De mochilero a emperador

Ha visitado España un emperador negro y crepuscular. Estados Unidos es un imperio que cada 4 años elige al hombre que dirige, al menos nominalmente, sus destinos. Utilizo la palabra hombre con plena conciencia, pues varones han sido, hasta ahora, todos los ocupantes del sillón presidencial de ese país. Quizás, incluso podría decir ojalá en vista del varón fascista que es alternativa, esta afirmación quede obsoleta el próximo mes de noviembre y una mujer, Hillary Clinton, ocupe la presidencia. No lancen campanas al vuelo, ni hagan fiesta en exceso, los corazones progres que quieran ver en esa circunstancia un avance para los derechos de la mujer. La India de las violaciones constantes tuvo como presidenta a Indira Ghandi. El Pakistán donde repugnantes canallas queman con ácido a las mujeres que cometen la osadía de rechazarlos como maridos, tuvo como lideresa a Benazir Bhuto. Ambas llegaron a sus responsabilidades, sin negar las capacidades políticas que debían poseer, por pertenecer a sagas políticas que accedieron al gobierno con la independencia de sus países en la década de los 40. El hipotético acceso de Hillary al rango de emperatriz del llamado mundo libre occidental (siempre quedan los eslavos y sus devaneos con el mundo asiático encarnado por China), mal menor deseable ante la bestia Trump, no supondría cambios sustantivos en la situación de la mujer en los territorios imperiales. No olviden a esa halcón negra llamada Condolezza Rice, que voló a las ordenes de ese criminal de guerra blanco, que nunca será juzgado, llamado George Bush jr.
El negro, o el blanco, es insustancial ante el sustantivo Imperio y las no menos sustantivas clases sociales. Estoy convencido de que los ciento y pico negros abatidos por la policía en lo que va de año (sobre un total de 500, siendo el 14% de la población), aparte del color de piel, tenían en común una extracción social humilde que los convertía automáticamente en individuos sospechosos. Todos hemos visto los espeluznantes vídeos de los últimos días. Esa pistola que se coloca en el pecho de un hombre inmovilizado boca arriba en el suelo y es disparada en dos ocasiones. El policía asesino se retira y queda la imagen de la sangre brotando con un siniestro borboteo. El emperador no fue al funeral de ese hombre, ni del joven que expiró en su coche sin siquiera tiempo de quitarse el cinturón de seguridad. Pobre (el emperador), iba a salir a funeral casi diario. Sin embargo, el emperador que en su juventud fue mochilero y disfrutó de la comida barata de la llamada piel de toro (astados vengativos han dejado tres muertos en diversos ¿festejos? en los últimos días), sí acudirá a las honras fúnebres de los policías blancos ejecutados por un vengador ejecutado a su vez por un arma novedosa, al menos para mí: el robot bomba. Un paso evolutivo, sofisticado y tecnológico, sobre el pedestre humano-bomba. Y esos funerales que demuestran que el emperador, tonalidades de piel aparte, sabe quiénes son los suyos, me retrotraen a uno de los títulos más significativos del cine español de la época fascista: Bienvenido Mr. Marshall. Sí, Sevilla tras acicalarse para recibir como se merece al jefe de los jefes, tras cerrar calles y espacios públicos, elaborar postres especiales y vestidos de faralaes con la bandera borbónica y la de las barras y estrellas, se ha visto convertida en un trasunto de Villar del Río. La única diferencia es que la fugaz caravana polvorienta del año 1953 ha mutado en el rutilante Air Force One cruzando el cielo sevillano camino de la base naval de Rota, lugar donde el emperador confraternizó con sus tropas, esas que nunca han incomodado a la más extraña especie de nacionalista no nacionalista, el amante del “¡yo soy español, español, español…!”.
Como colofón baboso al patético remedo de la película de Berlanga, un trío formado por Rivera, Sánchez y, desafortunadamente, Iglesias, ha esperado durante una hora para repartirse diez minutos humillantes. Rivera, el más honesto por sincero, expresó su admiración y ganas de servir al Imperio. Sánchez, el más desvergonzado, nos mintió diciéndonos que repasó toda la política nacional e internacional en tan exiguo tiempo. Iglesias, ¿el más desorientado?, habló previamente de su interés intelectual por conversar con Obama. Espero que los doscientos segundos que le han tocado hayan sido tan deslumbrantes y reveladores que le compensen el tufo lacayo que, para muchos de los que votamos a Unidos Podemos, tuvo tan larga espera y corta presencia.

