lunes, 30 de noviembre de 2015

La muchacha que amaba (y lo hacía maravillosamente) dibujar a carboncillo

                        
                       Ingrid Bergman (1963)



                    
                     
                        Gregory Peck (1963)


                     
                     

                       Olivia de Havilland (1945)


  
                       

                        Desconocido (1945)


La muchacha, con ese punto jocoso que bastantes veces la caracterizaba, decía que tenía nombre de película mejicana: María Candelaria. Era mi madre. Y creo que no me ciega el amor filial si digo que sus dibujos, entre el blanco y el negro, moviéndose por un mar de grises envueltos en el sepia que pone el tiempo, tenían una técnica perfecta. Hoy, cuando completo otra vuelta, quizás a destiempo porque ella ya no está, me apetece regalarme la posibilidad de compartir, desde este callejón, una pequeña muestra de su arte.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Molero y el Rambo del Bierzo

El militante de Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), Francisco Molero, participó en abril de 2013 en una convocatoria llamada "Rodea el Congreso". En el curso de la misma fue detenido y acusado de lanzar piedras y causar lesiones a tres policías (contusiones y una rotura fibrilar según la sentencia). La Audiencia Provincial de Madrid le ha condenado a 5 años de cárcel y 16.000 euros de multa. El encausado denuncia que todo es un montaje y que tras la detención sufrió vejaciones y malos tratos. Según parece, en el juicio la principal prueba de cargo fue la propia palabra de los policías. Aquí quiero hacer un pequeño inciso y destacar que en este país hace mucho tiempo que el periodismo dice amen a las notas o informaciones de origen policial como si constituyeran fuentes de donde manaran verdades absolutas e incontestables. Aparte de la perorata constante acerca de su abnegado trabajo, que no minusvaloro pero que tampoco elevo a ningún altar, la policía, guste o no, es una herramienta del poder y como tal es, en muchas ocasiones un valioso instrumento político. Volviendo al asunto de la sentencia judicial, y obviando la credibilidad que para algunos tiene el luchador por un orden social más justo o la que poseen los guardianes, les guste o no, del status vigente, la condena a Molero es más salvaje que su hipotético lanzamiento de piedras. Hablamos de más de 1.800 días (véanlo desde esta óptica) de prisión por lanzar piedras y originar algunos moretones. ¿Tan peligroso es Molero que hay que apartarlo de la circulación todo ese tiempo? Tengo claro que esta sentencia forma parte de un rosario de condenas que van saliendo a la luz como aviso a navegantes por mares procelosos, navegantes que en algún momento puedan dejarse llevar, aunque sea mínimamente, por una especie de rabia social.  No dejo de preguntarme, comparador nato, porqué aquí Molero es un cuasi terrorista y si hubiera estado en febrero de 2014 en Kiev, derribando a un presidente elegido democráticamente, tendría la consideración de luchador por la libertad.
Tras la cruz roja de Melero les traigo la cara azul (o parda) de un tipo simpático al que llaman el Rambo del Bierzo. Por cierto, se llama Miguel Ángel Reguera, pero en la mayoría de los medios que he consultado aparecen sólo sus iniciales, hecho que no sucede con el militante izquierdista del SAT. En una de sus fotos comprobarán (en google escriban Rambo del Bierzo) que su habitáculo y su cuerpo son templos de la simbología nazi. Parece un delito de odio andante, tatuado con la esvástica y la siniestra doble ese afilada. Que es una bellísima persona, dicen sus complacientes y firmantes vecinos encabezados por el señor cura. Que le gustan esos símbolos pero no la ideología perversa que encarnan. Y yo no dudo que ayude a cruzar la calle al desvalido. Eso seguro que lo hace hasta algún infame yihadista. No obstante, sin ser baladí, el asunto crucial no es su parafernalia fascista. El problema es que este ser bondadoso tenía en su casa un arsenal que constaba de 15 armas de fuego (11 de ellas largas), 68 armas blancas, 501 cartuchos de munición (algunos de guerra) y casi 22 metros de cordón detonante. En uno de los vídeos se le observa, con dos fusiles, al más puro estilo pistolero del Viejo Oeste, partir un árbol por la mitad. Este individuo, previo pacto con la fiscalía ha sido condenado a dos penas de dos años de cárcel. Esta circunstancia, que ninguna supere el par años, le permitirá "acogerse al beneficio de solicitar la suspensión del ingreso en prisión". O sea, que igual no pisa la cárcel. Insisto en mi mantra de siempre: es complicado que un fascista entre en prisión en España.
Comparando los precios a pagar, parece más peligrosa la paleolítica guirrea, nombre que se da en Canarias a una contienda a pedradas entre muchachos, que el adulto fusil contemporáneo.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Plácidos homenajes a un jefe terrorista

Estoy esperando. Pero creo, sospecho, que me quedaré con las ganas. 
En los últimos días se han celebrado en el territorio "nacional" (nunca mejor utilizada esta palabra) 17 misas de homenaje para conmemorar el 40 aniversario de la muerte del que fue, durante 40 años, jefe único y vitalicio de la banda terrorista más asesina del siglo XX español: "La 18 de julio". Militares felones sublevados contra el legítimo gobierno republicano del Frente Popular, cuando fueron expulsados por éste de la milicia, quedaron convertidos en una cuadrilla de forajidos que aplicaron con dedicación plena y protección del nazifascismo internacional una planificada y exitosa política de represión y exterminio. 
Este connotado jefe terrorista, para escándalo y oprobio de todos nosotros, tiene sus restos en un espacio suntuoso que celebra su pérfida obra y se mantiene con el erario público. En cambio, más de 120.000 de sus víctimas están diseminadas, según datos de 2011 del Ministerio de Justicia, en 2.591 fosas comunes. Para la excavación y exhumación, para reparar esta infamia mantenida en el tiempo no ha habido ni un euro durante los cuatro años de gobierno del Partido Popular, organización fundada, es un dato histórico, por un secuaz que detentó altas responsabilidades en el organigrama de poder establecido por "La 18 de julio" (que conste que el nombre no se lo he puesto yo, ellos mismos hablaban constantemente del régimen del 18 de julio).
Las víctimas siguen esperando una justicia que buscan a 10.000 kilómetros, y quién esto escribe espera (sin esperanza alguna) que doña Consuelo Madrigal, fiscal general del Estado, proceda a denunciar la celebración de las 17 misas realizadas en homenaje a ese asesino de masas llamado Francisco Franco. Asesino de masas engendrador de un miedo que duró decenios. No exagero. Tengo muy vivo el recuerdo de mi abuela Carmen, allá por el 73 o 74, yo era un adolescente de 13 o 14 años, pidiéndoles, en voz baja pero imperiosa, a mi primo y a mi padre, que no hablaran de política. En el mismo barrio donde vivía mi abuela, La Isleta, en la isla de Gran Canaria, permaneció escondido, autoencarcelado, aterrorizado durante 33 años, de 1936 a 1939, Pedro Perdomo, al que fueron a buscar en varias ocasiones militantes de Falange. Por eso, porque estás historias son gotas en un océano de represión, no es gratuito que catalogue al jefe supremo como el mayor terrorista español del siglo XX.
"La 18 de julio" mató, haciendo estimaciones a la baja, al menos 150 veces más que ETA. Y si mañana un grupo de personas convocaran en Euskadi 17 actos para ensalzar a un jefe fallecido de esa organización terrorista, no dudo ya de la diligente actuación del Ministerio Público, sino de la posibilidad de celebrar los mencionados actos. El aliento de la fiscalía ha soplado, pertinaz, sobre el cogote del concejal Zapata por difundir chistes que todo el mundo ha leído en las redes sociales sobre Irene Villa o el holocausto judío. La Audiencia Nacional ha encausado a una concejal alicantina que en su blog llamó hijo de puta al rey "demérito", al que yo me atrevo a llamar hijo político de Franco, lo que en un país con conciencia antifascista debería ser un insulto infinitamente peor. 
En su momento Mayor Oreja habló de la extraordinaria placidez que él sintió bajo la bota de Franco. Mayor, que tú y los tuyos queden tranquilos, sazonado con misas, y amparado por la doble vara de medir, el estado español sigue siendo un lugar donde el fascismo y sus más o menos soterrados admiradores, al menos institucionalmente, nunca se sienten en tierra hostil.

