lunes, 30 de diciembre de 2019

Migas para extraviarse en el callejón


El final de un año siempre es tiempo de balance y de buenos propósitos.
Escaso de propósitos, buenos o malos, me presto a hacer aquí, si el empeño me acompaña, un balance quizás un tanto peculiar. El balance de una serie de ideas apuntadas en el apartado de notas de mi móvil en los últimos meses y que se quedaron, fruto de mi desidia e impericia, en textos nonatos.
La única pretensión es compartir esos picotazos, esas mínimas descargas eléctricas, activaciones por afinidad y, casi siempre rechazo, que el acontecer de los días produce en el ánimo de quién esto escribe. Ese afán que tengo, quizás cómodo y facilón, dicho sea desde la honestidad, por el cuestionamiento de toda la catarata informativa que me llega (o, para ser más precisos, que yo me busco, por lo tanto al infierno a quejarse que diría mi madre) se traduce en estás notas que a veces acompaño de breves comentarios y en otros casos reflejo de manera desnuda, sin agregar nada. En cualquier caso es difícil que aquí, en mi callejón, en mi pequeña y desvencijada república que ya poco transito, me muerda la lengua.


“La izquierda se sustenta en la ilusión” dice Rufíán. Esta frase me recuerda los dos últimos versos de la, hoy otra vez vigente, canción Santiago de Chile de Silvio Rodríguez. Dicen así: Y el deseo de cambiar cada cuerda/ por un saco de balas. Espero que jueces y fiscales de las intenciones estén ahítos de navidad.

“Primero España y luego las siglas” sentencia Íñigo Errejón (y sonríen Abascal y Casado y Arrimadas y Bono y Felipe VI o Felipe X y cualquier falangista-demócrata de bien).

Pablo Iglesias cree que “la monarquía no está en crisis” y le parece un detallazo que la aspirante a Jefa del Estado hable en un acto en perfecto catalán. Tiene razón Pablo, no está en crisis, ni siquiera lo estuvo, en el sentido de correr serio peligro, cuando el hijo político de Franco le pasó el testigo al nieto. Lo que me irrita es la causa principal: la absoluta desidia de la izquierda para intentar ponerla en crisis. Y no me refiero al PSOE, que sigo pensando que es el pilar fundamental del régimen del 78. Podemos e Izquierda Unida, más allá de gestos simbólicos estomagantes como el ciudadano Borbón que repite Alberto Garzón cada vez que va al encuentro del, guste o no, Rey. No, no es el ciudadano Borbón. Si tal fuera, Alberto, tú no irías a la antesala de palacio tras cada nueva elección. Más allá de la proclama de Rufián, la realidad siempre es el límite de la ilusión, sobre todo cuando ni siquiera en un programa electoral, en un compromiso que se ofrece a los ciudadanos, se explicita la lucha efectiva y fiera por la República. Me evado de las comillas y me voy a las dos palabras en cursiva. El detallazo, la amabilidad con los súbditos levantiscos del noreste del reino, de la aspirante. Esa extraña aspirante a cargo público, que ya lo era al minuto de nacer gracias al bisabuelo terrorista Franco. Creo que casa mucho mejor la palabra heredera que aspirante. Generalmente cuando se aspira a algún puesto público se depende o bien de su propia pericia (oposición o algún otro tipo de prueba) o bien de la aquiescencia de otros (votación popular o de una cámara capacitada).

Jiménez Losantos, el hombre que tendría incontinencia balística si se topara con algún dirigente de Podemos, sentenció: “Cataluña va a un escenario de terrorismo peor que el del País Vasco”. Y así los CDR crearon los ERT (Equipos de Respuesta Táctica), desarticulados por la organización más benemérita debido a la arriesgada actuación de 500 efectivos prestos a filmar un tenebroso garaje. Y la prensa, a cinco columnas, y las televisiones, abriendo durante días los informativos, pudieron, en éxtasis, unir terrorismo e independentismo, y hablar del día D (que éxito tienen los yankis para imbuirnos de su épica), y de cuarteles de la guardia civil que estarían bajo el acecho de la bestia. Y al final, la montaña de mentiras está pariendo un ratón. En estos días, tres meses después de la infamia del caldero nuclear más exhibido de la historia, la Audiencia Nacional decreta, con una fianza ridícula de 5.000 euros, en una depreciación enorme del kilo de terrorista, la libertad, por ahora, de cinco de los siete encarcelados. Y en la prensa, a duras penas se llena a una columnita inferior de pocas líneas, y en la tele, menos de un minuto perdido entre el marasmo liquida la puesta en libertad de unas personas sometidas a vilipendio. Pero se logró el objetivo político: que quién ya, en términos políticos, piensa poco, aún piense menos.

Almeida, el sujeto que es alcalde de Madrid, dice en un edicto que en Chile hay un “irracional furor destructivo”. No sé que es peor si la locura de un pueblo o la miserabilidad que quién le vota a tipos como él, heredero, por vía franquista, de unos de los peores furores destructivos del siglo XX (¿y del XXI?): el fascismo.

