La política y sus presos

Los regímenes pluripartidistas alardean de que en sus países no hay presos por delitos políticos, confundiendo al preso político con el preso de opinión. Se hacen la siguiente composición de lugar: si en mi territorio no hay restricciones a la difusión de ideas -que suelen existir en la práctica-, eso significa que no hay presos por motivaciones políticas, puesto que todo el mundo -en teoría- puede expresar y difundir lo que piensa. Mi visión es que el preso de opinión suele ser un preso político, pero el preso político no tiene porque ser, necesariamente, un preso de opinión. Aceptar lo antedicho sería una restricción excesiva al concepto de lo político.

Imaginemos que el President de la Generalitat, Artur Mas, sigue adelante -circunstancia que habrá que ver- con su intento de lograr la creación de un estado propio. Si el gobierno español aprobara una ley que penara con la cárcel dicha conducta y el señor Mas acabara en prisión ¿sería un preso político? Creo que la respuesta es indudable: sí.

Entraré en polémica: los etarras son presos políticos. Más de una persona que esté leyendo esto se llevará las manos a la cabeza y pensará -aparten de mi ese cáliz- que el que esto escribe es un apologeta de la violencia terrorista. Nada más lejos de la realidad. Simplemente creo que las acciones humanas, aunque sean tremendamente dolorosas, deben recibir una denominación adecuada. Bin Laden, al atacar las Torres Gemelas (suponiendo que fuera el alma máter de ese atentado brutal, sorprende la premura en liquidarlo y el escaso interés en interrogarlo) realizó, aunque repugne moralmente el asesinato de 2.800 personas, un acto de gran calado político. No olvidemos que ha originado dos guerras (Afghanistan e Iraq). También fue una decisión política la del presidente de EEUU, Harry Truman, cuando ordenó lanzar las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki que produjeron más de 150.000 muertos - a titulo informativo: la caída de 100 Torres Gemelas- . Por eso dije anteriormente que los etarras son presos políticos. Cometieron sus delitos en aras de un fin político y han generado -como en los ejemplos de Bin Laden y Truman- un enorme sufrimiento. El mismo sufrimiento que generaron Franco y sus conmilitones al sublevarse contra la 2ª República, originando la Guerra Civil que llevó al primero a detentar un poder omnímodo durante 40 años y a dejarnos de "regalo" un rey que -aparte de no criticar nunca a su mentor-, sí, asumámoslo, fue nombrado Príncipe en 1969 por el mayor delincuente -asesino, si se quiere- político que hubo en España en el s. XX. Yo, como enemigo de Franco, nunca diría que era un delincuente común, ni del general argentino Videla y sus compañeros de tropelías, que son presos comunes. Son presos políticos porque lo que hicieron fue debido a una visión política -fascista o ultraderechista- del mundo. Franco y sus generales eran defensores de los privilegios oligárquicos, y en unos momentos de exacerbación de la lucha de clases -victoria del Frente Popular-, actuaron por otros medios políticos, que existen desde hace milenios, los violentos.

Otro debate es el rechazo - y la profundidad de éste, según la naturaleza de la acción- que las actuaciones violentas puedan suscitar, en política o en cualquier otro ámbito. Pero creo que es importante la precisión del lenguaje, la claridad de los conceptos.

En las democracias liberales, más allá de la amplitud que puedan tener los márgenes de la libertad de expresión, hay presos políticos. Otra cosa es lo que cada cual piense sobre la justicia o injusticia de ese encarcelamiento.

Generalmente, al menos en los últimos tiempos, cuando se quiere desprestigiar una acción política o justificar una detención que quizás conlleve prisión, se propaga la idea de que la acción o el individuo eran violentos. Se intenta, y suele lograrse, que muchas personas para la que dicha palabra es un tabú, tras el que no se atreven a mirar que es lo que hay, se retraigan de solidarizarse, pues se sentirían cómplices de una "acción deleznable, violenta".

