miércoles, 27 de marzo de 2013

De procesiones y ateos


Los ateos no son ciudadanos de 2ª categoría. Hablo en el terreno moral, por supuesto. En el otro, en el material, en la 1ª división juegan muy pocos, sean ateos o creyentes.  Partiendo de la igualdad moral tienen derecho a manifestarse cualquier día del año, incluidos jueves o viernes santo. Con que utilicen un trayecto que no se cruce con las manifestaciones religiosas o procesiones debería bastar. Aunque soy de los que piensan que, incluso si circularan por zonas colindantes, no debería ocurrir nada. Respeto y punto. Defiendo la libertad religiosa, que implica también la libertad de no tener religión. No hay provocación ninguna, simplemente el derecho de unos ciudadanos a defender su visión, en este caso atea, del mundo. Y además, es profundamente razonable que se convoquen justo en semana santa. Cuando está en su máximo apogeo de fervor la celebración religiosa callejera, otros ciudadanos quieren reivindicar una visión alternativa del hecho religioso en el mismo foro: en la vía pública. Una visión sin dioses. Una visión más dura, que nos deja a la intemperie. No quiero engañar a nadie, no soy neutral. Soy, desde mi reflexión personal, ateo. Un ateo temeroso, lo reconozco sin vergüenza, un hombre que es consciente de su finitud  y de que se irá debilitando y que teme en la debilidad buscar asideros inexistentes. Tengo claro que infiernos o paraísos ultraterrenales no existen. Hecho que en general me produce tristeza, pues me encontraría allí (en el paraíso) con mucha gente querida y además me sentaría en la balconada celestial, como si estuviera en tribuna, con una cervecita o un cubata, a ver como sigue la vida en esta nuestra “querida, contaminada y única nave espacial” según palabras de Walter Martínez, irónico analista de política internacional de la emisora TeleSur. Me irrita, quizás por mi condición de profesor de historia, o sea, de cotilla profesional y retroactivo, quedarme a mitad de este largometraje apasionante, lleno de amor, odio, aventura, felicidad y mucho desgarro.
Las personas que piensan como yo tienen derecho a dar testimonio -en la calle, como los creyentes- de que nuestro espíritu va atado, aunque se sienta insolente y jovenzuelo, a nuestro cuerpo deteriorable. Y cuando éste se corrompa, nuestro hálito quedará en la gente que nos quiso. Otras personas, por su fuste intelectual o por su notoriedad artística o de cualquier otro tipo, hacen que permanezca ese soplo en su legado, que sea más o menos recomendable es otro cantar. El común de los mortales caducaremos cuando se diluyan las lágrimas de quiénes nos llorarán.

Una última consideración. En las procesiones de Semana Santa y en muchos otros eventos religiosos católicos, suelen estar presentes en lugar de privilegio bastantes ateos. No, no se asombren. Me refiero a centenares de personas que acuden a las manifestaciones religiosas vestidas de etiqueta y en función de sus cargos públicos, desconociendo que han sido elegidos por creyentes y no creyentes y que la constitución, que tanto invocan cuando les conviene, habla de la separación de la iglesia y el estado. Por supuesto, nada tengo contra su presencia a nivel personal, sea ésta por creencia o por puro placer estético.
 
 
 

3 comentarios:

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  3. Creer o no creer en Dios es un tema muy delicado, un tema que seguirá entre nosotros por muchos más siglos.
    A medida que transcurre el tiempo, poca poco entre los jóvenes las creencias van disminuyendo o por lo menos si creen no son tan practicantes. Lo podemos ver en la semana santa o incluso sin ir más allá cada domingo si vas a la iglesia, que solo van personas mayores y si hay jóvenes es que están acomapañando, porque los ves distraidos en otra cosa. Yo, no creo en nada, no creo en alguien que está en el cielo y escucha nuestras plegarias, veo a personas que para ser fuertes se apoyan en dios, la fe les da fuerza para seguir adelante y no sentirse solos, se ponen a rezar para que la vida les vaya mejor. Básicamente, tenemos que creer en nosotros mismos, nuestra fuerza interior para salir adelante, saber que hay momentos mejores que otros, afrontar esas épocas duras sabiendo que vendrá luego algo mejor, como dice este refrán 'tras la tempestad llega la calma' y creo firmemente en él.
    Creer o no creer es elección de cada uno, y también el respeto. Cuando llevan al extremismo las creencias ya no lo puedo tolerar, por culpa de ellas se ha derramado mucha sangre en el mundo, se han cometido atrocidades llevando a la tortura y a la muerte a personas inocentes. Muy bien, ¿crees o no ? allá tú, pero respeta y ten la suficiente mentalidad como para saber que no todos pueden pensar igual que tú, cada persona es diferente, asi que vive y deja vivir y serás mucho mas feliz.

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