Los
católicos ya tienen Papa. Yo me zafo del "Habemus Papam", musiquilla
incluida. Al hilo de esto me viene a la mente la famosa frase con la que
Anguita zanjó una polémica que había surgido entre él (en su época de alcalde
de Córdoba) y el obispo Infantes Florido: "Usted no es mi obispo, pero yo
soy su alcalde". En diez palabras don Julio marcó territorio y puso al
poder celestial bajo la égida del poder terrenal.
En
el mundo hay poco más de 7000 millones de personas, de las cuales 1200 millones
profesan la religión católica (17%). Desconozco como se elaboran esas cifras.
Si el criterio es el número de bautizados o los niños que hacen la primera
comunión, los números podrían estar algo hinchados, pues estos dos sacramentos
los recibe la persona cuando aún no tiene capacidad de decisión propia.
Probablemente a la confirmación, que se produce cuando la persona ya tiene 15 ó
16 años, la concurrencia ya es menor. Reconozco que a esto contribuirá,
creencias religiosas aparte, la falta de boato de este sacramento respecto a
las "pequeñas bodas" comunionales.
En
una reciente encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) el 70%
de los españoles se declaraban católicos. A mí me cabe la duda -soy consciente
de especular-, de si esas personas cuando afirmaban su catolicismo, en realidad
daban testimonio de su creencia en un ser sobrenatural (muchas personas cuando
son preguntadas por su religiosidad dicen: "Yo creo que debe haber
algo") o, su admiración por la figura -histórica o no- de Jesús. Cuando la
pregunta del CIS se cerró más, añadiéndole a la palabra católico el término
practicante, la cifra descendió al abismo del 11%. O sea, creer en un ente
superior y, lo más importante, protector, sí. En cambio se produce un desmarque
masivo de la ritualización religiosa, salvo las ceremonias que implican
celebraciones que podríamos calificar de mundanas (regalos, comilonas). Pongo
un ejemplo. Hoy, en clase de ética con 4º de la ESO, pregunté al alumnado que
había hecho la primera comunión. la mayoría, cuándo habían tomado la segunda.
Sólo una mano se levantó y cuando casi felicito a la alumna por su coherencia
ésta me aclaró que iba a misa para acompañar a su abuela. Por supuesto, la
respuesta me enterneció y el motivo me pareció poderosísimo, libre de todo pecado
original.
He
empezado este texto remarcando, adrede, que ya tienen Papa los católicos. Que
ya un nuevo guía espiritual ilumina su camino. Sin embargo, paradojas de la
vida, yo que ya no pertenezco a la Iglesia "verdadera", probablemente
me siento más concernido por ese nombramiento que muchos autodenominados
católicos no practicantes. La razón es muy sencilla. Desde que en el siglo IV
el cristianismo se convirtió, con el emperador Teodosio, en la religión oficial
del Imperio Romano, ha sido un actor político de primer orden al lado o al
frente de las sucesivas clases dominantes. Y no ha abandonado el escenario ni
un segundo. Han tenido durante muchos siglos, en especial en Europa y América,
el poder de modelar las mentes de la gente. Para la gran mayoría de la
población, campesina y analfabeta hasta bien entrado el XIX e incluso el XX ,
su medio de comunicación -su radio, su televisión- era el púlpito.
El
Papa, más allá de su liderazgo religioso que conlleva un liderazgo moral,
tiene, aunque sea de manera más soterrada, no solo por ser un jefe de estado,
un perfil netamente político. Antes de referirme a este último quisiera hacer
una referencia al ámbito moral. Sencillez y humildad. En menos de 24 horas he
oído esos conceptos, referidos a Borgoglio, repetidamente, tanto en la voz del
docto teólogo como del ciudadano al que le ponen un micrófono en la calle. El
manto se teje a una velocidad vertiginosa. Ante la dudosa moralidad de los
cardenales burócratas que pululan por el Vaticano surge la figura del hombre
del sur, del hombre futbolero y que viaja en colectivo (argentino) o guagua
(canario) y se compadece de los humildes, de los pobres. Y aquí, hombro con
hombro, junto a la moral, se cuela la intención política. Pienso que este Papa
viene a disputarse a los pobres. Hoy en día nadie duda de la importancia del
Papa Juan Pablo II para desestabilizar, por la vía polaca, a los países del
bloque socialista. Cuando se hizo público el origen del nuevo pontífice no pude
evitar asociarlo con la emergencia en toda Latinoamérica de gobiernos que
utilizan la palabra socialismo sin complejos, de gobiernos que plantean una
contra hegemonía a los EEUU. Gobiernos que, por primera vez en casi 200 años de
independencia, intentan poner las riquezas nacionales al servicio de las
grandes mayorías. Gobiernos que saben que la lucha de clases no es una
antigualla y que no creen en ficticias unidades nacionales entre explotados y
explotadores. Sí, en esos países, cada uno con sus características, se
visibiliza el conflicto social. Y a diferencia de Europa, allí los sectores
populares están llevando la iniciativa ¿Puede Francisco, el hombre apacible,
ser un nuevo Carol Woytila con querencias tanguistas? No lo sé. Pero apuesto lo
que sea que, boutades de Maduro aparte al hablar de una intercesión de Chávez
ante Jesucristo tras su ascensión a los cielos, en las presidencias de
Venezuela, Ecuador, Bolivia y , por supuesto Argentina, analizarán
detenidamente el impulso de rearme ideológico, que el nuevo Papa puede suponer
para los poderosos sectores que quieren torcer el rumbo autónomo de sus países,
y lograr que retornen al viejo orden. Aquel donde el desposeído es objeto de
veneración, de consuelo, de ayuda, siempre y cuando no quiera convertirse en lo
vetado: en sujeto.
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ResponderEliminarLo del "Papa progre" me parece que tiene más de mediático que de real. Que sea muy campechano, futbolero y viaje "en colectivo" está muy bien, pero la frontera del populismo y el progresismo puede ser muy tenue, y más todavía, cuando hablamos del conglomerado de poder e intereses que pivotan alrededor de las altas jerarquías del catolicismo oficial.
ResponderEliminarA la hora de medir el progresismo, creo que existen algunas referencias bastante más objetivas que otras, como la actitud ante los derechos de las parejas gays o el papel ante la represión durante la dictadura argentina. Por poner un ejemplo, que Aznar no sea Mussolini no lo hace progresista, de la misma forma que tampoco hace progresista a Francisco que no sea Ratzinger.