domingo, 31 de marzo de 2013

Desbandada. Recordatorio con enlace


Recuerdo, por si algunas personas han accedido en fechas relativamente recientes a este blog, que las láminas que se añaden con periodicidad irregular son obra de Pilar de Vera. Míos son exclusivamente los versos. Yo se los he cedido y ella ha trabajado con total libertad. A mí el resultado -con alguna discrepancia puntual, recogida en este blog- me gusta. No obstante, confieso que siento que  mi percepción del arte, plástico o escrito, es bastante limitada. ¿Nos humaniza una pintura o un poema? ¿Nos hace mejores? ¿Son sólo meras aportaciones estéticas? ¿Aportan pensamiento, reflexión?
Pongo en enlace a un blog que ha abierto Pilar. Se llama "Materiales reciclados con corazón". Si les apetece, pasen y vean.
http://materialesrecicladosconcorazon.blogspot.com.es/

miércoles, 27 de marzo de 2013

De procesiones y ateos


Los ateos no son ciudadanos de 2ª categoría. Hablo en el terreno moral, por supuesto. En el otro, en el material, en la 1ª división juegan muy pocos, sean ateos o creyentes.  Partiendo de la igualdad moral tienen derecho a manifestarse cualquier día del año, incluidos jueves o viernes santo. Con que utilicen un trayecto que no se cruce con las manifestaciones religiosas o procesiones debería bastar. Aunque soy de los que piensan que, incluso si circularan por zonas colindantes, no debería ocurrir nada. Respeto y punto. Defiendo la libertad religiosa, que implica también la libertad de no tener religión. No hay provocación ninguna, simplemente el derecho de unos ciudadanos a defender su visión, en este caso atea, del mundo. Y además, es profundamente razonable que se convoquen justo en semana santa. Cuando está en su máximo apogeo de fervor la celebración religiosa callejera, otros ciudadanos quieren reivindicar una visión alternativa del hecho religioso en el mismo foro: en la vía pública. Una visión sin dioses. Una visión más dura, que nos deja a la intemperie. No quiero engañar a nadie, no soy neutral. Soy, desde mi reflexión personal, ateo. Un ateo temeroso, lo reconozco sin vergüenza, un hombre que es consciente de su finitud  y de que se irá debilitando y que teme en la debilidad buscar asideros inexistentes. Tengo claro que infiernos o paraísos ultraterrenales no existen. Hecho que en general me produce tristeza, pues me encontraría allí (en el paraíso) con mucha gente querida y además me sentaría en la balconada celestial, como si estuviera en tribuna, con una cervecita o un cubata, a ver como sigue la vida en esta nuestra “querida, contaminada y única nave espacial” según palabras de Walter Martínez, irónico analista de política internacional de la emisora TeleSur. Me irrita, quizás por mi condición de profesor de historia, o sea, de cotilla profesional y retroactivo, quedarme a mitad de este largometraje apasionante, lleno de amor, odio, aventura, felicidad y mucho desgarro.
Las personas que piensan como yo tienen derecho a dar testimonio -en la calle, como los creyentes- de que nuestro espíritu va atado, aunque se sienta insolente y jovenzuelo, a nuestro cuerpo deteriorable. Y cuando éste se corrompa, nuestro hálito quedará en la gente que nos quiso. Otras personas, por su fuste intelectual o por su notoriedad artística o de cualquier otro tipo, hacen que permanezca ese soplo en su legado, que sea más o menos recomendable es otro cantar. El común de los mortales caducaremos cuando se diluyan las lágrimas de quiénes nos llorarán.

Una última consideración. En las procesiones de Semana Santa y en muchos otros eventos religiosos católicos, suelen estar presentes en lugar de privilegio bastantes ateos. No, no se asombren. Me refiero a centenares de personas que acuden a las manifestaciones religiosas vestidas de etiqueta y en función de sus cargos públicos, desconociendo que han sido elegidos por creyentes y no creyentes y que la constitución, que tanto invocan cuando les conviene, habla de la separación de la iglesia y el estado. Por supuesto, nada tengo contra su presencia a nivel personal, sea ésta por creencia o por puro placer estético.
 
 
 

martes, 26 de marzo de 2013

Escrache


El escrache es una palabra que la plataforma antidesahucios ha puesto en la debate político. Procede del lunfardo, un dialecto surgido en el siglo XIX en Buenos Aíres, propio de las clases populares , sobre todo de los sectores relacionados con la delincuencia. Permítaseme recoger lo que dice Wikipedia sobre el origen del término:
“El lunfardismo "escracho" es de muy antigua data en el Río de la Plata y ya era mencionado por Benigno B. Lugones en 1879 referido a la estafa que se comete presentando a la persona a quien se quiere engañar un billete de lotería y un extracto en el que el mismo aparece premiado y procurando así que la persona acepte recibirlo pagando un importe menor que el que supuestamente va a recibir como premio.[10] También, posiblemente del genovés "scraccé", como sinónimo de fotografía, especialmente retrato del rostro. De esta segunda acepción pasó a significar cara y, especialmente, cara fea.[11] De allí derivó el verbo escrachar con el significado de retratar y, más recientemente, el de romper la cara.[12] Se han dado varias hipótesis sobre su origen, entre ellas la que lo hace derivar del inglés to scratch que significa raspar (el billete usado en la estafa se raspaba para modificar su número) o del italiano scaracio escupitajo.[13]

Yo lo sufrí  en diciembre del año pasado en su acepción más antigua. Eso sí. Fue un escrache bendecido por la ley.  Silencioso. Simplemente se rieron en mi cara y me atracaron o estafaron: me birlaron una paga entera. Insisto, fue un escrache silencioso, frío pero cortés. No tuvieron malas palabras conmigo, no me dijeron que fuera un profesor inepto,  ni a mi vecina la enfermera le insinuaron que sacaba sangre de manera deficiente. Ni al poli del quinto le amonestaron por impericia en el uso de la porra. No, no tuvieron malas palabras. Al revés mi hombro aguantó alguna palmadita solidaria o condescendiente. Tuvieron algo peor que una mala palabra, que un insulto: una mala acción. No violaron las formas, pero llegaron hasta el fondo… de mi cartera. Y encima me hicieron el escrache silencioso en contra de las leyes de Robin Hood. Me roban a mí, profesor que no extrae plusvalía de nadie, que intenta desadoctrinar niños y adolescentes y dotarlos de un pensamiento crítico, para que los grandes ricos sigan aumentando su riqueza y evadiendo al fisco miles de millones de euros al año. ¿Quién le hace escrache a don Emilio Botín? No, no llegamos a su Olimpo. Tenemos que hacérselo a los que tienen un poder vicario, a los señores diputados del partido del gobierno. ¿Les va el escrache en el sueldo? ¿Sufren? Seguro que sí. ¿Me parece mal? No. Sé que no es la solución, pero cuando nos están poniendo la cara como un tomate no voy a lamentar que los administradores de ese sufrimiento, quiénes tienen al alcance de su mano al menos paliarlo, vean alterada su tranquilidad.
Permítanme una reflexión que me viene al paso. Ya saben mi querencia, quién me haya leído en otras ocasiones, por las ideas que me cruzan al vuelo. Recuerdo que Zapatero convocó a la Moncloa, creo que  en dos ocasiones,  a los 40 principales empresarios del país, que se sentaron a su alrededor en orden de fortuna decreciente. En aquellos momentos yo echaba espumarajos por la boca. Pensé: “Yo ya sé que eres el mayordomo de los oligarcas, pero piensa en la S y en la O de tu partido, ten dignidad y no lo escenifiques”. Ahora, el tiempo vira los enfoques y acera los análisis, veo la sapiencia brutal de Zapatero. Ese hombre ante su destino, ante esa cabeza suya (bueno la de Rubalcaba) que iba a caer al cesto,  decide mostrarnos al verdadero gobierno del país. Zapatero, cual chulo de arrabal bonaerense, quería tocarnos la cara, irritarnos, hacernos un escrache a lo bestia. Sabiendo la proximidad de su muerte (política) decide redimir sus pecados de lacayo burgués, abriendo una espita de gas que inflamara nuestro odio. Quería montar la revolución, afloró de su alma el marxista primigenio que alumbró su partido en 1879.  Incluso convocó cuarenta para que lo asociáramos con el cuento. Y lo asociamos. Pero ni por esas… no estuvimos a la altura de la sutil llamarada presidencial.
Retorno. El escrache humorístico es de Cristiana Cifuentes: que la delegada gubernativa en Madrid - ¿delegada en Madrid de un gobierno que tiene su sede en Madrid?- hable de la inviolabilidad del domicilio en un país donde hay desahucios cada día, demuestra que nos han perdido el respeto casi por completo, que nos miran a la cara y tiene que hacer tremendos esfuerzos para que no les entre la risa floja, esa risa incontrolable que a veces nos surge en el lugar menos apropiado.
Humoradas  aparte, cuando un movimiento empieza a preocuparles, a resultarles ya un pelín coñazo, tienen una táctica infalible: criminalizarlo. “¡Uhhhhhh, que los vi con el amigo del amigo del cuñado de uno de ETA!”. “¡Ir detrás del diputado es violencia intolerable!”. La gente de la plataforma antidesahucios está yendo -y esa es una gran virtud-  más allá de esos paseos estériles que llamamos manifestaciones y en las que España es campeona mundial. Ahora se habla del escrache como en su momento se habló del asalto a los supermercados. Es cierto Cifuentes, quizás cada vez haya más gente que se esté radicalizando, buscando la raíz, y eso los hace peligrosos. O no. Quizás todo sea flor de primavera. Usted y los suyos son expertos podadores.
 

