“España tuvo un papel
crucial en la liberación de @Paris hace 75 años. Los soldados españoles de #LaNueve fueron los primeros en entrar en #París y su contribución a este hecho histórico fue fundamental”
Sé que ya han pasado varios
días de este tuit del Ministerio de Justicia. Llego “el último de la fila” para
expresar mi, al principio enfado y asco, y después, decepción y tristeza.
Entiendo, sé que especulo, que
esto lo habrá escrito un burócrata que quizás no llegue a los 40 y al que las
batallitas de las guerras contra el fascismo le suenan a las “cebolletadas” del
abuelito. Reconozco que me parecen tristes unos tiempos donde los abuelos (circunstancia
en la que, si no biológicamente, si me inscribo en términos cronológicos) son
sustituidos por esa plaga de simplezas devoradora de cualquier pensamiento inteligente
que responde al nombre de cuñado.
El más grave “pecado” del
tuit es la peligrosa asepsia que lleva al engaño, ese afán asqueroso y muy de
esta realidad líquida de moverte por aguas procelosas sin molestar a nadie, ni
siquiera a aquellos que por su ideología deben ser no solo molestados sino
combatidos. Un marciano, o en su caso un joven cogido al azar, lee este texto y
se piensa que el estado español tuvo una importancia capital en la liberación
de Paris. En términos históricos la ignorancia de buena parte de la población,
estoy convencido que buscada, es enciclopédica. Y mal está y es oprobioso que
el jefe terrorista de la 18 de julio siga reposando su momia en un lugar privilegiado,
y mantenido con erario público, pero por favor, como sigamos siendo tan poco
precisos pensará el marciano o el joven que Franco fue un antifascista de pro
que envió soldados españoles a liberar París. No nos engañemos, España, cuando es invocada en concreto, es lo que dice
el estado español. Cientos de veces hemos oído en intervenciones públicas de
cargos del gobierno decir: “la posición de España en este asunto…” Por supuesto
se está refiriendo a la posición del gobierno que en ese momento detenta el
poder. Y el poder en España, el 24 de agosto de 1944, lo detentaba un general fascista
llamado Franco, que contribuyó a la Segunda Guerra Mundial enviando tropas a
luchar bajo las órdenes de los nazis en el frente del Este. Esa fue, aunque
disguste, la única contribución del ente que en aquel momento respondía al
nombre de España. Todos los alemanes no eran nazis, pero cuando hablamos de la
Segunda Guerra Mundial, hablamos de la lucha contra Alemania. La Segunda República
mantuvo sus gobiernos en el exilio, probablemente más por un imperativo moral
contra el fascismo, que incluso por una legitimidad histórica que también tenían.
El gobierno republicano en el exilio sabía que su poder de facto era nulo. El
oprobio había vencido y eran los dueños de la palabra España.
El comunicado está tan falto
de vida que incluso hurta tres palabras básicas y muy unidas en el vocabulario
del siglo XX español, y sin las que no se entiende la significación real de la
9 y de muchos otros españoles que combatieron desde el 36 al 45 al fascismo: antifascismo,
exilio y república.
Esos tres términos no podían
faltar bajo ningún concepto. Y no aparecen en el desnaturalizado comunicado. Todos
los luchadores españoles contra el nazi-fascismo unían esas tres condiciones en
su persona. Las palabras “soldados” y “españoles”, que figuran en el comunicado,
deberían aparecer, al menos en este caso, entreveradas por “antifascistas” y “republicanos”
para dotar a este texto alma, claridad y decencia.
El problema es que, quizás
sea yo excesivamente quisquilloso, el PSOE (con la derecha oficial no tengo
dudas: su raíz es la dictadura fascista de Franco y siempre que pueden lo dejan
de manifiesto), ese partido que yo defino de centro, siempre que se acerca a
los tiempos, a las generalmente desconocidas andanzas antifascistas de los
republicanos, exiliados o no, lo hace con suma cautela, con un ánimo tan
cobarde, tan temeroso de incordiar, que sonroja. Esta gente gobernó del 82 al
96 y las fosas comunes en ese tiempo existían en la tristeza íntima de los
familiares, ignorados absolutamente por las administraciones socialistas y si
levantaban la voz silenciados con el término de guerracivilistas y acusados de
fomentadores de rencores pasados. Hasta el siglo XXI, cuando las asociaciones
de memoria histórica, los nietos mayormente, inician su lucha, no sale la Ley
de Memoria Histórica de Zapatero, treinta años después de la muerte de Franco.
En febrero de este año
Pedro Sánchez rindió homenaje a Manuel Azaña colocando en su tumba una corona
de flores con los colores de la bandera que retornó con el fascismo y mandó al
exilio al presidente de la Segunda República. Y no me digan que siendo
presidente del gobierno no tiene otra opción, porque la primera e inexcusable
es respetar al hombre que yace en esa tumba, aunque sea poniendo una flores
silvestres o un simple, que diría Cecilia, ramito de violetas.
Acabando este texto
referido al antifascismo y la necesidad de combatirlo, oigo, desde la calle, a
varios muchachos que caminan, las voces se alejan, entonando el Cara al Sol. Prometo
que es cierto, no pretendo acabar el texto con ningún toque efectista e
inquietante. Aunque no me cuesta imaginar que probablemente antes de desatarse,
en diferentes tiempos y lugares, la bestia desfiló cantando.
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