miércoles, 26 de marzo de 2014

La violenta fragilidad del mamporrero o cuando Cañamero pudo ser presidente de la Tercera

Si el millón de personas, ciento más o ciento menos, que según variados cálculos se reunió en Madrid el sábado 22 de marzo, hubiesen sido personas arrojadas o valientes, dispuestas a todo, la extrema izquierda o izquierda radical podría haber tomado el poder en la capital del estado. No habría quedado ministerio o edificio oficial incólume.

Menos de un millar de individuos en plan cavernícola, con palos y piedras, por lo que parece causaron gran quebranto a la élite de las fuerzas policiales.

¿Qué habría pasado si una décima parte de los participantes en la movilización (100.000) hubieran decidido, al grito de -por ejemplo-: "¡a por ellos!", pasar al ataque? ¿Habrían aniquilado a las fuerzas antidisturbios? ¿Habrían utilizado éstas fuego real?

No creo que nadie, me refiero a ningún poderoso medio de comunicación,  hubiese criticado esa actuación no pacífica por parte del cuerpo manifestante. Hago esta aseveración a la luz de lo que los medios de este país dicen sobre los heroicos y guarimberos estudiantes venezolanos (que han quemado una universidad y han destruido no pocos edificios y bienes estatales) o sobre los triunfantes luchadores (a palo y tiro limpio) por la libertad ucranianos. Imagino que el libertador de Ucrania o Venezuela no tiene porque tornarse en canalla o pérfido totalitario en la España pepera.

El sábado fue una ocasión excepcional para el surgimiento del primer gobierno revolucionario, previa proclamación de la Tercera República,  de la historia del estado español. Quizás hoy ya habría estado Diego Cañamero, dirigente del SAT y Primer Ministro in pectore (la presidencia habría sido, por aclamación, para Julio Anguita) preparando su viaje, junto a su ministro de asuntos exteriores, Sánchez Gordillo, a Rusia, para reunirse con Putin y proponerle una alianza para hacerle la pinza a una asustada Europa, a Cuba, para presentarle los respetos a Fidel, revolucionario y quijote que nunca temió a los gigantes, a Venezuela, para asegurarnos petróleo barato, a Bolivia, para... bueno, este encuentro con el compañero Evo sería especialmente entrañable. Sobre todo para la derecha que podría hacer sangre. Debajo de la foto de Cañamero con poncho indígena, abrazado al boliviano, podría, sucinto,  decir así: el indio y el jornalero (o la inversión de la pirámide). El subtítulo rezaría (nunca mejor dicho): ¿Qué más habremos de ver antes de que se abran los cielos y el ángel exterminador anuncie el fin de los tiempos?

No hay espacio para el escándalo, esto acaba de suceder con el beneplácito de las democracias occidentales. El primer ministro ucraniano, no elegido por ninguna urna, ha sido recibido en su despacho por uno de los premios Nobel de la paz más infames de la historia.

El doble rasero me resulta ya tan insoportable que tengo que retozar con mi amada ironía para no soltar, cual Mencey Loco, "imprecaciones al cielo". Están realizando una criminalización deliberada, poniendo la lupa sobre los incidentes para empequeñecer, hasta provocar casi su desaparición, la gigantesca manifestación.

La delegada del gobierno  ha declarado que hubo intentos de matar a policías. Esta afirmación es gravísima, pues cualquier ciudadano levemente informado o arteramente desinformado asociará las protestas con el terrorismo. El proceso de criminalización será una bola de nieve, pues es uno de los más sólidos agarraderos para abortar un proceso al que temen, el de una amplia toma de conciencia social. Y saben que el tándem violencia/terrorismo es un poderoso tabú. La frontera medieval, el mar tenebroso tras el que asoma el abismo.

La violencia es indeseable en la misma medida que lo son todas las iniciativas que castigan a los sectores más desprotegidos socialmente. Esa violencia cotidiana e íntima, que elimina la ayuda a un dependiente o desahucia a una familia sin recursos, con la colaboración, dicho sea de paso, de esa policía dolorida. El grupo mártir que quedo aislado y recibió un alud de piedras y otros objetos, cuyas imágenes han sido repetidas reiteradamente, está rindiendo un enorme servicio a las intenciones aviesas de los medios dominantes que buscan la desacreditación global de la protesta.

Es curiosa también la imagen de encapuchados ayudando a esposar detenidos. ¿Dos en uno? ¿Bomberos y pirómanos a la vez? La infiltración es una vieja táctica policial. Se infiltran organizaciones de izquierda o manifestaciones siempre con el mismo objetivo, que no es salvaguardar el orden público, sino reventar, desacreditar la lucha de siempre, la lucha de los humildes contra los pudientes. Un ejemplo de infiltración en las postrimerías biológicas de Franco: los pelotones de fusilamiento que ejecutaron a los cinco militantes antifascistas el 27 de septiembre de 1975, estaban compuestos por guardias civiles voluntarios jóvenes y melenudos. ¿Se imaginan donde desarrollaban su actividad?

El 24 de marzo la televisión rusa RT emitió en castellano un reportaje sobre el decimoquinto aniversario del inicio del bombardeo de la OTAN a  Yugoeslavia, ya reducida a Serbia y Montenegro. Hospitales, la televisión, la embajada china, un tren... y 2.000 vidas fueron destruidos. Violencia sobre el pueblo serbio, no sobre Milosevic. Violencia del poderoso sobre el débil mediante el peor terrorismo que existe. El bombardeo a distancia, sin riesgo alguno, de una fuerza terriblemente superior. La madre de un niño muerto en el ataque a un pueblo minúsculo de Montenegro era de una sinceridad brutal ante las cámaras. Expresó la alegría que sintió cuando se produjo el ataque a las Torres Gemelas. Esa satisfacción, aunque casi nadie la verbalizara, aunque los orígenes del atentado sean nebulosos, anidó entre muchos de los agraviados. Muchos serbios, palestinos, iraquíes e incluso algún canario, sintieron el íntimo placer de ver al gigante postrado. Alguien duda de que las imágenes de un grupo de policías, gente habituada a la altanería y a repartir estopa, en apuros, obviando su posible inconveniencia para la finalidad de la lucha, produjo en más de uno el pensamiento de que se hacía, aunque fuera con una poética pedestre, justicia.

No es cuestión de venganza. Se trata de no darnos golpes de pecho cuando la vida pone a nuestros amos o a sus fieles servidores en situaciones complicadas. ¿Por qué los verdugos tienen que espera piedad? Entiendo que la lucha contra las injusticias debe de ser pacífica porque, en la medida de lo posible, debemos tender a esa manera de resolver los conflictos, a vencer porque lleguemos a ser, de manera abrumadora, muchos más los que queremos un mundo con otros fundamentos. Pero no soy benevolente. El enemigo de clase (y sus instrumentos represivos) no me merece especial consideración pues, lo escribí en otra ocasión y lo repito prácticamente con las mismas palabras, si percibieran sus intereses en grave peligro no dudarían, como hicieron en el 36, en bañarnos en sangre. En la nuestra, por supuesto. Por ahora, en este momento histórico, se contentan con desangrar a los más débiles.


2 comentarios:

  1. no se por donde empezar, si por la legitimación del hipotético golpe de estado con el que sueña, lo bubónico de cañamero con poncho (indígena, por supuesto) o culpar a la policía de hacer su trabajo mientras se lame los labios con la violencia contra lo que decide considerar su adversario ante todas las cosas. Nauseas

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    1. Puestos a empezar por algún lugar, sería interesante comenzar por captar la ironía, que además explicito en el párrafo siguiente.

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