sábado, 23 de marzo de 2013

Chávez, Allende y el Che. Defensa radical de la revolución venezolana


En mi imaginario, en mi educación sentimental y en la de tantas otras personas de mi generación, o mayores, está la figura del presidente de Chile Salvador Allende. En nuestras retinas, al borde de las lágrimas aunque veamos las imágenes cien veces, están los aviones de los militares fascistas y felones bombardeando La Moneda y en nuestros oídos el último y maravilloso discurso de Allende, a través de Radio Magallanes, que acaba así:
“…mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡ Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”
En quiénes luchábamos contra el fascismo en la España de los 70, quedó grabada a fuego la huella de ese luchador social (el mismo se definió así) que fue el presidente Allende. Un coloso moral, un mártir de la clase obrera. Diría, quizás pisando terreno pantanoso, que a la izquierda le gustan los  mártires, los líderes que se sacrifican en pos de la causa. El problema es que, sospecho, los amamos mucho más si esos líderes son… derrotados. Es muy amplio el espectro de quiénes portan la camiseta del Che (el icono más reproducido del s. XX). El revolucionario que murió casi solo en Bolivia, andrajoso, quijotesco. Al que fotografiaron, ya cadáver,  en la escuela de La Higuerita, como si el Cristo yacente de Mantegna se hubiera encarnado casi 500 años después en aquellos parajes, paradójicamente olvidados de la mano de Dios. En cualquier persona con sensibilidad social suele brotar una simpatía natural por la simbología que nos transmite el Che. En los puestos de cualquier mercadillo del mundo una chapa o una cachucha con su rostro nos dicen: “Hasta la victoria siempre”. Y el paseante ojeador, persona del pueblo, simpatiza. Tal vez porque desconoce que el invocador de la victoria era, más allá del aura justiciera que convirtiéndolo en leyenda lo desdibujó, un comunista de primera hora -cuando aún Fidel usaba únicamente el remo del antiimperialismo martiano-, un comunista convencido que defendía la vigencia de la lucha de clases y la dictadura del proletariado (concepto que a mucha gente de izquierdas horroriza más que el de la existente dictadura de los mercados, que encubre, terminológicamente, la dictadura oligárquica que brutalmente ataca nuestros derechos hoy en día).
Sí, cuando se tiene el cerebro alineado con el corazón, es imposible no emocionarse con Allende, con ese hermoso experimento que se llamó “vía pacífica al socialismo”, aunque al final su más grande soñador, el hombre que creía en la palabra como única herramienta política, por pura dignidad, utilizó un fusil para defender La Moneda y para inmolarse. La experiencia chilena generó gran debate entre las organizaciones revolucionarias de la época. Se concluyó, en general, que la vía pacifica a un cambio social drástico estaba cerrada. La burguesía nunca consentiría la consolidación, si lograba acceder, de un bloque popular que quisiera transitar hacia una sociedad socialista. En aquella época existía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, un estado plurinacional socialista. Un estado donde la dictadura del proletariado, la dictadura -sí, sé que la palabra es fea- de la gran mayorías asalariada sobre las fuerzas burguesas había mutado en un control burocrático del PCUS, que en buena medida acabó relegando a los soviets –asambleas de trabajadores- a un papel secundario. Pronto, poco más de diez años después, a inicios de los 90, este debate sobre la toma del poder violenta o no era apenas un vestigio arqueológico para paleocomunistas añosos. El bloque socialista se derrumbo con estrépito de cascotes rebotando por el planeta. El socialismo era un cadáver y había capitalismo para mil años. Cualquier debate que contuviera la palabra socialismo como significante de una sociedad donde primara la propiedad pública sobre la victoriosa propiedad privada era la pataleta de cuatro orates nostálgicos. Lo teorizó -creo que lo he mencionado en algún otro texto de este blog- Francis Fukuyama en su libro “El fin de la historia y el último hombre” (1992) en el que certifica el fin de la lucha ideológica con el triunfo definitivo de las democracias neoliberales. Sólo faltaba el advenimiento de un cristo inverso al yacente de la Higuerita, un cristo-rey redivivo  y bendiciendo el orden social reinante más allá del fin de los tiempos.
Y en esto llego Chávez y, fracasando para vencer, mando a parar.
En el mismo año de la profecía neoliberal un teniente coronel del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 se subleva en Venezuela. Previamente, en 1989, se había producido “el caracazo”. Miles de personas, ante la subida generalizada de precios y un binomio político-oligárquico cleptómano, salen a las calles a saquear. No era un movimiento organizado, era pura rabia popular. Se saldó con más de mil muertos .
Un inciso: un politólogo apellidado  Lavezzolo, en un artículo en “eldiario.es”, usando 5 parámetros (gráfica incluida), llegó a la conclusión de que hasta el 98 Venezuela cumplía los parámetros democráticos y que hoy, en cambio, roza claramente el autoritarismo. Los mil muertos del caracazo, bajo el gobierno socialdemócrata de Carlos Andrés Pérez, miembro de la Internacional Socialista (ojito con quién te juntas Talegón), pueden reposar tranquilos en sus tumbas. Los masacró una democracia. Es un consuelo. El hambre y la pobreza democráticas siempre son mejores que el hambre y la pobreza dictatoriales. Ya que no nos dejan acoger comida en la boca, que nos dejen, madre de todos los consuelos, expulsar improperios por ella.
Retorno: sí, con la sombra del caracazo, el 4 de febrero intenta Chávez un golpe de estado que, afortunadamente, a pesar de la justeza de sus intenciones, fracasó. Vuelvo (sepan disculparme, siempre me surgen meandros en la exposición) a realizar un inciso aclaratorio: sé que para muchas personas la expresión golpe de estado conlleva una condena automática. Y lo entiendo, ese tic también se pone en marcha en mí. No obstante ¿qué fue el 25 de abril portugués?, otra de las fechas emblemáticas de los izquierdistas setenteros. Fue, en sentido clásico, un golpe militar puesto en marcha con la emisión de la entrañable “Grándola Vila Morena” de Zeca Afonso. Los fusiles de los capitanes de abril, antes de cubrir sus bocas de muerte con claveles, dispararon para deponer la resistencia de sectores fascistas, sobre todo de la policía política portuguesa (PIDE). En el siglo XIX español buena parte de los pronunciamientos militares (así denominados porque se iniciaban con un manifiesto o proclama) fueron realizados por militares progresistas. Recordemos que el himno de la 2ª República se denomina “Himno de Riego” en honor de Rafael del Riego quién encabezó el pronunciamiento que daría comienzo al “trienio liberal” (1820-23) que hubo en el reinado del nefasto Fernando VII (digno antepasado del Borbón que hoy disfrutamos). Sin embargo, aunque la nefasta experiencia española del siglo XX nos hace asociar golpe militar con  golpe fascista, no siempre ha sido así. Las sublevaciones militares las vinculamos con el generalato, mayormente imbricado a los sectores oligárquicos de sus países. Pero en determinadas ocasiones son capitanes, como en el caso de Tomás Sankara en Burkina Faso (País de los hombres integros), cuya madre seguía vendiendo en el marcado cuando su hijo era presidente. Recomiendo la novela de Antonio Lozano “El caso Sankara”, para acercarse a este líder antiimperialista africano, tan desconocido como fascinante. Otras veces son comandantes o tenientes coroneles provenientes del pueblo, y no desclasados, los que se sublevan.
Chávez se plantó contra la podredumbre ideológica de la 4ª república venezolana con una carga ideológica aún difusa, embrionaria, cubriéndose con el manto de Bolívar, símbolo del hombre puro, del libertador que murió pobre y denostado, contemplando el naufragio de su sueño, de lo que hoy en América llaman -hasta el Papa Francisco la ha denominado así- “la patria grande”. Chávez en 1992 es un nacionalista bolivariano y antiimperialista que, como dije más arriba, afortunadamente fue derrotado. Perder le evitó el baldón, aunque se alzara contra la situación lacerante que padecía la mayoría de su pueblo, de llegar al poder con el estigma -que sus enemigos renuevan con gran presteza- de la rebelión militar. Además, su proyecto, inmaduro (me ahorro un jueguito de palabras), carecía de la definición que fue adquiriendo en años posteriores, una hoja de ruta de carácter socialista. Y esto es muy importante, a la vez que los neoliberales anuncian a bombo y platillo que la historia se acaba, que todo el mundo para casita pues no hay más cera que la que arde, Chávez, en los albores del siglo XXI les dice que Venezuela va tomar un rumbo propio hacia el socialismo  a golpe… de elecciones.  Si yo fuera creyente imaginaría a Allende regocijado desde un rincón celeste. Encima empieza a abrir puertas. Se forma tremenda ventolera. El gran caserón latinoamericano empieza ser batido por corrientes con aromas colectivistas. Chávez, desde el respeto, con el ejemplo, entre visita y visita para abrazarse a Fidel, es partera de Evo y Correa. El sandinismo vuelve al poder en Nicaragua. Y el concepto de “Patria Grande”, que implica antiimperialismo y en algunos países un modelo social alternativo e igualitario, deja de ser una entelequia y comienza a plasmarse en instituciones concretas de integración regional que no incluyen a EEUU.  Nos guste o no, el “padre” de todo esto es el zambo Chávez -un mil leches mezcla de negro, indio y blanco- , dicharachero y cantante, al que desde el estado español han denostado, con bastante éxito según las encuestas.  Esa “olla podrida” también la ha saboreado, incluso con deleite, la socialdemocracia. Si lo atacan –sí, en presente, el muerto sigue vivo- es por su peligrosidad, porque en lugar de emular a James Dean y “hacer un bonito cadáver” digno de un rebelde sin causa. O usando la retranca fatalista de Di Stefano cuando dijo aquello de “jugamos como nunca y perdimos como siempre”. En lugar de un a derrota muy estética, está logrando una victoria muy preocupante para los oligarcas de América Latina. Una victoria que se está dotando de lo más importante para perdurar: conciencia.
Le he escuchado una frase a Chávez que se me ha quedado grabada, es muy simple: “Hay patria… Tendremos patria”. Es curioso. Primero habla en presente y después en futuro. A mí me da sensación de tránsito, de proceso.  Alguno estará alarmado. Sé que a muchas personas en el estado español la palabra les trae reminiscencias del fascio hispano. Pero no. Aquí el concepto de patria es radicalmente distinto. No es el concepto huero e imperial con que a los ya canosos y pelados (término argentino de calvo) nos educaron. Una patria vacía de gente y desbordada de historias apolilladas que convierten, constantemente al mercenario en héroe (por ejemplo El Cid, mito español y cristiano de una inexistente España, que puso su espada al servicio del “infiel” musulmán). Cuando Chávez habla de esa patria en construcción le está diciendo a su pueblo humilde que tendrá futuro, que estará orgullosa de tener educación, techo, cultura, de ir poseyendo, quizás poquito a poco, más espacio para decidir. Chávez equipara patria con dignidad, despoja esa palabra, al menos en gran medida, de estandartes raídos y pendones opresores.
La referencia Chávez, como el Che o Allende, queda ya para siempre, con una pequeña diferencia, no es una referencia de derrota, es una referencia optimista, que avanza, que el próximo 14 de abril, para muchos republicanos siempre una fecha hermosa, puede dar otro pasito hacia una sociedad más justa. Chávez vino para quedarse, para remover conciencias, para aportar savia nueva a la palabra socialismo. A bastantes personas de izquierdas les chirrían las excesivas referencias religiosas, -esos aferramientos a Cristo que Maduro ha heredado de Chávez-, que adornan los discursos de los líderes venezolanos. Soy tajante. Gustos o disgustos concretos aparte, la bondad global del proyecto socialista bolivariano debe ser defendida por cualquier persona de izquierdas. Ojo, no nos confundamos, no hablo de carta blanca para nadie. Pero cuando calibro no tengo dudas. Mi defensa del legado de Chávez es radical en el doble sentido: en la contundencia y en la necesidad de ir a la raíz de los procesos sociales, de valorar si ese proyecto está abriendo camino, está ganando pensamientos, está siendo una herramienta para hacer un mundo mejor, un mundo que no se resigne a una sociedad capitalista que hace 20 años parecía una losa inamovible.
Las sociedades perfectas, monolíticas, se alejan del socialismo. Cuando en el Soviet Supremo de la URSS la votación era del 99 o el 100% yo debería haber pensado: “están enterrando el socialismo”. Un sistema político donde el debate tiene que ser infinitamente más vivo -porque aspiramos a que cada individuo sea un ser formado- que en la sociedad capitalista, donde la opinión de mucha gente se alimenta en los comederos ideológicos de los oligarcas propietarios de los grandes  medios, fundamentalmente televisivos. Por cierto, para los que hablan de falta de libertad de expresión en Venezuela: allí los grandes medios privados son mayoritarios y luchan, unidos, con un elevado concepto de clase (que yo les envidio), contra el proyecto revolucionario. Aquí, en el estado español, salvo en el refugio de Internet, la prensa y la televisión fluctúa entre el centro derecha y la derecha extrema.
Acabo. El 14 de abril, fecha emblemática y querida para los republicanos, en Venezuela se celebran unas elecciones verdaderas, donde se enfrentan dos modelos de sociedad diferentes. Donde cada voto empujará por un camino u otro. Aquí, en el estado español o en Canarias, cuando llegan las elecciones tengo la sensación de que voy a elegir al cochero que llevará las riendas de ese gran carro del que el pueblo tira y que tiene un camino único, predestinado.

