viernes, 13 de mayo de 2016

Neofeudalismo

El feudalismo se caracterizaba por el vasallaje personal. Ante la casi inexistencia de sólidas estructuras estatales, la vida de la inmensa mayoría de las personas, campesinos en un mundo europeo profundamente ruralizado, dependía de las fidelidades, que generalmente eran obligatorias. Cada feudo, simplificando mucho, se organizaba como una especie de microestado de propiedad personal en el que la única norma esencial era la obediencia a un noble, el señor, que era la fuente de la vida y de la muerte. 
Por supuesto, el término neofeudalismo, que encabeza este texto, no es una ocurrencia mía. Por ejemplo, hay un libro de Antonio Baños, ex diputado de la CUP, llamado "Posteconomía. Hacia un capitalismo feudal", en el que habla de una Nueva Edad Media. Me ha venido a la mente, quizás con escaso acierto, haciendo asociaciones descabelladas, cuando he visto las noticias que reflejan la visita a España de un grupo de 2.500 trabajadores chinos, que no vienen invitados por su gobierno por ser trabajadores ejemplares en la construcción de una sociedad socialista. Aderecen esta última afirmación de toda la carga irónica que deseen y párense a pensar en los argumentos mediáticos aleccionadores que nos ilustrarían, si la circunstancia fuera real, acerca del gregarismo comunista (palabra que, sospecho, va adquirir bastante relevancia en la próxima campaña electoral).
Masivo y uniformado, ha llegado el desarmado ejército amarillo. Tranquilidad. Estos modernos guerreros (y guerreras) de Xian, vestidos con el color celestial y sin el abotonamiento hasta arriba del modelo Mao, no vienen como punta de lanza del estado chino. Llegan a cargo de su señor, el magnate y filántropo (lo que hay que leer, ni que pudieran separarse ambas palabras. Sí, todo magnate accede al estado armónico de la filantropía) Li Jinyuan, que ha pagado por el viaje 7 millones de euros. La fortuna de esta alma caritativa, según la ultraizquierdista revista Forbes (una revista de ese tipo debería encabronarnos tanto que parece increíble que no sea un motor revolucionario de gran potencia), es de 1.200 millones de dólares. Ustedes mismos calibren la bondad y el desprendimiento del señor Li.
Alguien me argumentará que comparar a los despóticos señores feudales, nobles bestiales que mantenían en la miseria a unos campesinos, que seguramente nunca asomarían la nariz un palmo mas allá del feudo, con el multimillonario chino que paga una semana de vacaciones a sus trabajadores a miles de kilómetros de distancia, es una acción alambicada y demagógica. Pero me refiero al símbolo. A que me sigue pareciendo inverosímil e inaceptable que en este planeta haya personas con riquezas tan obscenas, que pueden actuar con sus trabajadores como un pastor con un rebaño. Viajando de paella en plaza de toros, toditos juntos, a cuenta del jefe, son un muestrario, aunque sea interesado, de la sumisión, y un objeto de propaganda acerca de las bondades del patrón. ¿Por qué el dadivoso no entregó a cada empleado la cantidad equivalente al costo del viaje? Y que cada uno lo gastara a su libre albedrío (seguro que el señor Li, odie o ame al PCCH, es un  liberal recalcitrante). A mí me fastidiaría que me paseara, para mayor gloria suya, como si fuera un esclavo feliz, un señor feudal del siglo XXI, que puede tener su castillo, su tierra y sus vasallos, en cualquier lugar del mundo. Desde mi posición, nada contradictoria (sólo se trata de luchar contra la explotación de un ser humano por otro), de comunista amante de su individualidad, prefiero que el ocio o la vacación sigan la senda de las afinidades electivas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario