miércoles, 24 de julio de 2019

Minuto y resultado


Empiezo a escribir este texto a las 20.30, hora de Canarias, del 24 de julio, desde lo que calificaría un estado personal de expectación decrépita.
En esta política espectacular (por espectáculo), convertida casi en el mítico y vertiginoso Carrusel Deportivo de las viejas tardes de domingo la tensión es máxima. ¿Habrá gobierno de coalición? Yo desde luego no voy a mojarme. El partido, según nos cuentan redes y medios, está inciertísimo. Cada minuto nace, para Unidas Podemos, un ministerio y muere otro. Por supuesto, ministerios que no son “de estado”. No se hizo, sin ánimo de ofender, la boca del cerdo (hipotéticamente antisistema) para los manjares de la “alta política”. Para Unidas Podemos ministerios querubines, con poco presupuesto y toneladas de ternura. Los comunistas, que trona, no exenta de razón la derecha, en el gobierno de la nación, pero con cuchillos de madera y lejos del bacalao. Aclaro mi pecado de darle la razón a la derecha en el calificativo “comunistas”. Pablo Iglesias, más allá de su aterrizaje en los mares del posibilismo después de que se diera cuenta de la petrificación (y no hago referencia al nombre de su contrincante) o fortificación de los cielos, es un hombre de formación comunista, aunque me crucifiquen los ortodoxos del siempre escindido comunismo verdadero. Igual me equivoco (creo que dentro de mi habitual subjetividad hoy tengo el subjetivo, no sé si el malo  o el bueno, muy subido), pero sospecho que para ese hombre tiene que ser una tortura callarse un tanto por ciento elevadísimo de lo que piensa, todo lo que el acerbo marxista que lleva dentro le impulsa a expeler, cual dragón de su amado Juego de Tronos, boquita adentro porque si no se chamuscarían cientos de miles de papeletas. Él sabe, fruto de sus propios saberes marxistas, que nunca rozará esa aurora de dedos férreos que es el poder. Estoy convencido que incluso el bello Sánchez (permítaseme este guiño a un buen amigo y mejor escritor que me tortura, dialécticamente, con el bello Otegi) maneja un vehículo con escaso margen de maniobrabilidad.
Hoy vivimos bajo lo que percibo como el poder más absoluto que ha contemplado la humanidad. Ningún rey, ningún déspota, ningún rico, ningún imperio en los aproximadamente cinco milenios de historia que nos contemplan ha tenido el enorme poder que hoy tienen las grandes e intocables corporaciones multinacionales a las que podemos criticar en las redes lo que nos apetezca (¡viva la libertad de expresión!) pero que están totalmente fuera de nuestro alcance. Una noticia muy reciente: el gobierno de EEUU multará a Facebook con 5.000 millones de dólares. Alguien se alegrará. Estupendo. Pero a mí lo que me horroriza es la dimensión, el poder real que implica que puedas hacer frente sin despeinarte a esa ingente multa. Otro dato de hoy, que quizás pase desapercibido, al menos para los grandes medios: en su sociedad patrimonial Amancio Ortega acumula activos equivalentes al 2,6% del PIB del estado español. Hoy en día las multinacionales son bichos tan colosales que dejarían a los dinosaurios del tamaño de un mosquito.
¿Quién tiene poder ante esos monstruos? Por eso, quizás, mi expectación decrépita, ajada, vieja, sin expectación. Y así y todo, desde su conciencia de clase, dominante, por supuesto, tienen cierto temor. En este carrusel que se produce mientras escribo, salta la noticia de que, según Podemos (sé que la disputa por el relato, en caso de no acuerdo, también es básica), el PSOE les negó competencias en Trabajo porque resultan inquietantes para la CEOE. Están acostumbrados a dominar el campo de juego con tanta superioridad, que una formación resignada al cielo de piedra, que porta  pretensiones humildes que hace 40 años asumía hasta la democracia cristiana europea, les resulta intolerable.
Acabo este pequeño desahogo, son las 23 horas. El partido tendrá, sospecho, un par de idas y vueltas más. Muchos huys y nervios, muchos nervios, con tertulianos sudorosos y pactómetros a punto de reventar.
Paradójicamente, siguiendo con el símil futbolístico, hace tanto tiempo que la clase trabajadora juega encerrada en su área…

