El domingo 25 de agosto se
inauguró en un centro comercial de Madrid, con la afluencia de 3.000 personas
encandiladas no sé si por un regalo que probablemente no valdría tantos
apretujones y sofocos o por un ansia gregaria y novedosa que escapa a mis
entendederas y hasta a mi concepto, estrecho, lo reconozco, de humanidad, la
primera tienda física en Europa de la empresa asiática, de comercio por Internet,
Aliexpress. Ésta pertenece al Grupo Alibaba, del que es presidente ejecutivo
Jack Ma, nacido, le viene bien a la mala baba de este texto pensar que el color
del dinero lo transformó de gusano en mariposa, con el nombre de Ma Yun.
El señor Ma es el chino más
rico del planeta y, además, está en el top 20 de la riqueza mundial con 37.000
millones de dólares, cantidad que a pesar de su inmoralidad no le da para
entrar en el top 10. Estremece pensar la facilidad con la que nos hemos acostumbrado
a legitimar fortunas que superan el PIB de muchos estados del planeta.
En este individuo se da una
doble condición que me parece digna de dedicarle una pequeña reflexión que
quizás sea algo ilusa o que si la quisiera llevar al terreno plástico la
tildaría de naif.
Intento explicarme. Ma
lidera, entre el empresariado industrial chino, lo que él llama el espíritu del
996. Éste es muy simple: trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche 6 días a la
semana. Es un defensor de lo que se conoce como el trabajo extremo. Qué grande
es la eufemística. Cuántos seres humanos que se han reconcomido a lo largo de
los siglos por ser llamados esclavos, siervos o explotados podían haber hallado
consuelo siendo denominados como trabajadores extremos, que tiene resonancias
de deporte de riesgo. Por cierto, un inciso: ningún deporte de riesgo mata
tanto como los accidentes laborales (en España fallecieron 652 personas por
este motivo en 2018). Y esas jornadas tan largas, hablamos de 72 horas
semanales, seguro que tienen un riesgo para la salud física y mental.
Muchas veces se habla de que
el capitalismo salvaje pretende regresar a las condiciones laborales del siglo
XIX y en algunos aspectos que suponen, por vía legal o de los hechos, pérdida
de derechos laborales, da la impresión de que lo está logrando. La legislación
en China recoge la jornada laboral de 8 horas, pero yo me juego lo que sea que
en las empresas de Jack Ma y en las de otros empresarios similares, los
trabajadores aplican el 996, y no solo por ese poder de facto del empresario
que es el despido, sino porque estoy convencido de que este señor es una fuente
ideológica que inspira a determinados sectores de la población que asocian el
éxito, el prestigio, con la posesión de grandes riquezas y lo que se denomina el trabajo duro.
Este ultracapitalista,
abordo ahora la otra vertiente de la doble condición a la que me refería más
arriba, es, según anunció en noviembre de 2018 el Diario del Pueblo, afiliado
del Partido Comunista de China. El subconsciente me llevaba a escribir
militante, porque uno asocia la pertenencia a un partido revolucionario (en
teoría) con una palabra contundente como militancia (parecerá baladí, pero soy
de los que piensa que la URSS cayó, entre otras causas, porque tenía 17
millones de afiliados y muy pocos militantes), pero mi mesura y las prácticas
laborales del individuo me llevan a degradarlo a simple afiliado.
Reconozco que me descuadro,
por eso decía que quizás soy un poco ingenuo o naif. Un miembro del PCCh
defiende unas condiciones laborales que harían babear de envidia, al menos en
la duración de la jornada (no se olviden de añadirle al tiempo de trabajo el de
desplazamiento), al decimonónico burgués clásico de chistera, leontina,
monóculo y oronda panza. Condiciones alejadísimas, ya que estamos en el juego
numérico, del 888 (8 de trabajo, 8 de ocio, 8 de descanso) por el que luchó la clase obrera denodadamente
en el siglo XIX y en los albores del XX.
El comunismo, la ideología cuya
seña de identidad es la liberación de la clase trabajadora, admite en su seno y
permite en la práctica que un integrante de sus filas predique y ejerza la
explotación más feroz. Porque el 996, salvo que tu trabajo sea una vocación
desmedida donde tú seas tu propio jefe y tu grado de realización sea mayúsculo,
es reducirte a la mera condición de maquina productiva. Lógicamente tendrás un
tiempito para comer, algunas horas para dormir y si tienes alguna afición
olvídala.
Como broche pintoresco, y
diría que contradictorio por razones obvias, Jack recomienda a sus empleados
tener mucho sexo, lo que él, en su obsesión numerológica llama el 669 (frenen
esa imaginación): 6 días, 6 veces, teniendo el 9 que ver con la duración, pues
en chino esa palabra y “largo” suenan de manera similar. Humildemente le
sugiero, siguiendo la broma, que proponga el 169: 1 día (el domingo), ¿6 veces?
y el 9 ya me parece una hazaña de película porno.
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