domingo, 24 de julio de 2016

El opositor, las pensiones menguantes y Pokemon Go

Unas líneas como breve preámbulo. 
A veces la vida nos sitúa en tesituras que, siendo en principio poco agradables, nos ofrecen algo bastante valioso para quién, como el que esto escribe, desde hace mucho tiempo, fruto de la alopecia, rapa canas. Ese tesorito al que otorgo gran valía, aún siendo yo cada vez más covachero, se plasma en el grato desempeño, aunque haya sido por mor de la ingrata pertenencia a un tribunal de oposiciones de enseñanza secundaria, con un grupo de personas a las que percibo discípulas de Antonio Machado, aspirantes, acción cotidiana al canto, a ser, “en el buen sentido de la palabra”, buenas.
Entrando en materia, la tesitura a la que hago referencia también me ha permitido observar (no me atrevo a utilizar el término sentir, pues me parece que está reservado de manera intransferible a cada persona y a quiénes la aman), en primera línea, la ansiedad de muchos seres que se están jugando su futuro. Personas que a veces tienen trabajos precarios, mal pagados, o con horarios leoninos. Pero en realidad, siendo un arrimador de ascuas a mis sardinas y reconociéndoles la enorme tensión y el sufrimiento a todos, estoy pensando en uno concreto por las razones que ahora expongo.
Treintañero avanzado, expresó que trabajaba en una pequeña empresa dedicada a una actividad sin relación alguna con su preparación académica y el objeto de la oposición. Y tuvo un tic que cada vez se repite más entre la gente joven y entre quiénes ya vislumbran la edad madura. Cuando iniciaba una leve queja por trabajar ente las cinco de la mañana y las cinco de la tarde, hizo la rectificación del agradecimiento: “pero no me lamento, pues tengo un trabajo fijo”. Amen. Cada vez proliferan más los amenes. Esa palabra terrible que cercena hasta la primera rebeldía: la mental. Y humanamente, desde el terror al abismo del desempleo prolongado, los entiendo a él y a quiénes están en parecidas o mucho peores circunstancias. Aunque este agradecimiento, grabado a fuerza de crisis, me lleva a pensar (es una idea que desde hace unas semanas me ronda mucho), que quizás en un futuro, la huelga, esa herramienta de lucha esencial para la clase trabajadora, al menos como instrumento de largo aliento, será un vestigio casi arqueológico.
Vinculo a este opositor con otro joven, quizás también treintañero, que, en este caso, vi fugazmente a través de la televisión. En los últimos días, tras la retirada del gobierno de 10.000 millones de euros de la llamada “hucha de las pensiones” para diversos pagos, ha vuelto a la palestra el tema de las cantidades que cobrarán los jubilados del futuro próximo o lejano. Y, por supuesto, aparecen los “estudios desinteresados” que dicen: los nacidos en los 50 cobrarán de media el 75% de su último salario; los nacidos en los 90 apenas recibirán un 48% de ese último salario. Tutuuututuuuututuuuu. Sí. Toque de corneta  y a hacerse todo el mundo un plan de pensiones privado. Tras darnos la candorosa información sacan los micrófonos a la calle y el joven al que aludí antes dice, casi risueño: “estaré feliz si cobro algo”. Enhorabuena chico, tú no necesitaras nunca libros de autoayuda. Pura doctrina Van Gaal: “siempre positivo”. Aunque vivamos en el cada vez más palpable, ante nuestra pasividad, estado menguante. Este joven y mi tímido opositor tienen un corte de pensamiento cada vez más común, aunque, perdóneseme la broma, menos comunista, que se extiende victorioso sin apenas toparse con barricada alguna. Y que conste que hablo, en principio, de humildes barricadas ideológicas. Imprescindibles para poner decenas de miles de pies en la calle y erigir barricadas que reivindiquen soluciones que aseguren la pensión digna como un derecho conquistado, no otorgado.

Hablo de pisar las calles y no me puedo sustraer al consuelo que me produce la única gran convocatoria, autocares desde diferentes lugares del estado incluidos, que se avizora en el horizonte: la del día 28 de julio en la Puerta del Sol de Madrid. Se reunirán al menos 5.000 personas, no para reeditar esa antigualla llamada 15 M, sino para jugar al Pokemon Go. Lo más triste es que, sin atisbo alguno de ironía, la han denominado la gran quedada. Lo dicho: amén.



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