viernes, 19 de julio de 2019

Otro aniversario de la banda terrorista que restauró la monarquía


Vuelve, inexorable, con el victimario jefe aún enterrado en lugar privilegiado y sus víctimas en cunetas, el 18 de julio (aunque en realidad la escabechina comenzó el 17 por la tarde). 83 años ya del golpe de estado perpetrado contra la República por, redundancia al canto, “la 18 de julio”, la banda terrorista encabezada por el criminal fascista Francisco Franco que, después de establecer a sangre y fuego (y con el inestimable apoyo del nazismo alemán y el fascismo italiano) una dictadura bajo la forma política de reino, del cuál él era caudillo, nos impuso de facto al nieto de Alfonso XIII como su “hijo” político.
Sobre Alfonso XIII las Cortes Constituyentes republicanas aprobaron el 19 de noviembre de 1931, lo siguiente:
“Don Alfonso de Borbón será degradado de todas sus dignidades, derechos y títulos, que no podrá ostentar ni dentro ni fuera de España, de los cuales el pueblo español, por boca de sus representantes elegidos para votar las nuevas normas del Estado español, le declara decaído, sin que se pueda reivindicarlos jamás ni para él ni para sus sucesores”.
Hoy, 83 años después de la conculcación flagrante de la legalidad republicana, en la jefatura del estado español (y no como adorno) está el “nieto” político del connotado terrorista Franco, Felipe VI.
El anciano asesino, según confesión de su “hijo”, cuando avizoraba su final, protagonizó con él (con la edad, lo sé por experiencia, aumenta la tendencia al lagrimeo) una emotiva escena:
«El día antes de morir, Franco me cogió la mano y me dijo: ‘Alteza, la única cosa que le pido es que preserve la unidad de España’.
Juan Carlos, a pesar de los atentados de ETA, y con Jordi Pujol (el improcesable) como puntual puntal a diestra y siniestra de los gobiernos de España, nunca vio peligrar la unidad patria.
El “nieto”, Felipe, sí. Y los hechos recientes, y quizás aún no totalmente sofocados, nos demuestran que esa petición sigue siendo una línea roja infranqueable que perdura inmutable de hace 83 años acá.
Y por eso mandó a Cataluña a los 10.000 hijos de Piolín a aporrear a la gente y salió por televisión el 3 de octubre de 2017 mandando un mensaje durísimo y dejándonos claro a todos que de florero no tiene nada, que es un cargo no electo, un tipo inhabilitado por las cortes republicanas y que ostenta la corona por mor de un militar terrorista y su banda de delincuentes (a tal condición quedaron reducidos a efectos de la legalidad republicana), que corta más bacalao del que nos hacen creer.
Cansa, pero lo repetiré para todos aquellos que salen con la cantaleta de la legitimidad proveniente del referéndum constitucional del 78. La única disyuntiva que planteaba la votación constitucional para el ciudadano común, y escaldado por casi 40 años de dictadura cuya vivencia y miedos (por vía personal o memoria familiar) no se habían disipado, era ganar una serie de libertades políticas que estaban duramente perseguidas incluso con el jefe terrorista ya fallecido. Como muestra, los muertos a manos de la policía en los años de una “modélica” Transición que no fue tal para los cinco trabajadores asesinados en Vitoria o para Germán Rodríguez muerto por un balazo en la cabeza en los Sanfermines del 78 (por cierto, ninguno de sus asesinos e inductores pasó ni 5 minutos en la cárcel, ni los familiares de estos asesinados, ni otros en parecidas circunstancias como Javier Fernández Quesada muerto de un tiro por la guardia civil en la puerta de Universidad de La Laguna, tienen consideración de víctimas del terrorismo). Cualquier persona sabe que el paso previo a la elaboración de una constitución, la primera medida democrática indispensable, era la consulta específica sobre un modelo de estado alterado por la acción asesina de terroristas uniformados, circunstancia que sí aconteció en Grecia o Italia tras la 2º Guerra Mundial.
En España, imposición intocable de Franco, casi 88 años después de que las cortes republicanas expulsaran a los Borbones para siempre, seguimos, fruto palpable del 18 de julio, teniendo a los Borbones, parece que para siempre.
Sí, la monarquía, su retorno, es un legado del dictador. Y el Tribunal Constitucional nos recordó hace un par de días, el 17 de julio (esperando un día más les habría quedado redondo), que sigue siendo intocable.
El Parlament de Cataluña aprobó por mayoría absoluta en octubre de 2018 una reprobación de la monarquía a la que calificó de institución caduca. El partido más dolorosamente monárquico del panorama político español, ese del “almita” republicana, el que en los años 70 del siglo pasado defendía en su programa el derecho de autodeterminación de las nacionalidades históricas del estado, sí, ése, el PSOE, recurrió el acuerdo al  Tribunal Constitucional que ha procedido a anularla alegando que “la inviolabilidad preserva al rey de cualquier tipo de censura o control de sus actos”. Censura o control de sus actos del que estaba preservado, en igual medida, el “abuelito” político de Felipe VI. En fin… la soberanía de los parlamentos, la representatividad de los diputados, esa democracia formal que siempre les está desbordando la boca se acaba cuando topamos con los Borbones (o con la unidad de España). Un apunte: cuidado, intenten no topar, al menos físicamente, con el “tanque” de medio millón de euros que le acaba de comprar Hacienda al rey y cuyas preguntas parlamentarias, de rojos y separatistas, han sido vetadas por el tripartito de la “razón de estado” que componen el PPSOEC,s.
La protección brutal de la monarquía impide, además, que un tipo, el rey emérito, del que ya nadie tiene dudas de que ha amasado una fortuna con todo tipo de trapicheos, viva, plácidamente, de sarao en sarao, gracias a una inviolabilidad que hunde sus raíces en esa “extraordinaria placidez” (Mayor Oreja dixit) que instauró, hace 83 años, el fascismo español.

