Ya era rey, absoluto en aquellos momentos, Juan Carlos. Ese al que debemos la democracia. Aunque hay fundadas sospechas de que se ha cobrado la deuda, crematísticamente, con amplitud. La llamada Transición, debió llamarse "Transubstanciación" (lo confieso, para escribirla correctamente he mirado el diccionario). En España no se produjo la conversión, durante la eucaristía, del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Aquí el misterio fue más insondable aún. Una pléyade de fascistas, con el ahijado político de Franco al frente, transmutaron bíblicamente en demócratas de toda la vida. Cierto es que lo hicieron con la colaboración de algún monaguillo, -teóricamente izquierdista- que se acabó pisando la casulla, con el consiguiente leñazo, en su carrera por llegar al altar. Al nazismo alemán lo transubstanció un ejercito de ateos en esas aras gigantescas que fueron Stalingrado o la batalla del Kursk. Aquí el heredero del fascista, coronado como fascista, con la mirada atenta de Pinochet, es el primero de los demócratas. En cambio los nombres de los cinco asesinados en Vitoria-Gasteiz, en un periodo de fuerte lucha obrera por la democracia, son absolutamente desconocidos. Son, a su pesar, héroes. Héroes sin honores, en un país donde cualquier fachilla es un prohombre. Es probable que la gran mayoría de la gente, lamentablemente, pues aquí el poder siempre ha contribuido a diluir la memoria antifascista, desconozca incluso la existencia de esos sucesos. Ni siquiera les han pedido perdón a sus familias y al resto de las víctimas de esa acción que sólo puede ser calificada como terrorista.
Pongo el vídeo del tema que Lluís Llach compuso tras los sucesos. Se llama "Campanades a Morts". Es una versión que cantó en Vitoria en el treinta aniversario de los sucesos, con la orquesta sinfónica de Gasteiz y el orfeón donostiarra.
Me gustan especialmente las “peleas dialécticas” de D. Manuel y D. José Juan. El léxico rico, la buena sintaxis, la bella ironía, buscar el negarse como crecimiento, como afirmación…En esta entrada José Juan nos habla de la transubstanciación. También tuve que irme al diccionario.
ResponderEliminarPodríamos decir que un fascista de transforma en un demócrata. Y puede ser verdad, pero no se transubstancia. Y que un militante comunista se transforma en un militante de un partido de derechas. Y es verdad, pero tampoco se transubstancia, sigue siendo un cuerpo humano. Pero que una hostia y un poco de vino se transformen en la sustancia del cuerpo y sangre de Cristo no puede ser más que una representación simbólica.
Hay que distinguir el símbolo del signo. El dinero es signo del trabajo. Los trabajadores transforman el objeto de trabajo en producto del trabajo. Y en este proceso de transformación conservan el valor del objeto del trabajo, del trabajo pasado, en el valor del producto del trabajo, y simultáneamente le añaden nuevo valor, crean valor nuevo. Y en el mercado, por la venta, el valor en forma de mercancía se transfigura en valor en forma de dinero, primera metamorfosis de la mercancía. Primero el producto del trabajo existe como valor de uso y valor, y posteriormente tras la venta de la mercancía por su propietario, el valor del producto del trabajo existe como dinero. Una vez que existe como dinero, el valor de la mercancía vendida puede volver a transfigurarse en otra mercancía, el valor que existía en el cuerpo de una mercancía particular existe, en la misma magnitud, en el cuerpo de otra mercancía particular. Y este movimiento le da sentido a la producción e intercambio de mercancías. Aquí, en la producción y circulación de mercancías, se ve que el dinero es una relación social, que su sustancia es material y social. Se ve que el valor del dinero no es simbólico.
En el programa de la noche de TVE 24 horas los “analistas” afirmaban una y otra vez que entre los ricos había diferencias. Que hay ricos que lo son como fruto de su propio esfuerzo y trabajo. Hablaban de multimillonarios en euros o dólares (cientos de multimillonarios y cientos de millones o miles de millones por barba); Así que hay ricos como productos de su esfuerzo personal en empresas productivas y ricos por mecanismos especulativos o ilegales. Y esto por mucho analista que se sea, aún siendo economista, no tiene una explicación que no sea una convicción producto de la transubstanciación de un espíritu vulgar en un espíritu divino. Este tipo de explicaciones sólo las pueden producir aquellos que transubstancian sus espíritus corporales humanos en espíritus insustanciales divinos.
La riqueza privada desmesurada sólo puede ser explicada por la apropiación de trabajo ajeno, por múltiples mecanismos posibles en la sociedad donde predomina la producción capitalista.
Un saludo.
Me alegra que hayas rescatodo de mi memoria este concierto, que recuerdo me emocionó en su día y me sigue emocionando escucharlo. Un réquiem de Lluís Llach, al que tengo un especial cariño. Esta canción junto con L’estaca representan para mi mucho (por cierto L’estaca y yo nacimos el mismo año).
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