jueves, 31 de diciembre de 2020

En el fin de un año que quiso perdurar

La pandemia lleva a millones de seres humanos a la pobreza, a las colas del hambre, a la desesperación y a anhelar, en el caso español, un titubeante Ingreso Mínimo Vital.  Reverso de la moneda, una sociedad suiza de servicios financieros (UBS) calcula el crecimiento patrimonial del conjunto mundial de los multimillonarios en un 27 %.

La inequidad, y de camino la iniquidad, se extienden. 

No, la pandemia no nos ha hecho mejores, ni peores. La bondad es necesaria, pero no es la cuestión. Yo no desprecio los imperativos morales, al revés, me parecen esenciales para nuestro camino personal en este planeta, pero sé que, desde tiempos ancestrales, a menudo han sido (y son), religiones mediante, traje de aire para el pudiente y pijama de hierro para el sueño del menesteroso. 

Imperativos éticos aparte (a veces tan degradados que pueden aparecer, durante decenios, hasta en la boca de los mensajes, mientras se lo llevaban crudo, de la familia Borbón), las condiciones materiales han sido el combustible para los avances humanos, para las luchas que han permitido ir poniendo pie en territorios tan anhelados como durante centurias o milenios vedados.

Esas mismas condiciones materiales, cuando sentimos el peligro del retroceso, nos pueden llevar a blandir, airados, la cainita quijada del burro, abriendo la rendija, la grieta por donde se introduce el hocico de la fascitización.

Pienso en parte de la gente humilde de mi tierra, Canarias, enseñando, ya que no los dientes, sus miradas torvas a los inmigrantes que llegan en cayucos pagando siempre un tributo de sangre. Según datos, escalofriantes aunque fueran la mitad o la cuarta parte, del colectivo Caminando Fronteras, publicados por el periódico La Provincia el 29 de diciembre, alrededor de 1851 migrantes han perdido la vida en su intento de llegar a Canarias este 2020. Nos impactan los naufragios en nuestras costas (el último costó 8 vidas en Órzola, que no fueron más gracias a la inicial acción decidida de los propios vecinos), pero los "anónimos" que se traga el océano carecen, más allá de la estadística, de existencia.

Pienso en los jóvenes que fueron a "asediar", hace unas semanas, un hotel del sur de Gran Canaria, por una riña, en la que supuestamente estaban implicados inmigrantes. Perfecto ejemplo de una clásica deriva de la lucha de clases: pobres contra muy pobres.

No me resisto a comentar una vertiente del pensamiento fascistizado, en boga en amplios sectores de la juventud, relacionado con los inmigrantes: aquí ejerce su machismo, agrede o acosa a las muchachas canarias, el cachitas de la tierra, faltaría más. Sí, gente a la que nunca veras en una manifestación contra la violencia de género o por cualquier otra causa justa, establece que de fuera no vendrá quien pastoree lo que ellos consideran su "rebaño particular".

Y Vox (el PP es más timorato, necesita, por miras electorales, no alejarse en exceso del centro) azuzando y presto a recoger en sus canastas el fruto podrido de la escasez de conciencia y el exceso de miedo.

Miedo dan también algunas votaciones como la habida recientemente en la ONU, y silenciada por los  grandes medios, ante una propuesta de Rusia que planteaba condenar el nazismo, esa fase superior del fascismo. Votaron dos países en contra: EEUU y Ucrania (esta vez ese lacayo de EEUU en la ONU llamado Israel tuvo, por obvias razones históricas, que separase de su tutelante). La Unión Europea, incluido el gobierno "socialcomunista" español, optó, 75 años después de la derrota del nazismo que asoló Europa, por una miserable abstención. Imagino que para su gusto faltaría la condena paralela del comunismo, esa doctrina en las antípodas del nazifascismo que, Ejército Rojo mediante, destruyó a las huestes hitlerianas en Europa, aunque una mayoría de la población europea, debido a la labor de los medios y a la potente industria cinematográfica de EEUU, piense, al contrario que tras la finalización de la guerra, que la derrota nazi fue, en su mayor medida, obra del país norteamericano.

Por cierto, ya que he citado a los medios, y acogiéndome a la benevolencia de ustedes con mis piruetas de un tema a otro (aunque todos son el mismo tema en esencia), como una bola de pinball,  me permito preguntarles si saben quién es Mauricio Casals. Seguramente no. Este buen señor es miembro de Consejo de Administración de Atresmedia (empresa propietaria de Antena 3, La Sexta y Onda Cero) y presidente del diario La Razón. Lo traigo aquí porque ha sido imputado en el denominado Caso Villarejo por la posibilidad de que haya encargado, al comisario más famoso de España, el espionaje de unos hermanos cuyo nombre da igual. García Ferreras, que cuando empieza su programa esquina el torso ante la cámara,  como invitándonos a correr la aventura más rutilante, o Vicente Vallés con su tono comedido y su derechismo mal disimulado, dan la matraca con lo de "más periodismo" y con la sacrosanta libertad de información. En este caso se acogieron a la libertad de silencio o a la razón de no morder la mano que mece la cuna. Lo mismo hizo en su momento, cuando fue imputado su marido, la "reina" de la comunicación mañanera, Ana Rosa (no hace falta ni que añada su apellido). Chitón. Ellos hacen la alharaca y hacen, también, el silencio o el disimulo. 

2021 comenzará sin que la llamada Ley Mordaza, promesa tanto del PSOE como de Podemos, haya sido derogada. Debo ser honesto y reconocerles que desconozco si lo que voy a comentarles a continuación tiene que ver con dicha norma. En cualquier caso sí se acomoda al espíritu de la citada ley el hecho de convocar a 12 jóvenes, los días12, 13 y 14 de enero, a declarar ante la Audiencia Nacional "por un delito contra la Corona". El hipotético delito cometido por estos jóvenes es el derribo, el pasado 12 de octubre, de dos estatuas simuladas de Cristobal Colón y Felipe VI. La acusación es puramente política y va, de lleno, contra la libertad de expresión, pues el derribo de tales estatuas, elaboradas por ellos mismos para ejecutar esa especie de "performance", es un mensaje donde se usa la plástica de la teatralidad como significante en vez de la palabra. Sí, esa acusación quiere amedrentar, que nos pensemos hasta las protestas más inocentonas (recuerdo que en otros lugares derriban estatuas verdaderas, aquí nos las traemos de casa). Imagino que el asunto quedará en nada, pero el mensaje de la justicia, al contrario que las estatuas de cartón piedra, nada simulado, está emitido.

Acabo deseando para quién lea esto, más que nunca, salud, mucha salud para el 2021. Incluso para los integrantes de esas cúpulas empresariales que han logrado, con la aquiescencia de los sectores más derechistas del gobierno, que no se suba el salario mínimo, haciendo circular la noticia, en las circunstancias actuales terrorífica, de que supondría la pérdida de 150.000 puestos de trabajo. Lo entiendo, la subida propuesta era escalofriante: 9 euros al mes. Suponía, la propia ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, hizo las cuentas, la inaudita cantidad, capaz de derribar cualquier empresa, de 30 céntimos diarios. Como colofón de este giro completo alrededor del sol que quiso perdurar para siempre, me permito este breve y apocado poema:


Y este año que fenece,

juguetón de hechuras siniestras, 

nos ha embozado,

nos ha legado, imborrable herencia,

las mentes exhaustas 

y la intuición de los labios.


Señores de nuestro rostro,

crece la sugerencia de los ojos,

languidos faros

de luz corta

y sendero extraviado.

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