jueves, 14 de marzo de 2013

Francisco


Los católicos ya tienen Papa. Yo me zafo del "Habemus Papam", musiquilla incluida. Al hilo de esto me viene a la mente la famosa frase con la que Anguita zanjó una polémica que había surgido entre él (en su época de alcalde de Córdoba) y el obispo Infantes Florido: "Usted no es mi obispo, pero yo soy su alcalde". En diez palabras don Julio marcó territorio y puso al poder celestial bajo la égida del poder terrenal.


En el mundo hay poco más de 7000 millones de personas, de las cuales 1200 millones profesan la religión católica (17%). Desconozco como se elaboran esas cifras. Si el criterio es el número de bautizados o los niños que hacen la primera comunión, los números podrían estar algo hinchados, pues estos dos sacramentos los recibe la persona cuando aún no tiene capacidad de decisión propia. Probablemente a la confirmación, que se produce cuando la persona ya tiene 15 ó 16 años, la concurrencia ya es menor. Reconozco que a esto contribuirá, creencias religiosas aparte, la falta de boato de este sacramento respecto a las "pequeñas bodas" comunionales.


En una reciente encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) el 70% de los españoles se declaraban católicos. A mí me cabe la duda -soy consciente de especular-, de si esas personas cuando afirmaban su catolicismo, en realidad daban testimonio de su creencia en un ser sobrenatural (muchas personas cuando son preguntadas por su religiosidad dicen: "Yo creo que debe haber algo") o, su admiración por la figura -histórica o no- de Jesús. Cuando la pregunta del CIS se cerró más, añadiéndole a la palabra católico el término practicante, la cifra descendió al abismo del 11%. O sea, creer en un ente superior y, lo más importante, protector, sí. En cambio se produce un desmarque masivo de la ritualización religiosa, salvo las ceremonias que implican celebraciones que podríamos calificar de mundanas (regalos, comilonas). Pongo un ejemplo. Hoy, en clase de ética con 4º de la ESO, pregunté al alumnado que había hecho la primera comunión. la mayoría, cuándo habían tomado la segunda. Sólo una mano se levantó y cuando casi felicito a la alumna por su coherencia ésta me aclaró que iba a misa para acompañar a su abuela. Por supuesto, la respuesta me enterneció y el motivo me pareció poderosísimo, libre de todo pecado original.


He empezado este texto remarcando, adrede, que ya tienen Papa los católicos. Que ya un nuevo guía espiritual ilumina su camino. Sin embargo, paradojas de la vida, yo que ya no pertenezco a la Iglesia "verdadera", probablemente me siento más concernido por ese nombramiento que muchos autodenominados católicos no practicantes. La razón es muy sencilla. Desde que en el siglo IV el cristianismo se convirtió, con el emperador Teodosio, en la religión oficial del Imperio Romano, ha sido un actor político de primer orden al lado o al frente de las sucesivas clases dominantes. Y no ha abandonado el escenario ni un segundo. Han tenido durante muchos siglos, en especial en Europa y América, el poder de modelar las mentes de la gente. Para la gran mayoría de la población, campesina y analfabeta hasta bien entrado el XIX e incluso el XX , su medio de comunicación -su radio, su televisión- era el púlpito.


El Papa, más allá de su liderazgo religioso que conlleva un liderazgo moral, tiene, aunque sea de manera más soterrada, no solo por ser un jefe de estado, un perfil netamente político. Antes de referirme a este último quisiera hacer una referencia al ámbito moral. Sencillez y humildad. En menos de 24 horas he oído esos conceptos, referidos a Borgoglio, repetidamente, tanto en la voz del docto teólogo como del ciudadano al que le ponen un micrófono en la calle. El manto se teje a una velocidad vertiginosa. Ante la dudosa moralidad de los cardenales burócratas que pululan por el Vaticano surge la figura del hombre del sur, del hombre futbolero y que viaja en colectivo (argentino) o guagua (canario) y se compadece de los humildes, de los pobres. Y aquí, hombro con hombro, junto a la moral, se cuela la intención política. Pienso que este Papa viene a disputarse a los pobres. Hoy en día nadie duda de la importancia del Papa Juan Pablo II para desestabilizar, por la vía polaca, a los países del bloque socialista. Cuando se hizo público el origen del nuevo pontífice no pude evitar asociarlo con la emergencia en toda Latinoamérica de gobiernos que utilizan la palabra socialismo sin complejos, de gobiernos que plantean una contra hegemonía a los EEUU. Gobiernos que, por primera vez en casi 200 años de independencia, intentan poner las riquezas nacionales al servicio de las grandes mayorías. Gobiernos que saben que la lucha de clases no es una antigualla y que no creen en ficticias unidades nacionales entre explotados y explotadores. Sí, en esos países, cada uno con sus características, se visibiliza el conflicto social. Y a diferencia de Europa, allí los sectores populares están llevando la iniciativa ¿Puede Francisco, el hombre apacible, ser un nuevo Carol Woytila con querencias tanguistas? No lo sé. Pero apuesto lo que sea que, boutades de Maduro aparte al hablar de una intercesión de Chávez ante Jesucristo tras su ascensión a los cielos, en las presidencias de Venezuela, Ecuador, Bolivia y , por supuesto Argentina, analizarán detenidamente el impulso de rearme ideológico, que el nuevo Papa puede suponer para los poderosos sectores que quieren torcer el rumbo autónomo de sus países, y lograr que retornen al viejo orden. Aquel donde el desposeído es objeto de veneración, de consuelo, de ayuda, siempre y cuando no quiera convertirse en lo vetado: en sujeto.