lunes, 4 de julio de 2016

El comunismo y las habichuelas mágicas

En su punto más álgido, elecciones generales de 1979, el PCE obtuvo 1.900.000 votos. En su punto más álgido, elecciones generales de 1996, la coalición Izquierda Unida, creada por el propio PCE y otras fuerzas a la izquierda del PSOE, obtuvo 2.600.000 votos.
Estos datos son importantes. La izquierda oficial y referencial para millones de ciudadanos de este país, obviando que sus políticas nunca han puesto en cuestión, al revés la han apuntalado, la estructura de poder del estado español, ha sido el PSOE. Hablamos de un “gigante” que ha llegado a tener hasta 11 millones de votos. Si cuando se funda Podemos, hace algo más de dos años, algún augur nos dice que hoy, tras las elecciones del 26 de junio, una coalición de esta organización e IU estaría a 400.000 votos y 14 diputados del PSOE habríamos tratado a semejante adivino de orate y fomentador de inalcanzables sueños húmedos. Sin embargo, esa es la realidad actual. Pero no sentimos que un sueño se haya realizado sino, al contrario, aún en muchos paladares persiste la amargura de quién se siente derrotado tras tropecientos mil sondeos y una encuesta a pie de urna que parecía la antesala del anunciado asalto a los cielos, para devenir, a medida que el diestro recuento avanzaba, en imprecaciones al esquivo cielo recorriendo miles de hogares probablemente ateos.
La amargura del millón de votos perdidos. No niego esa realidad objetiva. Podemos e IU sumaron el 20 de diciembre, por separado, algo más de 6.000.000 de votos. El 26 de junio, unidos, tuvieron algo más de 5.000.000. Matemáticamente el traspiés es innegable. Pero quiero poner en la palestra un aspecto para mí fundamental. En diciembre Podemos aún se movía en la ambigüedad de los de arriba y los de abajo y eludía su carácter de partido de izquierdas. En junio, coaligados con IU, esa organización encabezada por el comunista y ex simpático mediático Alberto Garzón, ya no tenían escapatoria. Se situaban a los ojos de los votantes teleinformados, aunque su campaña fuera timorata en exceso y mansurrona con un despreciativo Pedro Sánchez, en el espectro de la izquierda filocomunista, de ese fantasma que el Manifiesto de don Carlos y don Federico anunciaba, hace más de siglo y medio, que recorría Europa. Ya Podemos no era sólo el ente bolivariano, la conquista inversa quinientos años después. Ya no sólo nos podían ilustrar, telediario tras telediario, saltando de la uno a la tres o la cinco (la sexta daba cal y arena, que también los rojos ven la tele y dan audiencia y consumen), con las penalidades y los horrores cotidianos de  Venezuela, con la foto de una niña colombiana que a la hora de morir por desnutrición adquiría la territorialidad venezolana, con un parlamento, venezolano por supuesto, que citaba a Pablo Iglesias para que acudiera, volando desde el reino de las tramas corruptas, a dar cuenta de turbias financiaciones que los tribunales españoles han desechados en múltiples ocasiones. Ahora Podemos, en un salto de calidad en la escala del mal, era, es, también comunista. Y el comunismo, en el imaginario de muchos españoles, es lo más terrible del mundo, un mal equiparable al fascismo, aunque fueran los comunistas los más incansables luchadores antifascistas que hubieron en España y los que fueron decisivos (sin desmerecer, pero poniendo en su lugar el mítico desembarco de Normandía) para derrotar la mayor amenaza que ha tenido Europa: esa cumbre de la barbarie fascista que fue el nazismo. Con experiencias históricas temporalmente muy limitadas, con errores y crímenes y con importantes logros, nunca bien ponderados, la ideología comunista está demonizada. Y el español empobrecido, hiperexplotado y sin memoria histórica, que llevado por la crisis a la frontera del terror, hoy siente como una bendición tener un trabajo aunque su sueldo haya menguado un 20 ó 25%, ese español que, con mentalidad de esclavo y nula conciencia de clase suele considerar que su jefe le da de comer, teme, cercado por los grandes medios de desinformación, que los bolivarocomunistas vengan a echar por tierra una recuperación económica que permite que nuestro país sea el que más ha visto incrementarse en estos años de zozobra un poderoso indicador social: el número de millonarios en España ha subido un 51%, llegando a los 192.500 ricos (¡a tiro de piedra de los 200.000!).