martes, 16 de julio de 2019

Foco y penumbra


El titular principal dice así:
“Detienen en España a un venezolano acusado de quemar vivo a otro en las protestas de 2017”.
Los dos subtítulos, se supone que con función aclarativa, completan la noticia de la siguiente manera:
“Enzo Franchini Oliveros está acusado en Venezuela de haber quemado vivo a un joven de 22 años”.
“Sucedió durante la oleada de protestas antigubernamentales que registró el país”. 
Todos sabemos que la mayoría de los lectores de prensa generalista, ya sea en papel (cada vez más cercana a su óbito) o en Internet, salvo que la noticia les interese mucho, suelen leer título y subtítulos. Puede ser porque cada uno profundiza en lo que le interesa o porque el tiempo no alcanza ante el enorme flujo informativo, aunque paradójicamente en muchas ocasiones ese flujo tiene sobre todo un aliento desinformativo y, lo que es peor, deformativo.
La noticia que arriba reflejo la ofreció el 11 de julio el digital “20 minutos”.
Imagino, especulo, que los fundadores de ese diario con el nombre quisieron plasmar una estimación del tiempo aproximado que un lector medio, sumergido en la vorágine cotidiana, emplearía en informarse a través de su cabecera. Estarán ustedes conmigo si estimo que en veinte minutos es muy difícil ir más allá de las entradillas, incluso siendo bastante selectivo. Un par de artículos de opinión y un par de noticias completas pueden llevarte, minuto arriba o abajo, ese tiempo. Al resto una miradita por encima y va que chuta.
Todo lo anterior lo explico para destacar que ese resumen de la noticia que nos ofrece, titular y subtítulos mediante, el propio medio informativo, es básico y, lo más importante, casi nunca es inocente.
Venezuela, el leviatán, ese monstruo que devora o abrasa (perdóneseme un cierto juego macabro con el lenguaje) a sus hijos. El estado fallido del que hoy hablaba contrito, en una entrevista para El Mundo, Íñigo Errejón, pidiendo disculpas por un día, eones ideológicos atrás, en que tuvo la osadía de decir que en Venezuela se hacían tres comidas al día. Que importante es la comida en Venezuela y que guapas son las mulatas en las playas de Ipanema, aunque Brasil tenga un presidente fascista que hace una semana defendió el trabajo infantil en un país donde más de 5 millones de niños, que viven en la pobreza extrema, desconocemos cuantas comidas hacen al día para despreocupación del señor Errejón.
Si estamos avizores no nos engañarán, trabajen por minutos o por horas, estos animalillos informativos, supuestamente neutrales, que siempre derrotan hacia la derecha. Y ese titular, falsamente aséptico, es tramposo. No tengo ninguna duda de que si el asesinado hubiera sido opositor nos habrían colocado un titular diáfano, inequívoco: “Detienen en España a un chavista acusado de quemar vivo a un opositor en las protestas de 2017”. Pero no. El chavista, además negro, fue el quemado. Disimulemos, pues. Penumbra. Al menos para aquellos que se quedan en el titular, la mayoría, y murmuran para sí, asqueados: “¡puto Maduro!”.
Hay una anécdota, atribuida al periodista Eugenio d´Ors, contada por Eduardo Haro Tecglen, que dice que cuando le dictaba un artículo a su secretaria le preguntaba:
“¿Ha quedado esto claro?”
“Sí, maestro”.
“Pues oscurezcámoslo”.
En la prensa y en los medios informativos dominantes actuales hay una legión de oscurecedores y focalizadores. Especialistas en la penumbra y el foco que realizan una tarea u otra, con el mismo fin, según se tercien las necesidades del momento.
Penumbra y fugacidad informativa acompañaron a la detención en Sevilla de un miembro del séquito del ya citado presidente brasileño Bolsonaro al que le fueron incautados, a finales de junio, cuando iban en tránsito hacia la cumbre del G-20 en Japón, 39 kilos de cocaína. Un sargento, sin encomendarse a nadie se aventura a llevar una maleta cargadísima de cocaína en un viaje oficial. A mí, sin ser un lince, no me cuadra. Un tuit de Bolsonaro diciendo que se le aplique todo el peso de la ley, pelillos a la mar, y después silencio. Imagínense que ese séquito es el del presidente venezolano Maduro. Hoy, veinte días después, los grandes medios españoles seguirían perpetrando, con el foco a pleno rendimiento, su masacre mediática.
Cuando estaba terminando este texto, la noche del 15 de julio, el digital Público sacó una exclusiva que defiende que el imán de Ripoll, acusado de ser el cerebro del atentado de Las Ramblas el 17 de agosto de 2017, estuvo hasta ese mismo día “monitorizado” por el CNI. Público anuncia que hará nuevas revelaciones en los próximos días. Desde luego, quién esto escribe no está en disposición de juzgar la veracidad o falsedad de la información de Público. Hago referencia a esa noticia en este texto porque me reafirma en mi teoría del foco y la penumbra. El titular de Público es con letras enormes. Foco total. En el resto de la prensa estatal con sede en Madrid, mientras escribo estas letras 24 horas después de publicada la noticia, reina un silencio absoluto y extraño teniendo en cuenta la envergadura de la noticia. Penumbra total. Solo una excepción: en la aldea gala catalana sus medios si han difundido con sumo interés esta noticia. Pero no pensemos que hay empate, al menos por ahora: salvo para quiénes nos informamos de manera activa, o son muy activos en las redes, una inmensa minoría, esta noticia está en la penumbra. 

