Aunque aquí no tengo perfil
(bueno sí, en sentido literal y en tono de broma, el de la foto), creo que
parte de las personas que de vez en cuando se dan una vuelta por este callejón,
saben que quién esto escribe es profesor de enseñanza secundaria. Mi trabajo se
desarrolla en la localidad grancanaria de Jinámar, barrio a caballo entre los
municipios de Telde, al que pertenece la mayoría de la población, y Las Palmas
de Gran Canaria. Llevo trabajando allí, en el mismo centro educativo, desde
hace más de 20 años. O sea, mi experiencia (y la de otros compañeros y
compañeras que llevan tanto o más tiempo), es larga, al menos en el plano
temporal. Cuando le comentas a alguien el barrio en que trabajas, generalmente
arruga la nariz. Jinámar tiene fama de barrio conflictivo. Lo es.
Este curso que acaba de
concluir impartí conjuntamente, a los dos grupos de 4º de la ESO, la materia de
Ética. En esas dos horas semanales hemos hablado de lo humano y en ocasiones
también de lo divino. Una de las actividades de la materia fue la elaboración
de una redacción sobre la vida en Jinámar. Drogas y peleas fueron los términos
más usados. No obstante, plantearon, mayormente, una dicotomía comprensible. Les
gusta vivir aquí, donde uno abre los ojos tiene sus recuerdos, su formación
como ser humano, pero la mayoría querría irse. No es algo novedoso. Desde que
doy clases aquí, cuando se ha planteado hablar sobre el barrio y su
problemática (hecho que al impartir Ciencias Sociales, donde por ejemplo hablas
de subdesarrollo y desarrollo, es relativamente frecuente), se entrelazan la
devoción y la animadversión.
Muchas veces los arrugantes
de nariz te plantean: “¿Por qué no cambias de Centro?”. La primera razón, lo
dejo claro de entrada, es una cuestión de carácter, contradictoria con ese
cuatrero del orden social existente que me habría gustado ser, me cuesta
cambiar, soy un rutinario impenitente, temeroso, en todos los ámbitos de mi
vida. Pero también hay otra motivación, enfados puntuales aparte de alguien con
gotas coléricas, y es una sensación especialmente satisfactoria cuando sientes
que tu hombro ha empujado un poquito para cambiar el rumbo de un alumno
destinado al fracaso social. No voy a mentir. No son los casos más habituales.
Lamentablemente un entorno familiar complicado es un elemento mucho más
decisivo que el colegio o el instituto. Por mucho que estos pongan –bastante más de lo que se reconoce socialmente-,
mucho de su parte para intentar “rescatar” a esa chica o ese chico que intuimos
condenado por un entorno hostil. En muchos casos tenemos casi la certeza de que
su fracaso escolar va a suponer también su fracaso –un fracaso programado- vital. Sé que es un
diagnóstico duro, pero creo que no es errado.
Odio las quimeras –no las confundamos con las utopías que han sido y
son oxígeno- en la vida real. Dentro del sueño, del cuento o de la novela,
podemos establecer la coherencia que
deseemos. Cada mundo puede tener sus reglas, pero este tiene las suyas propias,
enmarcadas por una sociedad de clases. Y una de las reglas del sistema
capitalista que rige este mundo es la generación de carne de cañón, seres cuyo
único norte es el consumo, cuasi esclavizados por la precarización laboral y
los salarios de miseria. Ese es el destino diseñado especialmente para los
jóvenes de barrios populares como el de Jinámar. Un futuro sin derechos, un
futuro fragmentado donde la solidaridad se cotice a la baja, al contrario que
la caridad. Un futuro de sumisión, sin rastros de pensamiento crítico.
Uno de los últimos días de
clase a los alumnos de 4º de la ESO, después de reconocerles haber disfrutado
con ellos, les dije que mi objetivo principal es que ahora, cuando acaba el
curso, tengan en sus mentes muchas más preguntas que hace un año. Que sepan que
vivir es buscar respuestas que muchas veces generan más preguntas. Que su
enfoque sobre la vida se haya ampliado. Lo sé, soy un iluso, pero aspiro a
abrir brechas en fortalezas no pocas veces cimentadas con ideas nocivas.
