Pienso, con bastante resignación y algo de rabia -¿o
es al revés?- que sigue existiendo una gran masa de población que no se mueve
ni a palos. El pasado jueves, 9 de mayo,
fui a la manifestación en defensa de la educación pública celebrada en
la ciudad de Las Palmas a las 7 de la tarde y no pude evitar sentir la decepción
de que, siendo generosos, fuéramos 2000 personas. Hablamos de defender la
enseñanza pública y no estamos masivamente en la calle ni profesores -desde
primaria a universidad-, ni padres, ni alumnos (cientos de miles de afectados). Un sector nada desdeñable de la
manifestación lo componían personas no catalogables en ninguna de las
tres categorías anteriores. Me referiré
brevemente, por ser el sector en que laboro, al profesorado y lo que, no se si
adecuadamente, llamo su pasotismo social. No entro a valorar la asistencia a la
huelga y daré por válido que un día de trabajo es una montaña insalvable para
el 80% del colectivo. Aceptada esta circunstancia, debo referir que aún el
derecho de manifestación es gratis y en este caso se producía fuera del horario
laboral. Sin comentarios. Tengamos claro algo: no defendemos la enseñanza
pública desde la sala de profesores. Fue también doloroso ver que una pancarta
portada por media docena de personas era la visualización de la ULPG. Todo un símbolo
magnífico del raquitismo intelectual que fragiliza al mundo universitario, en
el sentido de cuestionar la realidad en que vivimos, de ser un foro de debate,
de evitar convertir a las universidades en rehenes de las empresas.
Esa manifestación fue el botón de muestra de una
sociedad inerme: la canaria. Una sociedad que vota cuando le toca y piensa que
vive en democracia, aunque para conformar su voto carezca de lo más importante:
un conocimiento, en igualdad de oportunidades económicas, de todas las
opciones, incluso las anticapitalistas. Aquí, como en el resto del estado español, se votan administradores,
más o menos bondadosos, de un modelo social único al que se venera con unción
religiosa. Casi nadie se plantea, por ejemplo, que una sociedad socialista (no
confundir con el PSOE) es una
alternativa a la pobreza que viene al galope, al paro desdramatizado en muchos
casos por las magras pensiones de los jubilados. Vivimos en una sociedad
educada para desconfiar de lo público, se critica al político y se oculta al oligarca, y anhelar la riqueza. La lotería, en sus
múltiples facetas, como vía de acceso al Olimpo de los ricos. Una sociedad que
se desbocaría en las calles (saldrían decenas de miles) si alguno de sus
equipos –Las Palmas o Tenerife- asciende de categoría. Y no me parece mal. Yo
si sube la Unión Deportiva me tomaré un cubatita (o dos). Pero duele no
destinar gran parte de esa fuerza, de esa alegría, a luchar por preciados
patrimonios que son de todos.
Otro síntoma, este agridulce -buena y mala noticia a
la vez- que percibí en esa manifestación fue el siguiente: observé las caras,
entreveradas de alguna gente joven, de casi siempre, la de la gente, ante ese
grupo de perseverantes me descubro, que suele estar en todas las luchas
sociales, que mantiene un débil latido en este cuerpo social inerme.
Planteo dos preguntas que creo marcarán nuestro rumbo:
¿Cuánta gente está dispuesta a trabajar sin derechos,
asumiéndose incluso como privilegiada? La desesperación ¿producirá más rebeldía o
traerá más sometimiento?
A mi mente viene, no sé si bien traído, el poema “Masa”
del comunista peruano, luchador por la España republicana, César Vallejo.
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar...
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar...
Vivo en madrid y te puedo decir que pasa lo mismo,aunque muchas manifestaciones han sido muy seguidas,la falta de resultados,la poca movilización de la mayoría de la población y los palos de la policía,pues amedrantan la movilización n así no voy a dejar que eso me eche para atrás, si no fuera por los humanos que en su momento protestaban o luchaban por derechos para todos, seguiríamos en una sociedad mas feudal, no se habrían desarrollado los derechos humanos,los derechos de reunión o laborales,se que lo que yo haga puede quedar en nada,sera lo mas probable,pero si no lucho se que con toda seguridad no cambiara nada a mejor,solo a peor.
ResponderEliminarPor regla el ser humano es conservador, asustadizo al cambio aunque pueda ser a mejor,con poca "fe" en si mismo en toma de decisiones,y así siempre habrá humanos egoístas que sepan dominarnos a los demás,pero yo me excluyo de ese grupo,tanto de los dominados como de los dominantes ,para ser esclavo hay que dejarse esclavizar.
Lo difícil no es conseguir derechos,es mantenerlos. Animo a todos los que luchan por justicia social para todos. ;)
No vivo en España, pero eso no importa, ese comportamiento abúlico e irresponsable no es "privilegio" de los españoles lamentablemente. Por lo tanto el artículo crítico de José Hdez pienso que tiene dimensión universal y lo acompaño con fervor. Al mismo tiempo recuerdo
ResponderEliminartambién otro poema que viene al caso. Aquel del aleman Martin Niemöller que dice :
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos
no protesté
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme
no había nadie más que pudiera protestar.
Mis saludos.