sábado, 14 de noviembre de 2020

Emolumentos

Vivimos momentos álgidos de la antipolítica. Una de las múltiples faces que adopta el pensamiento de extrema derecha.

Cualquier elemento puede ser afilado objeto para atacar eso que habitual y erróneamente se llama clase política. Un ente siniestro que tiene intereses comunes, más allá de sus opciones ideológicas, y que usa la política para medrar económicamente. Estoy convencido de que si hubiera una propuesta que planteara que el ejercicio de los cargos públicos fuera gratuito, no faltaría quien diera, sin pararse a pensar un minuto en las implicaciones que esto tendría, su aprobación fervorosa. 

Cuando doy una vuelta por las grandes avenidas de las redes sociales, repletas de bares y cafetines, esos lugares que Gabinete Caligari definía  como tan gratos para conversar, y leo los comentarios sobre determinados temas, no puedo evitar que en no pocas ocasiones me venga a la mente la imagen, antigua, lo sé, del tipo acodado en la barra y especialista en pasear un palillo de una comisura a otra de los labios, mientras despotrica no dejando títere político con cabeza. El acodado manejaba como herramienta de análisis principal el celebre aserto de que “todos los políticos son iguales y están ahí para robar”. A veces, en un ataque de sinceridad extrema, bajando levemente la voz y la mirada, reconocía que “en el fondo, todos haríamos lo mismo”. Cada vez estoy más convencido de que los bares han sido las principales aulas donde se ha impartido “Educación para la Ciudadanía” en el estado español.

La brocha gorda, la inexistencia del contorno, del dibujo preciso, son elementos perfectos para pintarnos una realidad política detestable. Realidad que impulsa un pensamiento reaccionario y me atrevería a decir que protofascista, cimentando el desprecio a la actividad política, que suele ser el camino de bienvenida a los “cirujanos de hierro” o los atildados tecnócratas que recorren el sendero desbrozado por los primeros.

Cuando la política está interesadamente desprestigiada y convertida en un saco de boxeo donde metemos todas las opciones ideológicas para zurrarles sin distinción alguna, uno de los primeros elementos que exacerba los ánimos del personal es el tema del salario de los políticos. Ahí arde Troya.

Hace algo más de una semana, en Facebook, la gente comentaba una noticia del diario El País que hacía referencia a que el gobierno, en su propuesta de Presupuestos Generales del Estado, pensaba aplicarse a sí mismo la subida del 0,9 % que ha planteado para los funcionarios públicos.

Según los datos aportados en la noticia, el presidente se quedaría cobrando 85.608 euros brutos en 12 pagas, y los vicepresidentes 80.463 € brutos. La subida total sería de algo más de 700 euros anuales.

En estos tiempos de Covid, con millones de personas zarandeadas, enfadadas y temerosas del abismo económico, la hipotética medida me parece una enorme torpeza política. Ninguno de ellos va a salir de pobre ni va a acceder a la condición de rico por un incremento de alrededor de 60 € mensuales. Simplemente sirve de carnaza para la extrema derecha, siempre presta a tender sus redes en el desencanto y la falta de reflexión de los que abrazan la antipolítica, que me parece una variante del apoliticismo, ese paraguas que cobijaba “legiones” en la época de la dictadura fascista.

De todas formas, la gran mayoría de los comentantes (quizás no exista la palabra, pero se me puso entre ceja y ceja) no ponían sus dardos en ese 0,9 %. Los dardos, muy envenenados, iban directamente contra los emolumentos absolutos, lo que cobran actualmente, sin aumento, el presidente, sus vicepresidentes y sus ministros (75.531 euros). La única persona que defendió que el presidente ganara esos alrededor de 85.000 euros brutos recibió una reprobación generalizada, a veces colindante con el insulto.

Inciso o desviación marca de la casa, será breve: sí, uno de los elementos más deprimentes de las redes es la tendencia al insulto, a la descalificación personal de alguien a quien, curiosamente, no conoces personalmente. También me parece nefasto, y se que esto me granjeará pocas simpatías, el haberle dado voz (o escritura, lo que generalmente es peor) a mucha gente que ante un teclado no hace lo mínimo exigible, y no lo circunscribo a derechas o izquierdas, se da en ambos campos: pararse y pensar. 