 


 



martes, 12 de marzo de 2013

Empoderamiento


Esta reflexión surgió como un comentario en prensa a las manifestaciones celebradas por el Foro Social el 10 de marzo. Después ha crecido, como suele ser habitual en mí, de manera un poco dispersa, con ideas que entran y salen.
 
 
He ido a todas las huelgas generales y a casi todas las manifestaciones. Pero veo que no los movemos de su empeño ni un milímetro. Y tengo la sensación de que las manifestaciones se han convertido en una palabra casi antitética a su significado luchador: paseos. Inocuos paseos que miran, los poderosos, con displicencia. Somos tan poco peligrosos que no necesitan ni reprimirnos. Nos dejan actuar "libremente". Hacer las rutas habituales con los horarios habituales y los caretos habituales con los que departimos amigablemente y, por supuesto, las consignas habituales acompasadas con batucadas carnavaleras… cada vez más habituales. Con las huelgas generales ocurre algo similar. No les hacemos ni cosquillas. En este caso la responsabilidad en gran medida es nuestra por el esquirolaje que hay, por una parte, y por la precariedad que asusta, que amilana,  por la otra. Hay quién habla de una huelga general más contundente. Imagino que esa persona sueña con varios días de paro o incluso en  indefinirlo. Pero la realidad es que no somos capaces de paralizar por completo el país un único, un mísero día para dar un puñetazo en la mesa y poner un rictus de preocupación en sus indiferencias. ¿Les jodería que nos suicidáramos? Se me viene a la mente el Frente Popular de Judea de Monty Python y su autoinmolación a los pies de Brian.
Y cuando llegue el día de votar ¿se apoyará masivamente por parte de la clase trabajadora a opciones de izquierda transformadora? ¿Se volverá al redil psocialista asustada la ovejita por el lobo de la derecha pepera? Sé que me repito: nos están ganando por goleada. La derrota adquiere dimensiones históricas, contundente y para decenios.
No ignoro que los sindicatos son algo más que sus cúpulas. Pero no les voy a quitar un ápice de responsabilidad a los dirigentes en su labor de dirección, de orientación de las tareas y objetivos sindicales. Tomemos el ejemplo de Venezuela, aunque sé que estoy pasando del ámbito sindical al político. El pueblo es fundamental, pero la función directora y aglutinadora de Chávez ha sido imprescindible. Por eso desconfío del argumento que otorga a la gente la responsabilidad –un efecto espejo- de la actitud sumisa de los sindicatos. Chávez ha educado al pueblo, ha hecho de millones de personas combatientes “concientes” de la revolución. Gente humilde que te hilvana un discurso de varios minutos sobre el status que han adquirido, sobre sentirse pueblo y parte de un proyecto de sociedad más solidaria. Estos días he oído un término, para mí novedoso y hermoso, entre diferentes analistas de la realidad venezolana y del conjunto de América Latina: empoderamiento. El pueblo, la clase trabajadora, siente que tiene poder y quiere defenderlo. ¿Ustedes sienten que tienen poder aquí? ¿Perciben que cuando van a votar se está discutiendo un modelo de sociedad, una alternativa? No, no hablamos de alternancia. El poli bueno y el poli malo trabajan en la misma comisaría. Y al final de la jornada se toman una cervecita juntos y quizás incluso hasta cuchicheen de lo vividor que es el jefe y lo gagá que se está poniendo el vejete. Que se jubile y pongan otro más joven, que la comisaría necesita un repasito, ventilarla  coño.  Si es que parece que se fueron de caza y se olvidaron los cadáveres en el armario.
Aquí nos echan a patadas del supuesto  vagón de la clase media y nos sentimos desvalidos y desorbitamos los ojos y pensamos que fuera del ppsoe no hay atmosfera, que nos espera un limbo donde quedaremos secos al instante. Aquí, muchos dirigentes sindicales y políticos, de los que no cuestiono su honestidad, han sido un freno a la conciencia de los trabajadores. Han arrumbado en el trastero de sus sedes, entre las viejas banderas que han sustituido por otras de plástico, los conceptos de explotación o lucha de clases. Volviendo al ejemplo venezolano, allí las fuerzas de izquierda hablan de la oligarquía, seres de carne y hueso, como el enemigo a batir. Aquí se habla de “los mercados o los bancos”  -entes casi abstractos- y renunciamos al nombre que les corresponde, que los identifica como minoría dominante.  A veces en un ejemplo de arrojo desmesurado y excepcional dicen: “…y no descartamos convocar una huelga general”. En cambio, verbalizan y actúan  a todas horas como adalides de un pacto social que - ¡oh magnífico logro!- hizo que los trabajadores en 2012 ganaran un 8% menos y los empresarios un 1%  más. Esta acción me parece bastante absurda incluso desde un punto de vista pactista. Si quieres negociar en posición ventajosa no tengas una actitud entreguista desde el primer minuto. Plántate, cálzate los guantes y ensaya un gesto fiero. Que ya tenemos la cara hecha un poema.

martes, 5 de marzo de 2013

Ya Chávez está para siempre con nosotros


En la historia de América, ya, para siempre, hay un antes y un después de Chávez. Él ha impulsado un movimiento revolucionario que, más allá de sus dificultades y sus contradicciones, ha comenzado a andar, a arrojar granos de conciencia por toda América Latina y el mundo. Para mí ese es el gran valor de Chávez. Es un día triste para la gente que quiere un mundo más justo, un mundo libre de las exacerbadas diferencias sociales que lo aprisionan. Creo que cumplió sobradamente en su paso sobre este planeta. Vivió no sólo para sí o para una casta privilegiada, sino sobretodo para los desamparados, los olvidados.
Se merece el descanso, pues ya la lucha era infructuosa. Que la tierra, esa vuelta a la naturaleza primigenia, le sea leve. Ha sembrado, compañero. Es lo que cada persona que quiere mejorar el mundo, en su pequeño ámbito, debe hacer: susurrar en muchos oídos hasta que el estruendo de la cosecha les haga temblar.
Acabo con unos versos de Kavafis, la tercera parte del poema “Itaca”, que son un pequeño homenaje a un soldado del pueblo -espécimen, salvo honrosas excepciones, no muy abundante-:
 
Buen viaje para los guerreros
que a su pueblo son fieles
favorezca el Dios de los vientos
el velamen de su barco
y a pesar de su viejo combate
tengan placer de los cuerpos más amantes.
Llenad redes de queridos luceros
llenos de aventuras, llenos de conocimiento.
Buen viaje para los guerreros
si a su pueblo son fieles
y a pesar de su viejo combate
el amor llena su cuerpo generoso
encuentren los caminos de viejos anhelos
llenos de aventuras, llenos de conocimiento.
 
Pongo el enlace a una reflexión más profunda de lo que ha  significado Chávez que hice el 9 de diciembre, cuando anunció el agravamiento de su enfermedad.
 
 

domingo, 3 de marzo de 2013

La inmodélica y permisiva -con los fascistas- Transición

El 3 de marzo de 1976 se cometió uno de los grandes crímenes del fascismo en España. Cinco trabajadores murieron baleados por la policía al salir de una iglesia en la que celebraban una asamblea, después de que las fuerzas del orden fascista lanzaran gases lacrimógenos al interior. Sí, nuevamente son ustedes adivinos. Nadie paso ni cinco minutos en un calabozo por el por la matanza, que dejo también cien heridos de bala. El señor Fraga, ministro del interior en ese momento, sería un padre de la constitución y murió el año pasado en loor de santidad democrática. 
Ya era rey, absoluto en aquellos momentos, Juan Carlos. Ese al que debemos la democracia. Aunque hay fundadas sospechas de que se ha cobrado la deuda, crematísticamente, con amplitud. La llamada Transición, debió llamarse "Transubstanciación" (lo confieso, para escribirla correctamente he mirado el diccionario). En España no se produjo la conversión, durante la eucaristía, del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Aquí el misterio fue más insondable aún. Una pléyade de fascistas, con el ahijado político de Franco al frente, transmutaron bíblicamente en demócratas de toda la vida. Cierto es que lo hicieron con la colaboración de algún monaguillo, -teóricamente izquierdista- que se acabó pisando la casulla, con el consiguiente leñazo, en su carrera por llegar al altar. Al nazismo alemán lo transubstanció un ejercito de ateos en esas aras gigantescas que fueron Stalingrado o la batalla del Kursk. Aquí el heredero del fascista, coronado como fascista, con la mirada atenta de Pinochet, es el primero de los demócratas. En cambio los nombres de los cinco asesinados en Vitoria-Gasteiz, en un periodo de fuerte lucha obrera por la democracia, son absolutamente desconocidos. Son, a su pesar, héroes. Héroes sin honores, en un país donde cualquier fachilla es un prohombre. Es probable que la gran mayoría de la gente, lamentablemente, pues aquí el poder siempre ha contribuido a diluir la memoria antifascista,  desconozca incluso la existencia de esos sucesos. Ni siquiera les han pedido perdón a sus familias y al resto de las víctimas de esa acción que sólo puede ser calificada como terrorista.
Pongo el vídeo del tema que  Lluís Llach compuso tras los sucesos. Se llama "Campanades a Morts". Es una versión que cantó en Vitoria en el treinta aniversario de los sucesos, con la orquesta sinfónica de Gasteiz y el orfeón donostiarra.