jueves, 11 de julio de 2019

Mi voto... robado


Yo fui uno de los 38.262 votantes que tuvo Carles Puigdemont fuera de Cataluña (1807 en Canarias) en las elecciones al Parlamento Europeo. Por supuesto, estos fueron una mínima parte del 1.025.411 votos que cosechó en total. En Cataluña obtuvo 987.149 (28,5%) votos, con los que aventajó al segundo en más de 220.000. O sea, su victoria en “su” territorio fue, números en mano, inapelable. Y, al menos por ahora, irrespetada.
La candidatura de este señor fue admitida por la Junta Electoral Central. Los resultados, que le depararon dos diputados, publicados en el BOE. En resumen, se le permite participar en la convocatoria electoral y se reconoce oficialmente que ha obtenido más de un millón de votos que le hacen, junto a  Toni Comín, parlamentario electo.
Pues bien, como los susodichos no se presentan en Madrid para prometer la Constitución se considera que no han cumplido un trámite inexcusable, puramente formal, pues todos sabemos de las mil y una formas de acatamiento desacatante de la Constitución. “Prometo la constitución para cargarme la constitución”. Que no falte la “summa hipocresía”.
Así, con una argucia legal, por un mero formulismo, la representación política de más de un millón de personas, entre ellas la mía, se tira a la basura mientras esperamos lo que diga el Tribunal General de la Unión Europea.
Y me pregunto quién es un tribunal supremo, español, europeo, mundial, galáctico o universal para interferir en el “contrato” establecido entre una candidatura legal, encabezada por Puigdemont, Rita la Cantaora o Periquillo el de los Palotes, todos ellos sujetos elegibles, y quién esto les escribe, sujeto con sus derechos de elector, al menos hasta el momento, intactos, como el millón de votantes restante.
Por supuesto, este autor se declara lego en leyes, e imagina a algún posible lector de este texto, versado en ellas, llevándose las manos a la cabeza, pero creo firmemente que una vez admitida una candidatura, en la que se supone que todos los componentes de la lista tienen sus derechos políticos intactos, los candidatos electos deben ocupar el escaño conseguido, salvo comisión de delito flagrante posterior a la proclamación de la candidatura en cuestión.
Puigdemont, litigios previos con la justicia española aparte, aún residiendo en el extranjero, pudo presentarse. Yo fui a mi colegio electoral y cogí, sin ninguna cortapisa, la papeleta que encabezaba este señor. Y salió elegido.
Nos están ustedes robando el voto a más de un millón de electores.
Por cierto, le voté a Puigdemont porque, aunque no lo crean, en esa elección concreta me pareció el voto más “rojo” posible, en el sentido del voto más incómodo para el régimen del 78. Ése que, nos guste o no, recibió su mayor enmienda, solo hay que repasar el calibre de la respuesta del estado (airado y amenazante discurso del rey, 10.000 piolines que ni en los momentos más álgidos de la violencia de ETA, aprobación de una ley “puente de plata” inverso para fomentar la huida de las empresas catalanas de un secesionismo instigado, extrañamente, por la burguesía catalana),  el 1 de octubre de 2017, en un espectacular ejercicio de desobediencia civil colectiva.
Y, por si alguien me abronca con la primacía de los derechos sociales sobre los derechos nacionales (es el mismo modelo de treta que usan los falsos republicanos, sempiternos postergadores de la lucha por la república), apuntarle que entre 2015 y 2017, bajo la presidencia de Puigdemont, ese señor de derechas, dicho sin ironía, se aprobaron por el Parlament de Cataluña más de diez leyes marcadamente sociales que el Tribunal Constitucional tumbó una tras otra. El muy progresista Pedro Sánchez, ese que sueña con la abstención  en su investidura de Ciudadanos o el PP líder del PSOE, partido central del régimen del 78, que aún muchos ubican en la izquierda, llegó al gobierno en junio de 2018 prometiendo derogar la reforma laboral del PP o la Ley Mordaza o publicar la lista de agraciados con la lluvia de millones de la amnistía fiscal. Un año después, sin la sorpresa de casi nadie que se considere verdaderamente de izquierdas, ambas leyes siguen vigentes y el careto de los agraciados, velado con la gracia del secreto.
Breve posdata conspiranoica: ¿los problemas estomacales del señor Rivera estarán conectados con el IBEX y su terquedad ante la investidura del Sr. Sánchez?

sábado, 6 de julio de 2019

Con seis palabras...