Partiendo de la crucifixión expuesta y de los datos del arranque de este texto, alentando un prudente optimismo, esos cinco millones tal vez no deban percibirse como techo y sí como un suelo que, debidamente fertilizado en las calles, quizás permita el crecimiento de unas habichuelas mágicas que nos aúpen a ese cielo que hasta ahora es propiedad privada de los ogros que, incomprensiblemente, tanto amamos.

jueves, 16 de junio de 2016

Borbones a borbotones

Sí, los borbones, esa extensa familia, ya nos salen hasta por las orejas.
Hace dos años, caso Noos y algunas cacerías mediante, abdicó Juan Carlos. El día 19 de junio teníamos nuevo rey con el beneplácito del entonces bipartidismo gobernante. Hoy esa estructura férrea, formada por el PPSOE, parece, sobre todo por su flanco izquierdo, algo mermada ante la irrupción de Unidos Podemos, fenómeno del que desconocemos aún si representará un cambio político de cierta profundidad o tendrá efectos cosméticos. La Corona, uno de los trágalas de la llamada transición, sigue estando fuera del debate cotidiano, salvo los fuegos artificiales de los catorce de abril, que, sin cuestionar la justeza de conmemorarlos, no dejan de tener un cierto regusto a impotencia.
Parto de la base de que la monarquía es, en esencia, un sinsentido. La máxima autoridad del estado reservada a un coto privado familiar, al azar de un acto que practican miles de millones de especies sobre la faz de la tierra. O sea, un acto anterior al raciocinio humano. El asunto que ahonda el escarnio es que cuando a esta injusticia se le añade la desvergüenza, el pueblo que, salvo en el terreno de los chistes, no reacciona, queda retratado. 
En los papeles de Panamá apareció la hermana del rey demérito, que tuvo dinero en un paraíso fiscal justo los 40 años que reinó su hermano. Hace algo más de una semana "El diario" publicó que cuatro primos del rey tuvieron cuatro millones de euros en la madre patria suiza, y que los "legalizaron" gracias a la amnistía de Montoro pagando un "exorbitante" 1,8% (la decima parte de mi IRPF). Y estos señores están en la línea sucesoria al trono. Incluso uno de ellos, ya fallecido, imagino que por el amor que profesabaa la patria de la que evadía sus dineros, fue nombrado por el rey infante de España. Yo que, voluntaria o forzadamenete, multiplico por diez el esfuerzo tributario de los primos borbones (aunque creo que los primos somos nosotros) no tengo una triste mención honorífica, una suerte de subhidalguía. Pero, qué esperar de mí, si procedo de una familia que, por escaso, tenía el mal y plebeyo gusto de hablar de dinero. Otra Borbón, cuyo nombre no recuerdo ahora y que ha salido en alguna de las corruptelas del PP declaró, defendiéndose con la enjundia que dan los siglos de pertenencia a la clase dominante, que había sido educada en el buen gusto de no hablar de dinero. En la película El Padrino (¡qué placer el maravilloso encaje de la imagen y la música!) hay una escena de la familia reunida almorzando. Uno de los comensales, varón por supuesto, en un momento determinado hace mención a un aspecto de sus turbios negocios. La matriarca espeta, ofendida, que en la mesa familiar no se habla de dinero. Y no creo que fuera porque se les acumulara en las papilas gustativas un cierto regusto a sangre. Simplemente, ese mal hábito queda para la gente humilde, para los que tienen que avizorar, quizás a muy corto plazo, como vendrá de surtida la mesa.
Estos borbones dejan sus negocios a testaferros y ellos se limitan a disfrutar de la mejor manera posible, que es vivir en esa ofensiva ignorancia del dinero que te da pertenecer a una familia privilegiada. Y apacibles, sonriendo, oyen, cuando sale el tema de nuestro derecho a decidir si queremos que la jefatura del estado, después de 80 años ininterrumpidos de coto privado, sea un cargo abierto a cualquier ciudadano, que no, que ese tema es baladí y ahora, ni nunca, toca.
Lamentablemente esta idea impregna, más allá de la presencia de banderas republicanas, los actos de Unidos Podemos. Hay que acabar con las cobardías. Dudo mucho que el tema republicano restara votos a UP, quizás incluso, ante el timoratismo del PSOE, puede añadirle alguno. Los votantes que optan por esta coalición estoy convencido que en un 99%, o más, no son monárquicos. Y no planteo hacer de este tema un eje de campaña, pero sí tener la valentía de introducirlo pedagógicamente.
Pablo Iglesias siempre dice que le parece más democrático que el jefe del estado sea elegido, añadiendo que crees que Felipe es un hombre bien preparado, circunstancia enormemente meritoria con una educación privilegiada, y que si concurriera a unas elecciones podría ganarlas. De rey a presidente de república. Parafraseando la canción de Silvio Rodríguez: "Sueño con borbones, con un mar , ay, de borbones, sueño yo..."
Si Unidos Podemos usa la palabra república sin miedo, el asunto iría dejando de ser tangencial y entraría en el debate político. Salgamos de la trampa en la que caemos desde hace decenios. Si el país atraviesa una coyuntura económica complicada otros asuntos son prioritarios, circunstancia que sin ser negada no tiene porque implicar la expulsión del tema republicano de la agenda. Si por el contrario la situación es de cierta bonanza te dicen que no es lógico sacar a la palestra un asunto que implicaría inestabilidad política. Se olvidan que, para muchos, es un asunto de dignidad y de principios. Y además, en este país, con una república defenestrada por la acción del fascismo, un acto de justicia histórico-poética.