En la siguiente nota no cito a nadie. Es el apunte que me sugiere una noticia para, tal vez, su desarrollo posterior. Dice así: “La defensa de la libertad de expresión en los parlamentos. Referencia al Tribunal Constitucional  y su derogación de la reprobación del Rey por el Parlament de Cataluña”. Cualquiera entiende que una ley debe ser recurrible jurídicamente, bien en parte o en su totalidad. Sin embargo, es absolutamente inapropiado derogar, por parte de la judicatura, la resolución política de un órgano elegido por el voto popular. En parlamentos o ayuntamientos tradicionalmente se han votado resoluciones políticas del más variado pelaje en solidaridad o reprobación de mil causas y actitudes diferentes. Incluso, ver para creer, se ha votado en un parlamento el derecho de autodeterminación sin entrar en liza la judicatura. Se llevó a cabo en el parlamento de Galicia, en marzo de 1990, a propuesta del Partido Socialista Galego-Esquerda Galega. El eje del asunto es que solo tuvo dos votos a favor. Para el estado fue apenas una anécdota que, no suponiendo peligro alguno, incluso reforzaba una imagen abierta y generosa del Estado. Eran los tiempos en que se decía que, en ausencia de violencia, se podía hablar de todo. Pues casi 30 años después, avanzando hacia atrás, para el TC, un parlamento no puede debatir y adoptar las resoluciones políticas que considere pertinentes.

“Algo habrán hecho” le dice un reportero de televisión a una señora que cuestiona una actuación policial. “La policía vela por la seguridad de esta manifestación” añade el mismo reportero. La primera frase, aún siendo el entrevistador una persona joven, lo que entristece un poco, es un clásico de la dictadura fascista de Franco. Al que no hace nada, nada le pasa. Hay que ser machadiano y transitar de nuestra casa a nuestros asuntos sin desviarnos con actos impuros. Con respecto a la segunda frase, la historia en la mayoría de ocasiones revela justo lo contrario. La función policial es embridar que la manifestación derive en protesta o revuelta, salvo que interese que se desboque, claro. La policía sabe aparecer y también desaparecer. Bolivia es un ejemplo meridiano. La policía, en un gesto inesperado para el gobierno de Evo, se replegó a los cuarteles y dejo vía libre a la actuación de grupos fascistas en las calles, asaltando los domicilios de la dirigencia gubernamental (por ausencia o presencia siempre asoma la punta del fusil o el saquito de balas). El ejército sopló y el gobierno (¿dónde estaban sus masas organizadas?) cayó.

El reportero anterior me trajo a la mente una expresión que oigo a menudo: “periodistas mercenarios”. Se utiliza con demasiada facilidad y generalizando en exceso. Salvo las encumbradas (y Ferreras), el resto de periodistas de muchísimos medios apenas pasará del mileurismo. Triste y mal llamado mercenariado el que se realiza por tal cantidad. Yo, más apropiadamente, lo llamaría ganarse, en tiempos precarios, como buenamente se puede, los garbanzos.  ¿Nos atrevemos a llamar mercenarios a los trabajadores de cualquier sector que pone en riesgo la salud (por ejemplo, tabacos) o la vida de otras personas (por ejemplo, sector armamentístico)?

“El momento político actual es más difícil que cuando ETA mataba” dice  Cayetana Álvarez de Toledo. Y la lapidaron, pero tiene razón. Quién haya leído cualquier texto mío  sabe que estoy en sus antípodas ideológicas, pero lo que dice es cierto. El último atentado de ETA en territorio español fue en 2009. Hasta ese momento, desde la llegada del PSOE al poder en el 82, aunque ETA cometiera atentados el estado español se sentía fuerte y estable, con un bipartidismo robusto que representaba el modelo “democrático” más querido por las élites económicas: una segunda restauración con dos partidos centrales sumando cerca de 300 escaños y turnándose y apoyándose, cuando lo precisaban, en la llamada “Minoría Catalana” y/o “Minoría Vasca”. Ese modelo, no es muy difícil verlo, en esta década ha saltado por los aires, siendo la más inestable, con diferencia, desde los años 80. Cayetana no miente: surge a la izquierda del PSOE, Podemos, como hipotético contrapeso la banca crea Ciudadanos (el Podemos de derechas), en Cataluña brota un poderoso movimiento independentista que gana elecciones y pone en cuestión, pilar esencial del estado español, su indivisible unidad. Análisis político y análisis moral son cuestiones diferentes, aunque muchas veces nos lo quieran servir como un mejunje las mentes bienpensantes.

“Cientos de personas dormirán en la calle para saber que se siente”. Ocurrió el 7 de diciembre en el marco del evento The World Big Sleep Out.
La experimentación en propia carne… ¡Uf! Espero que a las asociaciones de lucha contra la tortura no se les ocurra una idea semejante. Billy, de torturador a activista antitortura haciendo la misma tarea.

"Añoranza del hombre nuevo". Si algún deporte tuvo a gala dominar la extinta Unión Soviética ese, sin lugar a dudas, fue el llamado deporte ciencia: el ajedrez. De 1952 a 2002 (desde 1992 como Rusia) ganó todas las olimpiadas de ajedrez en las que participó menos una (1978). Después, acabada la estela de la URSS, no ha ganado ninguna. Todos sabemos que el ajedrez es un combate con infinitas posibilidades, donde los campeones necesitan miles de horas de estudio, de disciplina. Ahora, siguiendo tras la tragedia la farsa de la historia, de Rusia nos llega una modalidad más directa de combate: el concurso de bofetadas, cuyo título mundial ostenta un granjero siberiano.