Para un viejo bolchevique desorganizado, como el que escribe, es emocionante, muy emocionante, me pone al borde de la lagrimita. Nunca pensé que vería florecer con tal brío el jardín del internacionalismo en el estado español. Siempre ha existido el clásico pomposo, cultureta y viajero, al que le gusta autodefinirse como ciudadano del mundo, pero la pulsión que noto de hace un par de años para acá va algo más allá: legiones, desconozco si famélicas, rechazan el nacionalismo como un cáncer burgués. Yo a veces llevo mi antinacionalismo tan al extremo que, por sistema, me hago forofo de cualquier equipo que, en cualquier disciplina deportiva, enfrente al combinado español. Sé que en un país donde se odia tanto al nacionalismo la mayoría aplaudirá la audacia de mi postura.
Hace un par de semanas, a través de Facebook, una persona interpelaba al antropólogo Manuel Delgado acerca de la improbabilidad de ser nacionalista y de izquierdas a la vez. Le decía: “Bueno, querido profesor… De entrada todos los nacionalismo son, por definición, pequeño burgueses y de derechas…”
La respuesta de Manuel Delgado fue, desde mi punto de vista, quizás porque es la que yo he tenido en mente en múltiples ocasiones ante planteamientos similares, sucinta a la par que antológica:
“¡Patria o muerte, venceremos! (Fidel Castro)”.
Con seis palabras. Una bofetada delicada como un bolero para derribar, como fichas de dominó en cadena, a tanto necio que, campanadas sueltas aparte, ni le interesa ni tiene puñetera idea de lo que es el internacionalismo.
Como pensar es complicadito, se sale del paso con alguna simpleza suprema que equipara nacionalismo con derecha o, que aún me hace pensar menos, con el nazismo. Así, el Bloque Nacionalista Galego (BNG) es tan de derechas como el PNV y los catalanes que portan lazos amarillos por la libertad de los presos políticos catalanes devienen, con aviesa intención fonética, en “lazis”. Embolso, denigro, y si voto a los trileros del PSOE (son unos artistas, los putos amos, ¿como pueden engañar a tantos y tan continuadamente durante tanto tiempo?) habitaré el paraíso de los progres.
Fidel Castro, uno de los más grandes internacionalistas del siglo XX, no cayó en contradicción alguna cuando expresó la consigna citada anteriormente, que se ha convertido en divisa, reconocida mundialmente, de la revolución cubana.
Al contrario, sin la consolidación de la independencia y la justicia social en su patria, en su nación, Cuba, ésta no habría podido darse al mundo en su completísima labor internacionalista.
Con el fusil y con la rama de olivo, como lo expresó Yasser Arafat en 1974 ante la ONU. La rama de olivo que han visto tantos pobres del mundo cuando la atención sanitaria se ha materializado ante ellos, por primera vez en sus vidas, en forma de brigada internacionalista de médicos cubanos. El fusil lo portaron los voluntarios cubanos en África cuando,  venciendo junto al MPLA a las tropas racistas sudafricanas en Cuito Cuanavale, abrieron la puerta a la  derrota del apartheid en toda la región.
Esta circunstancia la reconoció Mandela en su primera salida al extranjero, a territorio cubano, donde saltándose rigideces protocolarias se fundió en un abrazo con Fidel, un patriota (¿nacionalista?) feroz y, junto al Che, un internacionalista sin parangón.