lunes, 30 de mayo de 2016

El ACABose de la libertad de expresión

En enero el locutor radiofónico Federico Jiménez Losantos expresó ante los, supongo, deleitados oídos de centenares de miles de oyentes, que la dirigencia de Podemos, citando incluso nombres propios como Errejón, Bescansa o Maestre, le producía el deseo de tomar la escopeta y disparar. No dijo ante esa legión de oyentes que no disparara por algún tipo de escrúpulo moral o por temor a la legislación vigente. Simplemente alegó un inquietante, por circunstancial: “o sea, menos mal que no la llevo”.
Y ahí, sorprendentemente, se acabó la historia. No ha habido ni una citación judicial. El individuo nombra a tres personas públicas y dice que no dispara si las ve porque no porta arma de fuego. En este mismo estado el concejal del ayuntamiento de Madrid, Guillermo Zapata, por darle difusión en la red a chistes que banalizan el holocausto o chascarrillos de dudoso gusto sobre Irene Villa ha visitado en un par de ocasiones los juzgados y, obviando sobreseimientos judiciales, el señor fiscal ha perseguido con enorme empecinamiento que lo procesen. El rapero César Strawberry irá al banquillo en julio por seis tuits relacionados con las víctimas de ETA y el Grapo, acusado de enaltecimiento del terrorismo, sin amenazar, él en concreto, a nadie. No sería justo olvidarnos del escándalo del año (a cuya condena más de uno, presa del posibilismo de no enfadar a la prepotente caverna fascista y de que mandan su pensamiento a paseo cuando surge la palabra terrorismo, llegó muy tarde): la detención, encarcelamiento y proceso de los titiriteros que exhibieron en una enorme pancarta tamaño folio el inadmisible “Gora Alkaeta”. También en enero, Marisol Moreno, concejala del ayuntamiento de Alicante, fue condenada a pagar 6.000 euros por llamar “hijo de puta” al rey demérito y decir que los Borbones eran una familia de vagos y estafadores. Doña Marisol no dijo: “si veo al rey y llevara una escopeta me liaba a tiros. Menos mal que yo no tengo licencia de armas y él tiene escolta”. Si ella, o algún otro miembro de la izquierda bolivarianocomunistafiloetarra, insinuara algo similar, dudo que no estuviera disfrutando unas vacaciones pagadas en un centro de Instituciones Penitenciarias. Todo este celo, virado siempre hacia la izquierda, es inversamente proporcional al que han demostrado los fiscales para llamar a declarar a un señor que no expresa malvados deseos genéricos o  chirriantes mofas. Losantos  amenaza a personas concretas ante un número de testigos descomunal y el vigilante aparato fiscal no se entera. En cambio la fiscalía apoyó el fallido, por la decisión de un juez, acto fascista de la delegada gubernativa en Madrid cuando pretendió prohibir las esteladas en la final de copa.
Como refuerzo a este clima de persecución, y ejemplo de las diferentes varas de medir, ha entrado en vigor, desde julio del año pasado, la Ley de Seguridad Ciudadana, que da a la policía la potestad de multar determinadas (e interpretables) expresiones. Entre ellas está la falta de respeto a las diversas policías “en el ejercicio de sus funciones de protección de la seguridad”.
Este tema ha saltado a la palestra con cierta fuerza tras la multa, posteriormente retirada ante el escándalo, de 600 euros  que se le puso hace una semana a Belén Lobeto por llevar un bolso que decía “A.C.A.B. All Cats Are Beatiful”. Sí. Todos los gatos son hermosos. Este acrónimo coincide con otro igual “All Cops Are Bastards” (todos los policías son bastardos) popularizado desde los 70 por grupos de punk. El año pasado, en julio, a otra chica en Alicante le pusieron una multa de cuantía parecida por llevar el mismo acrónimo a palo seco, sin hacer mención a lindos gatitos.
¿No es asombroso? Multan por portar una prenda o complemento con unas iniciales a las que yo, o usted, podemos darle el significado que deseemos. Además, la ley dice que se penaliza la falta de respeto a la policía “en el ejercicio de sus funciones de protección de la seguridad”. Si voy caminando por la calle con una camiseta o un bolso no colisiono, salvo que me dirija expresamente a alguien de esos cuerpos, con las funciones de protección que el estado  les asigna. Es un ejercicio maligno, irritante, de despotismo policial. Para mí, si fuera un canario que viviera en Madrid, el acrónimo citado podría significar, en este 30 de mayo Día de Canarias, por ejemplo: A Canarias Añoro Bucólicamente. ¿Cursi? Hasta el vómito (podemos cambiar el bucólicamente por bestialmente o bárbaramente o cualquier otra memez). Pero jamás delictivo. Mientras tanto, cualquier opinador mediático puede despotricar a su antojo amenazando de muerte con impunidad, o cualquier político del PPSOEC´s, mesarse los cabellos por la falta de libertad de expresión… en Venezuela, aunque ésta sea la dictadura con más micrófonos por metro cuadrado.