Hecho el inciso, vuelvo al tema.

Siempre lo repito: no se ejerce de presidente del gobierno 40 horas a la semana. Se ejerce 24 horas los 365 días del año, pues la función presidencial no decae ni a las 3 de la mañana del sábado bailando la conga.

No niego los privilegios que los altos cargos pueden reportar: contactos entre las élites (el celebérrimo palco del Bernabéu), posibles puertas giratorias posteriores, etc. Pero criticar unos emolumentos de algo más de 85.000 € brutos para la mas alta responsabilidad política del país, me parece absurdo y errar el tiro por completo. O tal vez, al contrario, el tiro está dirigido, con gran precisión, hacia donde los creadores de ideología, la clase dominante, quiere. Hacia la distracción con minucias que nunca, bajo ningún concepto, cuestionan lo esencial: la estructura de clase del estado, la justicia distributiva, o no, de la riqueza nacional.

Otra partida de los presupuestos es la asignación a la Casa Real que, con el “peligroso” gobierno socialcomunista, sube un 6,9 %, situándose en alrededor de 8 millones de euros que el nieto político de un asesino fascista, e hijo carnal de un ladrón huido, distribuye libremente. El rey se autoasigna 260.000 euros, el triple del presidente del gobierno, teniendo muchísima menos responsabilidad, pues se supone que su papel es meramente representativo.  Leticia se embolsa 135.000 euros y la emérita Sofía 111.000. Hasta el año pasado el comisionista y maletinero recibía alrededor de 160.000 euros. Deducción elemental: cualquier miembro del ente monárquico, por mínima que sea su actividad o su responsabilidad, como por ejemplo la reina emérita, que habita desde hace años en Londres, tiene un salario bastante mayor que el presidente del gobierno, los vicepresidentes, o los ministros.

El 2 de noviembre Amancio Ortega (don Amancio para sus acólitos) recibió, en un año en que se dispara la pobreza, un pago de 647 millones de euros correspondiente al 59 % de su accionariado en Inditex. Su hija que tiene un 6 % de las acciones solo recibió 55 millones de euros. Y este año la ganancia es menor, otros, el pago superaba los 1000 millones de euros.

Esto es lo que debería hacernos reflexionar sobre el mundo en que vivimos, que en tiempos de crisis, de pobreza galopante, los grandes oligarcas sigan ganando, incrementando sus inhumanos patrimonios. Utilizo el término inhumanos porque me parece, honestamente, que quiénes tienen fortunas catalogadas por miles de millones de euros abandonan la escala de lo humano y, diría irónicamente y de manera algo altisonante, lo reconozco, se ubican en una especie de Olimpo que nos hormiguiza al resto de las personas.

Mientras tanto, mientras no dedicamos ni un segundo a pasmarnos ante esas riquezas estratosféricas, debatimos y censuramos que un presidente y sus ministros, que toman decisiones que afectan a la vida de millones de seres humanos, cobren en un año una infinitésima parte de lo que un oligarca gana en un mes. En concreto, esos 647 millones que se embolsó a inicios de noviembre Amancio (Don), significan que ganó durante el espacio natural de un año, en cada hora, no de trabajo, sino de vida, o sea, incluso mientras soñaba con los angelitos o se zambullía en la piscina de oro del Tío Gilito, 73.858 euros, casi lo mismo que el salario anual del presidente del gobierno.

Una última cuestión aclaratoria.

Este texto lo escribiría igual, palabra por palabra, fuese cual fuese la opción política que ostentase la presidencia del gobierno.

Hablo de la responsabilidad y los emolumentos que conllevan unos cargos de altísima responsabilidad, no de las personas concretas que los detentan. 


1 comentario:

  1. TOTALMENTE DE ACUERDO, me quedo en un abismo de incredulidad al ver mi pensión luego de este desparramo indecoroso de millones de euros

    ResponderEliminar