miércoles, 19 de junio de 2013

Los neoesclavistas o aboliendo el derecho al duelo

Pasas buena parte de tu vida orbitando a unas  personas que te limpiaron, que te alimentaron y vistieron, que te dieron cariño y protección, que en tu adolescencia empujaban contra ti las manecillas del reloj que tú defendías con fiereza, que en tu madurez a grandes ratos quieres y a ratos, más breves, detestas. Sus historias a veces te hartan, pero después, cuando piensas fríamente, cuando se te pierde la vista en la hoja de papel donde, con urgencia, necesitas escribir, te emocionas, porque sabes que todos somos triste carne humana, llena de miedos, desesperos y anhelos, que casi todos amamos de manera deficiente: o apabullando o perdidos en la lejanía, en el marasmo. Sabes que la vida está repleta de líneas incompletas, de frases que nunca fueron pronunciadas o leídas. Una de esas personas, con  la que has pasado infinidad de horas, un día muere, quizás inesperadamente o tal vez por un proceso inexorable. Lo quieras o no, aunque todo sea fruto del orden natural de la existencia, aunque la vida de ese ser haya estado bien cumplida, al menos temporalmente, una parte de ti ya no está, en cierta medida tienes que reubicarte, tienes que acomodar ese pequeño o gran hueco junto a todos esos espacios áridos que ya van siendo parte de tu patrimonio vital.
Lo sé estoy divagando (algo sentimentaloide), quizás para apartar de mí la pléyade de insultos (que no escribiré aquí cobardemente) que suben a mi boca ante la siguiente noticia, que seguramente todos conocen:
"El responsable de relaciones laborales de la CEOE, José de la Cavada, criticó los cuatro días de permiso que el Estatuto de los Trabajadores otorga por fallecimiento de familiar de primer grado cuando es fuera de la ciudad, alegando que los viajes no se hacen en diligencia".
No soy una persona especialmente necrófila. Nunca he pensado que la muerte otorgue una dignidad especial al que carecía de ella en vida. Al revés, creo que el respeto principal debe profesarse cuando aún estamos aquí . La muerte pone el final, pero no redime. Partiendo de la base de que no venero a la muerte, me parece tan obsceno lo que significa esa pretensión de hurtar un día o dos a quién atraviesa un momento de pérdida, es un reflejo tan diáfano de los tiempos que vienen, de esa neoesclavitud (¿sobre todo mental?), a la que nos quieren abocar, que quizás estamos ya, ahítos de pasividad, todos muertos, y no nos damos cuenta de que las campanas, esas que no sabemos de donde vienen, tocan por nosotros, que -como leí en algún sitio- están pensando si nos merecemos no ir a trabajar el día de nuestro entierro.
Final. De la Cavada ha pedido disculpas, Rosell ha pedido disculpas. No los crean. Están en plena reconquista del capitalismo más feroz. Mandan un suicida, lo amonestan, prometen castigarlo. Pero han medido nuestra capacidad de indignación, y además saben que nos han metido un poquito más de miedo en el cuerpo, que tras el suicida alocado viene el gran ejército del FMI que reclama salarios aún más bajos y despidos aún más baratos.
 
 

4 comentarios:

  1. El niño está recien nacido, todavía no piensa, y por tanto todavía no piensa en la muerte. Pero ya antes de nacer estaba vivo, y aún antes del regio encuento casual, el niño estaba vivo. Aun es joven, está dando sus primero pasos. Pero ya tiene poderosas raices en este mundo. Ya nadie lo podrá matar. Y cuando el viejo y vetusto socialismo muera, dejará otro recien nacido que traerá más alegría y vigorosidad a este nuestro amado hombre. Creará el hombre libre. El hombre liberado del trabajo porque trabaja. El hombre sin necesidad de amor porque ama. Estamos en el nacimiento. Y los niños que crecen con salud son alegres. Y la muerte no les arrebatará ni la alegría ni la vida, sólo nacerá otro niño mas alegre y vigoroso, que se convertirá en una mujer que todavía no es.

    Saludos y agradecimientos por el estimulo constante.
    Tu amigo Jero.

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  2. "Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quien doblan las campanas: doblan por ti"
    Hemingway

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  3. Todos somos una isla, plegado cada uno en si mismo. El hombre egoísta, la mujer por la que todavía no han sonado las campanas en honor a la ausencia del cuerpo presente. Acabar con la relación mónoda replegado, ese debe ser el nuevo nacer, el nacer por el que deberán doblar todavía las campanas. Campanas a vida y no campanas a la ausencia de ella. Campanas al continuo nacer y morir, campanas por la vida de la mujer libre.

    Saludos.
    Jerónimo.

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  4. Ni siquiera la parte final del artículo (sobre la CEOE) merece tan preciosa reflexión inicial, me he quedado perplejo.
    Un saludo

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