El mágico voto.
El igualador, el hacedor de la democracia.
Lo confieso, sé
que mi pensamiento en algunas o en muchas ocasiones se vuelve reaccionario,
retrocede a un par de siglos atrás, allá por la primera mitad del XIX, y echa
de menos, cuando me aniño y me amulo con el mundo, el sufragio censitario o restringido.
La principal
restricción era la económica. Tenía derecho al voto quién tuviera una
determinada renta o patrimonio. Quedaba fuera de la participación en los
comicios la inmensa mayoría de la población. El miedo guardaba la viña de la
oligarquía, protegiéndola de las “sucias manos” de las crecientes masas
proletarias, que comenzaban a organizarse políticamente y a las que no parecía
muy conveniente (en un fallo de visión por desconocimiento o desconfianza en su
poderío ideológico) poner una papeleta
en las manos.
A partir de la
segunda mitad del siglo XIX, con ritmos diferentes según los estados, fruto de
las citadas luchas obreras, comenzó a generalizarse el voto universal
masculino. Hasta avanzado el siglo XX, salvo excepciones, no comenzó,
lentamente, la inclusión de las mujeres en el sufragio.
Esta exclusión
del voto de las mujeres de la que hablo tiene un cierto nexo, es una impresión
personal, con uno de los elementos que también se usaban como justificación del
sufragio censitario: el nivel de formación (en algunos estados del sur de EEUU,
exámenes de alfabetización mediante, perduró hasta los años 60 del siglo XX,
pues buena parte de la población negra era analfabeta). Digo que veo cierto
nexo entre la exclusión de las mujeres y el voto censitario por motivo de
formación, porque en 1931 ciertos sectores de la izquierda, traicionando sus
fundamentos liberadores con el frío cálculo posibilista, expresaban cautelas
con el otorgamiento del derecho al voto a las mujeres por temor a que estás
fueran una correa de transmisión en las urnas, por su menor formación, por su
mayor manejabilidad a manos de un clero totalmente aliado y ariete ideológico, sobre
todo en la caciquil España rural, de la oligarquía.
Podemos irnos
al conocido aserto de José Martí: “Ser culto es el único modo de ser libres”.
Sé que desde que Martí escribió esa frase, en el siglo XIX, el concepto de
cultura ha variado o quizás sería más preciso decir que se ha ampliado con
ramificaciones diversas que lo convierten en un término de compleja aprehensión.
Ya la cultura no es solo la adquisición de conocimientos generalmente plasmados
en libros. Incluso diría que, en una reacción pendular, hubo, o hay, un cierto
sarampión de desprecio, absurdo, a la cultura libresca. Yo, lo reconozco, soy
un amante del significado clásico, al que se refería Martí, del concepto de
cultura como concepto globalizador, que me permite sacar ciertas enseñanzas
universales del devenir de la humanidad, que también permite que te recorra el
espinazo una cierta angustia generada por la propia insignificancia, por la
idea de que el aprendizaje te acerca, pero también te lleva a darte cuenta de
que siempre sabrás casi nada.
El socialismo clásico,
allá en el ya mentado siglo XIX, planteaba la famosa tricotomía: 8 horas de
trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de ocio y cultura. Seres trabajando para
el bien común, alimentados, cultos y por ende libres. Aunque la inmensa mayoría
no lo crea, esta sociedad que confío en que a muchas personas le parecería
razonable, es el fin de aquellos que, organizados o no, nos definimos como
comunistas.
Si estamos cada
vez más lejos, o si cambiaremos a la fuerza a causa de un planeta que en cuanto
a recursos tiene cada vez más limitaciones, no lo sé, y me parece que
atisbar que camino llevará la humanidad
es un ejercicio, por incierto, vano.
Hay un pequeño texto
de Bertolt Brecht (espero que no sea falsamente atribuido, pues hay personajes,
aunque en esto el líder supremo es Groucho Marx, que parecen un imán para las
citas o los textos referenciales) que dice lo siguiente:
“El peor analfabeto es
el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos
políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan,
de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones
políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.
No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y
el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo
de las empresas nacionales y multinacionales”.
La frase que he puesto
en negrita me parece la más significativa, por una razón: aunque haya bastantes
analfabetos políticos ninguno se reconocerá como tal. Sin embargo, muchos
alardean de su odio a todo lo político. Año tras año tengo que explicar en el
instituto, a jóvenes de 16, 17 o 18 años próximos a ejercer su derecho al voto
y que son, solo describo, verdaderos analfabetos y odiadores de la política,
que todo lo que ven a su alrededor o el propio edificio que en ese momento les
alberga es fruto de la acción política. Muchos de ellos, siendo posibilista no
sé si lamentablemente, ya se restringen, se censuran por si solos el voto
ignorando las urnas, sin el deseo pasajero y elitista de un profesor airado.
Toda esta disquisición
que arrancó en el voto y empezó a navegar por mis meandros mentales me surgió a
cuenta de un personaje votado: el “ínclito” millonario Marcos De Quinto. El
fichaje estrella de ese asco hecho partido que responde al nombre de
Ciudadanos. Un bebedor de vinos de más de 100 euros que es capaz de hablar
refiriéndose a los migrantes que estuvieron en el Open Arms como los “bien
comidos pasajeros”. La conciencia de clase de los oligarcas (aunque sean de
segundo nivel, pues vivimos tiempos tan atroces en cuanto a desigualdad que un
tipo con 50 millones de euros de patrimonio estás muy alejado de los puestos
punteros) nunca falla. Apenas un paria come decentemente ya casi lo van a
ubicar en la lista de los privilegiados. Y lo más triste y enervante es, como
aguas hediondas, la filtración ideológica vertical, constante y exitosa, que
impregna a muchos trabajadores. Muchos “votantes” con mentalidad de “mi patrón
me da de comer”, lanzan la palabra privilegio como un dardo herrumbroso al
corazón de cualquier otro currante con mejores condiciones laborales, quizás
porque pertenece a un colectivo o a un sector más unido o más combativo.
Debo estar tan
desnortado que no concibo que un individuo con ese orgullo de clase dominante
tan acentuado, pueda ser otra cosa que un efectivo repelente de votos para cualquier
hijo digno de la clase trabajadora.
Hablando de lo
inconcebible y el voto, tampoco entiendo ese miedo atroz entre mucha gente de
izquierdas a una hipotética repetición electoral. ¡Qué viene el trifachito!
claman los espíritus pusilánimes, que estamos cansados de ir a votar, que es
trabajo harto fatigoso, que Podemos aún se hundirá más dicen los desencantados con
Podemos en el minuto 5 de juego, prestos a llevarse ofendiditos la pelota, pero
que aguantan, en la prorroga de la prorroga de un partido que no tiene fin,
franciscanos de la espinada rosa, las marrullerías centro-derechistas del PSOE.
Ni en España ni
en ningún país de la UE existe, en proporciones significativas, el pensamiento
de izquierdas, aquel que es socialista o comunista (el PSOE solo tiene el
socialismo en su nombre, ni en su
programa de máximos, cuestiona la sociedad capitalista). Bajo diferentes siglas,
tengo claro que, tenues diferencias sociales aparte que nunca cuestionan a los
dueños del cortijo, cuando cojo una papeleta mi capacidad de decisión es mínima
y, siempre, siempre dentro del campo de juego económico de la oligarquía y político
del centro-derecha.
Querido compañero, que no camarada, tu sentimiento, mas que pensamiento reaccionario, es seguramente compartido por muchos y muchas mas votantes de lo que estariamos dispuestos a reconocer en la “progresia” de la actual poblacion con voto “inutil”; al menos yo sería uno de ellos seguro, siendo mas anarquista que comunista, y por lo tanto a lo mejor o a lo peor menos democrata pero igualmente descorazonado con el valor del voto actual y por tanto deseoso de uno mas restringido, pero que seria igualmente inutil, porque desde mi punto de vista, al final siempre saldrá (hoy en dia la conciencia de clase no se ejerce, y por tanto dada mi visión pragmática, no existe) lo que a las grandes corporaciones capitalistas interese. Disculpa mi desastrosa Redacción pero no queria dejar pasar la lectura de tu escrito, sin por lo menos manifestarte mi solidaridad cognitivo-emocional, y felicitarte por tu clara y directa forma de expresar lo que otros solo podemos gritar...La Gran decepción que esta “democracia”e “izquierda” nos ha implantado en el corazón a tanto viejos jovenes de los 70. Un fuerte abrazo y no dejes de colgar tus pensamientos, Al menos a mi me consuelan. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras. Saber que lo escrito llega, toca la fibra a otras personas, alienta y se agradece. Un abrazo.
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