miércoles, 3 de julio de 2019

Sísifo en los medios

Hace unos días, en una cena con docentes, y no recuerdo en que circunstancias, se hizo referencia al IES Nelson Mandela, antiguo IES Tafira. Mis ojos no pudieron evitar, siempre a la que salta, lo que yo percibí como una sonrisa interior, pero sí contuve (ya lo hago, aunque debo mejorar, con un porcentaje importante de éxito) la impulsividad de mi lengua. Labios adentro quedó la frase: “le han puesto a un instituto, supuesto templo de la paz y el saber, el nombre de un tipo que realizó y comandó actividades que hoy suelen denominarse terroristas”.
Habría sido impagable, desde el egocéntrico muy venido a menos con ciertas ganas de epatar que aún me habita, ver alguna cara de pasmo. Estoy convencido de que el Claustro que votó a favor de ese nombre pensó que le estaba poniendo a su Centro el nombre de una especie de Ghandi finisecular, siempre sonriente y, los últimos años de su vida, ataviado con una psicodélica guayabera.
Tal vez osadamente, pienso que los impulsores de la iniciativa desconocen que don Nelson, en 1960, como máximo líder del Congreso Nacional Africano, junto a Joe Slovo dirigente blanco de Partido Comunista de Sudáfrica (los comunistas, siempre denostados y siempre en todas las causas justas), creó y dirigió una organización armada llamada La Lanza de la Nación, recibiendo a inicios de los años 60 formación guerrillera en Argelia (como ETA en los 70).
Un concepto muy en boga es el del “relato”. La lucha por el “relato”. El episodio final o epílogo de grandes conflictos, e incluso de diferentes trayectorias personales, es el relato que se impone, el relato dominante que, versos sueltos aparte, suele ser el que mejor protege los intereses de la clase dominante.
En realidad este texto no quiere, o quería, hablar de Mandela. Mi objetivo es la entrevista que el Canal 24 Horas de RTVE le hizo a Arnaldo Otegi el 26 de junio. Dos relatos distintos con fines similares.
Mandela neutralizado mediante una especie de beatificación laica. Su funeral, con toda la dirigencia mundial rendida a sus pies cual Teresa de Calcuta, fue la máxima expresión.
Otegi neutralizado mediante el procedimiento inverso: la demonización perpetua. Un Sísifo condenado a subir siempre la piedra de su no condena explícita a la acción armada de ETA.
Curiosamente, los dos personajes, al que podríamos añadir el extupamaro y expresidente de Uruguay e ídolo de la progresía mundial Pepe Mújica, han seguido un decurso similar.
La lucha contra el apartheid del CNA, aliado al PC de Sudáfrica (dato casi siempre “convenientemente” hurtado), tenía como objetivo, aparte de la igualdad legal y política entre las diferentes comunidades raciales, la implantación de un régimen de justicia social. La gran mayoría de los diferentes movimientos de liberación nacional de África o Asia estaban impregnados, con diferentes matices, de una ideología socialista: la liberación nacional era incompleta si los abismos de opresión social persistían. Todos sabemos que esa “película” ha acabado en la mayoría de los países africanos en una situación de facto: el dominio de élites nativas al servicio del capital internacional. En el caso de Sudáfrica, a la élite blanca dominante se ha sumado una élite negra. Y para el resto de la población la estructura social sigue casi igual. Un artículo del periódico Expansión, de 2013, daba el dato de que en 20 años de gobierno del CNA la relación entre ingresos de la población negra y la población blanca había pasado de un 1 a 9 a un 1 a 8. El optimismo de estos datos avizora una posible igualación para fines del siglo XXII. Mandela arrinconó al socialista radical y alumbró al socialdemócrata sonriente, al reformista tenue.
