domingo, 30 de noviembre de 2014

20 millones de kilogramos: el hambre (que no es un juego) y la futura constitución republicana

Pienso que en un lugar preferente del articulado de la futura constitución de la República Confederal de los Pueblos de España, (me atrevería a decir, aunque sea poco ortodoxo en el derecho constitucional, que en el encabezamiento), debería figurar un artículo que rezara, aproximadamente, así: "El estado garantizará a cualquier ciudadano que caiga en la desgracia de la extrema pobreza el acceso a una alimentación básica, pues sobre la base de este derecho se sustenta el cumplimiento adecuado de cualquier otro".
El párrafo que antecede surge del hecho de que la Federación Española de Bancos de Alimentos ha organizado los días 28 y 29 de noviembre la "Gran Colecta o Recogida de Alimentos 2014". El objetivo es llegar a recolectar 20 millones de kilogramos de comida
Pertenecemos desde hace decenios al mundo desarrollado, estamos saliendo de la crisis, según las cifras macroeconómicas que nos da el gobierno del PP a marchas forzadas, pero tenemos que apelar a la bondad y al bolsillo de los ciudadanos corrientes para llenar de productos los "bancos" (paradójico nombre) que palíen las necesidades alimenticias de varios millones de personas. Un dato de mi isla, Gran Canaria. En 2004 necesitaron esa ayuda 1.500 personas; en 2013 fue solicitada por 45.000. En una isla que tiene alrededor de 850.000 habitantes, estamos hablando de algo más de un 5% de la población. Desconozco el dato global, pero aplicando ese tanto por ciento a nivel del estado (46.000.000) nos situaríamos en una cifra de 2.300.000 personas necesitadas de ayuda alimenticia para subsistir. El contraste absurdo es que según el Ministerio de Agricultura en España se tiran al año 89 millones de toneladas de alimentos. 
En el mundo esa cifra se eleva a 1.300 millones de toneladas. El dato de las personas que mueren al día en el planeta por el hambre y las enfermedades que esta genera varía según las fuentes, pero podría situarse entre las 25.000 y las 40.000. La cifra global, tomando el dato más bajo, se situaría en 9.100.000 fallecidos por el hambre y sus secuelas, cada año, en un planeta donde se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos. ¿Qué es lo que falla? Alimentos hay. El sistema global que impera en el mundo se llama capitalismo, ¿tiene algo que ver en esta situación? ¿Es lícito, como se ha producido, especular con el precio de los alimentos?
Vuelvo a España. Probablemente un buen número de las personas que han colaborado, rebosantes de buena voluntad, con esta campaña del 28 y 29 de noviembre, pertenecen al segmento de población conformado por los 14 millones de personas que tienen la misma riqueza que las 20 personas más ricas de país. El más rico de España y tercero del ranking mundial, Amancio Ortega, ha firmado, a través de su fundación, una aportación a los bancos de alimentos de 4 millones de euros. Pongamos que cada kilo de comida recaudada tenga un coste medio de alrededor de 3 ó 4 euros (al ser comida mayormente no perecedera, que ha sufrido un proceso de transformación industrial, su coste se encarece), hablamos de, si se cumple el objetivo de los 20 millones, un gasto de 60 u 80 millones de euros para el conjunto de las personas que han contribuido. Una limosna para don Amancio y sus 19 escuderos de la riqueza obscena. 
El problema, bajo mi punto de vista, es ese: la caridad. En este país es necesaria la caridad de los trabajadores para con los excluidos que no tienen que llevarse a la boca porque el estado no cumple uno de los derechos humanos fundamentales, que ni siquiera aparece en la actual constitución: velar porque quién se queda sin nada tenga un plato de comida decente. Es un pensamiento generalizado que la libertad es el derecho humano fundamental. No negaré yo, que me gusta expresarme libremente, su importancia. Pero no podría estar aquí transmitiendo, a quién tenga a bien leerme, mis ideas, si no tuviera mis necesidades básicas cubiertas. Por eso arrancaba este texto soñando (por ahora no pasa del territorio de mi anhelo personal, aunque seguro que es compartido por mucha más gente) con ese artículo de la constitución de la Tercera República, absolutamente realizable económicamente, que garantizaría el más esencial de los derechos humanos.


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