Otro año más, éste
con mayor intensidad por ese énfasis que nos produce la cifra redonda, toca
rememorar el golpe militar fascista que comenzó la tarde del 17 de julio de
1936 en el territorio marroquí colonizado por España. No obstante, el grupo
sublevado tomó como fecha emblemática la del 18 de julio. Por esa razón, quién
esto escribe, en un texto de hace varios años a cuenta de esta misma fecha, denominaba
al conjunto de militares y civiles que se alzaron en armas contra el legítimo régimen
republicano como “la 18 de julio”, la banda terrorista más criminal (y menos
condenada, añado ahora) de la historia de España. Es una expresión de la que me
siento orgulloso. Desconozco, soy absolutamente sincero, si alguien antes que
yo la acuñó. Pero me sigue pareciendo absolutamente precisa y descriptiva. Sé
que en España el concepto terrorismo era
hasta hace muy poco sinónimo de ETA y ahora lo es del islamismo. Nunca se ha
asociado esta palabra con el régimen fascista que inició sus primeros pasos
hace ahora 80 años. Erróneamente. La definición de la RAE, en su primera
acepción, es diáfana: “Dominación por el terror”. Y además, ese terror lo tenían
previsto desde casi dos meses antes del inicio de la acción, cuando el general
Mola, director del golpe, en una directriz del 25 de mayo (apenas tres meses
después de las elecciones de febrero que otorgaron la victoria al Frente Popular),
decía que aquél debería ser “extremadamente
violento para reducir toda resistencia”. Y los golpistas llevaron a cabo esta
directriz con enorme determinación. Y esa determinación, aunque la intensidad
final no fuera la misma que la inicial, no les faltó durante 40 años.
No, calificar al
régimen fascista del general Franco como un ente terrorista no es ninguna osadía.
Es descriptivo y, a la vez, un elemento que activa y amplía un pensamiento
muchas veces encorsetado por un lenguaje dominante que nombra los
acontecimientos en función de sus intereses. Hoy, en su telediario del mediodía,
la emisora derechista Antena 3 transmitía a sus televidentes, quizás más de un
millón, la idea de que en julio de hace 80 años un siroco maligno,
enloquecedor, recorrió el estado español y, como por arte de magia, se formaron
dos bandos que empezaron a contender. En los titulares que yo vi no se hacía
referencia a una sublevación militar apoyada por el fascismo (Falange) y la
derecha monárquica que, ante el éxito del golpe en unos territorios y su
fracaso en otros, derivó en una guerra en la que desde la primera hora, y
comprometida ya con antelación, los terroristas alzados contra un gobierno elegido
cinco meses antes, contaron con la ayuda de los gobiernos criminales de Italia
y Alemania.
En Canarias, la
isla que más tardó en ser controlada por los sublevados fue La Palma. Y cayó en
poder de los facciosos el 25 julio. O sea, en este territorio no hubo guerra,
ni siquiera, por poner el ejemplo paradigmático de la maldad roja, se quemó una
iglesia. Quiero expresar con esto que, aún existiendo conflictividad social,
pues eran tiempos de lucha y reivindicación, de avizorar mejoras largo tiempo
anheladas, no era Canarias un lugar de enorme encono, como podían ser
Cataluña o la Andalucía jornalera, en la lucha de clases. Sin embargo, las
fuentes históricas calculan que entre 1.300 y 3.000 personas perdieron la vida
por la represión fascista en un territorio que en los años 30 tenía alrededor
de 650.000 habitantes. Sí, los datos son tozudos, la represión fascista en este
archipiélago con un desarrollo limitado de la conciencia de clase entre los
trabajadores, produjo más muertes en apenas tres años que la reiteradamente condenada acción de ETA, responsable de algo menos de 900 asesinados en algo más de 40 años de atentados. Y la
palabra terrorismo es muy pertinente, y así deberían aceptarlo hasta los
reticentes, pues entre estas víctimas hablamos de muchísimos desaparecidos por
la acción nocturna, consentida por los militares, de los grupos de Falange. En
la isla de Gran Canaria, los pozos de la zona de Arucas, la Sima de Jinámar y
la Marfea, son lugares, salvo un único pozo, inexplorados por la falta de ayuda
pública y señalados durante muchos años por el miedo y el murmullo.
En esta misma isla Pedro Perdomo vivió 33 años (1936-1969) escondido en el
barrio de La Isleta. El largo autoencarcelamiento de este hombre no se explica
sin acudir, prolongado en el tiempo, al término terror.
Un último dato
que tiende a obviarse, La 18 de julio, además de asesinar la Segunda República,
abrió el camino, por la mano del que fue su jefe supremo desde el 1 de octubre
de 1936, Franco, a la reinstauración monárquica. Sí. No habiendo sido
consultado el pueblo directamente en ningún momento sobre la forma de Estado,
la ilegitimidad de la monarquía en este país hunde sus raíces en la acción sangrienta
que inició, hace ahora 80 años, la banda terrorista más criminal de la historia
de España. Esa banda que el Partido fundado por siete ministros de los
gobiernos fascistas se negó a condenar hace pocos días en la Asamblea de Madrid.
Así se escribe la historia del 18 de julio, ese día que supuso, a la par que el
inicio de una acción criminal, el comienzo de la mayor resistencia interior, sin premio alguno, que
un pueblo opuso al fascismo en Europa.
Imagen del único pozo excavado en la
localidad de Arucas
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