Esta situación la está viviendo Alfon, un joven vallecano que fue detenido el 14 de noviembre -día de la huelga general- y que permanece encarcelado en régimen FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento) lo que supone restricción para visitas, llamadas, introducir determinados libros, etc. Está acusado de portar una bolsa con gasolina y otros elementos susceptibles de montar un artefacto, según la versión policial que él niega. Los grupos de izquierda (el PSOE no ¡que raro!) del Congreso se han solidarizado con él y hablan de montaje de la policía y aviso a navegantes díscolos en estos tiempos de mareas procelosas. Los grandes medios de comunicación, esos que están prestos a llamar dictador a Chávez y a denunciar las "injusticias" de los gobiernos antiimperialistas de Sudamérica, silencian el encarcelamiento de Alfon. Si Alfon fuera cubano saldría en el telediario de las grandes cadenas, pero no, es de Vallecas y vive "en un país libre" al que, como un  perrito jadeante,  pasea de una correa el capital. Llevara o no elementos susceptibles de generar violencia, digo que Alfon es un preso político con el que el poder manda a los sectores más combativos el siguiente mensaje: son ustedes nuestros enemigos políticos (aunque lo de adversario quede más bonito) y nosotros tenemos mucha más capacidad de violencia: policía, cárcel y… ¿ejército?

Ahora una carnaza que sé que a algún tiburón le pone:  el 8719600510. O sea, el preso político Otegui. Lleva más de tres años encarcelado por intentar -¡oh paradoja!- que ETA abandonara las armas. Incluso el juez Garzón, que lo encarceló, decía en una entrevista (con la boca chica, como decimos en Canarias) que sería deseable su excarcelación. Ni siquiera quién tenga un concepto restrictivo de ese término -preso político-  y lo considere un bicho alimentado a las ubres de ETA, puede negar dicha condición a Otegui sin caer en el dislate o en la tozudez.

Muchos pacifistas (¿confundidos?) portan en camisetas, o en cualquier otro soporte, la imagen icónica del Che (la foto de Korda es la más reproducida del s. XX), un luchador comunista por los desfavorecidos que -por si alguno anda despistado- uso la violencia en forma de guerrilla, con una disciplina que para sí se exigía, para luchar contra el poder secular y violento de una minoría.

Acabaré citando brevemente a un especimen especialmente execrable del delincuente político que, afortunado él, sobre todo en algunos países, nunca pisa el trullo, y si alguna vez es condenado por algún juez despistado, suele contar con el manto indultador del gobierno de turno, consciente, -como dijo don Felipe González en un arranque de honestidad marxista-, de que "el estado también se defiende desde las cloacas". El torturador. Nadie lo defiende públicamente, pero es un ejecutor político usado por muchísimos estados del mundo que, después de realizar su labor cotidiana, seguro que trabaja a turnos (¿influirá en su labor una pelea matrimonial?), va a buscar solícito las notas de su hijo adolescente, ergo complicado, al colegio. Más tarde, por la noche, a la pequeña, que adora, le lee un cuento para que sueñe con los angelitos.

Acabo con una anécdota sobre las perversiones puritanas, tragicómicas y violentas, de un sector de la sociedad estadounidense.

La empresa minorista Walmart (según parece de las más importantes del mundo), se niega a vender música con palabras malsonantes, pero vende, libremente -que grande es la libertad- , armas de asalto. Lo que me inquieta es que si Walmart toma esta decisión -negociantes avezados, con la venta como supremo objetivo-, lo hace porque es del agrado de su clientela.

En homenaje a ellos sólo me queda decirle al viento: ¡váyanse al...! Completen la frase con lo que les de la gana. Siempre me ha parecido que, finuras aparte, un lote de taquitos, de cuando en cuando, relaja lo suyo, no sea que nos vayamos a poner violentos .


Última hora: dos diputados del PP son pillados jugando en el iPhone al "Apalabrados" mientras se debatía la privatización de la sanidad madrileña. Se disculpan diciendo -no me lo invento-, en plan regio: "lo siento, me he equivocado. No volvera a suceder" ¿Cobrará el borbón derechos de autor?  ¿Si un madrileño les quisiera hacer un implante bucal -hablamos de sanidad- de móvil, estaría llevando a cabo un acto violento, un acto político o una simbiosis de ambos?