sábado, 21 de mayo de 2016

La thatcheriana y la ideología criminal

La thatcheriana señora Aguirre siempre hace gala de su liberalismo. Ésta es una palabra que, como una etiqueta que certificara un excedente de moralidad y generosidad con el genero humano, se cuelgan muchísimas personas. “Yo soy liberal”, pronunciado con un ligero engolamiento de la voz, suena a amante, así, a saco y en abstracto, de todas las libertades de los seres humanos.
El término es tramposo en su doble vertiente. En la económica, los fieles al credo liberal suelen dar muestras de flaqueza cuando menguan los beneficios o asoman las pérdidas. Entonces las ayudas estatales al sector privado, cuya divinidad principal son los rescates bancarios, dejan de ser demonizadas subvenciones gravosas para el erario público. En el ámbito político, el faro de Aguirre, la extremista liberal Margaret Thatcher, mostró su simpatía por el sanguinario fascista Augusto Pinochet, que en el terreno económico, mientras al izquierdista se le controlaba con la picana, aplicaba las ultraliberales políticas económicas de Milton  Friedman.
Por edad, la señora Aguirre tuvo oportunidad de ser una esforzada luchadora contra “la ideología más criminal de toda la historia”, que no es aquella a la que yo me siento cercano, y que soy consciente de que ha cometido crímenes alevosos a la hora de la concreción práctica: la comunista. La ideología más criminal, por la perversidad de sus postulados teóricos, es el nazifascismo, que tiene como señas de identidad, como esencias primordiales, como parte de su código genético: la xenofobia, el racismo y el machismo. Y la señora Aguirre, nacida en el 52, desde su exacerbado amor a la libertad, pudo combatirla, pues era la ideología imperante en su país, con la existencia del partido único fascista Falange Española, cuando ella, alrededor del 70, arribó a la universidad, que era una de los núcleos más activos en la resistencia antifascista. El principal problema que habría podido encontrarse, es que ese ente casquivano que era el espíritu liberal, sumido en la extraordinaria placidez mayororejiana, no se activó hasta después de muerto, en noviembre del 75, nuestro asesino fascista particular, Francisco Franco. Ése cuya imagen, junto a la de un jefe nazi, fue proyectada a gran escala en el muro de un castillo toledano, sin que ningún juez haya llamado aún a responsable alguno a declarar. Y la escala no es baladí, pues no olvidemos que dos titiriteros fueron encarcelados y arrostran un proceso donde la punta de lanza fue un “gora alkaeta” tamaño folio. Además, les aseguro que es imposible poner la foto de un jefe terrorista más sanguinario en la España del siglo XX.
Muchos comunistas, esos que usted califica de poseer una ideología criminal (aseveración absurda, pues una de las frases que más he oído en mi vida, cuando de política se hablaba y surgía el término comunismo, es la siguiente: “el comunismo en teoría está muy bien, pero en la práctica…” ¿Quién, cuando habla de la idea nazifascista, defiende que su problema ha sido la práctica?), mientras millones de futuros liberales hispanos hibernaban el letargo de la dictadura fascista, para posteriormente abrirse como flores en primavera, no cejaron, con poca fortuna y mucha cárcel, en su empeño de luchar contra el fascismo.
La palabra comunista, maridada con Venezuela, va a ser, al menos hasta el 26 de junio, y según los resultados electorales también después, incansable badajo al que no va a faltar una enorme campana, con el objetivo de atemorizar, repique tras repique, al voto dubitativo.
Reconozco que, aún sabiendo que la confluencia de IU y Podemos está a años luz de cualquier aroma de comunismo, me produce una cierta satisfacción perversa ver al facherío patrio paseando, con la careta medio caída, uno de sus demonios particulares.

