Alicia Sánchez-Camacho, dirigente del PP catalán, ha llegado a un acuerdo con la agencia de detectives que la espió durante un encuentro que tuvo con la ex novia de Jordi Pujol hijo. Fruto de ese acuerdo ha retirado la demanda civil que había interpuesto a cambio de 80.000 euros. A este asunto le veo básicamente dos vertientes: la político-chantajista y la económico-moral.
La primera suena a navajeo, a politiquería en el sentido más sucio del término, a enredos que dan pereza, a juego de impostores, a convencimiento de que entre tahúres anda la partida. Sólo diré que la investigación de la fiscalía debe seguir hasta aclarar todo lo sucedido. Si el caso se cierra con la indemnización a ambas señoras (la ex también cobra, aunque menos) es un apaño. Y no me sorprende. Soy consciente de que muchas situaciones anómalas en la vida pública quedan cubiertas por los secretos de estado o las llamadas oportunas o por un carnet equivocado trece veces por trece notarios, confundiendo un DNI de dos dígitos con otro de ocho. Me da un ataque de melancolía (y ya voy sobrado de ella) si me pongo a pensar en lo estúpido que es creer en la posibilidad de que exista la democracia. No sólo por las diferencias de clase, que es el elemento fundamental, sino porque intuyo que las "grandes" decisiones siempre se van a tomar por acuerdos de conveniencia.
Me interesa más el aspecto que denominé económico-moral. En este caso el valor de la conversación es de 80.000 euros. Esa cantidad es aproximadamente el salario mínimo de nueve años o el salario medio español de casi cuatro años. ¿Esa grabación equivale a (poniendo una media de 1700 horas anuales) 15.300 horas de trabajo de una persona que cobra el salario mínimo? Opino como lego, pero me parece excesivo. Ya sé que en este caso la indemnización la paga una empresa privada y que según parece Sánchez-Camacho destinará el dinero a alguna organización caritativa (no le queda otro remedio). Pero en otras ocasiones las indemnizaciones las paga el estado, salen del dinero de todos. Aclaro que no cuestiono su necesidad. Las entiendo cuando sirven para paliar una situación de personas que quedan en desamparo (invalidez, heridos, familiares de fallecidos), pero las que son por injurias o atentados al honor me desconciertan en el sentido de que me pregunto como se cuantifica el daño al honor o el daño moral ¿Qué forense cuantifica las lesiones del alma? ¿Qué tarifa se les aplica? Seguro que en las tarifas del alma también hay ricos y pobres. Los estadounidenses tiene un alma delicadísima y muy costosa de reparar.
¿Si me cito en la calle con nombre del gran desamortizador español del siglo XIX, en un bar que hace referencia a los naturales de la isla del meridiano, con la ex amante de un alto cargo de la política canaria, me grabarán? ¿Y si me graban me llegará la indemnización para una ración de calamares y otra de ropa vieja, regaditas con sus correspondientes birras? De ilusión también se vive, carajo.
Aclaro que el acertijo (muy sencillito) de la penúltima pregunta, está en clave de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario