Para mí es muy duro ser ateo. Creo que, con mis abundantes defectos, soy una buena persona. Y creo, estoy convencido, de que iría al cielo, y así, mi alma volatinera y tremendamente curiosa, desde una especie de gran balconada celestial, vería la parte de esta intrigante película humana, que mi carne mortal irremediablemente se perderá. Esta es la cara amable, pero la otra no es tan bella, la otra es una infancia amenazada por el infierno (que la mayoría en algún momento vive en la tierra). Y la infancia son ropajes de los que, aunque lo intentemos, los tortuosos nunca nos logramos desembarazar del todo. Este pequeño poema de noviembre de 2010 trata de eso.
Me levanto,
miro a la cara
a un día
tan asesino como otro cualquiera
y sólo veo sombras
de mitos gigantescos y antiguos
que me sobrevivirán,
espeluznantes máscaras
que me acompañarán siempre,
no por su culpa,
son lentas, torpes e infantiles,
sino por mi inexcusable miedo.
Hecho el diagnóstico,
la cobardía opaca mi espejo.
Lo duro y por otra parte triste, en mi opinión, es ser creyente y venerar a “algo” de cuya existencia se desconoce por completo, y sí hablo del dictador por excelencia, ese dictador capaz de captar la inocencia e ignorancia de muchos, y ojo con ello no llamo ignorantes a los creyentes, sino, más bien me refiero a la pérdida de tiempo que supone la veneración de dicho “dictador celestial”, así como sus tediosas e insoportables actos religiosos en muchos casos, aun a sabiendas de las pocas señales de vida que este sujeto nos proporciona (risas). No obstante me gustaría centrarme en la figura de ese ser tan místico el cual muchos llaman Dios, y sobre quien elige nuestro destinatario después de la muerte, me gustaría saber que es el cielo y que es el infierno, que coño es lo que hay ahí que a tantos preocupan. Desde chicos nos meten en la cabeza que arriba es bien y abajo es mal, pero realmente que sabrán estas personas si no han estado allí. Por otro lado me preocupa bastante saber si por algún casual no se habrá extendido una mentira de enormes proporciones en todo el mundo y desde siglos y civilizaciones atrás, me perturba saber que estamos siendo esclavos de una mentira tan arraigada en nuestra sociedad y de si sobre esta supuesta mentira puede llegar a ser cierta. Siendo profundamente ateo, me inquieta saber el desenlace de mi historia, así como si de una telenovela sudamericana se tratase, que carajo es lo que se supone que hay después. Muchas veces pienso en ello y me cuesta creer que después de la vida hay algo, pero ¿y si no hay nada? y ¿si hay gente que ya lo sabe y aun así no dice nada para resultar beneficiado por una mentira? Lo que me viene a la mente después de esta última cuestión es la figura de la iglesia. Pero bueno, no quiero meterme de lleno en esa gran secta.
ResponderEliminarY como bien decía mi colega David Paul Gladden “La voluntad de Dios es directamente proporcional a la opinión pública”
Saludos,
Fernando Artiles, 2º Bachillerato C. IES PEREZ GALDÓS.