viernes, 13 de mayo de 2016

Neofeudalismo

El feudalismo se caracterizaba por el vasallaje personal. Ante la casi inexistencia de sólidas estructuras estatales, la vida de la inmensa mayoría de las personas, campesinos en un mundo europeo profundamente ruralizado, dependía de las fidelidades, que generalmente eran obligatorias. Cada feudo, simplificando mucho, se organizaba como una especie de microestado de propiedad personal en el que la única norma esencial era la obediencia a un noble, el señor, que era la fuente de la vida y de la muerte. 
Por supuesto, el término neofeudalismo, que encabeza este texto, no es una ocurrencia mía. Por ejemplo, hay un libro de Antonio Baños, ex diputado de la CUP, llamado "Posteconomía. Hacia un capitalismo feudal", en el que habla de una Nueva Edad Media. Me ha venido a la mente, quizás con escaso acierto, haciendo asociaciones descabelladas, cuando he visto las noticias que reflejan la visita a España de un grupo de 2.500 trabajadores chinos, que no vienen invitados por su gobierno por ser trabajadores ejemplares en la construcción de una sociedad socialista. Aderecen esta última afirmación de toda la carga irónica que deseen y párense a pensar en los argumentos mediáticos aleccionadores que nos ilustrarían, si la circunstancia fuera real, acerca del gregarismo comunista (palabra que, sospecho, va adquirir bastante relevancia en la próxima campaña electoral).
Masivo y uniformado, ha llegado el desarmado ejército amarillo. Tranquilidad. Estos modernos guerreros (y guerreras) de Xian, vestidos con el color celestial y sin el abotonamiento hasta arriba del modelo Mao, no vienen como punta de lanza del estado chino. Llegan a cargo de su señor, el magnate y filántropo (lo que hay que leer, ni que pudieran separarse ambas palabras. Sí, todo magnate accede al estado armónico de la filantropía) Li Jinyuan, que ha pagado por el viaje 7 millones de euros. La fortuna de esta alma caritativa, según la ultraizquierdista revista Forbes (una revista de ese tipo debería encabronarnos tanto que parece increíble que no sea un motor revolucionario de gran potencia), es de 1.200 millones de dólares. Ustedes mismos calibren la bondad y el desprendimiento del señor Li.
Alguien me argumentará que comparar a los despóticos señores feudales, nobles bestiales que mantenían en la miseria a unos campesinos, que seguramente nunca asomarían la nariz un palmo mas allá del feudo, con el multimillonario chino que paga una semana de vacaciones a sus trabajadores a miles de kilómetros de distancia, es una acción alambicada y demagógica. Pero me refiero al símbolo. A que me sigue pareciendo inverosímil e inaceptable que en este planeta haya personas con riquezas tan obscenas, que pueden actuar con sus trabajadores como un pastor con un rebaño. Viajando de paella en plaza de toros, toditos juntos, a cuenta del jefe, son un muestrario, aunque sea interesado, de la sumisión, y un objeto de propaganda acerca de las bondades del patrón. ¿Por qué el dadivoso no entregó a cada empleado la cantidad equivalente al costo del viaje? Y que cada uno lo gastara a su libre albedrío (seguro que el señor Li, odie o ame al PCCH, es un  liberal recalcitrante). A mí me fastidiaría que me paseara, para mayor gloria suya, como si fuera un esclavo feliz, un señor feudal del siglo XXI, que puede tener su castillo, su tierra y sus vasallos, en cualquier lugar del mundo. Desde mi posición, nada contradictoria (sólo se trata de luchar contra la explotación de un ser humano por otro), de comunista amante de su individualidad, prefiero que el ocio o la vacación sigan la senda de las afinidades electivas.