Como profesor, lo confieso
abiertamente, quiero ser un activista del pensamiento. Alguien quizás se
escandalizará y me espetará: “usted quiere manipular al alumnado”. No, se
confunde, aspiro a ofrecerles otra visión de la realidad, combato el
pensamiento mágico que nos inocula que el mundo como lo conocemos, como está
estructurado (ser rico o pobre, por ejemplo), es un suceso tan inevitable como
que el sol salga por el este y se ponga por el oeste. Si yo les digo que al rey
Juan Carlos lo puso un dictador fascista y genocida llamado Franco, al que
nunca ha repudiado, estoy ofreciendo una
visión alternativa a la edulcorada que nos presenta un rey de cuento, un
padrecito protector, hacedor de democracias. Son necesarias visiones que se
contrapongan a la ideología dominante y aplastante. Una de las preguntas en la
asignatura de ética era si les interesa la política. Repuesta casi unánime: no,
paso de política. Y me enrabieto imaginando a los que cortan y reparten el
bacalao frotándose las manos, pensando: consume (lo que puedas) y calla.
Siempre le he dicho al alumnado que durante años me ha expresado su rechazo a
la política: “ustedes pasan de política, pero la política no pasa de ustedes”.
Además están bien educaditos (en un sentido irónico), pues tienen una visión
bipartita del mundo, reducido al universo del PP y el PSOE con algunas gotas de
Coalición Canaria.
Quisiera hacer una mención
final a los Programas de Cualificación Específica (PCE). Éste, en bastantes
casos, es el último salvavidas para muchos jóvenes rebotados (por múltiples causas) y náufragos. Para
no enredarme ni enredarlos diré que es una vía bastante más sencilla para
conseguir la titulación en la ESO y de paso obtener una cierta cualificación
profesional. Este curso se ha sentado delante de mi mesa, en 2º de PCE, una
alumna que conozco desde hace años, que fue puesta a prueba con una situación
dura. He visto su esfuerzo, su ilusión, su pelea y su transformación. Su
titulación, al igual que la de algunas de sus compañeras, me produjo una
sensación de satisfacción con regusto a matrícula de honor. Tiene su belleza
luchar (¡ojo! no planteo heroicidades, son más los perdidos que los rescatados) por arrebatar jóvenes al determinismo
social dictado por la riqueza o la pobreza, sea material o espiritual.
No sé si este texto
transmite alguna idea o sentimiento, quizás está algo deslavazado, pero necesitaba escribirlo, compartir estás
vivencias y reflexiones. Lo acabo haciendo mía aquella frase de José Bergamín (1895-1983),
poeta e intelectual católico de izquierdas,
que en su vejez decía: “He sido tan sentimental que tengo el corazón hecho un trapo,
verdaderamente un trapo”.
Posdatas:
1. Perdón por las erratas que puedan aparecer en los textos, los corrijo, pero casi siempre, sospecho, se escapará alguna. Me pasó ayer revisitando el artículo "Religiosidad y comunicación". Había dos errores. Imagino que habrá algunos más campando como bribones a sus anchas
2. Algunas personas me han dicho que se ven imposibilitadas para hacer comentarios por cuestiones, digamos, de orden técnico. La verdad es que no sé, en mis escasas nociones informáticas, como solucionar el tema. Mi amigo Jero (que lejana queda la juventud, querido, tanto recordarla como mirar adelante me debilita el ánimo) al principio tuvo ese problema, si él u otra persona quiere explicar como hace para introducir los mensajes le quedaré muy agradecido, pues ayudará a la inmensa cola de comentaristas que ansían verter en este callejón sus opiniones. Como ustedes verán, amo la ironía.
