Al capitalismo se le corre, cada vez más, el maquillaje. Me recuerda -probablemente es una asociación mental incorrecta, pero ha surgido y así lo reflejo- un personaje entrañable de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: Lolita Pluma. Esta señora durante decenios, hasta bien entrados los 80, fue, sin necesidad de tacones desmesurados o pantagruélicos trajes casa, la reina y la reinona (popular y sin herederos coñazo) de un Parque Santa Catalina donde ella simbolizaba un carnaval perpetuo. Está inmortalizada, más allá de la memoria de los que la vimos vendiendo chucherías entre las mesas de las terrazas, en piedra y en música. El cantante grancanario Braulio (tiene usted un grupito de canciones fetén, paisano) compuso, aún en vida de ella, como debe ser, una canción que lleva su nombre. Pongo al pie de este texto la versión de Los Gofiones.
Después de este inciso nostálgico, sigo con el asunto que hoy merodeo: la justicia. Dama con el rímel corrido -tránsito instantáneo de lo bello a lo patético- por la instauración de las tasas judiciales, que gravan el acceso de los ciudadanos a su cobijo. La argumentación del gobierno, a "grosso modo", es que se quiere evitar el exceso de recursos que empantanan los juzgados con litigios sin fin. A cada uno lo suyo, son defensores consecuentes de la sociedad de clases y da la impresión de que su programa electoral oculto -el verdadero, que están aplicando- va encabezado por un epígrafe que dice así: "Darwinismo socio-económico. Curso práctico y acelerado". ¿Cuál es el modo de desatascar un servicio atascado? Cobrando. Que sobrevivan las "especies" mejor dotadas crematísticamente. Creo que ya es famoso el ejemplo de la multa de tráfico de 100 euros que costaría 200 euros recurrir. Si tengo pasta me doy el lujo, aunque sea por orgullo (¿cuántas veces he oído en mi vida que "los pobres tenemos que agachar la cabeza"?), de litigar con la DGT.
Nunca he creído que el trapito que cubre los ojos de la dama que porta la balanza sea opaco. Es un tul finísimo que no impide a la ecuánime dama distinguir el grosor de la cartera, del encausado. ¿Cuántos ladrones de millones de euros, por diferentes métodos, han estado, -prisión preventiva aparte- más de 5 ó 6 años en la cárcel? El dato sería interesantísimo. Estoy convencido de que los miles de ladrones de clase baja que pueblan las prisiones del estado español han pasado, aunque sea en diferentes periodos, bastante más tiempo entre rejas del citado antes por mí. Y apuesto que una inmensa mayoría de ellos no ha robado un mísero -para el estándar de algunos- millón de euros. Leí, no recuerdo donde, que al robo cuando es en grandes magnitudes, no a una sucursal de barrio o al tendero que rentabiliza el negocio abriendo de sol a sol, se le llama "delito económico" o "alzamiento de bienes" o "apropiación indebida" o "fraude a Hacienda". Si a mí me asaltan por la calle y me roban la cartera, no diré cuando cuente la batallita: "Se apropiaron indebidamente de mi cartera" o "he sido víctima de un delito económico". Utilizaré términos como robo (el hecho), ladrón (el sujeto activo) y víctima (el sujeto pasivo y asustado, yo). El mismo esquema puede aplicarse a los grandes delitos económicos. La diferencia es que la víctima, en estos casos, suele ser un grupo amplio de ciudadanos o todos, si los dineros "apropiados indebidamente" son públicos. No piensen que es una mera cuestión semántica, o sea, baladí. Tiene calado. Cambiar el nombre de los hechos influye en la percepción social de los mismos. Nos cambia la perspectiva de la realidad, nos hace pensar que como el individuo no ha sacado una navaja - hecho que no minimizo- es menos peligroso para la sociedad. Los latrocinios de los poderosos, en sus despachos confortables, nos resultan menos amenazantes que el raterillo del barrio. Quizás porque aún no tenemos conciencia de la importancia que tiene en nuestras vidas la propiedad pública o, llamándola más adecuadamente, socialista.
La edad de la inocencia es hermosa, y debemos regocijarnos y cultivarla a ratos, pero es peligroso vivir siempre en ella, aunque recordemos con una sonrisa a Lolita Pluma.
Llego a su blog desde Público. Enhorabuena por su prosa y discurso, ha sido un placer leer el post.
ResponderEliminarLe agradezco su post. El ego es un bichito que siempre se nos pasea por nuestra alma. Y su enhorabuena por mi prosa -¡con lo que me hubiera gustado ser un buen escritor!-, lo alimenta. Por otro lado, en el terreno del discurso, siempre es estimulante saber que conectas con las ideas de otras personas. Un saludo
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