domingo, 11 de octubre de 2015

Los dictadores son mortales (y sexuales)

Sé que voy a hacer lo que en teoría nunca se debe hacer.
Criticar a priori. Sin visionar el objeto de la crítica.
Hoy sábado el espacio de TVE "La noche temática" conmemora su veinte aniversario con una selección de tres documentales ya emitidos. El periódico ABC, en su sección de televisión, los presenta así:
«No puede haber un Kennedy feliz», un acercamiento a los Kennedy, una familia marcada por la tragedia; «Dictadores: sexo y poder», una inmersión en la vida íntima de los dictadores más sanguinarios; y «Hayley: la adolescente más vieja del mundo», la historia de una chica que sufre progeria, una enfermedad rara que le provoca envejecimiento prematuro. 
Fin de la cita.
El último queda claro que es un reportaje donde se difumina cualquier perfil ideológico para introducirnos en esa lotería siniestra y mortificante que es la amplia gama de enfermedades poco comunes, terribles para los enfermos y sus familiares, que me hacen detestar mi incredulidad en paraísos que los seres marcados con ese vía crucis merecerían, por justicia poética o divina, más que nadie.
El primero nos acerca al emblema más cercano a la aristocracia (gobierno de los mejores en su raíz griega), o a una saga de notables, que existe en el imaginario de un país que nació en la costa este de América del Norte casi a la par que en la otra orilla del Atlántico, con la revolución en Francia, se iniciaba la contemporaneidad que supuso la sublevación de la burguesía contra una nobleza posteriormente devenida en aliada ante el crecimiento y la organización de ese enemigo superior, e infinitamente más peligroso, llamado clase obrera. Reconozcan que el título puede hacer rechinar los dientes de envidia a Jorge Javier Vázquez. Es la enésima versión de esa historia perseverante que se empeña en explicarnos e imbuirnos de mil maneras que el dinero no da la felicidad o que los ricos (o poderosos en su amplio espectro) también lloran. Los Kennedy serían míticos héroes malditos de la democracia americana, dignos de una tragedia clásica en la que la gravedad de un coro nos remache la futilidad de nuestra existencia independientemente de cuál sea nuestra posición en la escala social.
En realidad, la idea de este texto surge, a trompicones y sin saber a donde me lleva (casi todos toman su propio rumbo obviando mis ideas preconcebidas) del segundo: "Dictadores: sexo y poder". Nos presentan un cuarteto dictatorial "equilibrado". Por un lado los gemelos  Zipi y Zape del fascismo: Hitler (el rubio que no fue) y Mussolini (el moreno de ademanes apolíneos). Por el otro, el peligro que llega de donde siempre vienen los bárbaros, del este: Stalin y Mao (o el comunismo es siniestro hasta en la cama). Imagino que la vida sexual de los seres humanos arriba citados comenzó antes de su acceso a los ámbitos del poder o, para ser más precisos, acorde al título del documental, a sus funciones dictatoriales. Yo entiendo que arribar a una cúspide absoluta, seas hombre o mujer, puede aportar un plus a tus posibilidades de desenvolvimiento sexual. Hasta ahí de acuerdo. Pero no creo que el acceso a ese poder absoluto supusiera un cambio en su visión del sexo. Estoy convencido de que Franco (siempre se libra cuando sale el ranking de las tiranías nuestro monstruo particular, a pesar de ser el fascista gobernante más longevo y que dio mucho más matarile interno que Mussolini) no cambió su vida sexual tras convertirse en un gobernante absoluto. Sí condicionó, y mucho, con el sometimiento a una estricta moral católica y sus plasmaciones legislativas, la vida sexual de sus súbditos, especialmente de las mujeres, que habían visto abrirse, en el cuartucho cerrado con olor a sacristía, una ventanita, con el advenimiento de la Segunda República. Vida sexual que sigue sometida hoy en día para muchas mujeres en países que, si aplicamos el frágil baremo democrático de la celebración de elecciones, no serían considerados dictaduras. 
La vida sexual de los cuatro individuos arriba señalados carece de relevancia. Es un ejercicio que busca rizar el rizo de las maldades de los tiranos prototípicos, para contraponerlas con las bondades de líderes centrados y democráticos como, por ejemplo, el supuestamente necrófilo Cameron y su aventura con la cabeza de un cerdo. 
Entre el párrafo anterior y este media casi un día. Al final, azuzado por una mala conciencia algo tonta, visioné el documental francés cuyo nombre original es "La sexualidad de los tiranos". La única conclusión posible, más allá de múltiples y alambicadas explicaciones de varios historiadores y un psicoanalista, es que entre los tiranos, como en botica, hay de todo. 
Los mejor parados son los revoltosos hermanos fascistas, cuyos perfiles amatorios, absolutamente divergentes, parecen extraídos de "El gran dictador" de Chaplin. Réplicas en el terreno sexual de apocado Hynkel y del excesivo Napoloni. Stalin era un "macho georgiano precoz" (llamativas palabras textuales que le hacen a uno preguntarse por la posible búsqueda, en el Caucaso, del gen de la virilidad infalible), un "psicópata absoluto" que seducía a las mujeres de altos cargos y gerifaltes del partido para conocer ese pensamiento secreto que emana al calor de la noche y la alcoba, y que podía trasladarte de tan tibio lugar al frío siberiano. De Mao dicen que, al modo tradicional de los emperadores,  en su vejez "buscaba regenerarse a través de la carne fresca". Ya la experiencia milenaria debería haberles indicado, a un estudioso del Materialismo como Mao el primero, lo vano del intento. Intento que han repetido muchos viejos con posiciones de poder (o prestigio) en el mundo, no en la búsqueda de la regeneración imposible, sino de apurar ciertos gozos por la vía del deslumbramiento ajeno. 
Acabo con unas palabras textuales del historiador Dimitri Casali: "Un dirigente político impotente, sin virilidad, es incapaz de gobernar a su pueblo". Siendo esta la condición imprescindible de la gobernanza, no entiendo como la señora Thatcher no fue reelegida por los siglos de los siglos. Sin amén.



2 comentarios:

  1. Don Pepe Juan estimado:

    Me va a permitir un pequeño juego como excusa para demostrarle que le sigo, y persigo, en este callejón.

    Si atendemos a las crónicas en las que se informa que el mejor antídoto para los dolores crónicos de espalda del malogrado JFK era el movimiento cadencioso sobre una dama y, preferiblemente, no la Primera. Yo me inclinaría por titular "Kennedy: sexo y poder"

    Por otro lado sin necesidad de aspirar al estado ideal kantiano, sería deseable que "No puede haber un dictador feliz"

    A la desdichada Hayley, tan solo intentar que, aunque el desorden de los factores no lo altere, sí al menos alivie el producto "Hayley: la vieja más adolescente del mundo"

    Reciba cordial abrazo de este humilde muyahidín del Estado Hispánico.

    ResponderEliminar
  2. Estimado don Manuel, confesándose usted militante muyahidín del menguante estado hispánico, imagino que no le desagradará que su confesión me haya traído a la memoria aquella frase referida a don Rodrigo Díaz de Vivar: "¡Dios, que buen vasallo, si hubiese buen señor"!
    Que la paz, y no la inmolación, sea con usted. Un abrazo.

    ResponderEliminar