Otegi, en un contexto histórico muy diferente,  ha seguido una evolución similar a la del mítico Madiba o el propio Pepe Mújica: de la izquierda abertzale independentista y defensora de un régimen socialista, que consideraba la acción armada de ETA un frente de lucha legítimo, al hombre que impulsó, hecho contrastado, la desaparición de la acción violenta y hoy dirige una coalición, EH Bildu, integrada por organizaciones como Eusko Alkartasuna o Alternatiba que siempre desaprobaron la lucha armada, y cuyo programa socialdemócrata le permite aliarse en el Congreso con los igualmente socialdemócratas de ERC.
La entrevista del 26 fue burda, una especie de auto de fe donde la rueda de imágenes tenebrosas que separaban (¿cordón sanitario?) al entrevistador con alma de cura católico y al ya resabiado entrevistado, pisoteaban el mensaje conciliatorio de éste último. Un festín para los defensores de ese absurdo que sentencia que una imagen vale más que mil palabras. El refrán debería ser que una imagen (o imágenes) puede impactar más que mil o un millón de palabras. Y el impacto no siempre, ni mucho menos, es un aliado del conocimiento.
Seguro que bastantes personas que vieron la entrevista se habrán preguntado cuantos gerifaltes, militantes o adeptos a “la 18 de julio” (hace unos días se celebró una boda ante la tumba de su máximo líder, el asesino terrorista Franco, que, en un país donde puedes ser juzgado por enaltecimiento del terrorismo si dices ¡Viva ETA!, tiene una fundación legal), la banda terrorista más criminal de la Historia de España, habrían aguantado ni cinco minutos la sesión a la que sometieron ayer a Otegi. Espero que RTVE, si quiere ser ecuánime y consecuente enfrente a cada entrevistado con los cadáveres que guarda en el armario. Y no pongo comillas porque no hablo metafóricamente.
El exministro del PP Jorge Fernández Díaz, en una entrevista al Correo de Madrid, explicó que la victoria del jefe terrorista Franco se debió a la intervención de la Virgen María. Este fascista, no solo no condena al jefe supremo de la banda criminal que sólo contando a los desaparecidos mató, siendo cauto, cien veces más que ETA, sino que osa enaltecerlo en grado máximo, cubriéndolo a él, a todos sus lacayos de diverso pelaje y a su criminal empresa, con un manto divino. Magnífica entrevista bien recargadita de imágenes tienes ahí, RTVE.
Si todos los presidentes españoles, de Felipe González a Zapatero, entablaron en algún momento conversaciones con ETA, cómo es posible que una entrevista en la televisión pública con el líder de la izquierda abertzale que contribuyó al fin de la violencia (pregúntenle a Jesús Eguiguren), pagando incluso seis años de una prisión que miles de asesinos de “la 18 de julio” nunca pisaron, genere controversia alguna, mientras con total naturalidad se entrevista, en múltiples espacios políticos, sin que nadie piense que se está haciendo apología del terrorismo, al presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco.
A ver para cuando, en Euskadi, como hombre de paz, la Fundación Nacional Arnaldo Otegi. Es una humilde propuesta.