martes, 17 de julio de 2018

El 18 de julio y los putrefactos


A mediados de los años 20, en la Residencia de Estudiantes, se puso de moda un vocablo: putrefacto. Saco de un artículo que se llama “El putrefacto y el carnuzo” de Manuel Fructuoso, ubicado en un blog dedicado a la figura de Luis Buñuel, el siguiente extracto: “Rafael Alberti nos da la que podemos considerar la definición más completa: El putrefacto, como no es difícil deducir de su nombre, resumía todo lo caduco, todo lo muerto y anacrónico que representan muchos seres y cosas”.

Hablamos de los años 20 del siglo pasado, en plena dictadura de Primo de Rivera, esa que se instauró con el beneplácito de Alfonso XIII. Imagino que, aunque después sus trayectorias vitales fueron divergentes (Lorca asesinado, Alberti y Buñuel exiliados, Dalí instalado en el negocio) por esa ruptura brutal que significó el golpe militar del 36, aquellos jóvenes, cuyas fotos todos los que orbitamos en la poesía y la izquierda tenemos en mente, considerarían dentro de lo anacrónico, caduco y si no muerto, próximo a fenecer, esa “cosa” que denominamos monarquía y que se encarna en un “ser” único.

Casi 100 años después, en un nuevo 18 de julio, hay un cruce de aromas y dos putrefactos, cada uno a su manera, pero fuertemente imbricados. Franco y Juan Carlos. Padre e hijo. El primero recibió el domingo 15 de julio, brazo en alto, el homenaje de centenares de fascistas que proclaman que “El Valle no se toca”. Por cierto, el diario Público fue el único medio que tras rectificar, al principio utilizó el indefinido y hasta enternecedor “nostálgicos”, los llamó por su nombre: fascistas. Lo que no dijo ningún diario es que los concentrados estaban enalteciendo a un jefe terrorista responsable de más de 100.000 desaparecidos. Y tampoco dijo ningún diario, porque no ocurrió, que apareciera la policía para intervenir en el asunto e identificar a tanto sujeto alabador de http://josejuanhdezlemes.blogspot.com/2013/07/la-18-de-julio-la-banda-terrorista-mas.html La 18 de julio, la banda terrorista más criminal de la Historia de España. Esa policía desaparecida del infausto Valle, que permite a los fascistas campar a sus anchas, si ha estado presente en los recién acabados Sanfermines, citando a los vecinos que han puesto en sus balcones pancartas denunciando la impunidad de la violencia policial ejercida en las fiestas de 1978 y que le costó la vida a Germán Rodríguez. Con tanto descaro como retorcimiento asqueroso de la decencia se cita a esos vecinos por un hipotético “delito de odio”. Gente con el alma putrefacta quiere “matar” a Germán Rodríguez por segunda vez, no sólo negándole justicia, cosa que nunca ha recibido, sino, lo que es más indignante, persiguiendo a quiénes la reclaman. Mientras tanto el gobierno “socialista” español negocia con la familia del jefe terrorista y la Iglesia sacar el cadáver del Valle de los Caídos. Nunca sobra tacto y delicadeza en este país con todo lo que huele a fascismo y sotana. Y es revelador tanto encaje de bolillos jurídico para exhumar a Franco, en contraste, por ejemplo, con la rapidez con la que el anterior gobierno facilitó la salida de las sedes sociales de empresas radicadas en Cataluña.

El hijo, Juan Carlos, es el que mayor aroma desprende ahora. Éste también estuvo casi 40 años en la jefatura del estado. Y fue titulado, con el loor unánime de los medios, como el padre de la democracia. Nos guste o no, cuando sale el presidente de Fundación  Nacional que lleva el nombre del jefe terrorista diciendo que nuestra democracia se fundamenta en su amado líder, tiene la parte de razón que lleva el nombre del emérito. Nos lo han repetido hasta la saciedad: hay democracia gracias a la monarquía…  restaurada por Franco. La democracia era algo concedido, delegado graciosamente por su majestad. Incluso surgió el simpático espécimen que se autodenominaba “republicano juancarlista” (que se estará pensando, imagino, si deviene en “republicano felipista”). Si él se lo creía no es raro que viera lógico cobrarse la democracia concedida al pueblo español en forma de sustanciosas comisiones. Tampoco deberíamos sorprendernos
en el sentido comercial, desde el momento en el estado español deriva en la Marca España, es lógico que el presidente del Consejo de Administración quiera el beneficio correspondiente.

Así, el fuera de la ley (como tal fue declarado por la República, por eso creó su propia legalidad, de la que venimos) engendró otro fuera de la ley. O, para ser más precisos, alguien que según su entrañable amiga Corinna “no distingue lo legal de lo ilegal”. Ante esta y otras muchas afirmaciones de similar gravedad ha imperado el mutismo de la Regia Casa, comisionista incluido, y una declaración de la Ministra portavoz del gobierno Isabel Celaá donde nos trata directamente como a imbéciles. Textual: “Afortunadamente no afectan al jefe del estado su majestad Felipe VI, son grabaciones antiguas y por tanto, ni las consideramos”. Ministra, que el actual es nieto (político) e hijo (biológico y político) de dos delincuentes. Y que nadie me saque el argumento de que un hijo no paga las fechorías de un padre. Estaré de acuerdo desde el momento en que ese hijo someta la institución que le permite tener un cargo vitalicio, sin más mérito que ser la resultante del espermatozoide más avezado, al voto de la ciudadanía. Mientras eso no suceda, en gran medida por culpa nuestra, pues mientras hervimos en la red las calles están gélidas, pensar en la inocencia del hijo es ser, francamente (nunca mejor dicho) babiecas y tolerar al putrefacto(s) que nos cabalga.

Acabo con lo que me parece un signo máximo de putrefacción: el afán desmedido, inhumano, de riqueza. Una riqueza a la que ya tu cuerpo o tu mente no pueden dar cobijo porque ya posees toda la riqueza que te permite hacer, en el sentido material o espiritual, todo lo que quieres. Antes de que, avaricioso, exigieras, según Corinna, una comisión de 80 millones por la construcción  del AVE a La Meca, ya tu capacidad crematística te permitía ir cuando quisieras donde quisieras con todo tipo de comodidades y lujos. Sí, Juan Carlos, antes de nacer, el 18 de julio de 1936, con la sublevación fascista de tu padre político, empezaste a ganar la lotería.

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