A juego con el velamen, su grácil
casco y los impolutos guardiamarinas, en el Juan Sebastián Elcano se detectó en
2014 un alijo de 127 kgs de blanquísima cocaína. La noticia pasó en su momento
bastante desapercibida. Parecía poco edificante para el estado español airear
en exceso que el insigne buque-escuela de la gloriosa Armada Española era un
lugar digno de ser asaltado en un operativo policial contra el narcotráfico del
antaño juez estrella Garzón.
Cuatro años después ha salido la
noticia, en medios como El País o El Nacional (¿la habrá difundido alguna
cadena de televisión?) de que la instrucción del caso se cierra sin encontrar
responsable alguno. 127 kgs de coca que en el mercado, según el valor de 2016
en el estado español (50 euros el gramo), tendrían un valor de 6.350.000 euros.
Sospecho que este alijo, si se descubre en cualquier otro buque implicaría la
detención en pleno de su tripulación y su entrada en prisión provisional, al
menos hasta que se haga una acotación previa de responsabilidades. En cualquier
aeropuerto del mundo “trincarte” con la centésima parte, algo más de kilo y
medio, supondría para el implicado, en el supuesto más benevolente, unos añitos
de cárcel. En este caso han llegado a la conclusión de que no puede saberse
quiénes son los responsables, alegando que en el buque el trasiego de personal
no estaba sujeto a control alguno.
También sorprende que la
instrucción del caso la llevara a cabo un juez militar. Es lícito hacerse,
frisando con la ironía, algunas preguntas: ¿la coca estaba prevista para el
exclusivo consumo interno de la Armada? ¿No pensaban compartirla con los
compañeros de armas que pisan tierra o con los que asaltan los cielos? ¿O el
mercado al que estaba destinada era apreciablemente más amplio y “civil”?
Aparte de la poca pericia de la
justicia militar para saber quién o quiénes (es más probable el plural) son los responsables directos del alijo, lo
más sorprendente es lo siguiente que extraigo de El Nacional: “el comandante de
Elcano,
el capitán de navío Enrique Torres Piñeyro, fue ascendido a contralmirante en
septiembre del 2015 y en abril pasado, la ministra de Defensa María
Dolores de Cospedal lo volvió a ascender, a vicealmirante, además de nombrarlo
jefe del Arsenal de Cádiz”.
Desde el descubrimiento del preciado cargamento,
cuatro años, el señor Torres ha tenido dos ascensos. En un buque bajo tu
responsabilidad, representante de la marca España, se comete un delito
gravísimo y más que frenar tu carrera, pareciera que supone un impulso. Haga el
lector un ejercicio mental y piense en otros lugares o instituciones públicas
donde pudiera estarse cometiendo un delito de tal magnitud. ¿Podrían irse sus
responsables de rositas con dos ascensos consecutivos?
Para acabar, una pincelada sobre
las apariencias. Imagínense la cubierta del ilustre buque soportando una
soflama sobre las grandezas y servidumbres del servicio a España. En vertical,
en el subsuelo del ardoroso orador y los jóvenes guardiamarinas de la
tricentenaria Escuela Naval de la Armada, reposando en un pañol, presta para
calmar las anhelantes napias de tanto trilero de la patria, la sangre blanca.
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