martes, 17 de noviembre de 2015

París y la humanidad periférica

"El mundo está loco. No tengo palabras". Declaración compungida, inconsolable y totalizadora de una señora mayor parisina. 
"¿Cómo pueden suceder cosas así en 2015?". Una mujer joven.
"Podría pasar en cualquier lugar y cualquier momento. Cualquiera podríamos haber estado entre esas víctimas". Dice, candorosa, otra muchacha. Seguramente Siria, Iraq, Afganistán, Líbano, Libia... carecen de espacio físico (más allá de nuestro televisor) y están fuera del tiempo, ubicados en el cómodo limbo (para nosotros) de la barbarie.
"La vida tiene que seguir, la gente tiene que ir a los cafés, salir..."
"Se quiere impedir la alegría de vivir de la sociedad francesa".
"La ciudad palpita con el corazón herido".
Las tres anteriores son frases cazadas al vuelo en los diferentes informativos que han potenciado la mitología de París: un cuerpo eternamente joven e iluminado, lleno de lugares hermosos, salvajemente golpeado, tambaleante, se levanta heroico. 
Y en los diferentes ámbitos comunicacionales: teles, whasapp, facebook, por la vía que tengan a su alcance, muchísimas personas emocionadas arriman su hombro virtual para ayudar, desde el dolor por la gente vilmente asesinada, a reconstruir la alegría de París. Así, para apuntalar un poquito, miles de perfiles en las redes sociales se tintan de tricolores francesas y, por doquier, como un hilo musical cuasi permanente, suena, mil veces que la escuches, mil veces que te emocionas, La Marsellesa. Y el lunes dieciséis todos los centros escolares del estado "como muestra de repulsa a los brutales atentados cometidos el pasado fin de semana en París" fueron convocados a un minuto de silencio al que se le añadió una coletilla hipócrita que incluía a "todas las víctimas del terrorismo internacional". Hipócrita porque la masacre continua que se vive en Oriente Medio podría mantenernos mudos unas horitas y en cambio la inmensa mayoría no nos hemos sentido impelidos a callarnos ni un segundo.
Un mes y medio antes del infausto trece de noviembre, a inicios de octubre, en un lugar donde, por su precariedad, se celebra más la vida que en ningún otro sitio, un hospital de Médicos Sin Fronteras en la paupérrima Afganistán, fue objeto de un bombardeo terrorista (sí, los que estaban allí, fallecidos o supervivientes, seguro que sintieron un enorme terror) de EEUU, que asesinó a veintidos personas.
Un mes y unos días antes del infausto trece de noviembre, el diez de octubre, en Ankara dos suicidas asesinaron a noventa y nueve personas que celebraban la vida de una manera bastante hermosa: manifestándose por la paz. Aquí se hablaba (ya pasó al olvido internacional, pues esta masacre, por su ubicación, no marca ninguna línea divisoria) de una hipotética connivencia entre el malvado Estado Islámico y el otánico estado turco.
Un día antes del infausto trece de noviembre, en Beirut, capital de un pequeño estado que acoge a más de un millón de refugiados sirios mientras el gigante europeo se pelea por la distribución de poco más de cien mil, el Estado Islámico asesinaba a 43 personas que seguramente alguna noche que otra, aunque no fuera en la emblemática ciudad de la luz, celebraban la alegría de vivir.
La doble vara de medir, o de sentir, la argumentaba con bastante honestidad a través de facebook una persona que explicaba que establecía como fondo los colores de la bandera de Francia porque le dolía bastante más el crimen en París, con quién compartía civilización y valores, que en Iraq, Afganistán, Turquía o Líbano, con cuyos habitantes, según él, solamente le unía su condición de pertenencia al género humano. O sea, las víctimas de esos atentados serían, por así decirlo, y creo que es una visión que aunque no se explicite es generalizada, una humanidad periférica. Pero muy mayoritaria en el reparto del sufrimiento. Conmovidos por los justificados lamentos de las víctimas parisinas y repudiando los alarmismos mediáticos, el dato es demoledor: desde el año 2000 el 97.4% de las víctimas de atentados pertenecen a esa periferia. Si quitáramos de la estadística el macroatentado a las Torres Gemelas el 11S, esa cantidad aumentaría a un apabullante 99.5%. Termino haciendo una observación: en estas cifras no entran las innumerables víctimas civiles de las intervenciones militares llevadas a cabo por Occidente en esos territorios en estos quince años. Intervenciones que hoy, cuando Hollande redobla los tambores de guerra elevando su presupuesto de Defensa (que en el caso de Occidente casi siempre es de ataque), hacen que la industria armamentística, al calor de su cotización bursátil al alza, experimente, celebrando la muerte, la más insana alegría de vivir. Como yihadistas a punto de inmolarse, pero sabiendo que el paraíso de algunos, e infierno de muchos, está en el más acá.