Manuel Pastrana y Fernando Grande-Marlaska.
Dos nombres y dos caras de un tenebroso asunto. O tal vez dos cruces.
El primero salió en el programa
Preguntes freqüents de TV3 el sábado 30 de junio. Dijo, entre otras cosas, lo siguiente:
«No le va a invitar a un café a un detenido. Hay que
sacárselo como se pueda», respondió a la pregunta sobre si era habitual pegar a
los detenidos, para reconocer a continuación que «en España sí se ha castigado,
pero no tanto como en otros países».
« ¿Son torturas? ¿Se puede hablar de torturas?», preguntó
la presentadora, a lo que Pastrana respondió con un contundente «obviamente».
Sin pelos en la lengua, el guardia civil dijo que los
vascos, «por regla general, son blandos. Cuando se les toca un poquito cantan».
Quién así habla sabe de que va el asunto. Entró en la
guardia civil en 1971. O sea, el individuo estuvo, es un dato objetivo, al
servicio de una dictadura criminal y fascista. Llegó a estar infiltrado en ETA
y perteneció a los servicios de inteligencia de la también llamada benemérita. Y
ahora, jubilado, es carne de libro a través de un periodista llamado Joaquín
Vidal. Y visto que aquí la impunidad es norma (hoy 8 de julio se cumplen 40
años del asesinato por la policía de Germán Rodríguez en los Sanfermines de
1978 sin que nadie haya sido juzgado) parece que decidió sincerarse y contar su
ajetreada vida. Es un dato que desconozco, pero no tengo noticias de que la
guardia civil, como institución, haya desmentido sus graves declaraciones. Tampoco
las ha cuestionado ninguna otra institución de un estado que debería estar
preocupado porque uno de sus servidores ha confesado (sin mal trato o tortura
alguna), que el organismo para el que el trabajaba, vulneraba con regularidad la
ley.
Declaraciones que vienen a corroborar, aunque sea de
manera indirecta, lo expuesto en el informe “Tortura y malos tratos en el País
Vasco entre 1960 y 2014” ,
elaborado por el Instituto Vasco de Criminología y la Universidad del País
Vasco en el que se contabilizan 4.113 denuncias. Y ojo, piensen que es un
estudio solo del ámbito vasco.
¿Soy un tipo disparatado si pienso que alguna instancia
judicial tendría que llamar a declarar a este señor? Ha confesado en público, ante
centenares de miles de televidentes, con un escueto “obviamente”, que en el
estado español, a pesar de la blandura congénita del vasco, se ha practicado de
manera sistemática el mal trato y la tortura por parte de los cuerpos de
seguridad. Insisto, lo dice un guardia civil jubilado y sardónico que no ha
sido un número más, pues el sujeto también estuvo en los aledaños del 23F , cuyo origen, por confesión
personal de Tejero, situó en La Zarzuela.
Podría haberse animado a citarlo para declarar, si ahora
no fuera Ministro del Interior, el hasta hace poco juez de la Audiencia
Nacional Fernando Grande-Marlaska, que la semana pasada, en sede parlamentaria,
interpelado acerca del informe antes citado, dijo una frase memorable, digna de
figurar en un texto religioso antiguo y dogmático, nacido para embridarnos el
pensamiento: “La única verdad es la judicial”. La frase es espeluznante. Si la única
verdad es la judicial se supone que todo lo que, en materia de derechos
humanos, queda fuera de ese “paraguas” es mentira. ¿En ese informe de más de
400 páginas hay más de 4000 mentirosos? ¿Todos los “refugiados” en la justicia
argentina que la justicia española no investiga son mentirosos? ¿Las más de 100.000
víctimas del jefe terrorista Franco enterradas en cunetas por todo el estado
español, durante más de 80 años ignoradas por la judicatura española, son
mentira?
Pienso que sería interesante, el juez niega lo que el guardia afirma, organizar un debate o, ya
que estamos moviéndonos en el ámbito judicial, un cara a cara entre
Grande-Marlaska y Manuel Pastrana. O, como ya insinué, un cruz a cruz, al menos desde el punto de vista de quiénes
hayan pasado por sus manos.
La esencia es que el uno sin el otro no pueden existir. Ambos
forman parte del engranaje del poder. Son gente necesaria. Aunque a veces
queden con unas vergüenzas al aire, que siempre tapan, ignorándolas, los
grandes medios de comunicación. Los dos nos hacen confesiones que nacen de la
prepotencia (“obviamente”) o el enfado (“la única verdad…”) porque saben que en
un país donde cuesta un mundo quitarle una medalla a un torturador ellos son simplemente
intocables.
Mientras tanto me ha asqueado ver el jolgorio de la
progresía hispana, la que obvia todo lo anterior, por la condena, en Chile, a
los asesinos del cantante comunista (siempre se olvidan de este dato) Víctor Jara.
Harto de celebrar triunfos ajenos y distantes, con que se nos cayera la cara de
vergüenza por las derrotas propias habría suficiente.
Progresía en cambio callada ante el hecho, escandaloso y
criminal, de que la euroorden que solicita a Bélgica la extradición de Valtonyc
tiene marcada la casilla “terrorismo”. Igual las opciones las estudiaron
conjuntamente Pastrana y Grande-Marlaska.
Valiente artículo. Puesto en web UCR. Saludos, Félix Arana
ResponderEliminarGracias Félix. Siempre muy agradecido a la deferencia que tiene conmigo la web de UCR. Un saludo.
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