Compañero Pepe Juan:
ResponderEliminarComparto muchísimo el sentir que expresas en este texto.
Te deseo unas felices y enriquecedoras vacaciones, en las cuales puedas dedicar tiempo a realizar más escritos como éste dónde reflejes tu sentir y puedas expresar tus opiniones.
Compañero Víctor:
EliminarMil gracias por darte una vuelta por este callejón y dejarme este reconfortante comentario. Con las vacaciones me pasa algo raro: las ansío tanto como las temo. Un abrazo.
Muchísimas gracias por tu trabajo con estos alumnos...
ResponderEliminarPersonalmente, yo soy un "rebotado" de la educación. Terminé el bachillerato con 27 años, en un instituto de noche y mientras trabajaba.
Las mismas circunstancias que tu citas en mi juventud, pero durante mis primeros años de estudios, antes de dejarlos y volver a retormalos, conocí a profesores como tú. Me dejaban libros, se interesaban por mi, por mi situación. Fueron pocos los que se acercaban a mi timidez y me ofrecían una sonrisa. Pero como te he dicho, me dejaron "¿Qué es filosofia?" de Ortega y Gasset, o "El árbol de la ciencia" de Pío Baroja, o "Siddartha" de Herman Hesse... y con ellos, los libros y sus personas, consiguieron dejar una semilla que germinó con los años.
Hoy en día tengo un buen trabajo y una muy buena familia con 2 hijos. Ellos me salvarón.
Le deseo mucha suerte y coraje para seguir con su labor.
Es un trabajo que hacen muchos profesores. Y somos seres humanos con nuestras contradicciones y frustraciones pues muchas veces ese trabajo no da los frutos deseados. En un Programa de Cualificación Específica(PCE)pueden empezar en primero 20 alumnos y pasar a segundo 8. Algunos se han ido a pesar de intentar que se enganchen, que cojan este cabo que puede ser el último y a otros por su comportamiento disruptivo pertinaz, después de mucho hablar, de luchar con ellos y sus padres, nos hemos visto obligados, por el bien colectivo, a enseñarles la puerta de salida.
EliminarNi héroes ni villanos. Seres comunes que intentamos con "regular" éxito abrir caminos. Hay que reconocer que la gente que se encauza te satisface mucho. Un saludo y gracias por sus palabras.
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ResponderEliminarLa información desde su conocimiento y sobre todo y no menos importante, de su experiencia, hace que podamos obtener datos más exactos de la situación.
ResponderEliminarEn mi opinión, debemos remontar al origen de la educación y hacer una breve comparación con nuestra sociedad actual. En los pueblos primitivos se carecía de profesores y escuelas. Sin embargo, a día de hoy, muchos de los ciudadanos desconocen o no se preocupan por esos más de 57 millones de niños que no pueden recibir una educación o es muy deficiente. Esto es provocado a causa de las diferentes clases sociales que se han formado a lo largo de la crisis y que aun así, no es motivo para despreciar las sociedades subdesarrolladas.
Jinámar se conoce como un barrio conflictivo. Son muchos los factores que condicionan una situación de fracaso. Por una parte, los alumnos recaen en los efectos del entorno, ya sea por drogas, por la marginación que existe entre barrios o el contacto de razas, y sobre todo la influencia que tiene el alumnado con respecto a su entorno familiar. Por otra parte, me gustaría tener en cuenta no solo determinados factores, ni las medidas políticas sobre la educación, ni el profesorado, etc. Sino tener la opinión, el punto de vista, y el afecto de los alumnos que lo sufren. Muchos de ellos, están aferrados a las drogas o a no poder salir de esta situación, y muchos otros desean salir en busca de una educación digna.
Como bien dice el dicho “La esperanza es lo último que se pierde”. Por tanto, estamos ante un tema bastante serio, donde los recursos irónicos sobran y el esfuerzo que requiere es enorme por parte de todos los afectados y no afectados. Por tanto, personas como usted José Juan, realmente lucha por el futuro digno de los adolescentes.