Hace un par de semanas, a
través de Facebook, una persona interpelaba al antropólogo Manuel Delgado
acerca de la improbabilidad de ser nacionalista y de izquierdas a la vez. Le
decía: “Bueno, querido profesor… De entrada todos los nacionalismo son, por
definición, pequeño burgueses y de derechas…”
La respuesta de Manuel
Delgado fue, desde mi punto de vista, quizás porque es la que yo he tenido en
mente en múltiples ocasiones ante planteamientos similares, sucinta a la par
que antológica:
“¡Patria o muerte,
venceremos! (Fidel Castro)”.
Con seis palabras. Una bofetada delicada como un bolero para derribar, como fichas de dominó en cadena, a tanto necio que, campanadas
sueltas aparte, ni le interesa ni tiene puñetera idea de lo que es el internacionalismo.
Como pensar es complicadito,
se sale del paso con alguna simpleza suprema que equipara nacionalismo con
derecha o, que aún me hace pensar menos, con el nazismo. Así, el Bloque
Nacionalista Galego (BNG) es tan de derechas como el PNV y los catalanes que
portan lazos amarillos por la libertad de los presos políticos catalanes
devienen, con aviesa intención fonética, en “lazis”. Embolso, denigro, y si
voto a los trileros del PSOE (son unos artistas, los putos amos, ¿como pueden
engañar a tantos y tan continuadamente durante tanto tiempo?) habitaré el
paraíso de los progres.
Fidel Castro, uno de los más
grandes internacionalistas del siglo XX, no cayó en contradicción alguna cuando
expresó la consigna citada anteriormente, que se ha convertido en divisa,
reconocida mundialmente, de la revolución cubana.
Al contrario, sin la
consolidación de la independencia y la justicia social en su patria, en su
nación, Cuba, ésta no habría podido darse al mundo en su completísima labor
internacionalista.
Con el fusil y con la rama
de olivo, como lo expresó Yasser Arafat en 1974 ante la ONU. La rama de olivo
que han visto tantos pobres del mundo cuando la atención sanitaria se ha
materializado ante ellos, por primera vez en sus vidas, en forma de brigada
internacionalista de médicos cubanos. El fusil lo portaron los voluntarios
cubanos en África cuando, venciendo
junto al MPLA a las tropas racistas sudafricanas en Cuito Cuanavale, abrieron
la puerta a la derrota del apartheid en
toda la región.
Esta circunstancia la
reconoció Mandela en su primera salida al extranjero, a territorio cubano,
donde saltándose rigideces protocolarias se fundió en un abrazo con Fidel, un
patriota (¿nacionalista?) feroz y, junto al Che, un internacionalista sin
parangón.
Buen trabajo, José Juan. Comparto en web UCR, Saludos, Félix Arana
ResponderEliminarMuchas gracias, Félix.
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