Hace unos días don Pedro Mansilla, sociólogo, dijo una frase que me enterneció: "los candidatos son poco coquetos". No, se confunden ustedes, no analizaba la pose, la mirada, el ademán o la manera de desfilar de los participantes en el concurso de Mister España ( o Señor España, que suena a héroe de cómic del fascismo hispano), ni estaba en un programa rosa (¿o tal vez sí?), hizo tan sesuda reflexión en el telediario de la uno. Se refería a los señores Rajoy y Rubalcaba (esa doble R que nos pondrá firrrrmes), analizando el cara a cara televisivo que ambos tendrán el día 7. Incluso decía que las corbatas no debían ser iguales, pues eso podría dar a entender que el mensaje de ambos es muy parecido (lo cuál, por cierto, se acerca bastante a la realidad). Aparte del señor Mansilla salieron otros "expertos" en vender burras o, para ser más precisos, en la parafernalia que se supone suma y resta votos en un debate televisivo. Éste se prepara como uno de esos 100 partidos o combates de boxeo del siglo que hay en apenas 20 años.
Por supuesto, cada candidato irá arropado por sus correspondientes preparadores, aunque será uno el que en el descanso, mientras los abanican con la toallita y le repasan el maquillaje (que el sudor ante la cámara resta votos, seamos sinceros, ¿quién le vota a un tipo sudoroso? ¡que horror!), en el caso de Rubalcaba, le dirá: "sigue así, pero saca más la izquierda, evita los tics adquiridos en tantos años, que punteas (me río porque me imagino una errata de n caída) demasiado con la derecha Alfredo" (manita empleada habitualmente por el PSOE cuando gobierna). A Mariano su entrenador le recordará: "aléjate de las cuerdas (diestras o siniestras), domina el centro y utiliza ambas manos, que no se te escape en exceso la derecha Mariano, tu haz un ligero baile de pies y deja que pase el tiempo, está grogui". Incluso, casi en éxtasis, le recomendará: "en los minutos finales, cuando en sus casas todos los españoles de bien estén haciéndote la ola, mira a la cámara Mariano y... coquetea".
Y entre coqueteo y coqueteo, quizás alguna vez en nuestra vida nos demos cuenta, parafraseando a Monterroso, de que el dinosaurio, disfrazado con peluca de calvo o barba postiza, pero más hambriento que nunca, siempre ha estado aquí.
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